Los tres mosqueteros

Los tres mosqueteros Resumen y Análisis Capítulos 9-12

Resumen

Capítulo 9: D'Artagnan se manifiesta

Cuando d’Artagnan vuelve a su casa sin haber alcanzado al hombre de Meung, se encuentra allí con los tres mosqueteros. Les cuenta a sus amigos sobre el rapto de madame Bonacieux. Aramís relaciona lo que cuenta d’Artagnan con lo que había sucedido la noche anterior.

Al parecer, el plan del cardenal era engañar al duque de Buckingham, quien todos creen que es el amante de la reina, para que viaje a París pensando que quien lo solicita es la reina. En el momento en que se presente en París para su entrevista con la reina, los guardias del cardenal lo apresarían. Lo que le sucede a Aramís la noche anterior coincide con el relato de d’Artagnan, ya que Aramís cree que los guardias pensaron que él era el duque y que la mujer a la que él acompañaba era la reina y por eso trataron de detenerlos.

La conversación entre los mosqueteros se ve interrumpida por el pedido de ayuda de monsieur Bonacieux. Unos guardias del cardenal quieren llevárselo preso. D’Artagnan piensa en un plan y deja que se lleven al señor, mientras le promete por lo bajo que lo va a ayudar.

Athos y Aramís sienten admiración por la inteligencia y agudeza de d’Artagnan. Porthos no está tan seguro. De todas maneras, los cuatro juran ayudarse mutuamente y repiten juntos: “Todos para uno, uno para todos” (p.112).

Capítulo 10: Una ratonera en el siglo XVII

Luego de que maese Bonacieux es detenido, su casa se convierte en una ratonera, es decir que los guardias del cardenal la vigilan día y noche para encontrar a cualquier colaborador de madame Bonacieux. D’Artagnan, a su vez, espía a los guardias y escucha los interrogatorios que hacen a todos cuantos se acercan a la casa de maese Bonacieux. Asimismo, ha intentado obtener algo de información sobre este caso por medio de Tréville.

En una ocasión, mientras d’Artagnan vigila la casa, escucha los gritos y las quejas de una mujer que forcejea con los guardias del cardenal. D’Artagnan envía a Planchet a llamar a sus amigos mosqueteros, pero mientras, interviene y pelea contra los guardias hasta que estos se dan por vencidos y escapan del lugar.

La mujer a la que los guardias del cardenal atacaron resulta ser madame Bonacieux. Dado que no es seguro quedarse allí, d’Artagnan la lleva a casa de Athos. Allí, madame Bonacieux le pide a d’Artagnan que le ayude a contactarse con su padrino La Porte, el valet de la reina. Madame Bonacieux tiene un secreto que no le pertenece y cree que solo puede confiar en La Porte.

Madama Bonacieux le recomienda buscar una cortada a d’Artagnan de tal modo que, si es que el escándalo que se cierne en la corte se destapa, nadie pueda asociarlo con él. Para eso, d’Artagnan se presenta en el despacho de Tréville y atrasa el reloj para asegurarse de que pueda declarar que estuvo con él en la hora precisa.

Capítulo 11: Se anuda la intriga

De regreso del despacho de Tréville, d’Artagnan piensa en lo hermosa que es madame Bonacieux e imagina lo que sería ser su amante. Cerca de la casa de su amigo Aramís, ve una figura menuda bajo una gran capa. Decide seguir a esa figura y descubre que se dirige a la casa de Aramís y golpea la ventana. La persona encapotada y una mujer en el interior de la casa de Aramís intercambian dos pañuelos con unas iniciales bordadas en las esquinas. Cuando la figura pasa delante de d’Artagnan, él alcanza a ver que es madame Bonacieux y la sigue. Ella empieza a correr, pero cuando d’Artagnan la alcanza siente alivio al ver que se trata de un amigo.

Madame Bonacieux le permite a d’Artagnan acompañarla de vuelta a la casa de Aramís, a quien ella jura no conocer. Le pone la condición a d’Artagnan de que se vaya de allí en cuanto ella entre a la casa. D’Artagnan cumple con esa indicación y va de regreso a su casa donde se entera, por Planchet, su criado, que han llevado preso a Athos. Cuando los guardias del cardenal volvieron a la casa de los Bonacieux para arrestar a d’Artagnan por atacar a los guardias que querían detener a madame Bonacieux, se encontraron con Athos quien no reveló su verdadera identidad para darle unos días a d’Artagnan para investigar el caso.

Para extraer más información sobre lo que está ocurriendo, d’Artagnan se dirige al despacho de Tréville, pero en el camino se encuentra con madame Bonacieux y otro hombre que se parece mucho a Aramís. Cuando d’Artagnan los intercepta, se da cuenta de que no es Aramís. Madame Bonacieux se siente decepcionada porque d’Artagnan no cumplió con la promesa de no seguirla más. El hombre que acompaña a madame y d’Artagnan están por pelear, cuando la mujer los interrumpe para dejarle saber a d’Artagnan que el hombre es el duque de Buckingham.

Ante la noticia de que está ante el duque de Buckingham, d’Artagnan se ofrece a escoltar a él y a madame hasta la puerta del Louvre. Después de esto, en una taberna, d’Artagnan encuentra a Porthos y Aramís.

Capítulo 12: Georges Villiers, duque de Buckingham

La trama ahora se centra en el duque de Buckingham y la reina. Madame Bonacieux conduce al duque, disfrazado de mosquetero, por el palacio de Louvre y lo hace esperar en un aposento. La reina Ana de Asturias entra al mismo aposento. Tanto la reina como el duque saben que el cardenal intentó tenderle una trampa al duque al enviarle una carta falsa de parte de la reina para concertar un encuentro. Aun cuando sabe que se trata de una trampa, el duque se queda en Francia y busca el modo de reunirse con Ana.

El duque es un hombre de treinta y cinco años, atractivo, valiente y con espíritu aventurero. Está enamorado de la reina, a pesar de que se han visto muy pocas veces. Ana parece estar enamorada también, pero teme por la vida del duque y por las malas relaciones entre Francia e Inglaterra a partir de los rumores sobre un posible amorío entre ellos. De hecho, tan preocupada está por el duque que sueña que alguien hiere a su amante. El duque se sorprende porque ha tenido exactamente el mismo sueño que ella.

Ana le ruega al duque que se retire, pero este le pide un último favor para cumplir con sus deseos: un objeto de la reina para recordarla siempre. La reina se retira unos minutos y trae una caja con incrustaciones de oro para obsequiársela al duque. Finalmente madame Bonacieux escolta al duque fuera del palacio.

Análisis

Gran parte de lo que une a los mosqueteros es el enemigo que tienen en común: el cardenal. Son precisamente los conflictos que surgen con el cardenal y sus hombres lo que lleva a que los hombres pronuncien estas famosas palabras: “Todos para uno, uno para todos”.

Para esta altura de la novela, d’Artagnan parece estar liderando a estos hombres, no solo porque es él quien se ve inmiscuido en situaciones delicadas, sino porque muestra cada vez más su agudeza e inteligencia. D’Artagnan es capaz de relacionar los hechos que vienen sucediendo y tomar decisiones con tanta habilidad que despierta la admiración de los mosqueteros experimentados. Athos, por ejemplo, se muestra dispuesto a aceptar el liderazgo de d’Artagnan porque valora el modo en que piensa.

La lealtad es un tema que atraviesa la obra y no solo atañe a d’Artagnan y a los mosqueteros. En un mundo lleno de intrigas y trampas, d’Artagnan sabe que puede contar con la ayuda incondicional de sus amigos, pero también vemos que otros personajes secundarios son admirables en cuanto son leales. Madame Bonacieux, de quien d’Artagnan se enamora, es implacable cuando se trata de proteger a la reina y es capaz de arriesgar su propia vida en función de cuidar a su señora.

En estos capítulos la trama se centra en el proceso por el cual d’Artagnan va progresivamente desentrañando algunos de los misterios y las tramoyas que se le han presentado. La elipsis sigue siendo uno de los recursos más efectivos que utiliza el autor para atrapar a sus lectores. Asimismo, la figura de un narrador típicamente decimonónico que lo controla todo aparece cada vez que este se dirige a su público: “nuestros lectores pueden estar seguros: si d’Artagnan se olvida de su casero o parece olvidarlo, so pretexto de que no sabe adónde lo han conducido, nosotros no lo olvidamos, y sabemos dónde está… regresaremos a él más tarde” (p.124). De este modo, el narrador puede sostener al tiempo tramas paralelas que pronto van a confluir.

En cuanto al camino de formación en la que se encuentra el protagonista, su participación en una intriga que tiene a la reina, el cardenal y un duque inglés en el centro va a significar una abrupta entrada en las esferas más altas de poder. Para un joven ambicioso como d’Artagnan esta es una oportunidad única porque lo que él haga en estas circunstancias puede determinar su ascenso o descenso en la sociedad. El personaje ya no es el mismo que en el primer capítulo en cuanto a que parece comportarse con mayor prudencia, quizá porque comprende lo que está en juego. De todas maneras, sigue mostrando su vehemencia por momentos, por ejemplo, cuando cruza al duque de Buckingham por celos. Además, se apresura en declararle su amor a madame Bonacieux.

Los personajes femeninos en la obra son sumamente atractivos tanto físicamente como en el modo en que se comportan. Madame Bonacieux es admirable en su coraje, firmeza y habilidad. Ana, la reina, es una mujer bella y sensible. Dumas se asegura de justificar de algún modo las infidelidades de estas mujeres al remarcar el abandono del rey para con la reina, y la diferencia de edad y los contrastes entre madame y maese Bonacieux.

Maese Bonacieux ofrece un contrapunto con relación al personaje de su mujer. Mientras ella es bella, valiente, leal e inteligente, su marido es viejo, poco agraciado, cobarde y débil. Eso ayuda a que el lector apruebe y prefiera una relación entre d’Artagnan y madame Bonacieux a la que tiene con su marido. En una sociedad en la que todos intentan medrar y posicionarse lo mejor posible, el matrimonio es un contrato de conveniencia y no se espera que allí haya amor romántico ni pasión. Esas experiencias se encuentran, en su mayoría, en las relaciones extramaritales. D’Artagnan mismo piensa en las implicancias prácticas de involucrarse con una mujer casada y rica, cuando empieza a reflexionar sobre su enamoramiento. Sin duda, el joven gascón está aprendiendo las normas de la sociedad parisina y las asimila con rapidez.