Madame Bovary

Madame Bovary Imágenes

La belleza del ambiente en el baile en Vaubyessard

La descripción de la entrada de Emma al castillo del marqués de Andervilliers, donde tendrá lugar el baile, yuxtapone varias imágenes, que construyen la grandiosidad y profusión de placeres que ese ambiente ofrece:

Emma, al entrar, sintióse envuelta por una tibia atmósfera, en la que se mezclaban el perfume de las flores y de la mantelería, el buen olor de las viandas y el aroma de las trufas. Las luces de los candelabros alargaban sus llamas en las argénteas campanas; los biselados y esmerilados cristales despedían desvaídos reflejos; los ramos de flores alinéabanse a lo largo de la mesa... (72)

En la construcción de ese espacio hay imágenes táctiles (tibieza de la atmósfera), visuales (reflejos de luces y colores de las flores) y, sobre todo, olfativas, ligadas al perfume de las flores y al que despide la comida del banquete. En este fragmento, se condensan las exquisiteces de este universo sofisticado que fascinará tanto a Emma. Todo ese estímulo sensitivo tendrá efectos irreversibles sobre ella, pues le muestran la vida que desea tener, y que tanto difiere de la que realmente tiene.

El incendio del ramo de novia

Luego del baile en Vaubyessard, Emma queda fascinada de tanta belleza y riqueza, lo cual la lleva a sentir una profunda insatisfacción por la realidad que la rodea. Su matrimonio con Carlos está muy lejos de presentarle los sentimientos pasionales que esperaba tener, y el escaso mérito que su esposo alcanza con su profesión la alejan de conseguir la riqueza y el estilo alto de vida que ella espera. Por eso, un día, al encontrar en un cajón su ramo de novia - aquel que lució el día de su boda -, decide prenderlo fuego:

Echó el ramo al fuego, donde prendió como la paja seca. A poco era como inflamado matorral sobre las cenizas y se consumía lentamente. Emma mirábalo arder. Los rubitos de cartón se incendiaban, retorcíanse los alambres, se deshacían las cintas y las corolas de papel apergaminadas, y revoloteando sobre el fuego como negras mariposas desaparecieron a la postre por la chimenea. (92)

El incendio voluntario del ramo de novia por parte de Emma, y el modo en que ella lo observa consumirse y degradarse en cenizas, representa la inminente degradación del matrimonio de Emma y Carlos.

Con esta imagen se cierra la primera parte de la novela, anticipando las decisiones que Emma tomará en capítulos siguientes, atentando contra su unión con Carlos: las relaciones adúlteras y los enredos económicos.

El aspecto enfermizo de Emma

Luego de que Rodolfo abandona a Emma, el narrador construye el desaliñado y enfermizo aspecto físico de la mujer: "Permanecía tendida, abierta la boca, cerrados los ojos, crispadas las manos, inmóvil, pálida como una figura de cera. De sus ojos desprendíanse dos raudales de lágrimas que empapaban lentamente la almohada" (255). Luego de leer la carta de su amante, en la que le anuncia que no se fugará con ella, Emma acude al llamado de Carlos y se muestra muy desencajada. De pronto, comienza a sentir un ahogo, y se desmaya. Carlos, preocupado, llama a Homais, y juntos piensan en cómo sacarla de ese estado.

Resulta evidente aquí que la transformación que Emma experimenta a lo largo de la novela no es solo de conducta, sino que su conducta inmoral y sus desencantos amorosos empieza a repercutir sobre el aspecto y la salud de la mujer. A diferencia de los primeros capítulos, en los que se describía a Emma por su belleza, aquí se la ve consumida por los nervios y pálida como una figura de cera.

El vómito negro de Emma

Mientras la criada de los Bovary y la señora Lefrançois visten el cadáver de Emma, preparándolo para el funeral, se lamentan de lo hermosa que era esa mujer. Sin embargo, de pronto, cuando le levantan la cabeza para ponerle la corona, "una oleada de líquido negruzco, como si fuera un vómito, salió de la boca" (393). Esta imagen resulta de gran impacto, pues da cuenta del estado de descomposición de Emma. El líquido mortuorio saliendo de su boca contrasta notablemente con la imagen de belleza y juventud que solía caracterizar al personaje.