"La fiesta ajena" y otros cuentos

"La fiesta ajena" y otros cuentos Resumen y Análisis "Los juegos"

Resumen

A la protagonista le causan gracia las personas que le insisten en que juegue con muñecas. Ella disfruta las aventuras, perderse en el bosque, ese bosque imaginario que rodea la casa imaginaria en la que a veces juega a vivir. Pero entonces siempre aparece su madre reprochándole que no esté haciendo nada. En esos momentos, la protagonista toma la muñeca y le da una mamadera, y ahí la madre se muestra satisfecha:(“¿Viste cómo te podés entretener cuando querés?” (p.351), le dice.

Una tarde, la madre lleva a la protagonista a la casa de Silvia para que juegue con ella. Silvia juega a comportarse como adultos, como señoras; le gustaría crecer para ser una y hablar así de verdad. Silvia le dice a la protagonista que es tonta por no pintarse los labios y usar un vestido viejo, y que su padre es más rico que el de ella. La protagonista se larga a llorar. La madre la lleva a la casa y le dice que debe aprender a responder y defenderse, porque, sino, todos se reirán de ella. La protagonista llora más fuerte.

A la noche, sola en la cama, la protagonista se imagina diciéndole a Silvia todo lo que siente: que el labial no le gusta, le parece feo; que tiene vestidos hermosos, solo que no se los va a poner para ir a su casa; que lee libros más complejos que ella, que solo lee cuentos de hadas; que es una estúpida por creer que los varones no saben jugar, cuando juegan a cosas más divertidas que ellas. La protagonista cuenta que Silvia (en esta imaginación suya) le quiere tirar del pelo y entonces ella tiene que pegarle. Que Silvia llora y todas las señoras vienen a mirar. La madre le dice a la protagonista que no hay que pegarle a las nenas.

La protagonista cuenta que todo esto pasa “tan en serio” (p.352) que ella termina llorando, pero como si fuera Silvia y estuviera frustrada porque alguien tan tonto le hubiera hecho pasar vergüenza frente a todos.


Análisis

“Los juegos” es el primer cuento de Liliana Heker, quien lo publica a sus diecisiete años. Es un cuento narrado en primera persona por una niña. Son muchos los cuentos de Heker que tratan el tema de la niñez. Y en general, las emociones que aparecen asociadas a esta temática, en los cuentos de la autora, no son exactamente felices. La autora ha sostenido en entrevistas que no considera a la infancia como una edad de oro, como a veces se dice. En la niñez, la autora explora la angustia de los niños por carecer de elementos para entender todas las contradicciones que viven y que ven a su alrededor. Así, en los cuentos, con personajes infantiles, los conflictos se dan en crudo, con una intensidad sin atenuantes.

En “Los juegos”, el tema que claramente se entrecruza con el de la niñez es el de los roles de género. La protagonista no parecería cumplir con las expectativas de su madre o de otras niñas de su edad en relación con lo que socialmente se esperaría en una niña. Ella se divierte simulando grandes aventuras, habitando en su imaginación espacios maravillosos, peligrosos bosques mágicos. Sin embargo, para la esfera social en la que ella está inmersa, todo ese imaginario se asume masculino y, por ende, incorrecto en una niña. La madre de la protagonista solo se satisface cuando su hija juega a cuidar a una muñeca como si fuera un bebé, y Silvia, una niña de su edad, la molesta porque ella no usa vestidos ni se pinta los labios.

Lo interesante del modo en que el cuento plantea la temática de los roles de género es que los aborda desde el motivo del juego. Para algunos personajes de este cuento, en los juegos se dirime una delimitación en torno a los géneros: hay juegos que son para niñas y otros que son para niños. En este punto, es interesante, entonces, prestar atención a en qué consisten esos juegos asociados a lo femenino y aquellos asociados a lo masculino. Las aventuras, las grandes hazañas, el mundo exterior, parecería reservado a los varones, mientras que los juegos reservados para las niñas se limitarían a actividades asociadas a la maternidad o la coquetería. El cuento, así, realiza una fuerte crítica a una sociedad binaria, discriminatoria, que reproduce sus lógicas de diferencias de género en los juegos que enseñan a las personas desde su infancia. Mientras que a los varones se les ofrece un universo amplio y lleno de posibilidades, a las mujeres se les indicaría, desde niñas, que su ámbito es el doméstico, y que su abanico de experiencias en la vida se limitan más que nada a ser bonitas, primero, y madres, después.

Por supuesto que, como se indicó al principio de este análisis, una narradora infantil no cuenta con los elementos necesarios para comprender las fuerzas de poder y las injusticias de la sociedad en que vive. Y es quizás, justamente, por esta falencia que la protagonista no puede atravesar la situación si no es por vía de la angustia, una angustia producto de la impotencia de no comprender su situación.

Lo que aparece hacia el final del cuento es una situación imaginada por la protagonista, en la que tiene su revancha con esa niña que la hizo llorar. Esa situación bien puede entenderse, en el marco del cuento, como otro juego: un juego de roles, en que la protagonista interpreta el rol opuesto al que tuvo en la realidad. La ficción, la imaginación, en forma de juego, es entonces, al final del cuento, no solo un canal de opresión, sino también una vía para transformar aspectos indeseados de la realidad.

La última frase del cuento se compone con un símil que deja en evidencia los procesos mentales de un personaje infantil: "Lloraba como si yo fuera Silvia y me diese mucha rabia que una chica a la que creía tonta me hubiera hecho pasar tanta vergüenza delante de todo el mundo" (p. 352). La frase expresa la confusión que producen el orgullo, el rencor y la vergüenza en un personaje demasiado corto en edad como para entender lo que está atravesando. Es, por supuesto, la protagonista quien sufre por haber pasado vergüenza por culpa de una chica a la que considera tonta, pero precisa proyectar ese exacto sentimiento en la otra para apaciguar su dolor. El orgullo le hace reconvertir la situación para evitar reconocer lo que esa otra niña le hizo sentir.