Nueve cuentos

Nueve cuentos Preguntas de Ensayo

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    ¿Qué elementos en común puedes mencionar entre "Un día perfecto para el pez banana" y "Teddy"?

    Lo que más evidentemente destaca estos dos cuentos, diferenciándolos del resto de la colección, es el final abrupto y violento. En ambos casos, la muerte que se impone repentinamente funciona como un recordatorio de la fragilidad de la vida humana.

    Por otro lado, los protagonistas de ambos cuentos son seres excéntricos que parecen caminar entre la genialidad y la locura, característica que también los convierte en personajes solitarios, marginados de sus pares. Además, ambos parecen tener una fuerte pulsión de muerte: Seymour se suicida (la preocupación de sus suegros indica que ya venía dando indicios de la intención de hacerlo) mientras que Teddy concentra buena parte de sus reflexiones en la muerte, afirmando ser capaz de predecirla. Curiosamente, los dos protagonistas esgrimen, también, metáforas que intentan explicar, en buena medida, la humanidad (los peces banana de Seymour y la manzana de Adán o las cáscaras de naranja, en el caso de Teddy).

    Finalmente, podemos destacar que ambos relatos tienen lugar casi en tiempo real y en un escenario vacacional, entre multitudes despreocupadas que toman sol.

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    ¿Cómo aparece generalmente el amor en los cuentos de Salinger? ¿Cuál es su relación con el matrimonio?

    El amor romántico suele resultar, en los cuentos de Salinger, decepcionante. Ni la pareja Seymour-Muriel ("Un día perfecto para el pez banana") ni la que conforman los padres de Teddy ("Teddy") parecen tener relación alguna con el amor, mientras que, en la que une a Eloise con su marido ("El tío Wiggily en Connecticut"), el amor está explícitamente ausente. En "Linda boquita y verdes mis ojos", por su parte, el matrimonio encierra desprecio, mentiras, infidelidad y violencia. El final de "El hombre que ríe" parece dar cuenta del fracaso de una incipiente relación amorosa. En todos los casos, la comunicación falla o es directamente inexistente.

    También suelen fracasar, en los cuentos de Salinger, las relaciones entre padres e hijos, generalmente atravesadas por la frustración, la desatención, la indiferencia y la incomunicación. Las alusiones a estas problemáticas relaciones suelen ser mucho más sutiles, pero pueden observarse, por ejemplo, en la incomprensión entre Eloise y su hija o entre Teddy y sus padres. El caso de Lionel y Boo Boo es diferente: aunque resulta trabajoso, vemos a la madre haciendo grandes esfuerzos por comunicarse empáticamente con su hijo.

    La amistad, no obstante, es otro tipo de amor que parece más capaz de florecer en los relatos de Salinger. Es el caso de la relación entre Ginnie y Selena, el de Eloise y Mary Jane o el de X y Esmé.

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    ¿Cómo son caracterizados los niños y las niñas en Nueve cuentos?

    Son numerosos los niños y niñas que protagonizan o tienen una importante participación en los cuentos de esta colección. Estos suelen ser personajes complejos y entrañables, y en ellos suele destacarse la inocencia, la libertad y la creatividad. Es el caso de Sybil en "Un día perfecto para el pez banana", de Lionel en "En el chinchorro", o de Ramona en "El tío Wiggily en Connecticut".

    Pero además, es frecuente que a estas cualidades se sumen, en los niños que habitan estos relatos, la sagacidad, la inteligencia y la precocidad, cuando no directamente la genialidad, características que suelen conectarlos con los también frecuentes genios y marginales que pueblan las historias de Salinger; adultos que optan por la soledad antes que resignarse a encorsetarse en las estrictas normas sociales, y parecen encontrar en estos niños interlocutores dignos. Esto puede observarse en Esmé (y su hermano, Charles), en "Para Esmé, con amor y sordidez", y en Teddy, del cuento homónimo.

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    ¿Qué importancia tiene la Segunda Guerra Mundial en las historias que componen los Nueve cuentos?

    Salvo algunas excepciones, las alusiones a la Segunda Guerra Mundial en Nueve cuentos suelen quedar en un segundo plano, como parte de un contexto sin demasiada trascendencia que, no obstante, suele terminar demostrándose sustancial para comprender a los personajes y sus circunstancias. Es decir, los cuentos remiten solo excepcionalmente al campo de batalla, pero la guerra es omnipresente en las huellas que ha dejado en la vida y la mente de quienes la han vivido. En este sentido, este evento histórico aparece en la obra del autor como un trauma, tanto a nivel social como individual: casi no se alude directamente al hecho en sí (como un trauma que no se puede recordar), pero el presente no puede pensarse sino como consecuencia de ese suceso.

    Las consecuencias de este hito, entonces, se manifiestan en los cuentos de Salinger a dos niveles. Por un lado, se narran las consecuencias individuales. Tenemos, por ejemplo, personajes que han luchado en la contienda bélica y sufren, en el presente del relato, un transtorno de estrés postraumático. El caso más emblemático, por supuesto, es Seymour Glass, protagonista de "Un día perfecto para el pez banana", que termina suicidándose al final del relato. Pero también el narrador de "Para Esmé, con cariño y sordidez" se ve písquicamente aturdido como consecuencia de su participación en la Guerra. Otro ejemplo del efecto de la Guerra en las vidas privadas de las personas es el caso de Eloise, protagonista de "El tío Wiggily en Connecticut", quien sigue llorando la muerte de su amado en el frente.

    Por otro lado, está el plano social. Varios relatos de Nueve cuentos describen unos Estados Unidos posbélicos, donde el tema de la guerra circula constantemente y donde, a muchos, esta los ha tocado de cerca; todo el mundo participó de alguna forma o conoce a alguien que lo hizo.

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    Analiza el narrador en cuentos como "Un día perfecto para el pez banana", "El tío Wiggily en Connecticut", "En el chinchorro" o "Linda boquita y verdes mis ojos".

    Estos cuatro cuentos presentan una voz narradora típica en Salinger: se trata de un narrador omnisciente en tercera persona con algunas características específicas. En primer lugar, podemos decir que el narrador es omnisciente en el sentido de que no es testigo de los sucesos que narra (narrador testigo) ni conoce los pensamientos de un solo personaje, focalizando en él (narrador esquisciente). No obstante, lo que sucede es que el narrador no parece saber, o no comunica a los lectores, qué piensa ninguno de ellos. En otras palabras, el narrador solo parece tener a disposición lo que puede ver y oír, aunque no se trate, técnicamente, de un testigo. Además, el narrador se abstiene de comentar los sucesos que narra, por lo que estos cuentos, concentrados en breves escenas, se componen esencialmente de diálogos alternados por descripciones de los escenarios que se enfocan, sobre todo, en los movimientos de los personajes mientras conversan.