"La fiesta ajena" y otros cuentos

"La fiesta ajena" y otros cuentos Ironía

Rosaura se siente una reina por realizar tareas que en realidad son de sirvienta ("La fiesta ajena") (Ironía situacional)

En “La fiesta ajena”, durante la fiesta, Rosaura siente que recibe un trato preferencial, ya que se le permite hacer cosas que a los demás no. Esto le hace recordar una historia en la que una reina decide sobre la vida de sus súbditos, y ella se identifica con esa reina al servir las porciones de torta a los invitados y decidir quién come más y quién menos. La situación resulta un tanto irónica porque eso que Rosaura percibe como trato preferencial es en realidad lo contrario: la señora Inés le asigna tareas que le asignaría a una sirvienta, y, de hecho, al final de la jornada intentará pagarle a la niña por su trabajo. La ironía consiste, entonces, en que Rosaura se siente una reina cuando en realidad, desde otra perspectiva, es una sirvienta.

Rosaura cree que la señora Inés le dará dos bolsitas de regalo por haber sido la mejor de la fiesta, pero, en cambio, recibe dinero por su trabajo en el cumpleaños (“La fiesta ajena”) (Ironía situacional)

Al irse de la fiesta, la señora Inés le pide a Rosaura que la espere en el hall. La niña cree que, como sucede con los demás invitados al cumpleaños, le darán una bolsita de regalo, o incluso, a ella, dos, por haber sido la mejor de la fiesta. Sin embargo, cuando Inés vuelve a acercarse a Rosaura, se produce un giro irónico: no solo no le da bolsita de regalo como a los demás niños, sino que le da dinero. Ese dinero implica que, mientras que Rosaura creía que era una invitada más al cumpleaños, la señora Inés, en realidad, la estaba tratando como a una sirvienta cuyos servicios contrató por el día.

Ema cree que el músico de la tapa de la revista en la que ella salió en contratapa remueve cielo y tierra buscándola, pero el hombre ni la reconoce cuando ella logra encontrarlo ("El visitante") (Ironía situacional)

En Ema pesan con fuerza los mandatos de su padre acerca de quién es, y quién no, un hombre digno con el cual formar una pareja. Cuando Ema ve que en la tapa de una revista donde ella sale en contratapa hay un músico culto y talentoso, siente que son el uno para el otro. Espera el llamado de este hombre, pero eso no sucede, así que va a buscarlo a un concierto, imaginando una gran escena de encuentro amoroso. Pero cuando ella llega, el músico ni siquiera la reconoce. La situación es irónica, en tanto el hombre al que ella suponía enamorado ni siquiera se había fijado en ella.

Ema cree que Willy Campana la llama para verla porque no la olvidó y pueden recomponer el romance que tuvieron treinta años atrás, pero él la llama porque es inmobiliario, sabe que el padre de Ema murió y está interesado en su casa (“El visitante”) (Ironía situacional)

Cuando Ema recibe el llamado de Willy Campana, se ilusiona pensando que pueden recomponer el romance que su padre frustró treinta años atrás. Ahora el padre de Ema está muerto y ella es libre de sus mandatos, además de que se siente sola y Willy aparece como una promesa de recomposición amorosa, de nueva vida. Por eso, Ema compra whisky y hasta almohadones para decorar la casa antes de que aquel llegue. Sin embargo, Willy solo pasa unos minutos. Es inmobiliario y debe seguir trabajando, y se enteró de la muerte del padre de Ema por los diarios. La ironía se presenta al final: cuando se está yendo, Willy no llega a formular el verdadero motivo de su visita, pero Ema lo entiende; él no estaba interesado en ella, sino en la casa de su padre recientemente fallecido.