La muerte en Venecia

La muerte en Venecia Símbolos, Alegoría y Motivos

Los personajes extraños (Motivo)

Thomas Mann era un gran admirador y estudioso de la música de Wagner, un reconocido músico del romanticismo alemán de quien retoma el recurso del leitmotiv para su propia escritura. El leitmotiv consiste en la repetición de un motivo, recurso o tema, a lo largo de una misma obra, con el objetivo de generar cohesión, enfatizar o intensificar un sentido. En La muerte en Venecia, los extraños personajes de dientes prominentes operan como un leitmotiv a lo largo de toda la historia y se asocian fundamentalmente con el tema de la muerte. Sus caras pálidas y características dentaduras insinúan incluso, en sus portadores, un aspecto cadavérico que permite vincularlos a la tradicional figura de la Parca.

El motivo recurrente de los extraños personajes se presenta primero en el cementerio de Múnich, cuando Aschenbach siente una repentina necesidad de irse de viaje -un viaje que acabará con su muerte- luego de observar a un forastero que enseña los dientes con ferocidad. Luego se repite con el “falso joven” (36) que exhibe su dentadura postiza y mueve la lengua con lujuria en el barco, rumbo a Venecia. A continuación, vuelve a aparecer en el aterrador gondolero de Venecia, cuyo bote le recuerda a von Aschenbach a un ataúd. Más tarde, este motivo aparece en el mismo Tadzio, cuya dentadura irregular le hace pensar al escritor que el niño no llegará a viejo. Finalmente, este leitmotiv vuelve a aparecer en el cantante callejero que realiza su espectáculo en el hotel del Lido. Este personaje, además, despide el mismo aroma medicinal que caracteriza las infectas calles de Venecia.

El efecto del clima (Motivo)

Las referencias a las condiciones climáticas del entorno y sus efectos en la psicología de von Aschenbach constituyen un motivo recurrente a lo largo de toda la novela. Nuestro protagonista, en tanto artista sensible, es especialmente susceptible al contexto, y su estado de ánimo está estrechamente ligado al clima. Por este motivo, por ejemplo, abandona su primer destino de vacaciones en el Adriático cuando se aburre del clima lluvioso. Luego se deprime y tiene extraños sueños en su viaje en barco hacia Venecia, debido a que el cielo nublado no le deja ver el sol. Algo similar le sucede los primeros días de su estadía en el hotel del Lido, al punto en que decide dejar la ciudad, ya que siente que el clima veneciano está afectando su salud. Constantemente se mencionan los efectos nocivos del siroco, un viento cálido y seco que sopla en Venecia, sobre el estado de ánimo general de Aschenbach. También, por último, se establecen correspondencias entre la alegría de sus amaneceres frente al mar y el amor que siente por el joven Tadzio.

El sueño dionisíaco (Alegoría)

En el Capítulo 5, von Aschenbach tiene un inquietante sueño en el que los acontecimientos tienen “por escenario su propia alma” y dejan “tras de sí, asolado y deshecho, el edificio entero de su existencia y la cultura de su vida” (105). En este sueño, el escritor se ve involucrado en una fiesta frenética, dominado por “el son arrullador, inicuo y persistente de una flauta” (105). De ella participan mujeres desnudas, “hombres velludos, con taparrabos de piel de fiera y cuernos en la frente”, “imberbes efebos” (106) y animales salvajes.

En un comienzo, Aschenbach se resiste a participar de la fiesta: “Grande era su repugnancia, grande también su miedo, y sincera su voluntad de proteger, hasta el final, lo suyo contra lo de afuera” (106). Sin embargo, termina siendo dominado por la música, “poseído también por el dios extranjero” (107), y se involucra en lo que acaba siendo una orgía “promiscua e infinita” (107). Al levantarse, el escritor se siente “a merced del demonio” (107) y deja de temer que se descubra su interés por Tadzio.

Tal como analizamos en el tema “La polaridad nietzscheana”, este sueño presenta claramente una alegoría de la transformación subjetiva de Aschenbach: de ser un hombre alejado de los placeres y entregado a su obra, pasa a ser un hombre lujurioso y obsesionado con el placer. En el sueño, el dios extranjero que toca la flauta simboliza al propio dios griego Dionisio. La orgía refiere a las bacanales, ceremonias orgiásticas que se celebraban en Grecia para el dios. Las mujeres desnudas representan a las bacantes, sus adoradoras. Los hombres con cuernos representan a los sátiros, figuras mitológicas asociadas a Dionisio. Finalmente, el hecho de que la fiesta tenga como escenario el alma de Aschenbach, simboliza el cambio en su espíritu y la entrega a la búsqueda del placer que ya no intentará ocultar a partir de entonces.

El viaje (Alegoría)

Tal como analizamos en los temas “El viaje y el exotismo” y “La muerte”, el tópico del viaje en La muerte en Venecia se nos presenta como una alegoría de la muerte: el viaje final. Esta alegoría es verificable en varios aspectos o momentos de la novela.

En un principio, el propio nombre de Aschenbach significa en alemán ‘arroyo de ceniza’. Este significado alude a lo que queda tras la muerte en el imaginario judeocristiano, pero también puede vincularse al río Aqueronte, a través del cual se transportaban las almas de los muertos en la mitología griega.

El viaje como alegoría de la muerte se presenta también en las evocaciones a la India ofrecidas en la novela, evocaciones acompañadas por la imagen del tigre, símbolo del cólera que acecha a Aschenbach en su estadía en Venecia.

A su vez, los extraños personajes que se cruza el escritor a lo largo de su travesía y que hemos analizado en el tema “La cultura clásica” aparecen como manifestaciones de la muerte: primero, el extraño turista que induce al escritor a tomarse unas vacaciones; luego, el “falso joven” que muestra su dentadura postiza en el barco, rumbo a Venecia; finalmente, el siniestro gondolero que le recuerda a nuestro protagonista la figura mitológica de Caronte, el barquero del inframundo.

Por último, el viaje como alegoría de la muerte se verifica en el final de la novela, cuando Aschenbach observa a Tadzio antes de perder el conocimiento: “Tuvo, no obstante, la impresión de que el pálido y adorable psicagogo le sonreía a lo lejos, de que le hacía señas; como si, separando su mano de la cadera, le señalase un camino y lo empezara a guiar, etéreo, hacia una inmensidad cargada de promesas. Y, como tantas otras veces, se dispuso a seguirlo” (115).

El tigre (Símbolo)

La imagen del tigre se presenta en dos oportunidades en la novela y en ambas viene a simbolizar la muerte que acecha a Aschenbach al final de su viaje. La mención al tigre aparece primero en el Capítulo 1, cuando el escritor comienza a imaginar los paisajes tropicales de la India luego de encontrarse al extraño extranjero en el cementerio de Múnich. Allí, luego de maravillarse con las imágenes que le trae su imaginación, fantasea con “las pupilas de un tigre acechante… y siente su corazón latir de miedo y de enigmáticos deseos” (19). En el Capítulo 5, esta imagen se reitera en boca del agente de viaje inglés, quien le confiesa al escritor la verdad sobre la enfermedad que se expande en Venecia y que había nacido en la India, “Alimentada por las mefíticas emanaciones de aquel mundo insular, de aquella exuberante e inservible selva virgen que el hombre evita y en cuya espesura de bambúes acecha el tigre” (101). En ambos casos, la muerte simbolizada en el tigre se presenta como una consecuencia inevitable ligada al viaje, sea este imaginario -la India- o concreto -Venecia-.