La Noche

La Noche Resumen y Análisis del Capítulo 7

Resumen

Dentro del tren, los cuerpos, tanto los de los muertos como los de los vivos, se enredan entre sí. Eliézer se siente indiferente a todo, inclusive a la muerte. Su padre está cerca de él, pero no le responde y parece muerto. Cuando el tren se detiene, los oficiales de la SS ordenan que los cadáveres sean arrojados del vagón. Dos hombres comienzan a sacar al padre de Eliézer del tren, pero Eliézer lo revive abofeteándolo brutalmente y gritándole en la cara con desesperación. Veinte cuerpos son arrojados fuera del vagón. Los prisioneros viajan por diez días, comiendo solo nieve. El día es como la noche.
Una vez, unos trabajadores alemanes comienzan a tirar pan en el vagón y se quedan mirando cómo los prisioneros se matan entre sí por esas sobras. Desesperados por comer, los prisioneros se comportan como bestias salvajes. Eliézer decide no luchar por la comida y se da cuenta de que un hombre mata a su propio padre por un pedazo de pan. Luego, el hijo es también asesinado por el mismo trozo de pan, y ambos terminan muertos, yaciendo uno al lado del otro. Eliézer recuerda en este punto de la narrativa que tiene quince años.

La tercera noche del viaje, Eliézer es despertado por un hombre intentando estrangularlo sin razón aparente. Llama a su padre y finalmente lo salva un hombre llamado Meir Katz, quien en Buna era jardinero y, por lo tanto, estaba mejor alimentado y era más fuerte que los demás. Sin embargo, unos días después, Meir Katz comienza a llorar y finalmente pierde su voluntad de vivir.
El último día de viaje, hay un viento amargo, y todos se levantan para tratar de mantenerse calientes. Todos los prisioneros comienzan a imitar el grito de muerte de uno de ellos, y Meir Katz se pregunta en voz alta por qué los guardias de la SS no los matan a todos de una vez. Finalmente, llegan al campo, y solo doce de las cien personas que entraron al vagón tienen la fuerza para bajar de él. Los otros, incluido Meir Katz, permanecen en el tren para morir. Están en Buchenwald.

Análisis

Durante su viaje en tren, Eliézer se vuelve indiferente a la vida o la muerte, pero no pierde por completo su voluntad de vivir: "La indiferencia embotaba el alma. ¿Aquí o en otra parte, qué importaba? ¿Reventar hoy, mañana o más adelante, qué importaba? La noche se hacía larga, larga como para no terminar jamás". Eliézer no quiere morir de inmediato porque para él la distinción entre la vida y la muerte se ha vuelto irrelevante. Está experimentando un infierno viviente y, como lo señala repetidas veces, los sobrevivientes no son mejores que los cadáveres. Todos se están muriendo, algunos más rápido que otros, y la oscuridad de la noche se ha apoderado del día. En este pasaje, Wiesel vuelve a expandir el significado simbólico del título La noche. "Noche" aquí se refiere a la muerte en vida de los campos de concentración, que Eliézer cree eterna.

Eliézer se sorprende continuamente de lo inhumanos y bestiales que pueden ser los prisioneros. Cada vez que piensa que él y los otros prisioneros han sufrido todo el dolor que pueden soportar, y que se han comportado entre ellos con la peor crueldad posible, los nazis los llevan a comportarse más brutalmente aún. El episodio en el que los trabajadores alemanes arrojan pan en el tren demuestra que los prisioneros están obsesionados con conseguir comida, a expensas, incluso, de sus relaciones más cercanas. Se han convertido en animales depredadores: "Bestias de presa frenéticas, con un odio animal en los ojos; una vitalidad extraordinaria se apoderó de ellos volviendo más punzantes sus dientes y sus uñas". No habiendo sido alimentados durante diez días, los prisioneros están dispuestos a matarse los unos a los otros por un pedazo de pan. Un joven llega a matar a su padre. En este mundo no hay moralidad, pero tampoco hay necesidad de que los prisioneros vivan de acuerdo con ningún estándar de moralidad. Como ya no viven en un mundo con responsabilidades sociales y respeto mutuo, tiene mucho sentido que se comporten como animales, sin tener en cuenta los lazos familiares. Los nazis han creado este entorno y los prisioneros no tienen más remedio que ignorar las reglas normales de la sociedad humana. Al final de esta breve sección, todos los prisioneros comienzan a imitar el grito de muerte de uno de ellos. El inicial "grito de una bestia herida" se propaga por todo el tren e indica qué tan listos están los prisioneros para morir. Como escribe Wiesel, "todos los límites habían sido superados. Nadie tenía ya fuerzas. Y la noche iba a ser larga todavía". La vida ya no es algo por lo que Eliézer y los otros prisioneros quieren luchar. En cambio, se ha convertido en una existencia dolorosa y pesada de la que quieren simplemente liberarse. A nadie le queda fuerza para vivir, lo que, sin embargo, no se traduce en ningún deseo activo de morir. En cambio, desean pasivamente que los nazis los saquen de su miseria. No obstante, los nazis probablemente se dan cuenta de que es mucho más tortuoso mantener a los prisioneros con vida que matarlos inmediatamente.