Madame Bovary

Madame Bovary Resumen y Análisis Parte 2, Capítulos XIII-XV

Resumen

Capítulo XIII

Como era de esperar, Rodolfo planea abandonar a Emma el día en que está previsto que se fuguen. Aunque la encuentra muy atractiva y disfruta del placer sexual de su relación, no desea atarse. Además, le molesta el creciente romanticismo de ella y cree que lo mejor es cortar los lazos. Mientras piensa en cómo comunicarle la noticia, el hombre recuerda a sus numerosas amantes anteriores y revisa la extensa colección de cartas que conserva de cada mujer con la que estuvo. Finalmente, Rodolfo decide escribir una carta a Emma para explicarle su decisión. Incluso en la carta, Rodolfo es deshonesto: afirma que como la ama tan intensamente, no puede continuar su relación porque sabe que solo le causará dolor. Aunque es una completa falsedad, Rodolfo cree que esta excusa va a satisfacer a Emma y sus ideas románticas. El hombre le hace llegar la carta a Emma escondida en una cesta de albaricoques, un método habitual de correspondencia entre la pareja.

Mientras tanto, Emma ha pasado el día preparando su eventual partida y está muy emocionada por lo que le depara el futuro. Cuando recibe la cesta de albaricoques, busca inmediatamente la carta y se apresura a ir al desván para leerla. Al descubrir que Rodolfo la ha abandonado, se siente incrédula y devastada al mismo tiempo. Sumida en la angustia, se asoma a la ventana del ático y está a punto de tirarse y matarse. Pero es detenida por los gritos de Carlos, que la llama a comer y la distrae de sus pensamientos suicidas. Antes de bajar a reunirse con él, se le cae la carta y más tarde se da cuenta, con preocupación, de que no sabe dónde la dejó.

Por la noche, Carlos se come los albaricoques de Rodolfo e insta a su mujer para que los coma, sin saber (como siempre) el significado que hay detrás de ellos. Cuando Emma ve el carruaje de Rodolfo saliendo de la ciudad, se desmaya.

Desde ese momento, Emma se ve invadida por la tristeza y vuelve a caer en una enfermedad grave, tras afirmar que no quiere ver a nadie, ni siquiera a su hija. Emma sufre una fiebre muy alta y durante las siguientes seis semanas corre peligro de muerte. Carlos está desesperado y no parece poder ayudarla. Llama a médicos de las regiones vecinas, pero ninguno puede curarla. Cuando llega el mes de octubre, Emma por fin empieza a recuperarse. Pero Carlos la lleva de paseo a la glorieta donde Emma tenía sus encuentros con Rodolfo, lo cual la lleva a tener una recaída. Carlos sospecha que su mujer tiene cáncer.

Capítulo XIV

Carlos está muy preocupado por la salud de Emma, y sus finanzas también están en muy mal estado. Él no logra pagar los medicamentos, los médicos que llama para tratar de curar a Emma son muy caros, y Lheureux envía facturas por las excesivas deudas que contrajo Emma. Sin más remedio, Carlos debe también pedir prestado dinero a Lheureux, a un tipo de interés muy alto.

Un día, Emma se siente a punto de morir y pide que le hagan el viático. Mientras preparan su habitación para la ceremonia religiosa, Emma cree ver a Dios desde su cama, lo cual la lleva a creer que ha tenido un despertar religioso. Emma comienza a mejorarse y se entrega otra vez al catolicismo devoto de su infancia, rezando constantemente y obligándose a comportarse con amabilidad con su marido y su hija. El cura, sorprendido de tanta religiosidad, le pide a un librero que le recomiende a Emma lecturas que sirvan para aplacar su espíritu imaginativo.

Sin embargo, siguiendo su pauta habitual, Emma no tarda en sentirse frustrada con este enfoque. Al no encontrar el éxtasis deseado de la religión, Emma reconoce que su tipo de religiosidad no logra sustituir los sentimientos que tenía por Rodolfo y la felicidad que sentía cuando estaban juntos. A pesar de su decepción, Emma continúa con su comportamiento religioso y es especialmente amable con la gente que la rodea. Con este nuevo trato, Emma logra entablar nuevas amistades con personas a las que antes casi había ignorado. Llega a conocer mucho mejor a Justino, quien, con el tiempo, se ha enamorado profundamente de ella.

Por su parte, Binet, el recaudador de impuestos, empieza a hacerles visitas frecuentes, al igual que Homais, quien sugiere a Carlos que lleve a Emma a Ruán a ver una ópera para levantarle el ánimo. El cura da su aprobación a esa idea, argumentando que la música es menos peligrosa que la literatura.

Capítulo XV

En Ruán, Emma está ansiosa por sumergirse en la sofisticación de la ciudad y la ópera, y, una vez más, se siente avergonzada por las sencillas costumbres campestres de Carlos. A pesar de su vergüenza, Emma disfruta enormemente de la ópera y queda cautivada por su drama, su romance y su belleza.

Durante el intervalo, Carlos va en busca de una bebida para Emma, y al volver le anuncia que se ha encontrado allí con León y ella queda sorprendida. Pronto, León encuentra a Carlos y a Emma. León se queja de estar aburrido y Emma le da la razón, con lo cual logra convencer a Carlos de saltarse la segunda parte de la representación e ir a un café cercano.

Emma está muy emocionada por este giro de los acontecimientos y queda impresionada por la sofisticación de influencia parisina que ha adquirido León. Al principio, León se burla de la ópera, pero cuando Carlos menciona que Emma debería quedarse en la ciudad para ver el segundo acto, León inmediatamente comienza a elogiar la ópera, afirmando que la segunda mitad del acto que se han saltado es fantástica y no se puede dejar de ver. Carlos decide entonces regresar a Yonville y dejar a Emma en Ruán para que vea la segunda parte de la representación al día siguiente.

Análisis

El carácter de Emma es consistente a lo largo de la novela, en la medida en que ella conserva su espíritu romántico y sigue sintiéndose atrapada en una vida que no disfruta. Por ello, se crea repetidamente ilusiones románticas y se obsesiona con formas de mejorar su vida. Se entrega con ímpetu al romance con Rodolfo, pero cuando él decide poner fin a la relación, Emma lleva sus sentimientos al extremo, pensando en suicidarse. Este intento fallido de quitarse la vida es un presagio de su final trágico.

Al recibir la carta de Rodolfo, Emma entra nuevamente en el acto performático de convertirse en una de las heroínas enamoradas de sus lecturas. Cae en una profunda enfermedad y llega a estar al borde de la muerte. En ese contexto, Homais le sugiere a Carlos que, para ayudarla a curarse, aleje a Emma de sus tendencias imaginativas: “¿no cree que acaso fuera menester atacar la imaginación?” (256). Homais sugiere así que parte de las dolencias de Emma tienen que ver con que vive en un plano de imaginación, alejado de la realidad. Este consejo se acerca al que le dio a Carlos su propia madre, al sugerirle que aleje a su esposa de las lecturas peligrosas.

La salida de la enfermedad de Emma no es menos épica: al borde de la muerte, Emma cree ser testigo de una visión de Dios, que renueva su religiosidad, lo cual le da el impulso para intentar redescubrir la felicidad a través del ejercicio sacrificado y minucioso de la fe. Al verla en este estado, el cura cree que una religiosidad tan extrema puede ser peligrosa, y hace hincapié también en la tendencia imaginativa de Emma: le escribe a un librero, “a fin de que le remitiese algo apropiado para una persona del sexo débil de mucha imaginación” (264).

Pero al final, una vez más, la religión tampoco satisface a Emma y vuelve a anhelar el romance y las fantasías. Por eso, cuando se encuentra a León en la ópera, Emma está dispuesta a comenzar un nuevo romance. Su estilo de vida cíclico continúa: sigue alternando entre la infelicidad extrema, la vergüenza por su comportamiento, los intentos de mejora y el romanticismo.

Cuando Emma pierde la carta de Rodolfo en el desván, podríamos suponer que Carlos acabará descubriéndola y se enterará de sus infidelidades. Pero la novela dará un nuevo giro irónico, exacerbando ya hasta la sátira la inocencia de Carlos: cuando encuentre la carta, mucho más tarde en la novela, asumirá que ella y Rodolfo simplemente tenían una relación platónica.

Los fracasos de Emma para mejorar su vida tienen múltiples causas. Está claro que ella, atravesada por sus lecturas, sus ideales y sus fantasías, se niega a vivir la vida que le toca por ser una mujer de pueblo. Pero, al mismo tiempo, Emma es víctima de los mandatos que su sociedad le depara: la sociedad en la que Emma vive es realmente restrictiva para las mujeres, a pesar de que la mayoría de ellas parecen estar contentas en esa situación. Y aunque Rodolfo culpa del final de su romance al destino, el narrador deja en claro, al exhibir la crudeza y crueldad con que el hombre se comporta, que es él quien eligió comenzar la relación, continuarla y luego, de manera hipócrita, decidió terminarla, a conveniencia. Rodolfo, desde su rol de hombre adinerado y con poder, tiene el control de la situación. A sus ojos, como también a los ojos de Carlos, Emma es débil y demasiado sensible, romántica. En este contexto, las decisiones de Emma no fueron meditadas; dejándose llevar por sus sentimientos, ella tuvo muy poca influencia en el curso de la relación, y al final fue desechada.

Aunque es infeliz en su matrimonio, Emma no puede dejar a Carlos porque está atada económicamente a él y no tiene otra fuente de apoyo financiero. Cuando Rodolfo pone fin a su aventura, Emma se ve obligada a volver con Carlos e intentar, otra vez, cumplir el papel de esposa y madre que renuncia a sus deseos más íntimos.

Al componer la escena en la que Rodolfo escribe a Emma, la novela destaca el poder de manipulación de Rodolfo y el romanticismo crédulo de Emma. La carta incluye sentimientos absurdamente románticos con muchos signos de exclamación y elementos dramáticos forzados. En la escena de escritura, la novela resalta la falta de sinceridad de Rodolfo y su habitual doble cara, la manipuladora y mentirosa, y la del amante incondicional, de las cuales Emma solo ve a esta última. Así, cuando Rodolfo escribe “¿Tengo yo la culpa? ¡Oh, Dios mío! ¡no, no; culpe de todo a la fatalidad!” (251), se felicita a sí mismo por la elección de esa frase, asegurando que “esa palabra es siempre de un efecto seguro” (251). Esto pone en evidencia el grado de artificialidad que hay en la carta de Rodolfo, hecha para generar un efecto en Emma; deja en claro que la carta de Rodolfo es completamente deshonesta y un acto final de manipulación.