La Cautiva

La Cautiva Resumen y Análisis de Parte novena: "María" y Epílogo

Resumen

María entierra a su esposo en el pajonal. Se despide de él y le pide a Dios que lo reciba para que pueda descansar en paz. Apenada y desdichada, comienza a caminar sin rumbo por la orilla del arroyo y sale del pajonal. El yo poético le pide a Dios que se compadezca de ella y la ayude. María camina día y noche sin descanso. Las plantas de sus pies están sangrando, pero sigue caminando.

Vaga por el desierto durante dos días y se cruza con un grupo de hombres armados. Al principio piensa que son enemigos, pero luego nota que son una partida de soldados, compañeros de Brián. Ellos quedan asombrados al ver a María, porque ya no es una mujer hermosa, sino que parece un fantasma. Igualmente, la reconocen. Los hombres se alegran al verla porque creían que seguía cautiva o que estaba muerta. María les pregunta a los soldados si saben qué pasó con su hijo. Los soldados se quedan callados durante un instante, hasta que uno de ellos le revela que los indios lo degollaron. María cae al piso instantáneamente al escuchar la noticia y muerte. Los soldados la lloran y le celebran un funeral.

Luego, el yo poético lamenta la muerte de María, exalta su belleza y su fortaleza al superar tantos obstáculos para salir del cautiverio. Menciona que todas sus ilusiones se han desvanecido: la única que la mantenía con vida era volver a ver a su hijo. Por lo tanto, al morir su marido, y al enterarse del cruel asesinato de su hijo, su vida ya no tiene sentido y se va con ellos. Su rostro permanece bello y angelical, como por arte de magia, para que su cuerpo no muestre signos de la tristeza y la angustia que sufrió en vida.

En el epílogo, el yo poético exalta los valores y las cualidades de María durante la huida del desierto. Expresa que el amor fue su razón de vivir, y también lo que causó su muerte. Menciona que ella está enterrada en la llanura, y que hay una cruz sobre su tumba. La cruz está ubicada bajo la sombra de un ombú en el que anidan águilas y varias aves del desierto. No se sabe quién plantó el árbol, pero cada vez que los cautivos pasan por el lugar le dedican una oración a María, cuya historia se hizo célebre. En cambio, cuando los indios pasan por allí, huyen a la carrera aterrados, porque temen al fantasma de Brián que, según ellos, ronda por la zona. Los habitantes del lugar cuentan que en las noches oscuras se pueden ver dos luces que se mueven por el desierto y que desaparecen al salir el sol.

Análisis

La muerte de María, como producto de la muerte de su marido y de su hijo, cierra la trágica historia de amor. Asimismo, refuerza el tópico del amor desmedido típico del Romanticismo, al establecer que la heroína no vive ni sobrevive por ella misma, y que desaparece su razón de ser cuando las personas que ama han desaparecido.

En esta sección no predomina tanto la narración ni la introspección en uno de los personajes, como en el canto anterior, sino que el yo poético toma la palabra para despedir a María. Exalta sus cualidades y le pide a Dios que la reciba y que le permita tener la calma y la felicidad que no pudo tener en vida.

Sin duda, la muerte de María y de Brián simboliza el triunfo de las fuerzas de la naturaleza sobre la civilización. Sin embargo, el epílogo formula una síntesis entre las dos fuerzas contrapuestas, porque de alguna manera ellos se convierten en parte de la naturaleza: el cuerpo de Brián en el pajonal y el de María bajo el ombú. Del mismo modo funciona la mención a la creencia popular de la luz mala, que son los espíritus de María y Brián que siguen errando juntos por el desierto después de la muerte. Por otro lado, la cruz y el ombú, dos elementos extraños al desierto, no autóctonos, representan el intento de incursión de la civilización urbana sobre el paisaje. Si bien los personajes tienen un final trágico, dejan detrás de ellos dos elementos simbólicos de la cultura: la cruz, que representa la religión, y el ombú, que representa una intervención del hombre sobre la naturaleza.