Otelo

Otelo Resumen y Análisis Acto II

Acto II, Escena 1: Chipre

Resumen

Una terrible tormenta ha azotado a Chipre, justo cuando los turcos estaban por acercarse. El ataque turco pudo ser sofocado, pero también es un mal augurio para el barco de Otelo. Llega un mensajero que confirma que la flota turca fue destruida por la tormenta. Casio también llega, mientras Otelo sigue en el mar. A continuación, divisan otro barco que se acerca, pero no es el de Otelo sino el de Yago, Desdémona y Emilia.

Casio los saluda a todos, alabando especialmente a Desdémona. Yago empieza a discutir con Desdémona acerca de la naturaleza de las mujeres, demostrando su menosprecio por el género femenino. Otelo llega finalmente, feliz de encontrar bien a su esposa, que llegó mucho antes de lo esperado. Él y Desdémona hacen manifestaciones públicas de su amor y luego se retiran. Yago habla con Rodrigo y lo convence de que Desdémona ya se ha alejado de Otelo, porque lo engaña con Casio. Entonces planea con él un ataque al lugarteniente, con el objetivo de perjudicar tanto a Casio como a Otelo.

Análisis

Las tormentas tienen siempre una gran importancia en Shakespeare. Aquí es un símbolo de los disturbios y la discordia por venir, y manifiesta la correspondencia entre el macrocosmos y el microcosmos. Esta tormenta marca el fin de la parte pacífica de la obra y es una señal de que la malicia de Yago está por empezar. También es un gran ejemplo del hábil uso que hace Shakespeare del lenguaje, puesto que en las conversaciones que tienen los personajes sobre la tormenta aparece vocabulario específico, como la alusión a la Osa Menor y a las estrellas que se usan para la navegación, que pone de manifiesto su habilidad para construir diálogos verosímiles para una gran variedad de personajes.

Así como cada personaje tiene su propia forma de hablar y de expresarse, Casio posee una manera de hablar muy pulida y cortesana, especialmente cuando se dirige y se refiere a las mujeres. Él describe a Desdémona como una doncella “Que supera los floreos de las halagadoras plumas” (II.1. 62) y la llama “divina Desdémona” (72), sin que esto signifique que pretende su amor. Yago descubre que Casio no ama a Desdémona sino que le tiene mucho respeto, por lo que resulta irónico que a Casio se le acuse de ser el amante de Desdémona, cuando es, tal vez, el único hombre de la obra que no siente pasión por ella. Otelo admira a Casio por sus modales corteses, y es por eso que lo ha nombrado su lugarteniente: ve en él al modelo de hombre veneciano que él querría ser. En este sentido, Otelo admira a Casio pero su figura le genera inseguridades respecto de su posición social.

Yago está casado, pero no tiene una impresión favorable de las mujeres como Casio. Para él, las mujeres son “fieras en la cocina, / Santas cuando [hieren] a otros, diablesas cuando se [las] ofende” (108-109); incluso las trata de prostitutas al decirles, dirigiéndose a Emilia y a Desdémona: “vosotras jugáis al levantaros, y vais a trabajar al acostaros” (113). La percepción de Yago de las mujeres como engañosas, dominantes y lujuriosas tiñe el modo en que percibe tanto a Emilia como a Desdémona, ambas buenas mujeres, cuya personalidad no se condice con esta caracterización. Desdémona incluso se excede en bondad, pero Yago es capaz de convencer a otros hombres de que ni ella ni Emilia son lo que parecen.

Yago se describe a sí mismo engañosamente durante toda la obra, diciendo que es honesto, fiel y bondadoso. Mientras habla con Desdémona la observa detenidamente, tramando cómo sugerir un amorío ficticio entre ella y Casio que parezca convincente. “Con esta delgada telaraña sabré atrapar una mosca grande como Casio”, dice. Y, en efecto, el símil dice mucho de su intención depredadora y del poder de su invención.

El engaño es un tema que surge a menudo por la villanía de Yago, como cuando con sus palabras convierte a Desdémona en una mujer voluble y lujuriosa, imagen que intentará transmitir a Otelo. Yago sabe cómo aprovechar en su discurso las inseguridades de Otelo. Por eso sugiere que Desdémona podría haberse cansado de él por su edad, su etnia o sus malos modales, todas características por las que Otelo teme que ella lo abandone. Yago es un maestro de la tentación, es capaz de descubrir exactamente lo que la gente quiere y conducirla a ello, gracias a su destreza verbal. Sabe cómo convencer a Rodrigo de que Casio y Desdémona tienen una relación estrecha, convirtiendo un gesto inocente en un signo de familiaridad. Esta habilidad depende mucho de la interpretación de quien lo escucha, y por eso Yago también sabe cómo decir lo suficiente para provocar lo que quiere en el otro.

Aunque Yago parece estar afligido por no haber sido promovido a lugarteniente, este malestar no parece ser su única motivación, ni siquiera la principal. Él menciona este motivo a Rodrigo para convencerlo de que odia a Otelo, pero también hace referencia a otra razón de enemistad: la sospecha infundada de que Emilia y Otelo tuvieron un amorío. Pero Yago no es un hombre consumido por los celos, y a pesar de que los rumores sobre su esposa pudieron haber herido su orgullo, parece que los usa más como una excusa para la miseria que provocará. Los motivos de Yago podrían ser estos y otros más, o podría no tener motivo alguno; Shakespeare deja la raíz de la malignidad de Yago sin explicar, mientras muestra sus frutos.

Acto II, Escena 2: Una calle

Resumen

Entra el heraldo de Otelo para proclamar la pérdida total de la flota turca. Anuncia que se permiten celebraciones por el acontecimiento, que acompañen la felicidad de Otelo por su reciente casamiento.

Acto II, Escena 3: la ciudadela de Chipre

Resumen

Yago y Casio hacen guardia juntos. Yago incita a Casio a beber, sabiendo que aquel se emborracha fácilmente. También intenta provocar en Casio sentimientos por Desdémona, construyendo una imagen tentadora de la doncella, pero las respuestas de Casio son inocentes y amistosas. Casio se retira y Yago comunica al público que busca embriagar a Casio para provocar una disputa entre él y Rodrigo. Él quiere que Casio quede desacreditado para tomar su posición como lugarteniente.

Montano, el gobernador de Chipre, llega junto a otros caballeros. Yago los entretiene hablando de nimiedades y cantando. Pronto, un ebrio Casio se topa con Rodrigo. Ambos pelean fuera de escena. Luego aparece Casio persiguiendo a Rodrigo. Montano intenta frenar a Casio y termina recibiendo un golpe de aquel. El alboroto despierta a Otelo, que se acerca para saber qué ha sucedido. Montano le cuenta lo que sabe y Yago completa lo que falta, mintiendo sobre su rol en el asunto. Otelo despoja a Casio de su rango y se marcha, dejando a Casio y a Yago solos.

Casio se lamenta por haber perdido su reputación, que él estima mucho. Yago intenta convencerlo de que la reputación importa poco, y que si habla con Desdémona, tal vez consiga que ella responda por él ante Otelo. Esto facilitará el plan de Yago de insinuar que Desdémona y Casio tienen una relación, lo que enfurecerá a Otelo. Luego, Yago realiza un soliloquio en el que dice que Desdémona hablará en nombre de Casio, y que conseguirá que esto les juegue a ambos en contra.

Análisis

El término “honesto” emerge como una palabra clave en la tercera escena. Es un recordatorio constante de la ironía dramática que proviene de los planes de Yago. Ninguno de los personajes de la obra tiene idea de las intenciones malvadas de Yago; Otelo y Casio desconocen esto especialmente. La audiencia sí sabe exactamente lo que trama Yago, y es capaz de ver sus mentiras por lo que son. La tensión del drama radica en si Otelo y Casio podrán descubrir lo que el público ya sabe sobre las maquinaciones de Yago.

Cuando Otelo se dirige a su esposa ante la multitud en esta escena, sus palabras tienen una connotación financiera. Le dice que “Después de la compra, hay que gozar del fruto” (II.3. 9), haciendo alusión a que todavía deben consumar el matrimonio, al mismo tiempo que adecúa su dicción a la audiencia que lo está escuchando; su tono es menos personal y más declarativo. Parece que Otelo está más interesado en mantener las apariencias que en mostrar amor por su mujer, lo que manifiesta la dificultad que encuentra en separar la esfera privada y personal y su vida e imagen públicas.

En este Acto, Yago intenta corromper a Casio, tratando de que admita tener pensamientos impuros sobre Desdémona. Por eso, habla de ella diciendo que es “diversión digna de Júpiter” y que es “afecta al juego” (II.3.18-20). La descripción que hace Yago de Desdémona suena falsa, al igual que su intento de insinuar lujuria en la mente de Casio. El tono de Yago es muy sugerente e incluso transparente pero, una vez más, el personaje que está enfrente suyo es ciego a sus maquinaciones.

El honor y la cortesía de Casio se oponen en esta escena a la manipulación y el engaño de Yago. Casio contrasta especialmente con Yago, puesto que el alférez habla lujuriosamente de Desdémona, mientras que Casio trata a las mujeres con respeto y galantería. Yago dice que Casio es “Un soldado digno de estar de pie al lado del César” (108), pero tiene una debilidad: la bebida. Esta falencia, aunque lo humaniza, empaña la imagen perfecta que de sí da Casio. Yago sabe que si consigue que Casio beba, el lugarteniente “Estará tan pendenciero y ofensivo / Como el perro de una joven dama” (43-44). Por su conocimiento de la naturaleza humana, Yago comprende que el alcohol puede afectar hasta al mejor de los hombres y causarle un gran daño a su reputación.

Yago, más que nadie en la obra, es consciente de cuál es su rango y cuáles sus oportunidades; es lo suficientemente listo como para saber cuándo sus planes van a funcionar, y cuándo necesita cambiar de enfoque. La cuestión de la percepción, relacionada con el tema de la realidad vs. las apariencias, ayuda a Yago a realizar todas sus acciones malvadas, mientras condena a Otelo y a Casio, en tanto estos no pueden darse cuenta de que el alférez no tiene buenas intenciones. El villano se aprovecha de esta falencia de sus personalidades y así pone en marcha el conflicto del drama.

Cuando Otelo pone fin a la disputa entre Rodrigo y Casio que lo despertó en la noche, pregunta si “Nos hemos convertido en turcos” (156), que son los enemigos de Chipre. Llama la atención, no obstante, que Otelo use un símil que transmite connotaciones negativas de lo extranjero. Perpetuando los estereotipos que lo perjudican, Otelo opone el comportamiento “bárbaro” de los turcos a la hermandad “cristiana” de los venecianos. Otelo deshumaniza a los turcos y los convierte en animales, haciéndose eco del modo en que Brabancio lo desacreditó a él mismo frente al Duque. Esta es una táctica común en tiempos de guerra, que fomenta orgullo nacional mientras se denigra al enemigo. Pero este no es un conflicto de ese tenor, ni las disputas personales son iguales a las batallas políticas. Otelo considera que todos sus hombres en Chipre son amigos, porque son aliados; este es otro ejemplo del modo en que Otelo confunde la esfera pública con la personal. En esta escena, Yago consigue nuevamente engañar a todos con éxito, fingiendo que está allí simplemente para resolver la disputa, cuando en realidad fue él quien provocó todo el asunto.

Casio lamenta la pérdida de su reputación por sobre todas las cosas. Yago también sabe lo importante que es la reputación, y por eso se asegura de que todos lo vean más que nada como alguien honesto. Él dice que “La reputación es una inútil y falsa imposición” (253), pero esta declaración es un falso consuelo. Casio busca encontrar un villano en todo lo que sucedió, diciendo que el “espíritu invisible del vino” es un “diablo” (67-68). Por supuesto, no se percata de que Yago es el verdadero diablo en esta situación. El bien vs. el mal es un tema importante en la obra, aunque hay también algunas zonas grises: si bien Yago es el villano, todos los demás tienen alguna imperfección en su naturaleza, lo que los hace fácilmente corruptibles y no tan merecedores del título de “buenos”.

La siguiente parte del plan de Yago es sugerirle a Casio que le pida ayuda a Desdémona para salvar su reputación. “Así convertiré la virtud de la mujer en brea / Y con su propia bondad tejeré la telaraña / Que ha de atrapar a todos”, dice, aludiendo a Desdémona y repitiendo la metáfora de la telaraña que al principio utilizó para referirse a atrapar a Casio en su trampa. Una vez más, Yago cierra el acto dirigiendo su discurso a la audiencia. Si bien Otelo es el personaje principal, porque su dilema es central en la obra, Yago es incluso más importante para los eventos que suceden y para que el público comprenda el desarrollo de la trama.