Un enemigo del pueblo

Un enemigo del pueblo Resumen y Análisis Acto IV

Resumen

Estamos en una amplia sala en la casa del capitán Horster, donde se colocó un estrado y sillas. El capitán es el único en la ciudad que no se negó a prestar su espacio para la conferencia del Doctor. Además de la familia Stockmann, el Alcalde y los hombres del periódico, entran y se sientan gran cantidad de ciudadanos de todas las categorías sociales.

El Doctor Stockmann se prepara para hablar, pero Aslaksen, apoyado por el Alcalde, insiste antes en que se elija un presidente de la Asamblea. El Alcalde dice que debería ser Aslaksen, representante de la Asociación de Propietarios. La gente está de acuerdo. Aslaksen dice unas palabras introductorias acerca de la necesidad de la moderación y luego, cuando el Alcalde se lo pide, le cede la palabra. El Alcalde sube al estrado. Dice que, como hermano de quien dará la conferencia, debería mantenerse al margen del debate, pero no puede hacerlo debido a su cargo público. Dice suponer, además, que ningún ciudadano quiere ver esparcirse rumores exagerados acerca del balneario. Aclara que, por lo tanto, su moción en la asamblea es que no se le permita al Doctor leer su informe ni hablar sobre el asunto. Agrega que su propio informe, publicado en El Mensajero del Pueblo, explica lo suficiente la cuestión de las aguas. Aslaksen apoya al Alcalde, diciendo que el Doctor Stockmann, aunque es un médico respetable, solo busca con su informe producir agitación, una revolución que acabe con el gobierno actual. Hovstad sube al estrado y aclara que al principio apoyó la posición del Doctor, hasta que se descubrió que esta se basaba en datos falsos, como demuestra el informe del Alcalde. Luego agrega que su tarea como periodista es estar con la mayoría, y es claro que la mayoría se opone al Doctor, quien además está dejando a su familia en una situación preocupante. Aslaksen propone someter a votación la propuesta del Alcalde para prohibir al Doctor hablar sobre las aguas. El Doctor Stockmann replica que no será necesario, porque hablará de otra cosa.

El Doctor Stockmann dice que, luego de pensar durante días, descubrió que la base de la vida moral de la sociedad está completamente podrida y corrompida. Se oyen silbidos entre el público. El Doctor habla luego de cuando dejó la ciudad natal para irse a vivir a una ciudad del norte, y se le ocurrió la idea de volver y construir un balneario. El público aplaude hasta que él dice que vivió durante todo ese tiempo en la ceguera, con la dicha de hacer algo bueno por su pueblo, hasta que el día anterior abrió los ojos y vio la estupidez de las autoridades. Habla en contra de la casta de los poderosos, con quien choca cada hombre libre que intenta avanzar. Agrega que, sin embargo, estos dirigentes no constituyen el peligro más inminente de la sociedad. El enemigo más grande de la razón y de la libertad en la sociedad, según el Doctor, es la mayoría compacta. Entonces se arma un tumulto entre los asistentes. Aslaksen le pide al Doctor que se retracte pero este se niega, alegando que es la mayoría de la sociedad la que pretende arrebatarle el derecho a decir la verdad. Hovstad declara que la mayoría siempre tiene la razón. El Doctor Stockmann dice que, por el contrario, nunca lo hace, porque no son los dotados sino los estúpidos quienes configuran una mayoría aplastante. La mayoría tiene la fuerza, dice, pero no tiene la razón. La razón la tiene la minoría, afirma.

Hovstad lo acusa de aristócrata. El Doctor Stockmann responde que los mejores hombres llevan consigo verdades de vanguardia, demasiado nuevas en el mundo de la conciencia como para tener un número considerable de gente que los apoye. La masa solo promulga verdades viejas y caducas, que no tardan en convertirse, por lo tanto, en mentiras. Hovstad le dice que, en todo caso, el pueblo tiene la precaución de no aceptar una verdad más que cuando es evidente. El Doctor Stockmann acaba diciendo que una de esas verdades caducas es la que sostiene que la mayoría es la esencia del pueblo y la creencia de que el hombre más enfermo socialmente tiene el mismo derecho a juzgar y a gobernar que aquellos que constituyen la aristocracia intelectual.

El tumulto aumenta y hay gritos pidiendo que callen y echen al Doctor. El Doctor Stockmann afirma que Hovstad, como librepensador, debería coincidir con él en ciertas nociones. Hovstad niega haberse autodenominado librepensador. El Doctor Stockmann continúa su discurso improvisado, diciendo que la plebe es la materia prima que hay que transformar en pueblo. Hace luego una analogía con la diferencia entre perros de raza y perros vulgares y sus capacidades diferentes. Afirma que mientras no se elimine lo vulgar que hay en el hombre nunca podrá alcanzar altura espiritual. Hovstad dice que es hijo de campesinos y está orgulloso de pertenecer a esa estirpe de la plebe que el Doctor insulta. El Doctor responde que lo que él llama plebe no se identifica con las clases bajas, sino también con las clases más elevadas; alcanza con observar al Alcalde para ver cómo un plebeyo ejerce el poder. Lo acusa de plebeyo moral por defender lo que defienden sus superiores y opinar lo que opinan sus superiores. Luego de las risas de los asistentes, regresan los insultos y los intentos de echar al Doctor. Este grita que acudirá a lo que sea necesario para que se sepa la verdad. Hovstad afirma que quien ataca de ese modo el bien común es un enemigo del pueblo. El Doctor dice que prefiere ver a su pueblo destruido que corrompido como está. Aslaksen insiste: la asamblea debería declarar al Doctor Tomas Stockmann enemigo del pueblo. Reparten luego papeles para someter esa declaración a votación. Mientras, los ciudadanos dialogan sobre Stockmann.

Morten Kiil se acerca al Doctor y le pregunta si efectivamente dijo que la infección de las aguas proviene de la curtiembre del Valle de los Molinos. El Doctor afirma y su suegro le pregunta si la infección proviene también de su propia curtiembre. El Doctor le dice que lamentablemente sí. Morten Kiil entonces lo amenaza diciendo que, si llega a publicar tal información, lo pagará muy caro. El Doctor responde que no se callará.

El resultado de la votación declara por unanimidad -a excepción del voto de un borracho- a Tomas Stockmann como enemigo del pueblo. El Doctor le pregunta al capitán Hosrter si tendrá lugar en su barco para unos emigrantes a América, a lo que este responde que siempre tiene lugar si se trata del Doctor y su familia. Cuando la esposa sugiere salir por la puerta trasera del salón, el Doctor eleva la voz y afirma que no piensa ocultarse, y que no es tan bueno como aquel que dijo “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”. La multitud le grita “enemigo del pueblo” y sugiere apedrear su casa.

Análisis

El cuarto acto es el más emblemático de la obra, por ser aquel en el que el conflicto llega a su clímax, y porque reúne una serie de situaciones que culminan con el nombramiento del Doctor como enemigo del pueblo, tal como anuncia el título de la pieza.

Lo que este acto pone en escena es el funcionamiento de la opinión pública, concepto tan nombrado y aludido en la totalidad de la pieza. Finalmente, esa ciudadanía en cuyo nombre hablaban los otros personajes se presenta por sí misma para expresar su opinión. Muy rápidamente, apenas abierto el acto, se oye a algunos miembros de esa totalidad ciudadana hablar entre sí:

HOMBRE 1: ¿Con quién debemos estar de acuerdo en este asunto?

HOMBRE 2: No tiene usted más que observar al impresor Aslaksen y hacer lo mismo que él.

(p.190)

La opinión de los ciudadanos no aparece en la pieza como algo genuino, producto de la propia reflexión, sino que parece ser el resultado de una imitación: los ciudadanos que se presentan a la Asamblea adoptan la opinión de otros hombres, figuras de autoridad, a quienes toman como referentes. De la misma manera que Aslaksen le había asegurado al Doctor que, como él apoyaría su causa, automáticamente contaría con el apoyo de los ciudadanos comunes, ahora confirmamos, en esta escena, la ciega confianza que los hombres del pueblo depositan en el presidente de la Asociación de Propietarios. La opinión pública, por lo tanto, se evidencia manipulable.

Aquí se da una situación de algún modo irónica: los mismos hombres que promueven e incitan al pueblo a adoptar determinada decisión son quienes luego, cuando el pueblo hace carne estas ideas, justifica su accionar en un supuesto obedecimiento a la “voluntad general pública”, denominando así a aquello que ellos mismos originaron un instante atrás:

ASLAKSEN: Habrá que elegir antes un presidente de la Asamblea.

DOCTOR STOCKMANN: No será necesario.

ALGUNOS GRITOS: ¡Sí, sí!

EL ALCALDE: Yo quisiera también proponer que se elija un presidente para encauzar las discusiones.

DOCTOR STOCKMANN: Pedro, yo he convocado a este encuentro para dar una conferencia.

EL ALCALDE: Una conferencia sobre el balneario puede posiblemente dar motivo a la expresión de opiniones divergentes.

UNOS CUANTOS: ¡Que se elija un presidente!

HOVSTAD: La voluntad general pública parece requerir la presencia de un presidente.

(p.192)

Un movimiento similar se observa en la apertura del discurso del Alcalde, quien luego de presentar la empresa del Doctor Stockmann como “rumores exagerados sobre la condición sanitaria del balneario” (p.194), declara:

En mi informe que ha aparecido en El Mensajero del Pueblo, he informado a la población sobre las partes principales del asunto, para que todos los ciudadanos conscientes puedan formarse su propia opinión con facilidad. En dicho informe se demuestra que la propuesta del doctor, aparte de significar un voto de desconfianza contra quienes nos gobiernan, no traerá otra consecuencia aparte de la de obligar a los contribuyentes a un gasto inútil que ascenderá a los cientos de miles de coronas.

(p.194)

En el mismo parlamento en que el Alcalde alude a la posibilidad de que cada ciudadano forme su propia opinión, plantea una versión evidentemente tendenciosa acerca del conflicto de las aguas. Esto constituye una ironía que vuelve a poner en escena la manipulación de la opinión pública por parte de las figuras de autoridad: no se les ofrece a los ciudadanos la verdad para que cada quien decida cómo posicionarse ante ella, sino que se les brinda una versión subjetiva, sino directamente falsa, para controlar el efecto que la información tendrá en quienes la reciban.

En la misma línea puede entenderse la posterior intervención pública de Aslaksen, luego de que el Alcalde propone prohibir la palabra a su hermano: "¡Silencio, caballeros! Apoyo la moción del señor alcalde. A mi entender, el doctor Stockmann, con el tema de los baños, lo que persigue es producir una agitación con otro fin. Habla de los baños, pero es una revolución lo que ambiciona, quiere eliminar al directorio y que otras personas se hagan cargo" (p.194). El espectador o lector de la pieza es consciente del irónico giro que ha tomado aquí la situación. Al descubrir el tema de las aguas, el Doctor Stockmann no tenía ningún interés en hacer un uso político del asunto, sino que fueron otros personajes -entre ellos los miembros del periódico- quienes lo incitaron a hacer de la cuestión, hasta entonces científico-médica, un arma para la revolución y el cambio de gobierno. Es ahora Aslaksen, una de las figuras del diario, quien acusa públicamente al Doctor de haber emprendido su empresa con el objetivo de producir una agitación que destituya al Alcalde.

La observación silenciosa de los discursos del Alcalde, Aslaksen y Hovstad, así como el efecto inmediato que estos tienen en la audiencia, es la que motiva el discurso del Doctor Stockmann. Este configura un momento emblemático no solo de la pieza, sino de la obra completa de Ibsen. El Doctor Stockmann abandona por completo el optimismo que lo caracterizaba hasta el momento y resigna su discurso científico sobre las aguas para exponer una reflexión acerca de la sociedad. En dicha exposición, comienza utilizando la terminología científica de la medicina para referirse a la configuración social de su pueblo, haciendo uso de las metáforas que ya asomaban actos atrás: "He dicho que voy a hablar de un gran descubrimiento que hice en estos días. He descubierto que la base de nuestra vida moral está completamente podrida, que toda nuestra vida espiritual está corrompida y que toda nuestra sociedad burguesa descansa sobre terreno pestilente" (p.197). Mediante la metáfora que culmina el parlamento citado se evidencia cómo el foco de preocupación del Doctor se ha desplazado de las aguas del balneario a la totalidad del entramado social: lo que se señala no es ya el terreno podrido que infecta a las aguas, sino las bases putrefactas sobre las cuales se asienta la vida moral y espiritual de los miembros de la sociedad.

En adelante, el Doctor no solo incurrirá en la terminología científica para criticar la corrupción que observa en el entramado social, sino que también se servirá de imágenes del reino animal para aludir a la bestialidad de las autoridades. Señalando a quienes considera culpables de la contaminación de las aguas, refiere al Alcalde y a quienes corrompieron la empresa del balneario con su incorrecto plan de construcción como “cabras que invaden un jardín recién plantado” (p.199). Estos hombres, a quienes el Doctor compara con animales, son quienes ejercen el poder y por lo tanto configuran un muro contra el cual choca todo “hombre libre que quiere avanzar” (p.199). Esta última expresión evidencia el centro de la tesis del protagonista, quien vislumbra una oposición entre el progresismo de los librepensadores -y sus ideas de avanzada- y las fuerzas retrógradas de la burocracia mediocre, que promueve verdades caducas. Sin embargo, la crítica del Doctor Stockmann no apunta durante mucho tiempo a las autoridades, a quienes refiere como “parásitos” y “sobrevivientes de la vieja escuela” (p.200). El protagonista afirma que las autoridades no constituyen el foco de su preocupación:

DOCTOR STOCKMANN: (…) Por otra parte, ellos no constituyen el peligro más inminente de la sociedad. No, no son ellos, aún ocupados envenenando los fundamentos, no son ellos quienes contagiando la peste a nuestra razón y la libertad son enemigos de nuestra sociedad.

VOCES DE TODAS PARTES: Entonces, ¿quiénes? ¡Diga sus nombres!

DOCTOR STOCKMANN: Sí, pueden creer que los diré. Precisamente es este el gran descubrimiento que hice ayer. El enemigo más peligroso de la razón y de la libertad de nuestra sociedad es la mayoría compacta.

(p.200)

A partir de este momento, se instala en la escena el que pasa a ser el tema más relevante de la pieza, y que puede enunciarse como la disyuntiva individuo vs. mayoría. Tal como lo enuncia el protagonista, esta disyuntiva se da en términos de enemistad, en tanto la mayoría compacta es la que obstaculiza lo que se postula como lo más importante para el desarrollo del individuo: el ejercicio de la razón y la libertad. En el discurso del Doctor, la mayoría y la razón se evidencian como fuerzas irreconciliables:

DOCTOR STOCKMANN: La mayoría no tiene razón nunca. ¡Nunca, he dicho! Esa es la mayor mentira social que se ha dicho. Todo ciudadano libre pensante debe protestar contra ella. ¿Quiénes son la mayoría en cualquier población? ¿Los más dotados o los más estúpidos? Creo que estaremos de acuerdo si expreso que los estúpidos están en todas partes, formando una mayoría aplastante. Pero creo también que eso no es motivo suficiente para que manden los estúpidos sobre los demás. (Escándalo, gritos)

DOCTOR STOCKMANN: ¡Eso, eso, háganme callar a los gritos! No hay otra manera de contestarme. La mayoría tiene la fuerza, pero no tiene la razón. Tenemos la razón yo y algunos pocos. La minoría siempre tiene razón.

(p.201)

Quizás por el hecho de haber observado cómo las tendenciosas falacias proclamadas al inicio de la Asamblea por el Alcalde y los hombres del periódico eran tan rápidamente aceptadas como verdades por la ciudadanía, el Doctor Stockmann se resigna a cualquier intento de convencer o agradar a esa opinión pública evidentemente corrompida. Muy por el contrario, proclama ante ella, crudamente, aquello que, ya sabe, no tendrá otra respuesta que gritos de indignación. El discurso del Doctor Stockmann en el que declara que la mayoría presente no tiene la razón sino él, se opone abiertamente a las “tretas” con las que Hovstad confesaba conquistar el gusto público, aquellas que tanto habían indignado a Petra por su insinceridad. A lo largo de la pieza, el personaje de Stockmann se ha construido por su carácter honesto, extremadamente transparente en sus intenciones y palabras. Dicho carácter, sumado a la decepción que le produjo haber observado el funcionamiento de la opinión pública en la Asamblea, es lo que le permite exponer sin pruritos -y sin simular, en absoluto, una actitud de falsa humildad- su tesis crítica sobre la misma ciudadanía a la que dedica sus palabras:

Pero he dicho que ninguna de mis palabras habla del rebaño de desgraciados de pecho comprimido y respiración vacilante, en quienes ya no hay ni pulsión de vida. Para ellos no son posibles la acción ni el progreso. Me refiero a los pocos, algunos de nosotros que han absorbido todas las jóvenes y nacientes verdades. Esos hombres se hallan a la vanguardia y luchan por las nuevas verdades demasiado nuevas en el mundo de la conciencia como para tener algún número considerable de gente que las apoye.

(p.201-202)

El discurso del Doctor está compuesto con los elementos propios del discurso ilustrado del siglo XIX. Sus pilares son el progreso, la razón y la libertad, postulados como los valores dignos de un hombre civilizado. Todo lo que se opone a esos pilares es evocado por el Doctor con imágenes propias del reino animal -”rebaño”, “parásitos”, “cabras”-, lo que permite leer esa oposición en términos de civilización vs. barbarie: de un lado, los hombres libres que hacen uso de la propia razón; del otro, aquellos que no piensan por sí mismos y, por lo tanto, se rebajan así a su condición animal, bestial, bárbara. Son estos últimos quienes, según el discurso del Doctor, configuran la mayoría unida de la sociedad, el rebaño que impide el avance de los hombres libres. En este esquema de oposiciones, los hombres libres son quienes llevan consigo las ideas nuevas, de vanguardia, que conducen al progreso, mientras que la mayoría compacta es la que se resiste a este avance aferrándose a ideas viejas -aquellas que “defendían los pensadores de vanguardia en tiempos de nuestros abuelos” (p.203)- y que, por lo tanto, resultan retrógradas.

La reflexión del Doctor acerca de la carencia de razón en las mayorías de una sociedad deriva en una afirmación que constituye, quizás, el aspecto más polémico de su discurso. Stockmann pone en duda “la creencia según la cual la plebe, la mayoría, el público, constituye la esencia del pueblo (...), y que “el hombre del pueblo, el que encarna la ignorancia y todas las enfermedades sociales, debe tener el mismo derecho a condenar y a aprobar, a dirigir y a gobernar, que los pocos escogidos que forman la aristocracia intelectual” (p.203). Con estos dichos, Stockmann cuestiona los fundamentos de la democracia, según la cual la opinión y el voto de cualquier hombre de la sociedad tiene el mismo valor. Esta declaración encuentra su explicación en una afirmación que resulta fundamental para entender el razonamiento del Doctor: “La plebe es la materia prima que hay que transformar en pueblo” (p.204).

Lo que Stockmann plantea es entonces una distinción entre la plebe, que no es más que una masa inesencial, un conjunto arbitrario de personas, y el pueblo, aquello en lo que la plebe debe transformarse, mediante la educación, cultivando su espíritu y su razón. El problema, en el razonamiento del Doctor, radica en que quienes se encargan de la educación de esa plebe no son, en la sociedad que él observa, superiores a esta: las corrompidas autoridades que dirigen a la mayoría son tan mediocres y pobres de espíritu como esta. Stockmann ilustra su explicación evocando un paralelo con la distancia que hay entre los perros de lujo y los perros vulgares. Los perros de lujo poseen un cráneo más desarrollado que los otros, por haberse criado en la educación más exquisita. Plantea entonces que la misma distancia se puede observar “entre los hombres perros vulgares y los hombres perros de raza” (p.205), y declara: “así será siempre con el hombre, mientras no eliminen lo que hay de vulgar en él, para alcanzar su verdadera altura espiritual” (p.205). Frente a esta declaración, Hovstad interviene, interpretando la teoría del Doctor como una distinción de clase: "No exijo distinción alguna. Soy hijo de una simple familia de campesinos, y estoy orgulloso de pertenecer a la estirpe de esa plebe a la que usted insulta en este recinto" (p.205). Pero más que objetar la tesis de Stockmann, la intervención de Hovstad funciona para que el Doctor explicite que la oposición por él establecida nada tiene que ver con una diferencia de clases económicas: "Lo que llamo plebe no se encuentra sólo en las clases bajas; también se agita en torno de nosotros, aun entre las clases más elevadas. Si no, reparemos en el propio alcalde. Mi hermano Pedro es tan plebeyo como cualquier otro bípedo calzado con zapatos" (p.206).

Lo que Stockmann expone es entonces su diagnóstico sobre los hombres en la sociedad: estos se distinguirían en relación al grado de refinamiento espiritual que hayan alcanzado, independientemente de su origen socioeconómico. Si bien algunas personas -los “hombres perro de lujo”- pueden, debido a su crianza y su origen familiar, tener más predisposición o capacidad a determinado crecimiento, todo hombre puede, educándose, desarrollarse espiritual y racionalmente. Quienes alcanzan determinado desarrollo espiritual son entonces hombres libres, abiertos a las nuevas ideas y dispuestos a ejercerlas con libertad. Los que no quedan inmersos en una mayoría resignada a aferrarse a ideas viejas, pensadas por otros, sin opinión propia: no son, casi, individuos, sino una mera parte del inmenso rebaño. En este segundo grupo se encuentra, según Stockmann, el alcalde, a pesar de su puesto de autoridad: "Pero es un plebeyo, porque piensa lo que piensan sus superiores, porque opina lo que opinan sus superiores. Los que viven así serán siempre plebeyos morales. Por ello digo que mi queridísimo hermano Pedro es tan poco noble en realidad, y por lo tanto, tan poco liberal" (p.206).

Finalmente, el Doctor cierra su discurso con una sentencia crítica sobre el periódico El Mensajero del Pueblo que, lejos de fomentar el pensamiento crítico e independiente, no hace sino envenenar al pueblo, de la misma manera que lo hacen “la miseria, la pobreza, y todo lo que se hace para embrutecerlo” (p.207). El Doctor acaba recurriendo nuevamente a las imágenes propias de la ciencia médica, sentenciando que “La conciencia, como los pulmones, vive de oxígeno, y el oxígeno falta en casi todas las casas del pueblo, porque una mayoría compacta, que es harto inmoral, quiere basar el progreso de nuestra ciudad sobre fundamentos arteros y engañosos” (p.207). Lo que ilustra el símil es el fuerte obstáculo que configura, para el desarrollo de la conciencia, la inmoralidad de la mayoría compacta.

El cierre de este cuarto acto vuelve a poner en escena el tema del bien común vs. el bien personal. En principio, Hovstad declara públicamente que “Debe ser un enemigo del pueblo, la persona que ataca así el bien común” (p. 207), e inmediatamente Aslaksen somete a votación el hecho de si se etiqueta al Doctor como “enemigo”, en nombre del pueblo. Es entonces el concepto del “bien común”, y la elección de la mayoría compacta, lo que justifica la exclusión y posterior agresión al protagonista. Durante la votación, se oye nuevamente a los ciudadanos hablar entre sí, preguntándose qué motivó a Stockmann a pronunciar ese discurso:

BILLING: Él hablaba de un aumento de sueldo, no se lo habrán dado…

TODOS: (Juntos) ¡Claro! ¡Así se comprende todo!

(p.209)

Lo que se evidencia es el modo en que funciona la corrompida mentalidad de este grupo de hombres que conforman el pueblo, sus prejuicios y limitaciones: lo único que consideran que explicaría el discurso del Doctor es el hecho de estar persiguiendo un bien personal, como lo es un aumento de sueldo. Como el espectador o lector sabe, lo que Billing afirma es una mentira tendenciosa para, nuevamente, manipular la opinión pública y presentar a Stockmann como un corrupto.

La cuestión del bien personal aparece también hacia el final con la irrupción de Morten Kiil, quien pasa de haber apoyado la causa del Doctor en contra del Alcalde, actos atrás, a prácticamente extorsionar a su yerno en este. Lo que motiva este cambio de actitud es el hecho de que Stockmann dijo públicamente que el Valle de los Molinos es la cuna de las infecciones de las aguas. Morten Kiil tiene propiedades en ese valle, y de correr el rumor de que su terreno es pestilente, el valor de estas caería rotundamente. Efectivamente, Morten Kiil abandona su alianza con el Doctor cuando ve amenazado su beneficio personal.

El grito final de Stockmann contra la multitud, su aclaración de que él no será bondadoso con su pueblo y su parafraseo de una frase bíblica -”Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” Lucas 23:34- completa la imagen del protagonista en su estatuto de enemigo del pueblo. El personaje se equipara al héroe bíblico: en la Biblia, el pueblo sacrifica a Jesús porque ignora su carácter mesiánico y su naturaleza de enviado hijo de Dios, y lo señala en cambio como enemigo y traidor. De un modo similar, Stockmann se sitúa a sí mismo como el incomprendido poseedor de la verdad: él quiso hacer el bien por su pueblo, quiso hacerlos conocer la realidad, pero el pueblo le dio la espalda y señaló como enemigo al único que podía salvarlo. Por su parte, Jesús, antes de morir, le pide a Dios que no castigue a quienes sentenciaron su muerte, porque obraron cegados por la ignorancia. Stockmann se diferencia explícitamente de Jesús en este punto: él no tendrá compasión por ese pueblo que lo excluyó, porque la ignorancia no es para él un aspecto que vuelva a un hombre inocente, sino culpable. Jesús se deja sacrificar por su pueblo sin intentar defenderse, mientras que el Doctor Stockmann se prepara para dar batalla.