Madame Bovary

Madame Bovary Resumen y Análisis Parte 3, Capítulos I-VI

Resumen

Capítulo I

Durante su estancia en París y Ruán, León había olvidado su amor por Emma, pero después de verla en la ópera, sus antiguos sentimientos vuelven rápidamente.

Al día siguiente de sentarse los tres juntos en el café cercano a la ópera, León visita a Emma en su habitación de hotel, luego de que Carlos ya se ha ido de regreso a Yonville. Emma también comienza a recordar sus sentimientos por León, y ambos mantienen una conversación íntima sobre la infelicidad y sobre el romanticismo de la muerte. León finalmente le confiesa su amor a Emma y la besa. En un intento por evitar la angustia que le causó su primera aventura, Emma lo rechaza, pero acepta encontrarse con él al día siguiente en la catedral. Para convencerse de su fuerza al rechazarlo, Emma le escribe a León una carta en la que le explica que no puede ser su amante y que no deben continuar la relación.

Al día siguiente, León llega a la catedral, pero Emma espera, planeando llegar lo suficientemente tarde como para evitarlo y evitar enamorarse de nuevo. Sin embargo, cuando llega, él sigue esperándola. Ella le da la carta, pero él no la lee, y para evitar aún más la incomodidad de su encuentro, Emma acepta la oferta del pertiguero de recorrer el edificio. León se siente cada vez más frustrado y decide acabar furtivamente con la visita y llama un carruaje. León y Emma suben al coche y cierran las cortinas. León le ordena al conductor que simplemente conduzca sin rumbo por la ciudad. Conducen durante todo el día y hasta la noche, sin que nadie pueda ver lo que ocurre en el interior. En un momento, asoma una mano por la ventanilla para deshacerse de los trozos rotos de la carta de Emma, con lo cual el lector supone que ambos han consumado su amor.

Capítulo II

Por estar en el carruaje con León, Emma ha perdido el último autobús de vuelta a Yonville y debe tomar un taxi privado para alcanzarlo. Al volver a casa, Emma es llamada a la farmacia de Homais, donde Justino está siendo reprendido por el faumacéutico por haber tomado la llave del “caphernaum”, depósito donde Homais guarda, entre otras cosas, el arsénico. Emma no está segura de por qué su presencia era tan urgente, y se siente frustrada por tener que ver este intercambio. Finalmente, Homais le cuenta a Emma, a pedido de Carlos, una novedad: el padre de Carlos ha muerto.

Carlos se entristece profundamente por la noticia, y su madre lo visita durante un largo periodo de tiempo. Emma está bastante disgustada por este giro de los acontecimientos, que han venido a empañar los recuerdos de su amorío con León.

Entretanto, Lheureux acude a Emma con otra lista de deudas. Al enterarse de la muerte del padre de Carlos, Lhuereux le sugiere a Emma que obtenga un poder sobre las finanzas de la familia para saldar así sus deudas. Emma acude a Carlos, argumentando que este planteamiento beneficiará a todos, y él, ingenuamente, la cree y acepta el acuerdo. Irónicamente, Carlos envía a Emma a Ruán durante tres días para que León la asesore sobre el tema y redacte los papeles necesarios, dando así a la nueva pareja, sin saberlo, tres días completos para fomentar su nueva relación.

Capítulo III

Emma visita a León en Ruán. Pasan tres apasionados días juntos en su habitación de hotel, haciendo el amor, dando un paseo en barco y disfrutando de la romántica luz de la luna. En el paseo en barco, el barquero les habla a Emma y a León de un grupo de personas que estuvieron en el barco la noche anterior. El hombre describe a Rodolfo, y Emma se estremece al recordarlo. Pero León desconoce su relación con Rodolfo y ella no quiere que sepa que ha amado a otro antes que a él. Para evitar sospechas, se recupera rápidamente, y antes de su partida arreglan una estrategia para poder enviarse cartas secretamente.

Capítulo IV

Emma regresa a Yonville y, para continuar con su romance, León inventa motivos para visitarla. Como resultado, su vida en Ruán se descuida y empieza a tener problemas con su trabajo. Mientras tanto, Emma vuelve a gastar en exceso y su deuda se agrava. Para hacer más fácil su aventura, Emma trama que Carlos acepte que ella reciba clases de piano. Muchas tardes seguidas, se sienta al piano de ambos, sin conseguir componer una pieza musical y fingiendo frustración y decepción. Finalmente, le pregunta a su marido si puede tomar lecciones semanales, argumentando que sin duda le traerán felicidad, a pesar del gasto que impliquen. Carlos, a pesar de la preocupación económica, acepta. Así, Emma encuentra la excusa perfecta para ver a León todas las semanas.

Capítulo V

Cada jueves, con el pretexto de tomar su lección de piano, Emma va a Ruán a ver a León. El asunto ha despertado de nuevo sus emociones extremas. En casa, está nerviosa y distante, pero en Ruán, está extasiada y dramática. Con cada visita, la relación entre Emma y León crece en intensidad. A medida que aumenta la intensidad, los dos comienzan a verse como personajes de una novela, lo que da lugar a un cierto grado de actuación y falsedad.

Mientras cabalga hacia su casa en Yonville, Emma ve repetidamente a un vagabundo ciego y deforme. El hombre se divierte cantando una canción particular que la inquieta, y ella está ansiosa por librarse de su presencia.

Al cabo de un tiempo, Carlos se encuentra con la supuesta profesora de piano de Emma y al preguntarle por su mujer, la profesora le dice que nunca ha conocido a Emma, ni siquiera ha oído su nombre. Carlos le presenta a Emma este hallazgo, y ella no tarda en mostrarle los recibos falsos de las clases. Imaginando que todo debe haber sido un simple malentendido, Carlos se convence de que todo es como debe ser.

La vida de Emma empieza a descontrolarse. Se está involucrando profundamente en la vida de León, quien se preocupa por su creciente obsesión. Gasta cantidades desmesuradas del dinero de su marido y le miente sobre casi todos los aspectos de su vida.

En una oportunidad, Lheureux ve a Emma salir del hotel del brazo de León. Emma teme que el hombre revele su secreto, pero no lo hace. Sin embargo, no tarda en visitarla, dispuesto a impedir que las deudas de Emma queden sin pagar, y entonces la insta a venderle una parte de la herencia del padre de Carlos. Emma acepta y él la convence de prestarle aún más dinero.

Cuando la madre de Carlos los visita, examina las cuentas familiares. Para evitar el desastre, Emma hace que Lheureux le entregue una factura falsa por una cantidad de dinero muy inferior a la que realmente le debe, pero igualmente la señora Bovary se horroriza de todos los gastos en los que han incurrido. A pesar del intento de Emma por mantener el control, la madre de Carlos quema los papeles del poder en el fuego. Emma está horrorizada y Carlos no sabe cómo proceder. Finalmente, accede a que se vuelvan a redactar los papeles.

Pero una noche, Emma no regresa a Yonville de Ruán. Carlos se preocupa y finalmente, decide ir a buscarla. Como no la encuentra en Ruán, decide visitar la casa de León pero, como es de madrugada, nadie lo atiende. En eso, Carlos se encuentra inesperadamente a Emma caminando por la calle. Ella le dice que no regresó porque se sentía mal y se quedó descansando en la casa de su profesora de piano. Le pide a Carlos que, en adelante, no se preocupe tanto si ella no regresa, pues ella no puede vivir sabiendo que su marido está preocupado. Así, Emma logra un permiso implícito para visitar a León en cualquier momento.

Por su parte, León empieza a sentir que las visitas sin aviso de Emma son imprudentes y comienza a padecer la obsesión de la mujer, que le exige cada vez más demostraciones de amor y cambios de conducta.

Capítulo VI

Un día en que Emma está en Ruán para ver a León, Homais va a visitar a este, y Emma se ve obligada a esperarlo. La mujer se enoja mucho con León por permitir que Homais lo retenga, y acusa a León de no querer pasar tiempo con ella. León le promete que intentará escaparse, pero no lo consigue. Emma se niega a seguir esperando y vuelve a Yonville, furiosa con León. No puede creer que León la haya dejado esperando. Como resultado, comienza a tratarlo con un poco de desprecio y trata de controlar todos los aspectos de la relación. Al notar su cambio de comportamiento, el propio León se resiente.

Las deudas de Emma comienzan a precipitarse peligrosamente. Un día, un cobrador llamado Vincart le hace una visita sorpresa, trayendo un documento que evidencia la deuda de Emma con Lheureux. Ella le pide que le diga al prestamista que pronto le pagará, pero al día siguiente recibe un aviso legal del alguacil. Emma visita desesperadamente a Lheureux, quien muy amablemente le dice que si ella no logra pagar, será víctima de un juicio y luego de un embargo.

Para evitar el desastre, Emma pide aún más préstamos a Lheureux y trata desesperadamente de conseguir dinero, vendiendo muchos objetos de su casa. Pero aunque sus deudas aumentan y la ruina financiera se avecina, Emma sigue gastando grandes sumas de dinero cuando está con León, y evita abrir las cartas y los avisos que sigue recibiendo. León comienza a reprocharle su comportamiento y a criticar sus excesos, y Emma se enoja con él. Después de su romance, caracterizado por la extravagancia y el drama, León y Emma se han aburrido el uno del otro. La noche del carnaval “mi-carȇme”, Emma decide no volver a Yonville y participa de un baile de máscaras. Terminado el baile, se dirige a un bar de mala reputación con un grupo de gente de clase baja, compañeros de León. Allí se siente aturdida por estar rodeada de esa clase de gente y termina yéndose al hotel.

De regreso en Yoville, su empleada le entrega una orden judicial que le exige el pago inmediato de ocho mil francos o la pérdida de su propiedad. Presa del pánico, Emma visita a Lheureux y le suplica que la ayude, pero el hombre se escuda diciendo que es Vincart quien maneja el asunto legal, a lo cual Emma responde agresivamente. Lheureux asegura que es capaz de contarle a Carlos todas las estafas que Emma le ha hecho y termina despidiéndola violentamente. Es evidente que el prestamista se aprovechó de la debilidad de Emma y ha querido hacer suya toda la propiedad de los Bovary.


Análisis

Cuando Emma comienza su nueva aventura adúltera, ahora con León, abandona inmediatamente su resurgir religioso. En cuanto aparece la posibilidad del amor romántico, vuelve a perderse en la superficialidad. Desde que León se separó por primera vez de Emma, ambos han tenido una importante experiencia vital. Emma, en particular, ha tenido un largo romance con un hombre deshonesto y rico, mientras que el romanticismo de León ha disminuido como resultado de sus experiencias parisinas.

En un comienzo, Emma y León comparten su romanticismo y su mirada idealista del amor y también de la muerte. Así, ambos reniegan de la idea de llevar una vida inútil y aspiran a una vida de grandezas. Sin embargo, al adoptar la perspectiva de León, el narrador demuestra que, mientras Emma se ha vuelto a enamorar profundamente, León mantiene cierta distancia realista y reconoce algo de la dura realidad de su comportamiento ilícito. Este es otro aspecto de la realidad que Emma no puede aceptar. Progresivamente, León adquiere características que recuerdan a Rodolfo. A veces, por ejemplo, se aplaude a sí mismo por emplear gestos o palabras particularmente románticas. Aun así, León carece de la sofisticación de Rodolfo; por ejemplo, se vuelve muy impaciente durante la visita a la catedral. Por su parte, Emma, en lugar de reconocer la inmadurez de León, se permite creer que las acciones de él son el resultado de su intenso amor por ella.

No es casual que la antesala a la consumación del amor entre Emma y León sea la visita a la catedral: allí, el conflicto interno de Emma entre la religiosidad y la infidelidad llega a un nivel dramático. Aunque intenta convencerse a sí misma de que no se someterá a las insinuaciones de León, pronto sucumbe, como es de esperar, abandonando la iglesia y siguiéndolo hasta carruaje, donde intimarán. Aquí la novela vuelve a proponer una crítica a la religión burguesa y su superficialidad: Emma acepta el ofrecimiento del cura de hacer una visita guiada, lo cual implica una visión externa del edificio, pero no un compromiso verdadero por la moral que esa catedral representa. Además, acepta la visita porque siente que sus deseos amorosos comienzan a acechar, pero la visita no puede proporcionarle la ayuda espiritual que necesita. La insistencia de León da por terminada la visita y el hombre la arrastra al carruaje.

El paseo en carruaje es una de las escenas más famosas de la novela. En esta escena, la novela sugiere lo que ocurre dentro del carruaje, pero sin necesidad de explicitarlo. Su detallada descripción del movimiento del carruaje representa a Emma y León haciendo el amor, de ahí la sorpresa de la gente que observa el movimiento del coche -“las gentes quedábanse asombradas y embobadas ante un inusitado espectáculo para una provincia como era el ver pasar una y otra vez un coche con las cortinillas echadas, más cerrado que una tumba, y balanceándose como un navío” (297)-. A medida que el carruaje continúa moviéndose por la ciudad, queda claro que durante el viaje en carruaje, la pareja está consumando su romance. Esto termina acentuándose cuando, al final de la escena, una mano esparce los trozos rotos de la carta que escribió Emma. La destrucción de esa carta, en la que Emma rechazaba a León, y su arrojo desde la ventana del carro simbolizan la consumación de ese amor en el carruaje, y marca, posiblemente, el momento del clímax sexual. La carta rota representa también el fracaso de los propósitos de piedad y lealtad de Emma hacia su marido: su convencimiento moral se ha esparcido por el viento.

Las deudas de Emma, que antes crecían lentamente, ahora se desbordan. Del mismo modo, la relación entre Emma y León comienza a erosionarse, producto de exigencias románticas y la creciente disposición obsesiva de Emma. Ella empieza a exigirle a León, por ejemplo, que cambie las cortinas y otras piezas decorativas de la habitación de hotel, con lo cual se evidencia que Emma sigue teniendo una visión idealizada de su relación con León y una perspectiva poco realista del mundo. En efecto, resulta muy significativo que ante las dudas de León por incurrir en esos gastos, la mujer le reproche: “¡Qué apego tienes a tu dinero!” (336). Esta liviandad es un presagio del final trágico que tendrá el enredo económico de Emma. Vemos que está perdida en un mundo de fantasía y no puede realmente disfrutar del amor real ni tampoco hacerse cargo de la realidad material en la que vive. La fantasía no puede durar por mucho tiempo, y la realidad, mientras, se desgasta. De a poco, se pone en evidencia que ya ni León es capaz de comprender las acciones de su enamorada: “ignoraba el joven a qué era debido aquel cada vez más ahincado precipitarse de ella en los goces de la vida” (335).

Emma gasta dinero de forma aún más despreocupada para distraerse de su fallida relación con León. Además, entra en contacto con hombres muy desagradables y vulgares en las fiestas de Ruán. Sus gastos y deudas cada vez más excesivos agravan el dolor y la inminente tragedia. Emma está al borde de la ruina, emocional y económicamente. A medida que se acerca al borde, el pánico empieza a abrumarla.

El mendigo ciego que la intercepta en cada uno de sus viajes de Ruán a Yonville representa el comportamiento cada vez más miserable de Emma, sugiriendo que esta es la vida a la que se dirige después de su ciega y romántica prodigalidad. El miedo abrumador e irracional que siente Emma por el mendigo es un anticipo de ese desenlace trágico.

En estos capítulos, la vida de Emma se ha descontrolado en casi todos los aspectos: “Desde aquel instante su existencia fue un tejido de embustes, en el que, como en un velo, envolvía su amor para ocultarlo” (330). Mediante una metáfora, el narrador compara la vida de Emma como un tejido de embustes, es decir, una trama enredada y compleja de mentiras y problemas, que irán complicándose cada vez más.

Mientras tanto, Carlos no es consciente de la gravedad de la situación de Emma. La ingenuidad y credulidad del hombre alcanzan niveles casi ridículos. Por ejemplo, cuando Emma no regresa a dormir a Yonville, y él la va a buscar, cree la excusa que Emma le expone e, incluso, acata su dudosa orden: “Pero en lo sucesivo no te preocupes por mi retraso, porque no obraría con libertad, comprendes, sabiendo que te intranquilizas de ese modo” (336). La falsedad y manipulación de Emma alcanzan aquí un nivel altísimo.