La Noche

La Noche Resumen y Análisis del Capítulo 1

Resumen:

La Noche comienza con una breve descripción de un hombre pobre llamado Moshé-Shames, que vive en la misma ciudad que el narrador: Sighet, Transilvania. Actualmente esta zona es parte de Rumania, pero al inicio de la novela la ciudad está bajo control de Hungría. Moshé es muy querido allí. Trabaja en la sinagoga jasídica y es un individuo muy piadoso y humilde. En 1941, cuando tiene doce años, Eliézer Wiesel quiere estudiar la cábala (una forma de misticismo judío) pero su padre le dice que es demasiado joven. En este pasaje aprendemos que el padre de Eliézer es muy apreciado en la comunidad judía, y que presta más atención a asuntos externos que a cuestiones familiares. También descubrimos que Eliézer tiene dos hermanas mayores, Hilda y Béa, y una menor, tzipora. A pesar de la falta de apoyo de su padre, Eliézer decide estudiar la cábala de todos modos, y elige a Moshé como su maestro. Este le enseña a no buscar respuestas de Dios, sino a tratar de hacer las preguntas correctas. Un día, Moshé y otros judíos no húngaros son deportados por la policía húngara, pero el incidente es olvidado por los otros judíos y desestimado como una práctica normal de guerra.

Varios meses después, Moshé regresa tras haber escapado de un campo de concentración en Polonia. Trata de advertirle a la gente sobre las atrocidades que vio, pero nadie le cree. Todo el mundo piensa que está intentando ganarse su simpatía o que simplemente se ha vuelto loco. Le dice a Eliézer que sobrevivió milagrosamente a los campos de concentración para salvar a los judíos en Sighet, pero la vida continúa con normalidad entre 1942 y 1943. Eliézer se dedica a sus estudios religiosos, su padre se dedica a la comunidad judía y su madre trata de encontrar un marido para Hilda.

En la primavera de 1944, la gente cree que los alemanes serán derrotados pronto por los rusos, y nadie se imagina que los nazis podrían querer exterminar a toda una raza de personas. Los judíos no consideran que algo malo podría pasarles realmente, y aunque Eliézer le sugiere a su padre emigrar Palestina, este no quiere comenzar una nueva vida en otro lugar. Incluso tras enterarse de que los fascistas han llegado al poder en Hungría, nadie se preocupa hasta que los alemanes invaden de hecho Hungría y llegan finalmente a Sighet. Incluso entonces, los alemanes parecen agradables y amistosos, al menos hasta la Pascua, cuando la persecución a los judíos comienza con toda su fuerza. A los judíos no se les permite salir de sus hogares, se ven obligados a renunciar a sus objetos de valor y deben llevar la estrella amarilla. A continuación, se establecen dos guetos y todos los judíos son reubicados allí. Una vez más, sin embargo, la vida vuelve a ser "normal", con los judios armando organizaciones y socializando alegremente.

Un día, el padre de Eliézer es convocado repentinamente a una reunión del Consejo judío. Familiares y vecinos esperan hasta pasada la medianoche para recibir cualquier noticia que el padre de Eliézer tenga para darles. Cuando regresa de la reunión, este les dice que todos los judíos serán deportados a un destino desconocido y que solo se les permitirá un bolso por persona. Eliézer y los vecinos se dispersan para empacar y despertar a todos los demás. Alguien llama a la puerta desde el lado de afuera del guetto, pero desaparece antes de que abran la puerta. Tiempo después, Eliézer descubre que era un amigo de la familia, que estaba en la policía húngara, intentando advertirles que escaparan.

Eliézer va a despertar a algunos de los amigos de su padre, y luego todos cocinan y empacan mientras se preparan para ser deportados. Cuando llega la policía húngara, temprano a la mañana, y comienza a forzar a la gente a salir a la calle, hace mucho calor y la gente pide agua. Eliézer y sus hermanas ayudan a la policía judía a llevar agua a niños sedientos en secreto. Cuando es hora de irse, la gente que permanecía en la calle se alegra porque en ese momento no puede imaginar nada más horrible que estar allí afuera bajo el sol ardiente. Está previsto que Eliézer sea deportado con el último grupo, y observa a las personas del primer grupo marchando. Al día siguiente, su familia es trasladada del gueto grande al pequeño. Eliézer no siente nada mientras mira la casa en la que creció, pero su padre comienza a llorar. En este punto, Eliézer comienza a odiar a sus opresores, y define su odio como lo único que, aún hoy, lo conecta con ellos.En el gueto pequeño, que no es vigilado, la gente trata de mantenerse optimista. La familia de Eliézer se muda a la casa que antes ocupaba la familia de su tío, y todo está en desorden, como si las personas hubieran sido expulsadas repentina e inesperadamente. Una vieja sirviente no judía llamada Martha va a verlos y trata de convencer a la familia de que se escape y se esconda en su pueblo. El padre de Eliézer se niega a ir pero le dice a Eliézer que él puede ir si quiere. Eliézer se niega a dejar a su familia, y todos permanecen en el gueto.

Es de noche y todos se van a dormir porque no hay nada que hacer salvo esperar. Al amanecer, cuando se despiertan, otra vez se muestran estúpidamente optimistas y comparan la deportación con unas vacaciones. Eliézer dice que el falso optimismo ayudaba a pasar el tiempo y señala que la incertidumbre sobre su futuro eliminó las distinciones sociales entre las personas. El viernes, la noche antes de la programada deportación, la familia cena toda junta por última vez. Al día siguiente, los judíos están listos para partir. Habían acordado organizar su propia deportación voluntariamente, y todos se apiñan en la sinagoga durante un día entero. Nadie puede irse, y la gente aquí y allá se va sintiendo aliviada de nuevo. A la mañana siguiente, todos son llevados en vagones para ganado, que son cerrados herméticamente. La Gestapo pone a una persona a cargo de cada vagón y amenaza con dispararle si alguien se escapa. Suena un silbato y el tren empieza a moverse.

Análisis:

En este capítulo aprendemos lo importante que es la religión para el joven Eliézer. Aunque su padre piensa que él es demasiado joven para sumergirse en el misticismo religioso, Eliézer es muy devoto y concentra toda su energía en el estudio religioso. Siendo un niño, la religión es tan natural para él como vivir y respirar, y deberíamos prestar atención a cómo cambia su actitud hacia la religión y hacia Dios a medida que avanza La noche. En las primeras páginas del capítulo, Moshé le dice a Eliézer que uno debe intentar hacerle a Dios las preguntas correctas, y no encontrar las respuestas correctas. Simplemente no se puede entender las respuestas que Dios da: "Las verdaderas respuestas, Eliézer, solo las encontrarás en ti mismo". Este consejo termina siendo uno de los temas principales del libro. Mientras que en los campos de concentración Eliézer no puede entender por qué Dios está permitiendo que exista tanta muerte y destrucción a su alrededor. Sin embargo, aunque está enojado y cuestiona las acciones de Dios, nunca pierde su fe. A pesar de no encontrar ninguna respuesta, continúa preguntándole a Dios, y, al hacerlo, su fe en realidad se fortalece. La evolución de la relación de Eliézer con Dios es un motor importante para el desarrollo del personaje en la novela.

Otro tema importante en La noche es el inadvertido papel que los judíos desempeñaron en su propia destrucción. En la primera sección del libro, Eliézer está obsesionado con la complacencia y el tonto optimismo de los judíos de Sighet. A pesar de las advertencias de Moshé, de las noticias de la invasión alemana de Hungría y luego de la inminente deportación, el pueblo judío se niega a creer que les sucederá algo malo. Intentan mantener su vida normal tanto como pueden, e incluso proyectan una luz positiva sobre su situación. Cuando los judíos se ven obligados a mudarse a los guetos, por ejemplo, la gente se muestra aliviada por ya no tener que lidiar con los prejuicios: "Ya no íbamos a tener ante nuestros ojos miradas hostiles, miradas cargadas de odio. No más temor, no más angustias. Vivíamos entre judíos, entre hermanos…". Por supuesto, ser segregados no constituye una mejora para los judíos, y tales pasajes serían irónicos si no fueran tan trágicos. Eliézer revela cuán ingenuos y confiados fueron los judíos, y obviamente se atormenta a sí mismo pensando cómo su propia familia podría haber escapado de los horrores de los campos de concentración yéndose simplemente de la ciudad un poco antes.

Aunque la inocencia de los ciudadanos judíos es terriblemente ingenua en retrospectiva, Eliézer no critica ni a su familia ni a sus vecinos por ser tan reacios a abandonar Sighet. Aunque su narrativa está llena de arrepentimiento y un poco de culpa, tiene el recaudo de señalar que el optimismo de los judíos era simplemente una estrategia de supervivencia: "Esas conversaciones optimistas, a las que nadie daba crédito, hacían pasar el tiempo". Los judíos tienen que mantener la esperanza si quieren sobrevivir. Renunciar a la desesperación y perder la fe en Dios significa morir. Eliézer aprenderá bien esta lección a medida que pase el tiempo en los campos de concentración.

Si bien esta primera sección de la novela se centra en cómo los judíos participaron pasivamente en sus propia deportación a los campos de concentración, las secciones posteriores describirán cómo aportaron activamente a la destrucción de unos a otros siendo ya prisioneros de los nazis. Forzados, bajo condiciones desesperantes, a intentar sobrevivir, se enfrentarán unos a otros con violencia y crueldad. Además, aprenderán a soportar situaciones que nunca habían imaginado posible, como ver a sus amigos y familiares ser golpeados por autoridades. A lo largo de la novela, Wiesel explora dos variaciones al mismo tiempo: cómo reacciona la gente frente a terribles circunstancias. Antes de la deportación y en los campos de concentración, los judíos son sometidos a situaciones extremas y se comportan de una manera de la que generalmente no lo harían en circunstancias normales. Por esta razón, la novela puede leerse como una especie de estudio psicológico del comportamiento humano. Sin embargo, La noche está lejos de ser un análisis fríamente objetivo y distante de la psicología humana. Es, en cambio, una autobiografía íntima y dolorosa, y las dos emociones que resuenan con más fuerza en ella son la ira de Eliézer hacia los nazis por violar su humanidad y la de su gente, y la culpa por haber sido capaz de comportarse de manera tan inhumana como consecuencia.

La noche es una novela llena de simbolismo, y en este capítulo Eliézer usa repetidas veces la palabra "noche". La noche se acerca, la noche ha caído, Eliézer y su familia están despiertos por la noche. La noche funciona como una metáfora y como un símbolo. Es una metáfora del Holocausto, que sumergirá a la familia de Eliézer y a miles de otras familias judías en la oscuridad y en la miseria de los campos de concentración. Eliézer será empujado a un mundo sin luz ni esperanza, y todo a su alrededor parecerá tan negro como la noche. Por ejemplo, este pasaje aparece justo antes de que la familia de Eliézer sea deportada: "Noche. Nadie deseaba que la noche pasara rápidamente. Las estrellas no eran sino chispas del gran fuego que nos devoraba. Si ese fuego se apagara un día, no habría ya nada en el cielo, solo estrellas extinguidas, ojos muertos". A medida que se acerca el momento en el que la familia de Eliézer será deportada, la noche representa la desesperación y el temor cada vez mayores que él está sufriendo. La noche también simboliza el mal y la capacidad de destrucción de los nazis. El mundo que describe Eliézer se vuelve cada vez más oscuro, con un mayor énfasis en la noche en lugar del día, a medida que los nazis se acercan a Sighet. El mundo de Eliézer se ve sumido en la oscuridad porque los nazis se llevan toda la alegría, la luz y la esperanza, reemplazándola con la oscuridad de la muerte y el mal.

En la primera sección del libro, hay una descripción casi obsesiva la noche y el día. Wiesel recuenta cada amanecer, cada anochecer y cada noche desde el momento en el que los alemanes invaden Sighet hasta aquel en que se lo llevan en tren. Este foco en el ciclo del sueño enfatiza las horas que los judíos pasaron esperando su incierto destino, y recrea con éxito la sensación de que los días se prolongan infinita pero inexorablemente. Eliézer no puede detener el tiempo y, fragmentándolo en intervalos en su novela, aumenta la sensación de inminente destrucción. E irónicamente, aunque los días parecen largos y monótonos, todo sucede en un lapso de tiempo muy corto y sus vidas cambian casi instantáneamente.