El retrato de Dorian Gray

El retrato de Dorian Gray Resumen y Análisis Capítulo XI

Resumen

En los años siguientes, Dorian se obsesiona con el libro que le dio Lord Henry. Compra numerosas copias de "la primera edición, y las había encuadernado en diferentes colores; es esta forma armonizarían con estados de ánimo varios (...) Y, de hecho, le parecía que todo el libro contenía la historia de su propia vida, escrita antes de que la hubiera vivido" (125). Al igual que el joven héroe del libro, Dorian comienza a sumergirse en diversos intereses, que incluyen la religión, el misticismo, la música, las joyas, los tapices antiguos y el estudio de sus propios antepasados. No obstante, Dorian reemplaza rápidamente una obsesión por otra una vez que la anterior deja de interesarle, siguiendo los caprichos de su deseo con la pasión de un artista. Se aferra a cada obsesión fervientemente, estudiándola y adquiriendo tantos ejemplos fantasiosos de cada una como pueda encontrar. Compra batas extravagantes cubiertas con cientos de perlas para alimentar su interés por las joyas, y tapices antiguos con hilos dorados para satisfacer su curiosidad por los bordados. Pero tan pronto como un tema determinado se agota en su mente, lo abandona en pos de su próximo interés. Durante los siguientes 18 años, el capricho es una forma de vida para Dorian. De hecho, esta actitud recuerda a la de Lord Henry: "sin duda, para él la vida misma era la primera, la más grande de las artes" (127). No importa cuán intensamente Dorian abarque un tema, "ninguna teoría de la vida le parecía tan importante en comparación con la vida misma. Tenía una profunda conciencia de lo estéril que era toda una especulación intelectual cuando se la separa del acto y del experimento" (130).

Los "experimentos" de Dorian son a menudo de naturaleza social. Gana fama entre los círculos aristocráticos de Londres como un marcador de tendencias, vestido siempre a la última moda y siendo considerado un juez del buen gusto. Los jóvenes lo imitan y las muchachas se sienten atraídas por él. Sin embargo, aquellos de quienes se hace amigo a menudo terminan en la ruina, y Dorian es, eventualmente, tan despreciado como admirado. Lord Henry parece ser el único amigo cercano que permanece junto a Dorian a lo largo de los años. Los chismes comienzan a seguir a Dorian adonde quiera que vaya, volviéndolo infame, incluso despreciable, en algunos círculos sociales. Sin embargo, sigue siendo tan atractivo y a la moda como siempre, y continúa siendo admirado por su gusto exquisito. No importa qué tan mal la gente hable de él; su belleza juvenil y la inocencia infantil de su rostro nunca dejan de proveerle nuevos amigos.

Dorian también realiza visitas periódicas al ático para ver la transformación de su retrato, "preguntándose algunas veces cuáles eran más horribles, si las señales del pecado o las señales de la edad" (126). Al principio, a medida que la pintura se afea, Dorian "estaba cada vez más enamorado de su propia belleza y cada vez más interesado en la corrupción de su propia alma" (126). Incluso comienza a burlarse del retrato. Con el tiempo, sin embargo, sus diversas obsesiones y sus excursiones sociales se convierten en formas de escapar de lo que él sabe que es la verdad de su alma.

Análisis

Este capítulo inicia la segunda mitad de la novela, en la que la influencia de Lord Henry ha florecido por completo y en la que Dorian ya es él mismo, con sus propios intereses y convicciones, y con un lugar notorio en la aristocracia de Londres. Después de este capítulo, el protagonista ya no es un joven corruptible, sino más bien un corruptor por derecho propio. Se nos muestra que la personalidad de Dorian, encantadora como puede ser, se define por el capricho y la pasión por nuevos placeres.

La obsesión de Dorian con el libro de Lord Henry puede interpretarse de diferentes maneras. La trama le recuerda a su propia vida y el héroe le recuerda a sí mismo. El narrador menciona "la última parte del libro, con un análisis realmente trágico (...) sobre la pena y la desesperación de alguien que perdió lo que en otros, y en el mundo, había valorado tanto". Esta es una descripción también adecuada para el final de El retrato de Dorian Gray. Sin embargo, queda la pregunta de si el libro describe al personaje de Dorian o si Dorian va mutando para imitar al protagonista del libro. Una vez más, Wilde borra la distinción entre la vida y el arte.

De hecho, aprendemos en este capítulo que, para Dorian, la vida y el arte son intercambiables. Al igual que Lord Henry, considera que el placer y el valor estético son más importantes que cualquier otra cosa. Para él, vale la pena tener cualquier experiencia nueva y placentera, incluso si esta es perjudicial para los demás. El capítulo cierra con la afirmación de que "Había momentos en los que miraba al mal simplemente como un medio a través del cual podía realizar su concepción de la belleza" (140). Este es el momento en el que más degradado parece estar Dorian, y en el que su alma sufre la mayor desfiguración.

Dorian llega a un punto en el que solo puede ser feliz cuando se olvida del retrato en su ático. Se las arregla para evitarlo durante semanas pero, como cualquier adicto, no puede mantenerse alejado de él por mucho tiempo. La corrupción de su alma lo atormenta, y escapa de ese tormento cayendo en vicios que agravan su corrupción y lo atormentan aún más. Este círculo vicioso imita conscientemente los patrones de abstinencia y mayor dependencia que comúnmente enfrentan los drogadictos, una analogía que se vuelve mucho más explícita en capítulos posteriores, cuando nos enteramos de la adicción de Dorian al opio.

La lucha por negar la culpa persistente que siente cada vez que se enfrenta al retrato subyace todas las acciones de Dorian, lo que pone en cuestión la naturaleza de su ferviente y pasajera pasión por diferentes caprichos. ¿Es de verdad una persona tan apasionada, o su pasión surge de la desesperada necesidad de ocupar su mente con algo más que la innegable y monstruosa corrupción de su alma?