La muerte en Venecia

La muerte en Venecia Resumen y Análisis Capítulo 2

Resumen

Desde joven, von Aschenbach logra conquistar tanto al público lector como a la crítica, resultado de su talento prematuro y la gran dedicación que emplea en su obra. De su producción, fueron bien acogidas la epopeya biográfica sobre Federico de Prusia, la novela Maya y otra novela titulada Un miserable, en la que explora los límites de la moralidad a través de un protagonista que justifica su propia depravación alentando a su esposa a cometer adulterio. Además, su apasionado ensayo El espíritu y el arte produce que la crítica lleve a comparar sus reflexiones con las del mismo “Schiller sobre la poesía ingenua y sentimental” (23).

En parte, la grandeza de von Aschenbach encuentra su origen en su herencia familiar. Nacido en Silesia, Aschenbach es hijo de un funcionario alemán, de quien hereda su carácter austero, escrupuloso y disciplinado, y de una sensual y bohemia foránea, de quien hereda sus particulares rasgos faciales y sus “impulsos más oscuros y fogosos” (24). La fusión de estos dos orígenes da lugar a este “peculiar artista” (24) que es von Aschenbach.

Como siempre se interesó por el éxito, von Aschenbach se disciplina desde muy joven para convertirse en un gran artista. Creció en soledad y sin amigos porque los médicos lo consideraban demasiado débil como para ir a la escuela. Debido a ello, en parte, su palabra predilecta siempre fue “resistir” (25). Además, su objetivo desde niño fue vivir hasta una edad avanzada, ya que consideraba que un verdadero artista “es capaz de realizarse creativamente en todas las fases de la vida humana” (25).

Para que una obra de arte se vuelva relevante debe existir en ella cierta afinidad “entre el destino personal de su autor y el destino universal de su generación” (26), afinidad que consigue la simpatía del público. Von Aschenbach consigue esa grandeza en su arte porque sabe que “todo lo grande que existe, existe como un «a pesar de»” (26) el sacrificio, el tormento y la aflicción, entre otros padecimientos. Este «a pesar de» no se trata de una simple observación de la vida sino de su propia experiencia, “la fórmula misma de su vida y de su fama, de la clave para abordar su obra” (26).

De ahí que su producción ofrezca un nuevo tipo de héroe afín a su generación: un héroe que resulta “excesivamente pasivo en apariencia” (27), pero presenta tal resignación y autodominio de sí, que transforma su sufrimiento en un triunfo positivo. De este modo, Aschenbach escribe sobre el heroísmo de los débiles y los exhaustos que consiguen, sin embargo, mantenerse de pie: “Son los héroes de nuestro tiempo” (27). Los intereses morales de Aschenbach generan que, a medida que envejece, su prosa se vuelva más pedagógica, rígida y conservadora, por lo que comienza a ser citada “en los manuales de lectura escolar” (30).

Von Aschenbach se casó joven pero enviudó poco tiempo después, y solo tuvo una hija, que ya se encuentra casada. Él es un hombre un tanto bajo de estatura, de cabeza grande en comparación con su cuerpo, un poco calvo y canoso. Su fisonomía lo hace parecer un sujeto de una existencia “difícil y agitada” (31), pero no se debe tanto a sus experiencias reales como a los efectos del arte en su vida: “Pues también desde una perspectiva personal, el arte es vida potenciada. Procura un goce más intenso, pero consume más deprisa” (31).

Análisis

El Capítulo 2 interrumpe el estilo narrativo con el que comienza la novela para proporcionar un esbozo biográfico de von Aschenbach. En relación al carácter biográfico de este capítulo, el escritor Francisco Ayala señala que “Los críticos han reconocido en efecto que los rasgos profesionales, sociales y familiares del personaje ficticio reproducen con sólo leves cambios, y muy deliberadamente, los del hombre que los concibiera” (7). Es decir, las características predominantes de von Aschenbach presentan varios puntos en común con las del propio Thomas Mann.

Más aún, no solo su biografía y vinculación con el arte tienen en común Mann y Aschenbach: también la propia homosexualidad latente y las circunstancias atravesadas en Venecia parecen unir al autor con el personaje. Sobre esto, nos alumbra Ronchi al reponer el contexto de producción de La muerte en Venecia:

En el verano de 1911, Thomas Mann había llegado a Venecia con su mujer, Katia. Su propósito, además del descanso de vacaciones, era meditar sobre la composición de un relato basado en la Elegía de Marienbad, de Goethe: el amor que el poeta sintió en la ancianidad por Ulrika von Levetzow, de diecisiete años (...). Pero en Venecia le esperaba una curiosa experiencia que lo llevó imprevistamente a trasponer ese doloroso amor último del genio de Weimar en un relato de tonalidad autobiográfica(...); la presencia en el Hotel des Bains, junto con su madre y sus hermanas, de un adolescente polaco cuya gracia física y espiritual encadenó la atención de Thomas Mann. «Él tenía cierta debilidad por el muchacho -nos dice su mujer Katia-, un sentimiento desmedido que lo hacía observarlo en la playa (...)»” (1984: 459).

Ahora bien, más allá de las afinidades que podamos encontrar entre el autor y su protagonista, lo cierto es que el Capítulo 2 opera en función de caracterizar a von Aschenbach como un personaje inclinado hacia lo apolíneo. En el tema “La polaridad nietzscheana”, desarrollamos los conceptos de lo apolíneo y lo dionisíaco, retomados por Thomas Mann de las teorizaciones del filósofo Friedrich Nietzsche. Mientras que lo apolíneo remite a la razón, la búsqueda de la perfección y lo ideal, lo dionisíaco se opone y complementa con él al vincularse a la pasión, el desenfreno y a lo terrenal.

Nacido en Silesia, Aschenbach es hijo de un funcionario alemán, de quien hereda su carácter austero, escrupuloso y disciplinado, y de una sensual y bohemia foránea, quien le transmite sus particulares rasgos faciales y sus “impulsos más oscuros y fogosos” (24). La fusión de estos dos orígenes -uno apolíneo y otro dionisíaco- da lugar a este “peculiar artista” (24) que es von Aschenbach. Es decir, el elemento dionisíaco ya se encuentra en el personaje desde su infancia, pero permanece latente, reprimido por él con el objeto de alcanzar la maestría literaria. Esta predominancia de lo apolíneo sobre lo dionisíaco le permitirá a Mann establecer un contraste trágico con las transformaciones subjetivas que atravesará el escritor en los capítulos subsiguientes.

Además, este capítulo nos muestra el esfuerzo excesivo que debe realizar nuestro protagonista para sostener su prestigio: “Gustav Aschenbach era el poeta de todos los que trabajan al borde de la extenuación, curvados por una excesiva carga, exhaustos, pero aún erguidos: de todos esos moralistas del esfuerzo que, endebles de constitución y escasos de medios, logran, al menos por un tiempo, producir cierta impresión de grandeza a fuerza de administrarse sabiamente y someter su voluntad” (27).

Debido a ello, Aschenbach -cuya palabra predilecta siempre fue “resistir” (25)- consigue ganarse la admiración de la sociedad: “Todos se reconocían en su obra, se encontraban reafirmados y enaltecidos en ella; y se lo agradecían pregonando su nombre” (28). Más aún, tanto su obra como su vida comienzan a ser considerados moralmente ejemplares en la sociedad alemana, al punto que las “autoridades educativas incluyeron páginas escogidas de su obra en los manuales de lectura escolar” (30).

Ahora bien, pese a su recepción crítica y popular, los lectores nos iremos enterando, en los capítulos siguientes, de varios comportamientos e intenciones ocultas del escritor que no se corresponden con su recepción social. En parte, esta información nos llega gracias al procedimiento narrativo del monólogo interior, recurso que nos permite adentrarnos en la psicología del personaje, enterarnos de sus reflexiones y pensamientos. Hacia el final de la novela, de hecho, este contraste entre su imagen pública y su degeneramiento moral adquirirá un profundo tinte irónico.

Por último, cabe mencionar -en relación al tema de “La tensión entre arte y vida”- que esta consagración absoluta a su obra se produce en el artista en detrimento de su entrega a la vida y a los vínculos sociales. En La muerte en Venecia, la soledad y el aislamiento del escritor, sintetizada en la imagen del artista encerrado en su ‘torre de marfil’, se presenta como un sustituto de la vida en sociedad y deja huellas profundas en el aspecto exterior del protagonista: “Pues también desde una perspectiva personal, el arte es vida potenciada. Procura un goce más intenso, pero consume más deprisa” (31).