El retrato de Dorian Gray

El retrato de Dorian Gray Resumen y Análisis Capítulo VIII

Resumen

Dorian es despertado por Víctor, su mayordomo, después del mediodía. Ha recibido una carta de Lord Henry, pero la deja sin abrir. Se siente renovado y desayuna felizmente; la noche anterior parece haber sido un mal sueño. Sin embargo, su agradable tarde se ve interrumpida cuando ve el retrato cubierto. Se siente tonto por haber imaginado que la pintura podría haber cambiado, pero decide volver a comprobarlo, solo para estar seguro. Nervioso por la posibilidad de estar actuando de forma extraña, echa a Víctor de la habitación, cierra todas las puertas y corre las cortinas. "Era completamente cierto. El retrato había cambiado" (98). Se pregunta cómo puede ser posible, si existe una explicación científica o una más oscura causa metafísica que explique el cambio. La cruel expresión en el rostro del retrato le recuerda lo mal que trató a Sibyl la noche anterior. Afligido por la culpa, Dorian le escribe una apasionada carta de amor, cubriendo "página tras página de palabras frenéticas de dolor y palabras más frenéticas de pena" (99).

Escribir la carta resulta profundamente catártico. En cuanto termina, llega Lord Henry. Dorian le dice que, aunque vio a Sibyl y fue brutal con ella, no se arrepiente, ya que "me ha enseñado a conocerme mejor a mí mismo" (100). Henry está encantado de encontrar a Dorian de buen humor, pero cuando el joven le dice que planea limpiar su alma casándose con la pobre actriz, está claro que ha habido un malentendido. Sibyl Vane, tal como Henry le había informado a Dorian en la carta que este dejó sin abrir, se suicidó con veneno.

Henry dice que habrá una investigación, pero que Dorian no tiene nada de qué preocuparse, ya que nadie lo vio ir al camarín ni abandonar el teatro, además de que Sibyl nunca le dijo a nadie el verdadero nombre de su prometido. Henry insta a Dorian a no involucrarse con la situación, ya que tal escándalo destruiría su reputación. Le pide a Dorian que vaya a la ópera con él esa noche. Después de su conmoción inicial, Dorian responde a la noticia de la muerte de Sibyl con un desapego extraño. "Así que he asesinado a Sibyl Vane", piensa, "La he asesinado como si le hubiera cortado su pequeño cuello con un cuchillo. Sin embargo, las rosas no son menos encantadoras por todo eso" (101).

Bajo la dirección de Henry, Dorian llega a apreciar la muerte de Sibyl como "el final maravilloso de una obra maravillosa" (103). Dorian se siente brevemente perturbado por su desapego emocional, pero Henry pronto alivia su culpa y le dice que las tragedias de la vida a menudo "nos hieren con (...) su total ausencia de estilo" (103). Dado que Sibyl murió tan dramáticamente, y para un propósito tan puro como el amor, Henry cree que la situación es realmente una por la que Dorian debería sentir satisfacción y placer. Henry llega al extremo de afirmar que, dado que la niña solo estaba realmente viva en el escenario, y en tanto el amor de Dorian por ella estaba enraizado en su admiración por las diversas heroínas que encarnaba, "En realidad la chica no vivía, y por tanto en realidad ella nunca ha muerto. (...) no malgastes tus lágrimas por Sibyl Vane. Ella era menos real de lo que son ellas [los personajes femeninos de Shakespeare]​​". Dorian agradece a Henry por ser un amigo tan bueno y verdadero.

Henry se va y Dorian vuelve a mirar su retrato. El desprecio no ha cambiado, lo que hace que Dorian piense que "había recibido las noticias sobre la muerte de Sibyl Vane antes de que él mismo tuviera conocimiento de ello" (106). Después de contemplarlo mejor, Dorian se consuela pensando que, dado que la pintura muestra su verdadero carácter, deberá también "soportar el peso de su vergüenza" (107), lo que le permitirá disfrutar de una vida libre de culpa. No encuentra ninguna razón de por qué cambia la pintura, y decide dejarse entretener, simplemente, por su progreso. El capítulo termina con Dorian saliendo a encontrarse con Lord Henry en la ópera.

Análisis

Una vez más, Dorian muestra un capricho alarmante y una ceguera inquietante ante su propia vanidad. Le escribe a Sibyl con pasión, asumiendo toda la culpa de sus acciones, pero el narrador comenta que "es un lujo reprocharse a uno mismo" (99). Se complace en su confesión, alabando en privado su propio "desinterés". Luego cae en un breve lapso de dolor al escuchar la noticia del suicidio de Sibyl, pero demuestra que está lejos de ser inconsolable. Lord Henry, el diablo del Fausto de Dorian, le muestra los medios para transformar su dolor y su culpa en una nueva y placentera experiencia cuyo precio solo el retrato ha de pagar.

En este capítulo se nos explica con claridad el significado simbólico del retrato: "aquí estaba el símbolo visible de la degradación del pecado (...) el signo siempre presente que los hombres perdidos traen en sus almas" (99). Esta comprensión lleva a Dorian a exclamar: "No puedo soportar la idea de que mi alma sea repelente" (100). Dorian teme la fealdad física, y es la vanidad, no la moral, lo que define la relación de Dorian con su alma. Un tipo de egoísmo similar se hace evidente cuando Dorian escribe su carta de amor a Sibyl. Se nos dice que "es un lujo reprocharse a uno mismo (...) Cuando Dorian hubo terminado la carta, sintió que había sido perdonado" (99). Incluso en medio de la culpa, Dorian no necesita que Sibyl le conceda el perdón que solo ella, por razones obvias, le puede otorgar, ni se le ocurre la posibilidad de que Sibyl haga otra cosa más que aceptar inmediatamente sus disculpas y convertirse en su esposa.

El comentario de Dorian de que la muerte de Sibyl parece "el final maravilloso de una obra maravillosa" (103) continúa con el tema de la vida que imita el arte. También recuerda la obsesión de Dorian con los personajes que Sibyl encarnaba. Se vio decepcionado cuando ella cuando intentó ser ella misma, rechazando la falsedad que implica interpretar un papel. Ahora, su muerte le ha dado a Dorian la oportunidad de ver a Sibyl una vez más como a un personaje en una obra de teatro. Cuando Lord Henry alienta esta interpretación de la tragedia, se asegura de que Dorian alcance el punto de no retorno en su descenso a la inmoralidad.

La declaración de Dorian de que "La he asesinado como si le hubiera cortado su pequeño cuello con un cuchillo" (101) no solo muestra un inquietante goce en ofrecer detalles innecesariamente morbosos, sino que también presagia el asesinato de Basil en el capítulo XIII y recuerda la amenaza de este de destruir la pintura con un cuchillo en el capítulo II. La imagen de una muerte por apuñalamiento flota en el aire a lo largo de la novela.

Este capítulo también contiene lo más cercano que ofrece Wilde a una explicación de cómo el retrato ha adquirido propiedades, si se quiere, metafísicas. Sin embargo, no se trata en realidad de una explicación, sino simplemente de una frívola conjetura de Dorian: "¿Había alguna afinidad misteriosa entre los átomos químicos que daban forma y color al lienzo y el alma que había en él? ¿Podría ser que lo que el alma pensaba, ellos se daban cuenta? ¿Que lo que se soñaba, ellos lo hacían realidad? ¿O había allí alguna otra razón más terrible?" (99). Dorian se ve brevemente perturbado por la posibilidad de que haya algo de magia negra funcionando allí, pero pronto se encoge de hombros ante este miedo, y nunca más se plantea la pregunta de cómo y por qué cambia el retrato.