Madame Bovary

Madame Bovary Resumen y Análisis Parte 1, Capítulos I-VI

Resumen

Capítulo I

Conocemos a Carlos Bovary a sus quince años, cuando entra por primera vez a su clase en un colegio de Ruán, ante el escrutinio del profesor y sus compañeros. Por su aspecto y su conducta sumisa, es burlado por los demás alumnos, y el profesor, lejos de ayudarlo, lo somete a lecciones que lo humillan más. Carlos es hijo de un antiguo cirujano del ejército, Carlos Dionisio Bartolomé Bovary, y su familia vive en una pequeña granja. Carlos Dionisio es un hombre pretencioso y fanfarrón, que administra muy mal su dinero y a menudo es sorprendido teniendo relaciones con muchas de las prostitutas del pueblo. La madre de Carlos, por su parte, es muy devota de su marido en un comienzo, pero pasados los años, luego de padecer en silencio las humillaciones de su marido, pierde todo el respeto por él y se centra únicamente en su hijo, cuidándolo exageradamente y planeando todos los aspectos de su futuro. Ella determina que la escuela de medicina es el mejor camino para el muchacho, así que lo envía a seguir sus estudios. Sin embargo, en lugar de rendir como un estudiante obediente, Carlos falta regularmente a las clases, frecuenta tabernas donde se aficiona al juego, y su pereza lo hace fracasar en sus exámenes. Carlos le confiesa su fracaso a su madre, quien se muestra comprensiva con su hijo, pero oculta la noticia a su marido durante muchos años. Compelido por su madre, Carlos se presenta de nuevo a los exámenes, por fin los aprueba y se convierte en médico. Su madre consigue que Carlos ejerza en Tostes, un pueblo cercano donde ella sabe que el doctor está viejísimo y por morir. Asimismo, insta a su hijo a casarse con Eloísa Dubuc, una viuda fea y mayor que él pero heredera de una fortuna. Carlos imagina que el matrimonio será para él una forma de asegurarse más libertad e independencia, pero termina siendo sometido por su mujer.

Capítulo II

Una madrugada, a las cuatro de la mañana, acude a la casa de Carlos un hombre que viene en busca de un médico para asistir al señor Rouault, un hombre que vive en la granja de los Bertaux, en las afueras de la ciudad, y se ha fracturado una pierna. Al llegar a la granja, Carlos es escoltado por una mujer muy hermosa: es Emma, la hija del enfermo. Mientras trabaja en la fractura de Rouault, Carlos se siente atraído por Emma. Luego de hacer la curación, lo invitan a tomar una copa en la casa y allí conversa con Emma, que le cuenta que está aburrida de vivir en el campo y dedicarse al cuidado de la granja. En esa conversación, Carlos roza sin querer la espalda de la joven, y ambos se ruborizan.

Encantado con ella, Carlos realiza un número excesivo de visitas, con la excusa de hacer un mejor seguimiento del señor Rouault. Pronto, Eloísa, que constantemente lo espía, se da cuenta del cambio de comportamiento de su marido e indaga sobre el paciente, Rouault. Al enterarse de que este tiene una hija, Eloísa se muestra muy celosa de Emma y le hace prometer a Carlos que no volverá a visitarla. Por debilidad, Carlos acepta lo que su mujer le pide. No obstante, pronto se entera de que el notario de Inguville, depositario de los fondos de Eloísa, se ha robado la mayor parte de su dinero. Además, se entera de que ella mintió sobre su riqueza antes de casarse y ha contraído una importante deuda. La familia de Carlos, enojada ante la mentira, acude a Tostes, pero Eloísa, sintiéndose humillada, obliga a Carlos a defenderla y sus padres, finalmente, se van enojados. Pero el daño es irreparable: una semana más tarde, Eloísa tiene un vómito de sangre y muere repentinamente.

Capítulo III

Después de la muerte de Eloísa, Carlos vuelve a acercarse a Rouault y lo visita a menudo. Durante estas visitas, comienza a pasar cada vez más tiempo con Emma y pronto se da cuenta de que está enamorado de ella. De modo que comienza a proyectar pedirle la mano a Rouault, pero le cuesta armarse de valor. Rouault, viendo cómo Carlos se ruboriza cada vez que ve a su hija, comienza a sospechar de las intenciones del hombre. Rouault comprende que, si bien hubiera esperado a alguien mejor para su hija, Carlos es un buen hombre y el matrimonio de su hija podría aliviarlo a él económicamente. Finalmente, Carlos pide tímidamente la mano de Emma y Rouault acepta, pero le dice que lo consultará con Emma. Tras consultar con su hija, Rouault comunica a Carlos su respuesta favorable mediante la señal preestablecida: Carlos, a la distancia, ve abrirse el postigo de una ventana de la casa de Rouault y comprende que Emma ha aceptado. Aunque se acuerda el matrimonio, Emma y Carlos deben esperar a que pase el periodo de luto oficial de él. Mientras esperan, planean la boda. Emma desea una romántica boda a medianoche, pero se conforma con una ceremonia más tradicional, seguida de una celebración que se prolonga hasta bien entrada la noche.

Capítulo IV

Cuando termina el periodo de luto oficial de Carlos por su primera esposa, él y Emma se casan. La boda es un evento muy grande en la granja del padre de Emma, y los invitados se visten con sus mejores galas para honrar la celebración. El narrador describe minuciosamente los distintos atuendos, según las distintas clases sociales. Después de la ceremonia religiosa, todos regresan a la granja en una larga y festiva procesión y luego festejan durante toda la noche. Al día siguiente, tras la noche de bodas, Carlos se muestra eufórico, pero Emma demasiado tranquila y sosegada, teniendo en cuenta que ha perdido su virginidad y ha comenzado su vida de casada. Muchos observan esto y hablan maliciosamente al respecto, a sus espaldas.

Luego de la boda, Carlos debe hacerse cargo de su trabajo, de modo que él y Emma deben viajar pronto rumbo a su casa, en Tostes. En la despedida entre Rouault y su hija, él recuerda nostálgicamente el momento de su propia boda y lo feliz que fue. Al notar que su casa ha quedado vacía, con la partida de su hija, siente tristeza.

Una vez en Tostes, los vecinos salen a sus balcones para ver llegar a Carlos y su nueva pareja. Una vez en la casa, la empleada doméstica le propone a Emma llevarla a conocer las instalaciones.

Capítulo V

Emma inspecciona su nuevo hogar y comienza a establecer su presencia en la casa. En particular, en la habitación conyugal descubre en un florero el ramo de novia seco de la difunta esposa de Carlos. Este, al ver la incomodidad de su esposa, retira el ramo y lo lleva al desván. En seguida, Emma comienza a planear pequeñas mejoras en la casa mientras Carlos, profundamente enamorado, se centra exclusivamente en su bella nueva esposa y se siente muy a gusto, sin preocupaciones. Pero mientras que él siente que su vida ha alcanzado un grado alto de perfección, Emma se siente algo insatisfecha. Romántica por naturaleza, Emma esperaba que su matrimonio la llevara a la felicidad, la pasión y la perfección, esas palabras tan hermosas que ha encontrado en los libros. Pero pronto evidencia que la felicidad que esperaba de ese enamoramiento no llega a hacerse presente, y la realidad no se condice con lo que soñó.

Capítulo VI

En este capítulo, Emma recuerda su adolescencia en el convento: a los trece años su padre la lleva a la ciudad para internarla allí. En el convento, Emma se adentra primero en la religión, con exagerada devoción y sacrificio. Las imágenes que se prodigan en los sermones significan para ella una fuente grande de placer. En sus ratos libres, se dedica a la lectura religiosa, y disfruta de las historias románticas y melancólicas que allí lee.

Además, todas las semanas asiste una solterona a realizar trabajos en el convento, que a menudo, en secreto, les cuenta a las internas historias y noticias de la ciudad, o les lee novelas románticas y dramáticas, de amores y de damas perseguidas. Emma se aficiona por esas lecturas, que pronto continúa con lecturas históricas, lo cual le permite desarrollar una veneración por las historias de mujeres ilustres como Juana de Arco, Eloísa e Inés Sorel. Desarrolla una identificación con esas mujeres y un fuerte interés por las realidades sentimentales y las emociones.

Luego, cuando la madre de Emma fallece, ella interpreta el papel de hija desconsolada, tal y como ella cree que debía hacerlo en función de lo que aprendió en sus lecturas, y dando al papel toda la pasión y el dolor que logra reunir. Llega así a sentir que alcanza ese ideal de existencia melancólica que nunca puede ser alcanzado por los corazones mediocres. Sin embargo, Emma pronto se cansa del luto y acaba por dejar el convento, abandonando sus nociones románticas sobre la religión y la muerte. Emma regresa a la granja de su padre, donde empieza a disfrutar de una vida sencilla, pero pronto se encuentra aburrida otra vez y extraña el convento.

Insegura de cómo crear una vida de emoción y satisfacción, Emma se aferra a Carlos, creyendo que él podrá ofrecerle el idealismo romántico que siempre ha anhelado. Pero la calma que ahora vive con él no cuadra con la soñada felicidad.

Análisis

Los primeros capítulos de Madame Bovary establecen el escenario básico de la novela. La historia de Flaubert se desarrolla en la campiña francesa, y en estos primeros capítulos presenta a sus personajes principales, Emma y Carlos. A medida que empezamos a entender el carácter de Carlos, reconocemos que no es especialmente brillante, ni estará caracterizado por el éxito profesional. Durante su formación se salta muchas clases, suspende sus exámenes de medicina y, en sus interacciones con Emma, se evidencia que no logra seguir el hilo de la conversación cuando ella habla de novelas e ideas románticas sobre la vida. Además, su concentración intencionada en los detalles menores del vestido y la apariencia de Emma demuestra que está más interesado en ella como objeto que como persona.

En paralelo, observando a Emma, empezamos a entender las fantasías a través de las cuales ella interpreta la vida. En particular, Emma añora una boda novelesca, con antorchas y a medianoche, un ideal que ya está claramente en desacuerdo con las realidades materiales de su entorno. Este temprano conflicto entre la fantasía y la realidad tiene ya antecedentes en la adolescencia de Emma, tal como veremos en el capítulo VI, cuando por la muerte de su madre lleve adelante un luto sobreactuado y performático, sostenido sobre los rituales aprendidos en los libros. Asimismo, será este conflicto entre fantasía y realidad el que se haga cada vez más grande a medida que la novela avance.

Aunque el título de la novela sugiere que nos centremos en Emma, no se nos presenta inmediatamente el foco en ella. El primer capítulo se centra exclusivamente en Carlos, y conocemos a otras dos Madames Bovary antes que a Emma. La primera es la autoritaria madre de Carlos, y la segunda es su dominante primera esposa, Eloísa Dubac. Al considerar estas relaciones, llegamos a la conclusión de que Carlos es bastante pasivo y permanece sometido por las mujeres de su vida. En principio, por su madre, que decide cuál será su destino, qué estudiará y con quién se casará. Es por ello que él, cuando acepta casarse, añora conseguir la libertad: piensa que su matrimonio con Eloísa será una ventaja, “que gozaría de más libertad y seríale dado disponer de su persona y de su dinero” (19). Sin embargo, eso no se produce pues su mujer, la viuda Eloísa, lo somete igualmente: “pero el amo fue su mujer” (19), dice el narrador. Eloísa lo controla, lo espía, le hace escenas de celos cargadas de dramatismo y le exige cuidados muy especiales. En efecto, ella vigila a su marido y averigua acerca de Rouault, desconfiando de las excesivas visitas que Carlos le hace. Descubre entonces que aquel tiene una hija y, ante los celos, Eloísa obliga a su marido a dejar de visitar a Emma y su padre. Una vez más, Carlos responde con total sometimiento.

Sin embargo, pronto Carlos se entera de que su esposa le mintió antes de casarse y que, en realidad, ella no posee la fortuna que dijo tener. Esto genera un altercado en la familia de Carlos: el objetivo de su madre había sido justamente posicionar a su hijo en un estatus social favorable, pero la mentira de Eloísa termina por dejarlo más debilitado aún: “el padre de Carlos rompiendo una silla contra el suelo, acusó a su mujer de haber hecho desgraciado a su hijo, casándole con aquel penco, cuya montura era lo de más valor” (29). Se ve aquí, por un lado, la mirada despectiva del padre de Carlos respecto de Eloísa: la animaliza, comparándola con un penco, esto es, un caballo viejo y de poca utilidad. Asimismo, se introduce un tema que será muy importante en la novela: la preocupación por la riqueza y el estatus social. Esta será una cualidad que rija los vínculos entre las personas en la novela. En efecto, es la cuestión económica la que motiva la unión entre Carlos y Eloísa, y también surgirá como una ventaja para la unión entre Carlos y Emma. De hecho, Rouault, el padre de Emma, piensa en su propio beneficio económico a la hora de sopesar los beneficios que puede brindarle el casamiento de Carlos con su hija: “...tenía fama de buena persona, económico y muy culto, y era de esperar que no discutiría mucho la dote, cosa esta última muy de tener en cuenta, puesto que el tío Rouault veíase obligado a vender varias fanegas de tierra para componer la prensa y pagar lo mucho que debía…” (36).

Más adelante, Emma se aprovechará de la cualidad sumisa de Carlos. El título de la novela, “Madame Bovary”, presenta a Emma en relación con su marido -con la familia Bovary- y no como la mujer independiente y sin complejos que quiere ser, lo cual la llevará a aprovecharse de la fragilidad de su marido para desplegar sus propias aventuras. En el capítulo V, se construye claramente la oposición entre Carlos y Emma que llevará finalmente a la tragedia final. Luego del casamiento, él se encuentra desbordado de amor, sintiendo que su vida ha alcanzado por fin la perfección: “...lleno el corazón de los nocturnos placeres, tranquilo el espíritu, satisfecha la carne, caminaba saboreando la felicidad, al modo de aquellos que tras la comida saborean aún el gusto de las trufas que dirigen. ¿Qué ha habido de bueno en la vida para él hasta aquel momento?...” (51). En oposición, Emma comienza a sentir, prematuramente, la decepción de su matrimonio.

En este punto, se introduce otro de los temas que atravesarán toda la novela: el choque entre la realidad y la ilusión generada en Emma a través de sus lecturas de ficción, fenómeno que la crítica literaria denominará “bovarismo”: se produce en ella un estado de insatisfacción y frustración emocional, producto del choque entre su ilusión y la realidad vivida. Este fenómeno, a su vez, es fomentado justamente por el cruce entre ficción y realidad: Emma intentará aplicar a su vida lo aprendido en los libros y esperará que la vida le devuelva las mismas escenas leídas, pero al ver que eso no ocurre, se frustra: “Antes de casarse creyóse enamorada; pero como la felicidad que de tal enamoramiento esperaba no se había presentado aún, preciso era -tal pensaba- que se hubiera equivocado. Y Emma trataba de saber qué se entendía exactamente en la vida por las palabras felicidad, pasión y embriaguez, que tan hermosas le parecieron en los libros” (51).

Esta tendencia de Emma no es nueva, sino que ya la desarrolla desde adolescente, durante su estancia en el convento. Allí accede a lecturas prohibidas y adquiere un gusto especial por el melodrama y las historias románticas, que marcarán su forma de ser adulta. Las ficciones la conducen hacia la acción, para luego darse cuenta de que posiblemente esas acciones resultan erradas, como le sucede con su matrimonio con Carlos: “...el ansia de cambiar de estado o quizá la irritación producida por la presencia de aquel hombre fue suficiente para hacerle creer que al fin poseía aquella maravillosa pasión que hasta entonces se mantuvo, como enorme pájaro rosado de plumaje, cerniéndose sobre el esplendor de los cielos líricos…” (59). La pasión de Emma es descrita hiperbólicamente mediante un símil, que la compara a un pájaro rosado que, metafóricamente, se cierne sobre un cielo lírico. Esta forma tan rebuscada de caracterizar la pasión de Emma da cuenta del estado de ensoñación en que la mujer se encuentra, alejada de la realidad concreta.

Cuando conocemos a Emma, vemos inmediatamente lo diferente que es de la madre de Carlos y de su primera esposa. Emma anhela el romanticismo y la grandeza, mientras que las otras dos mujeres son realistas en sus deseos. Carlos, por su parte, encontrará la naturaleza imaginativa de Emma ligeramente abrumadora y misteriosa, pero también muy seductora.

Otro de los temas que se esbozan en estos capítulos es el de la oposición entre el campo y la ciudad. Parte de la ensoñación de Emma tendrá que ver con su voluntad de escapar del aburrimiento y la infelicidad que le genera la vida en el campo con su padre.