El retrato de Dorian Gray

El retrato de Dorian Gray Resumen y Análisis Capítulo XX

Resumen

Durante la caminata desde la casa de Henry hacia la suya, Dorian disfruta de la cálida noche. Se molesta cuando varias personas murmuran su nombre, con asombro, al pasar, una ocurrencia que solía complacerlo; pero se anima pensando en la bella e inocente Hetty y en su reciente "buena acción". Ella había sido irremediablemente ingenua, pero ese era su encanto: "tenía todo lo que él había perdido" (201). Llega a su casa y se mira en un espejo que Henry le regaló hace mucho tiempo, pero está tan abrumado por el odio que rompe el espejo contra el suelo. Trata de enfocarse en el futuro, de no pensar en personas como James Vane, ahora "oculto en una tumba sin nombre" (202); Alan Campbell, quien se suicidó sin traicionar el secreto de Dorian; o Basil Hallward, a quien Dorian asesinó por "la locura de un momento" (202). Intenta calmar su conciencia culpando de todos sus problemas al retrato de Basil, y contemplando la nueva vida que ha decidido comenzar. Piensa en Hetty, la preservación de cuya inocencia tiene como prueba de su nueva bondad, y se pregunta si su buena acción ha hecho que su retrato cambie para mejor. Sube al ático, cierra la puerta detrás de él y descubre la pintura.

Un jadeo horrorizado escapa de sus labios cuando ve que no hay "ningún cambio, salvo que en sus ojos había una mirada astuta y en su boca una arruga curvada de hipocresía" (203). Dorian se da cuenta de que su amabilidad hacia Hetty fue otro acto de vanidad, impulsado por su deseo de mejorar la apariencia de su alma, o simplemente otra manifestación de su egoísmo, impulsado por "el deseo de una nueva sensación" (203). Desesperado por escapar de sus crímenes pasados, Dorian ve el cuadro como la única evidencia que revela su culpa: "había sido su conciencia. Lo destruiría" (204). El cuchillo que está sobre la mesa, se da cuenta, todavía está manchado con la sangre de Basil. Lo toma, lo limpia varias veces y apuñala la imagen.

Los sirvientes de Dorian se despiertan por un grito terrible. Es tan fuerte que dos caballeros que pasaban por allí lo escuchan desde la acera y van a buscar a un policía para dirigirlo la casa. Este les informa que se trata de la residencia de Dorian Gray, y entonces los hombres se van, burlándose, sin avisarle siquiera del grito que oyeron. Los sirvientes no pueden abrir la puerta del ático, pero logran subir por el techo. Encuentran el cuerpo de un hombre "marchito, arrugado y (...) repugnante a la vista" (204) tendido en el suelo, con un cuchillo en el pecho. Solo reconocen a su señor por sus anillos.

Análisis

Mientras piensa en Hetty, Dorian recuerda haberle dicho que era un hombre muy malvado, a lo que ella respondió que "la gente malvada era siempre muy vieja y muy fea" (201). Al igual que las frívolas personas de la clase alta a la que Dorian frecuenta, la "pura" Hetty supone que la apariencia lo es todo. Si bien esta superficialidad es precisamente lo que le permite a Dorian ganar tantos corazones, también evita que los otros sepan realmente quién es.

Dorian decide deshacerse de su pasado, bloquearlo de sus pensamientos y enfocarse en asegurarse un futuro mejor. Rompe el espejo que le dio Lord Henry, lo que constituye un rechazo simbólico de su propia vanidad y de la influencia corruptora de la amistad de Henry. Se aferra desesperadamente a su trato con Hetty como señal de que es posible limpiar su alma, pero es demasiado poco, demasiado tarde. Incluso este gesto aparentemente concienzudo surgió del deseo hedonista de experimentar una sensación desconocida, y del vano deseo de mejorar la apariencia de su alma, como lo muestra luego el retrato. La vanidad, no la moral, impulsó su acción, demostrando una vez más que Dorian es un alma condenada.

Cuando Dorian se suicida tratando de destruir la pintura, el retrato y el hombre vuelven a intercambiar apariencias. El hombre del cuadro se vuelve joven y hermoso, mientras que el verdadero Dorian se convierte un hombre viejo y desfigurado por el tiempo y la culpa. Dorian hace realidad el miedo que tuvo al ver la pintura por primera vez: queriendo destruir la pintura, se marchita y muere, mientras que la imagen del retrato sigue siendo joven y hermosa para siempre. Además, dado que la pintura ha recobrado su aspecto original, la obra maestra de Basil Hallward regresa al mundo. Al ver el cuchillo, Dorian piensa que "Igual que había matado al pintor, ahora mataría a la obra del pintor" (204), pero la obra y el pintor tendrán la inmortalidad de la grandeza artística, mientras que Dorian es destruido.

El arma utilizada por Dorian es la misma que ha usado para matar a Basil. Irónicamente, Basil se había ofrecido a destruir la pintura recién terminada con un cuchillo tras la reacción negativa de Dorian ante ella (Capítulo II), pero la nueva vanidad de Dorian y su aprecio por la belleza artística lo llevaron a lanzarse sobre el retrato para evitarlo. Dieciocho años y dieciocho capítulos más tarde, Dorian decide hacer exactamente lo que había impedido que sucediera entonces. Una vez más, arroja su cuerpo sobre la pintura, sometido a los peligros de su belleza.