Otelo

Otelo Resumen y Análisis Acto III

Acto III, Escena 1: Delante de la ciudadela

Resumen

El tercer acto comienza con un breve alivio cómico. Un bufón hace bromas con unos músicos y después hace un juego de palabras con Casio, quien le ordena ir en búsqueda de Desdémona para ver si ella puede hablar con él. Yago aparece y Casio le cuenta que tiene intenciones de hablar con Desdémona para que ella interceda por él ante Otelo. Luego llega Emilia y le dice a Casio que Desdémona lo recibirá para hablar de su reputación mancillada.

Análisis

Otelo se diferencia de otros dramas shakesperianos en su poca distención cómica, que solo aparece brevemente en el inicio de esta corta escena. Hamlet, por ejemplo, tiene al personaje de Polonio y al del sepulturero para animar ciertas escenas, pero en Otelo casi no hay momentos que alivien la tragedia que se desarrolla. Otro aspecto en que se diferencia del común de los dramas de Shakespeare es que aquí no hay subtramas que se desenvuelvan a la par de la principal. Estas dos diferencias hacen de Otelo una de las tragedias más intensas y enfocadas de Shakespeare.

El breve alivio cómico presente en esta escena recuerda el de Feste en Noche de Reyes, en la que un hombre suplica a un sirviente que vaya a buscar a alguien, pero como el sirviente es un bufón, se da un momento de frustración y de juego de palabras antes de que el personaje cumpla con el pedido. El del bufón que recibe dinero para hacer un mandado es un motivo común, pero en Otelo este bufón aparece apenas dos veces y tiene menos personalidad que otros bufones, como Feste, acaso porque solo tiene una breve aparición.

Casio parece ser uno de los pocos personajes honestos de la obra. Le revela a Yago sus planes, sus pensamientos y sus preocupaciones, casi sin omitir nada. Es por eso irónico que Casio diga que Yago es “honesto”, cuando Yago se opone en todo sentido a él. En este punto, la palabra “honesto” se ha contaminado por su excesiva asociación con Yago: ya no tiene un significado simple puesto que se convierte en una palabra clave para detectar asuntos turbios.

Acto III, Escena 2: La ciudadela

Resumen

Otelo le da a Yago unas cartas que debe entregar al piloto de un barco para que las lleve a Venecia. Luego, Otelo se retira a ver las fortificaciones con sus caballeros.

Acto III, Escena 3: La ciudadela

Resumen

Desdémona resuelve que quiere abogar por Casio. Le dice esto a Emilia, y agrega que cree que Casio es una buena persona a la que han perjudicado injustamente. Por eso se compromete a hacer todo lo que pueda para persuadir a su marido de restituirlo en su cargo. Casio habla con ella brevemente, y se va justo cuando Otelo entra, porque no quiere confrontar con él. Yago toma ventaja de esta situación para despertar las inseguridades de Otelo, insinuando que la salida de Casio parece culposa e incriminatoria. Otelo habla luego con Desdémona, quien le expresa su preocupación por Casio; ella es persistente con este tema, lo que a Otelo no le agrada demasiado. Le dice que hará lo que ella quiere para que no insista con el asunto por un tiempo.

Yago consigue intensificar las dudas de Otelo sobre Desdémona, haciéndole creer que algo hay entre su esposa y Casio. Otelo empieza a convencerse de la verdad de estas insinuaciones y a dudar de la fidelidad de su esposa, a medida que Yago permite que las sospechas se conviertan en acusaciones contra Desdémona. Otelo empieza a revelar las inseguridades que siempre tuvo sobre su esposa y sobre sí mismo. Desdémona entra en escena y tiene una breve conversación con Otelo, en la que este admite que se siente perturbado, aunque no cuenta cuál es la causa de su consternación.

Desdémona deja caer, sin darse cuenta, el pañuelo que Otelo le había regalado en su luna de miel. Emilia lo recoge y se lo da a Yago, quien decide usar el pañuelo como sostén clave de su pérfido plan. Otelo vuelve a entrar en escena y le demanda a Yago una “prueba ocular” de la deshonestidad de Desdémona. Entonces Yago inventa que Casio confesó en sueños su relación con Desdémona, y luego le dice que aquel posee el pañuelo que Otelo le había dado a su esposa. Yago sabe que este pañuelo es muy importante para Otelo: se trata de una prenda de su madre que fue el primer obsequio que le dio a su amada. Otelo se enfurece al escuchar que Desdémona sería capaz de regalar algo tan valioso y, persuadido por las insinuaciones de Yago, afirma que está convencido de la culpabilidad de Desdémona. Entonces jura que Casio recibirá por castigo la muerte y que se vengará de Desdémona por este engaño, que jamás sucedió.

Análisis

Desdémona está determinada a enderezar el daño hecho a Casio, y por eso dice de Otelo que “Su lecho parecerá una escuela, y su mesa un confesorio; / Entretejeré en todo lo que haga / La petición de Casio” (III.3. 24-26), dando a entender que hasta en los momentos más privados se ocupará de este asunto. Irónicamente, esta determinación, vista con los ojos desconfiados de su marido, será uno de los incentivos que precipiten su muerte. Si Desdémona no hubiera sentido la necesidad de hacer justicia o si no hubiera sido lo suficientemente generosa como para interceder por un caso que no le competía, su destino podría haber sido otro. Desdémona es perjudicada por su propia bondad y por su necesidad de involucrarse en asuntos públicos, algo que disgusta a Otelo.

Yago comienza sus maquinaciones haciendo parecer que Casio y Desdémona tienen un amorío. No obstante, se abstiene de ser muy alevoso: “no creo posible / Que se haya marchado con ese aspecto de culpabilidad” (37-38) es lo más incriminatorio que dice sobre Casio en esta escena. Así consigue que Otelo empiece a tener pensamientos que lo inquietan diciendo solamente que no le gusta cómo se retiró Casio. Rápidamente, Otelo muerde el anzuelo y empieza a manifestar sus celos.

Las palabras que elige Desdémona para describir a Casio son desafortunadas. Ella lo llama un “peticionante”, no en un sentido romántico, pero Otelo podría interpretar el término de ese modo. Desdémona liga su reputación a la de Casio, en detrimento de ambos: ella dice que si Casio ha hecho mal, entonces “No [sabe] juzgar un rostro honesto” (49). Las intenciones de Desdémona son buenas, pero apuesta demasiado al honor de otra persona.

Yago empieza a repetir como en un eco lo que Otelo dice, lo que hace que este se inquiete aún más. Realiza preguntas relacionadas con lo que acaba de ocurrir, como por ejemplo si Desdémona y Casio se conocen hace tiempo. Por el estado en que se encuentra, Otelo cree que Yago intenta ocultar la verdad de lo que está sucediendo, y no ve que el alférez está armando sus mentiras para incitar sus celos: “me hacéis eco, / Como si existiera un monstruo en vuestro pensamiento / Demasiado horrendo para ser revelado” (106-108), dice Otelo, dándose cuenta de que Yago oculta algo, pero irónicamente cree que lo que oculta es una verdad, no un engaño. Las palabras de Yago replican la agitación interna de Otelo, quien sí tiene un monstruo en su pensamiento. El símil demuestra la habilidad con la que opera Yago: él no tiene que fabricar emociones, sino hacer florecer las debilidades que ya existen en los hombres, logrando así que sus víctimas saquen por sí solas las peores conclusiones.

Yago dice que cree que Casio es “honesto”, y sin embargo esta palabra logra perturbar a Otelo, porque Yago finge un tono de incertidumbre que le hace desconfiar. Entonces el alférez le pregunta: “¿Quién tiene el corazón tan puro / En el que hasta los más sucios de los recelos / No celebren sus audiencias y reuniones conjuntas / Con cavilaciones legalmente permitidas?” (138-141), sugiriendo que por más honesto que sea un hombre, como todo el mundo tiene sus fallas. Nótese que Yago no da nombres, ni aplica su pregunta a una persona en particular, pero Otelo interpreta que Yago está intentando proteger el buen nombre de Casio. El alférez no dice más de lo que su declaración sugiere; todas las conexiones las realiza el perturbado Otelo.

La cuestión de los celos, un tema principal de la obra, es pronto abordada por Yago, cuando dice que estos son “un monstruo de ojos verdes” (167), frase famosa de Shakespeare que se ha convertido en un símbolo de los celos, y que aquí expresa los sentimientos oscuros de Otelo, como si estos fueran un espectro que acecha en su mente y que dirige su comportamiento. El discurso de Yago es también muy irónico, porque revela que Otelo debe encontrar el origen de su tragedia dentro de él. Otelo no sabe lo importante que es esta declaración, por lo que descuida tomarla en serio.

Otelo es muy inseguro respecto de sus propias cualidades y de su matrimonio, lo que debilita mucho su percepción de sí mismo o autoconsciencia, otro tema importante de la obra. Él convierte su etnia en un símbolo de lo mal hablado y de lo poco atractivo que es, y esto hace que se plague de dudas. Al contrario a lo que él cree, su lenguaje es más complejo y hermoso del que tienen otros personajes de la obra. Otelo duda de que Desdémona pueda amarlo porque tiene una idea errónea de sí mismo; piensa que es tosco, poco articulado y demasiado viejo para ella. Al creer que su esposa no puede en verdad amarlo, empieza a convencerse de su infidelidad. La imagen que de sí tiene Otelo influye directamente en cómo interpreta el amor de Desdémona.

El discurso de Otelo contiene imágenes del contraste entre lo blanco y lo negro que expresan su dolor y su ira por la supuesta traición de Desdémona: “Mi nombre, que era inmaculado / Como el rostro de Diana, ahora está tan sucio y tan negro / Como mi propia cara” (385-387). Aquí dice que su reputación tenía el color blanco de la diosa de la luna y de la castidad, y utiliza su propio tono de piel como característica negativa, para contrastar con su estado actual. Si bien sus acusaciones contra Desdémona lo hieren de modo personal, en estas líneas Otelo se focaliza más en las ramificaciones públicas que en las privadas. Por eso habla de su renombre. Las “pruebas” de Yago también se sostienen en el imaginario animal que atraviesa toda la obra; él hace que Desdémona y Casio parezcan amantes lujuriosos, y los describe “excitados como cabras, calientes como monos” (401). Esta comparación está cuidadosamente calculada, puesto que Yago sabe que Otelo se perturbará mucho pensando que Desdémona desee de este modo a otro hombre.

El pañuelo, el símbolo y el objeto más importante de la obra, aparece aquí por primera vez. Para Desdémona, simboliza el amor de Otelo, puesto que fue el primer regalo que le obsequió. Otelo también cree que el pañuelo representa el amor de Desdémona, pero en un sentido más literal, y cuando aquella lo pierde, Otelo cree que ella abandona su amor. El pañuelo se convierte en la “prueba ocular” (358) de su deshonestidad. La palabra “prueba” es clave en esta escena: Otelo le demanda a Yago que pruebe la infidelidad de Desdémona con algo tangible, una evidencia visual de su culpa. Pero Yago, siempre listo y persuasivo, se las arregla para resolver este pedido contándole historias que dejan mal parado a Casio, y en eso menciona el pañuelo, logrando que Otelo se enfurezca y se distraiga del hecho de que no ha visto todavía ninguna evidencia. Otelo confía en que las palabras de Yago transmiten las pruebas que él necesita, y de esta forma cae en la trampa. Al darle el pañuelo a Yago sin pensarlo mucho, Emilia también cae en la trampa de su esposo, convirtiéndose en una pieza involuntaria de su plan. Sin embargo, más adelante será ella quien desenmascare a Yago frente a todos, por lo que su parte en el engaño quedará redimida.

Yago invierte el deseo de Otelo de una “prueba ocular” haciendo que dicha prueba parezca muy dolorosa y difícil de conseguir, porque implicaría descubrir a Desdémona y a Casio en pleno acto sexual, lo que Otelo no puede soportar siquiera como imagen. En cambio, Yago le ofrece otra prueba, diciéndole que “si la evidencia poderosa de las circunstancias / Que conducen directamente a la puerta de la verdad / Sirven para convenceros, la tendréis” (404-406). Naturalmente, Otelo –que ya duda del honor de su esposa– cae en esta trampa retórica, permitiendo que Yago condene a Desdémona solo a través de la sospecha.

Este acto representa el comienzo del abandono del lenguaje de Otelo. Hasta este momento de la obra, Otelo hablaba con imágenes hermosas y una retórica convincente, haciendo uso de su elocuencia para expresar la belleza de su alma. A partir de ahora, su lenguaje rico en imágenes va desapareciendo, mientras empieza a depender cada vez más de Yago para expresarse. Sus celos reducen su lenguaje a breves líneas de diálogo y a expresiones de una sola sílaba, como “¡Oh!” y similares. Otelo resigna aquel poder que utilizó para cortejar a Desdémona y obtener su amor, al mismo tiempo que sospecha de las palabras de su esposa y de las de Casio, sin darse cuenta de que fue Yago, con sus palabras, el que le arrebató su lenguaje, incentivando su dolor y su locura. Al perder su lenguaje articulado, Otelo pierde el control, tanto de sí mismo como de los demás, lo que implica un giro importante en la distribución del poder entre Otelo y Yago: el alférez se vuelve más dominante en su relación y comienza a dirigir a su odiado líder.

Este cambio en la dinámica del poder queda representado en el momento en que Yago describe las acciones de Casio en detalle, haciendo que sean tan vívidas que Otelo no puede ignorarlas. De hecho, sus palabras son tan convincentes que Otelo olvida que son solo eso, palabras, y las toma como verdadera evidencia contra Desdémona. Su lenguaje, a partir de ahora, se verá atravesado por la locura y la ira. En este acto, Otelo todavía conserva un poco de elocuencia, pero en el siguiente ya le cede sus poderes verbales a Yago, quien dirige los eventos del drama hasta llevarlos a su conclusión.

Acto III, Escena IV: Una calle

Resumen

Desdémona le pregunta al bufón dónde está Casio, y este va en su búsqueda. Desdémona busca por todas partes el pañuelo, porque sabe que si lo pierde su esposo se molestará mucho. Otelo entra en escena y le pregunta a Desdémona por el pañuelo. Ella admite que no lo tiene. Entonces, Otelo le remarca lo importante que es y le habla de sus poderes mágicos. A Desdémona no le gusta el tono de su esposo, que parece obsesionado con el objeto, y empieza a temerle. Interrumpe la inquisición de Otelo mencionando el intento de Casio de reconciliarse con él. Ante esto, Otelo se enoja y se va. Tanto Emilia como Desdémona notan que Otelo ha cambiado mucho, que parece cruel y celoso, y sospechan que algo habrá ocurrido.

En eso, llegan Yago y Casio. Este último se lamenta porque no consigue que Otelo lo tome de nuevo como su lugarteniente. Desdémona lo siente mucho, porque sabe que Casio es un hombre de valor, y les cuenta a los dos que Otelo se está comportando de manera extraña y que está trastornado; Yago decide ir a buscarlo, fingiendo preocupación. Emilia cree que el cambio de Otelo tiene algo que ver con Desdémona o con su naturaleza celosa, pero todavía no pueden comprender lo que ha sucedido. Salen, dejando solo a Casio.

Entra Blanca, a quien Casio le pide que copie un pañuelo que encontró en su habitación. Es el pañuelo de Desdémona, pero él no lo sabe. Le dice a Blanca que no la ama y se enoja con ella por sospechar que el pañuelo es un regalo de otra mujer. Blanca no se perturba y sale con el pañuelo.

Análisis

Las palabras de Otelo en esta escena tienen un doble significado. En apariencia no pretenden nada, pero en realidad acusan a Desdémona de infidelidad. Cuando describe la mano de Desdémona, dice que es una mano “cálida y húmeda” (III.4. 36), haciendo alusión a características que en la época indicaban una naturaleza lasciva. Él dice que ella tiene un “corazón libre” (35), lo que podría significar que es generosa, pero también podría estar aludiendo a su supuesta promiscuidad. De su mano también dice que es una “mano franca” (39), adjetivo en el que se yuxtapone la idea de que Desdémona es honesta y que es capaz de delatarse. De esta manera, vemos cómo Otelo lucha por no revelarle su decepción a Desdémona. Él está profundamente consternado, y parece cuestionarla y examinarla para hallar pruebas de que ella es la ramera que él cree que es; sin embargo, Otelo tiene tanto empeño en demostrar la culpabilidad de Desdémona que no se percata de que su examen no podrá darle ninguna prueba en su contra.

Aquí, Otelo explica por qué es tan importante el pañuelo, y así Desdémona descubre cuán simbólico es este objeto para su esposo, por lo que se angustia, deseando nunca haber recibido un regalo tan significativo. Con un lenguaje cargado de imágenes místicas y oscuras, Otelo le dice que el pañuelo tiene “magia en su bordado” (67) y que su seda “fue teñida por manos mágicas con un líquido hecho / De momias de corazones de doncellas” (71-72). Otelo realmente cree en la magia del objeto, en detrimento suyo y de Desdémona. Antes, cuando Brabancio lo acusó de brujería, él no quería saber nada con la magia, pero aquí parece importarle demasiado. Si bien el pañuelo no da señales de poseer magia, sobre Otelo tiene un control casi sobrenatural. Él cree fervientemente en el pañuelo, y parece estar en su poder como si estuviera bajo un hechizo.

“¿Por qué me habláis con tanto apremio y violencia?” (76), le pregunta Desdémona a Otelo. El tono de aquel es acusatorio, está teñido de amargura y por momentos es muy mordaz. El comportamiento de Otelo, y la repentina desconfianza de Desdémona, anticipa la furia del primero, que se desata al final de la obra. Desdémona comprende que algo está muy mal –“una intriga no revelada / Que se ha manifestado aquí en Chipre / Ha turbado su espíritu claro” (138-140)– pero no puede hacer nada para ayudar a Otelo a calmar su ira. Ella es muy perceptiva, y Emilia aún más, puesto que sabe que aunque Desdémona no le haya dado a Otelo ninguna razón para comportarse así con ella, si él es celoso por naturaleza, y nada que su esposa haya hecho, ni nada que pueda hacer en el futuro, lo convencerá de que está equivocado en su parecer.

El modo en que Casio trata a Blanca contrasta fuertemente con la cortesía con que se dirige a Desdémona y a Emilia. Esto se debe a que Blanca es una prostituta, a quienes no se les dispensaba el mismo respeto que a las damas. Blanca muestra ser tan perceptiva como Emilia o Desdémona, e incluso parece más realista en asuntos de amor. El cambio en el tono y el comportamiento de Casio cuando se dirige a Blanca manifiesta el sesgo cultural de la época, que discrimina a las mujeres que ejercían la prostitución. De hecho, el modo en que Casio se comporta con Blanca no habría sido considerado incorrecto en esa época.