... y no se lo tragó la tierra

... y no se lo tragó la tierra Lenguas en tensión en '…y no se lo tragó la tierra'

Entre los años 1846 y 1848, se produce una guerra entre México y Estados Unidos que concluye tras el acuerdo llamado Tratado de Guadalupe Hidalgo. Se trata de un documento en el que México firma que cede al país del norte un porcentaje grande de su territorio y se ubica al Río Bravo como límite geográfico natural entre los dos países. A cambio, Estados Unidos ofrece 15 millones de dólares en compensación por los daños causados durante el conflicto bélico. Desde ese momento, muchos de los habitantes de origen mexicano que habitan la región sudoeste de Estados Unidos, así como sus descendientes, continúan utilizando el idioma español, segundo idioma más usado en Estados Unidos al día de hoy en la zona.

Ahora bien, la literatura chicana se comprende como aquella producida por escritores chicanos. Abarca diferentes géneros literarios, es amplia, variada y tiene una larga trayectoria histórica, que se remonta a este conflicto bélico, aunque sus mayores representantes comienzan a escribir a partir de la segunda mitad del siglo XX. Por lo general, estos escritores coinciden en representar experiencias ligadas a la comunidad chicana, inmersas en la forma de vida experimentada en ese espacio marginal, fronterizo. Este tipo de literatura constituye un espacio donde aparecen personajes realistas inspirados, muchas veces, en las experiencias de vida de los escritores o de sus familiares y conocidos.

Se comprende, de este modo, que esta literatura sea también un vehículo para la representación de la voz chicana. Muchas veces, estas obras se publican en ediciones bilingües, español e inglés, porque, incluso escribiendo en un mercado estadounidense, sus autores no renuncian a la presentación de su literatura en la lengua en la que fue concebida la obra. Pero además, porque los chicanos son una comunidad bilingüe, forzada muchas veces al bilingüismo para garantizarse la supervivencia, pero siempre en contacto con el español de México, tanto por la cercanía que concede la frontera como por el hecho de las continuas migraciones a las que se ven expuestos. Así, el español de estas novelas presenta ciertas particularidades dialectales que caracterizan al idioma utilizado en la región, por lo que abona a la construcción de una identidad chicana a la que estos textos también contribuyen. Como podemos intuir, …y no se lo tragó la tierra es un ejemplo paradigmático de ello.

En cuanto a la representación del español en estos escritos en general, pero, sobre todo, en el de Rivera en particular, la voz que aparece representada en los personajes y narradores migrantes es, justamente, el habla coloquial de los chicanos. De hecho, se encuentra muy bien diferenciada, en la novela que nos compete, la lengua coloquial del habla de los personajes y la lengua estandarizada y formal que emplea el narrador omnisciente. Para ser verosímil, esta voz coloquial está cargada de regionalismos: por ejemplo, los personajes dicen “pos”, en lugar de “pues”; usan la expresión “luego, luego”, que significa inmediatamente; y contraen palabras como “mijo” para decir “mi hijo”. Además, encontramos casos de fusión lingüística del español y el inglés en el plano oracional, léxico y sintáctico; como cuando el joven pretendiente de “La noche que se apagaron las luces” le escribe una carta en español a su amada Juanita y se despide con un “Love you, Ramiro” (128). También vemos casos de préstamos lingüísticos, como se conoce a la apropiación de ítems léxicos de una lengua por otra. Un ejemplo de ello se evidencia en el uso del término “bulegas”, aproximación fonética de la palabra inglesa “bootleggers”, cuyo significado es estafadores. Por último, hay casos alternancia lingüística al interior de los relatos; es decir que la narración alterna entre el empleo del español y el inglés. Esto sucede cuando los personajes estadounidenses que representan la autoridad, como los maestros o los guardias de seguridad, se refieren en inglés a los hablantes del español. Por ejemplo, cuando el niño de “Es que duele” es expulsado de la escuela o cuando María, la protagonista de “La noche buena”, es detenida y acusada de robo.