Otelo

Otelo Metáforas y Símiles

La víctima de un robo que sonríe al ladrón mucho le sustrae: / Se roba a sí mismo quien se entrega a un dolor que ningún provecho trae (I.3. 206-207) (Símil)

El Duque de Venecia le ofrece este aforismo rimado a Brabancio a modo de consuelo, para que acepte la unión entre Otelo y su hija. Compara el escarnio que significa para él que Desdémona se haya escapado para casarse con un moro, con haber sido robado por un ladrón, sugiriendo que la pérdida de su hija no está solo en lo material, sino también en la carga emocional que uno le pone a dicha pérdida. Es, sin duda, un consuelo un poco irónico, puesto que, al comparar a Otelo con un ladrón, el Duque –representante de la ley y el orden en Venecia– está sugiriendo que nada puede hacerse una vez que el delito ha sido consumado. Por eso Brabancio le contesta que, de proceder así, deberían dejar “que los turcos sean de Chipre los amos” (208), insinuando que debería reinar el caos y la barbarie en un lugar donde la única solución para los crímenes es aceptarlos con resignación.

Ay, estáis en buena armonía ahora, / Pero he de aflojar las clavijas que hacen esta música… (II.1. 191-192) (Metáfora)

Yago pronuncia estas palabras aparte, mientras ve que Otelo y Desdémona se besan en público manifestando su amor. En la metáfora, se compara la correspondencia de los que se aman con una armonía musical que Yago quiere perturbar “aflojando las clavijas” del instrumento, interrumpiendo de esta manera la armonía. Esto significa que, al desafinar la música, Yago producirá la discordia entre los amantes.

La música es una metáfora recurrente en Shakespeare, porque se relaciona con la concepción de la época de que las esferas celestiales producen música al rozarse. En este sentido, la perturbación del orden musical que propone Yago en el plano terrenal entra en relación con la perturbación del orden celestial en el plano supraterrenal del cosmos.

Pero fíjate en su vicio: / Es a su virtud un justo equinoccio, / Uno tan largo como el otro (II.3. 110-111) (Símil)

Yago quiere manchar la reputación de Casio y, hablando con Montano, se refiere a él comparando su virtud y su vicio con el día y la noche durante el equinoccio, cuando la duración de estos dos momentos del día es la misma. Esto significa que, si Casio parece muy virtuoso, en su contraparte equilibrada aparecerán los vicios más terribles. La metáfora recurre al motivo de la luz (el día) vs. la oscuridad (la noche), para así reforzar los dos costados del carácter de Casio, según lo pinta Yago para arruinarlo y arrebatarle su posición de lugarteniente.

Preferiría ser un sapo / Y vivir en los tufientos vahos de un calabozo / Que guardar un rincón de lo que amo / Para usos ajenos (III.3. 269-272) (Símil)

Otelo ha caído en la trampa de Yago y está poseído por los celos, creyendo que Desdémona lo engaña con Casio. Por eso recurre a este símil que forma parte de la imaginería animal de la obra, para remarcar que preferiría ser un sapo que connota pestilencia, reclusión y rechazo antes de que su amada sea querida por un tercero. El amor aparece aquí en forma de posesión, porque es lo que él “guarda” y lo que otros podrían “utilizar”. Recordemos también que los animales en el drama aparecen para transmitir inmoralidad o pasión ilícita. Por eso Otelo compara ser un sapo con el acto del adulterio.

Apagad la luz, y entonces apagad la luz. / Si os extingo, llameante ministro, / Puedo volver a restituir vuestra luz, / En caso de que me arrepienta; pero una vez que apague vuestra luz, / Exquisita obra de la naturaleza que se supera a sí misma, / No sé dónde habrá de existir un fuego prometeico / Capaz de volver a encender vuestra luz (V.2. 7-13) (Metáfora)

En este discurso que pronuncia Otelo antes de asesinar a Desdémona, hay un juego con el sentido literal y el sentido metafórico de la “luz”. La primera luz es la de la vela que lleva consigo; la segunda, la luz que irradia Desdémona, como metáfora de su vida y también de su bondad y belleza. Otelo demuestra que no son la misma luz, porque una puede volver a ser encendida, mientras la otra, una vez extinguida, no podrá restituirse de nuevo; para ello, dice, se necesitaría un “fuego prometeico”, aquel que Prometeo robó a los dioses. Con esto, Otelo sugiere que solo un elemento sobrenatural podría revivir a Desdémona, alguien que también tiene algo de sobrenatural, porque con sus cualidades lumínicas es una “obra de la naturaleza que se supera a sí misma”. Al decir que la luz de la vela tiene que estar apagada para matar a su amada, Otelo sugiere que la oscuridad, con su connotación maligna, lo asistirá para cometer su crimen.