... y no se lo tragó la tierra

... y no se lo tragó la tierra Resumen y Análisis El año perdido, Viñeta 1, Los niños no se aguantaron

Resumen

El año perdido

La novela inicia con este breve relato de una carilla que narra, en tercera persona, la situación angustiante de una persona que siente que se le ha perdido un año y todos los días, antes de dormir, ve y oye muchas cosas que no puede comprender. Entre el sueño y la vigilia, intenta recordar y ordenar sus pensamientos, pero en cuanto cree que los hechos sobre ese periodo de su vida se aclaran en su mente, todo se torna confuso otra vez. Entonces, no sabe si está dormido y todo es parte de un sueño, si está despierto, o si las cosas que piensa realmente sucedieron.

La situación se reitera. La sensación que tiene es que alguien lo llama por su nombre, pero, al buscar al emisor del llamado, nadie aparece. Una vez descubre, con temor, que, sin ser consciente de ello, es él mismo el que se llama. Y cree que ese momento de desconcierto coincide con el comienzo del año perdido. Eventualmente, advierte que se pasa todo el tiempo pensando. Lo hace incluso cuando cree que no piensa en nada. Llegado ese momento, su mente se pone en blanco y se queda dormido.

Viñeta 1

Un joven bebe todas las noches el vaso de agua que su madre deja bajo la cama para los espíritus. Ante ello, la mujer cree que son los espíritus y continúa haciéndolo. Alguna vez él piensa en confesar lo que hace, pero luego decide que será mejor cuando sea mayor.

Los niños no se aguantaron

A pesar de estar en los primeros días de abril, el calor es agobiante en la finca en la que trabajan adultos y niños durante largas jornadas al sol. El viejo dueño y patrón del lugar les lleva agua en un bote, pero solo se acerca dos veces por día y no les alcanza para saciar su sed. Por eso, comienzan a tomar agua de un estanque destinado a las vacas. Cuando el viejo se da cuenta, se enoja, dado que les paga por horas, y amenaza con dejarlos sin empleo y sin paga si lo vuelven a hacer. Sin embargo, los niños no aguantan la situación, por lo que, disimuladamente, pasan cerca del tanque y beben a escondidas.

Cuando el viejo advierte la situación, decide esperar para descubrir a una mayor cantidad de sedientos. De esa forma, no les pagaría a unos cuantos sin dejar de aprovechar su trabajo en su finca. Sin embargo, cuando nota que un niño se acerca a tomar agua muchas veces, se enoja y decide darle un susto. Toma una carabina, se arrastra por el suelo para no ser visto y dispara. Su intención no es la de matarlo, pero lo hace: el cuerpo del niño termina flotando sobre el agua.

Después de esto, se comenta que el viejo es juzgado. Aunque queda libre, pierde su dinero, el rancho y la cordura, comienza a beber e intenta suicidarse.

Análisis

...y no se lo tragó la tierra (1971), de Tomás Rivera, es una novela conocida como uno de los textos más importantes y significativos de la literatura chicana. Publicada en 1971 por la editorial Quinto Sol, de Berkeley, quien la premia en 1970, es la obra que inaugura la serie de textos chicanos que esta editorial comienza a promocionar. Hay antecedentes en la literatura chicana, por ejemplo con una de las novelas pioneras y famosas del género, Pocho, de José Antonio Villarreal, publicada en 1959. Incluso hay otros géneros que se enmarcan en lo que se considera literatura chicana. Sin embargo, no es hasta la década de 1970 y con el sello de esta editorial especializada que este tipo de literatura termina de conformarse y se consagra de forma definitiva. Quinto Sol se encarga, a partir de la difusión literaria, de convertirse en la voz de los chicanos y, además, de constituir un canon de su literatura, en donde se le otorga un rol fundamental a la obra de Rivera.

El término “chicano” es un gentilicio que se utiliza para denominar a los oriundos de México que habitan las tierras del sur de Estados Unidos y se dedican, generalmente, al trabajo agrícola. En su origen, esta palabra tiene un sentido despectivo y es utilizada peyorativamente, tanto por estadounidenses como por mexicanos, para referirse a la condición de estos trabajadores migrantes. Sin embargo, con el correr del tiempo y a partir de la organización social de los chicanos hacia la década de 1960, el término va mutando y dejando atrás esa carga negativa. Esta transformación está necesariamente relacionada con el surgimiento del Movimiento chicano por los derechos civiles. Se trata de un movimiento conformado por activistas chicanos en pos de la defensa de sus derechos en torno al trabajo, la educación, el voto y la tierra, entre otros. También buscan la autoafirmación y la concientización en relación con la identidad de la comunidad y en franca oposición a los estereotipos denigrantes que circulan en la época. A partir de esta década, los trabajadores se asumen orgullosamente chicanos y defienden su modo de vida y su comunidad. Los intelectuales que forman parte de este movimiento y defienden sus postulados provienen de familias obreras o agrarias e, incluso, como el mismo Tomás Rivera, han sido ellos mismos explotados laboralmente desde temprana edad, por lo que conocen la opresión y el racismo en carne propia.

La gran cantidad de población originaria de México en suelo estadounidense está, en parte, vinculada con un programa de incentivos al trabajo agrícola y acuerdos diplomáticos entre los gobiernos de ambos países, el Programa Bracero. Este se implementa desde 1942, cuando se firma el Acuerdo de Labor Agrícola Mexicana, hasta 1964, cuando finaliza con duras críticas por la explotación y los abusos cometidos sobre los trabajadores migrantes. El origen del programa se vincula con la necesidad de mano de obra en Estados Unidos como consecuencia de los efectos de la Segunda Guerra Mundial. Los trabajadores mexicanos viajan al país del norte para desempeñarse como cultivadores y cosecheros azucareros, obreros ferroviarios, mineros y jornaleros en campos de cosecha estacionales, por ejemplo, de algodón o remolacha. Con este programa, la inmigración se establece bajo contrato laboral, sin embargo, no son pocos los trabajadores que llegan indocumentados en situaciones muy vulnerables y son incluidos en trabajos temporales para único beneficio de los dueños de los campos, dado que se aprovechan de su condición al no garantizarles el salario acordado con el gobierno mexicano. Estos trabajadores indocumentados y sin contrato laboral son conocidos como “alambristas”, “espaldas mojadas” o “mojados”, dado que saltan los alambres que marcan los límites territoriales o cruzan el río para evadir los controles migratorios. Las paupérrimas condiciones de vida, el racismo y la explotación laboral a las que son sometidos, tanto los trabajadores contratados como los que no cuentan con ningún tipo de contrato o acuerdo laboral y sus familias, son motivo de denuncia del Movimiento chicano y de la literatura chicana, que trabaja, principalmente, con este tema.

En relación con la literatura chicana, un elemento significativo, además de la temática sobre la que elige trabajar, es la forma en la que representa el habla coloquial de los chicanos. La literatura chicana es un espacio de resguardo para el habla chicana de la época que representa. En el caso de ...y no se lo tragó la tierra, cuando la narración se establece en tercera persona, el español aparece bajo su forma estandarizada y culta; sin embargo, cuando los personajes son narradores o cuando se establecen diálogos entre ellos o se expresa el fluir de sus conciencias, aparece el habla propia del chicano. Este hablar chicano tiene varias características. En principio, está cargado de modismos o regionalismos. Por otro lado, se alterna, en algunos casos, el español y el inglés, lo que da cuenta de que se trata de sociedades que están inmersas en dos lenguas; el español aparece como el idioma de la casa y de los afectos, mientras que el inglés se vincula con la actividad comercial, las fuerzas de seguridad y la educación formal. Además, aparecen préstamos lingüísticos, es decir, palabras o expresiones del inglés que son adoptadas por el hablante de español. En el texto, estas palabras aparecen como patentes huellas de oralidad, ya que, en lugar de regirse por las normas ortográficas, están escritas de manera fonética, es decir que las palabras inglesas que aparecen intercaladas entre las del español están escritas tal como se pronuncian.

Una de las características de varias obras chicanas, sobre todo de las que se aglutinan en torno a la editorial Quinto Sol a partir de 1971, es la fragmentariedad en su estructura. Esta es una de las características más notorias de la obra de Rivera, sobre la que, durante mucho tiempo, se ha discutido si, dada su estructura particular, se trata de una colección de relatos o de una novela. La crítica tiende a coincidir, en la actualidad, en referirse a ...y no se lo tragó la tierra como una novela. Y esto se puede justificar, como veremos, a partir de una lectura atenta que unifique las anécdotas e historias que conforman el libro y que, en suma, simbolizan un año de la vida del protagonista anónimo y que, por tanto, entienda el carácter de marco de las dos historias que se encuentran en una posición privilegiada para serlo y que lo ubican a este personaje en primer plano: el relato inicial, “El año perdido”, y el final, “Debajo de la casa”. Este carácter fragmentario de la narración es alegórico de la forma en la que se halla este personaje ante las duras experiencias de vida que le tocan atravesar: él se encuentra alienado y recién hacia el final va a encontrar su eje y la confirmación de su identidad.

El texto que abre la novela es “El año perdido” y nos presenta, a través de un narrador omnisciente en tercera persona, a un sujeto que está sufriendo. Su padecimiento se relaciona con lo que sucede en su mente: es incapaz de lograr un pensamiento organizado en torno a los eventos acontecidos durante el último año de su vida. La frase que da inicio a este relato es “Aquel año se le perdió” (77), como si los eventos pasados pudieran ser un objeto: algo que puede tenerse, perderse o encontrarse. El verbo “perder” también se utiliza para las palabras: no puede organizar el contenido de su cerebro porque se le pierden las palabras para hacerlo. Esto anticipa uno de los conflictos principales de la obra: cómo asir la memoria; cómo recuperar el pasado propio y conocerse a sí mismo a partir de la palabra propia. Esa búsqueda de identidad y de reconocimiento de sí también se cifra en ese llamado que recibe y que no sabe de dónde viene: hay aquí un problema relacionado con la identidad que se resolverá recién al final de la obra.

La alteración mental de la que da indicios el protagonista indica un riesgo de pérdida de cordura por varios motivos: la incapacidad para ordenar lo que piensa; la sensación que tiene de ser llamado por alguien hasta que termina dándose cuenta de que, en realidad, es él mismo el que se nombra; la cantidad de cosas que aparecen en su mente, de forma caótica, antes de quedarse dormido. Estos intentos por organizar sus recuerdos lo obsesionan, y dan cuenta de ello los adverbios y locuciones adverbiales utilizadas, que pasan de una frecuencia temporal menor a una mayor a medida que avanza la descripción de lo que le sucede: “A veces trataba de recordar” (77); “Casi siempre empezaba con un sueño” (77); “Siempre empezaba todo”.

Este texto se cierra con una frase que concluye con puntos suspensivos: “Pero antes de dormirse veía y oía muchas cosas…” (77). Esos puntos suspensivos producen un efecto de suspenso y, a la vez, en lugar de dar un cierre formal a ese primer texto, parecen realizar una apertura. Introducen esas muchas cosas que ve y oye antes de dormirse: se trata de las historias que aparecen luego de este texto y antes del último y que, como veremos, representan las historias acontecidas en ese año que el protagonista, al inicio de la novela, cree perdido.

Como se ve a partir de aquí, aparecen intercaladas una historia muy breve o anécdota sin título —a las que, siguiendo el criterio de Gustavo Buenrostro, llamamos “viñetas”— y luego una narración un poco más extensa con título y un mayor desarrollo argumental. Por lo general, estos dos relatos se relacionan a nivel argumentativo, aunque no necesariamente. En el caso de la primera viñeta y “Los niños no se aguantaron”, el tema que parece vincularlos es el agua que los niños beben aunque no está destinada a ellos y que lo hacen sin que la autoridad lo sepa: la madre en el primer caso; el viejo patrón en el segundo. En la viñeta, el niño bebe el agua que la madre deja como ofrenda para los espíritus, situación que da cuenta de ciertas creencias y costumbres llevadas adelante por miembros de la comunidad chicana. En el cuento, un niño toma agua de un estanque destinado a los animales y es, por ello, castigado por su patrón. El castigo, que busca ser un susto, termina en el asesinato del niño. El trabajo infantil y las condiciones infrahumanas a las que son sometidos los migrantes mexicanos aparecen desde el inicio de la novela. Mientras los adultos se muestran un poco más precavidos ante la autoridad, con más experiencia en un rubro en el que son explotados, los niños se las ingenian para violar las arbitrariedades a las que son sometidos. Es tal la crueldad y la violación a los derechos humanos que los trabajadores no pueden siquiera tomar agua un día de muchísimo calor.

La mirada del patrón sobre las personas que trabajan en su finca es una mirada deshumanizadora. El jefe animaliza a los trabajadores y hasta, incluso, les da menos beneficios que a sus animales: el agua es para las vacas, no para los humanos; en lugar de “descubrir” la acción que realizan los hombres, se dice que los “pesca”; para asustar al niño sediento que concurre muchas veces al estanque, el patrón se arrastra por el suelo con una carabina como si estuviera al acecho de una presa salvaje. El narrador destaca esa visión cruel del opresor que estima a los trabajadores de su finca menos que a los animales con la utilización de dos símiles para describir la reacción del niño al recibir el disparo: “Ni saltó como los venados, sólo se quedó en el agua como un trapo sucio” (80).

El jefe, en tanto, pierde el juicio y, mediante un diálogo entre dos jornaleros, se da a entender que esto se relaciona no tanto con la culpa por el asesinato, sino por haber perdido todo su dinero.