Fuenteovejuna

Fuenteovejuna Resumen y Análisis Acto III (primera parte)

Resumen

El acto inicia con una reunión en el Consejo del pueblo. Los hombres discuten sobre la situación conflictiva que atraviesa la aldea. Juan Rojo sugiere pedir ayuda a los Reyes Católicos. Un regidor propone matar a los tiranos. Barrildo teme levantar las armas contra un noble, pero Esteban dice que es al rey a quien deben respeto y no a los “bárbaros hombres inhumanos”. Luego entra al consejo Laurencia, que ha logrado escapar del cautiverio. Está despeinada. Pide permiso para hablar en el consejo de los hombres. Su aspecto está tan cambiado que hasta su padre duda de quién es. Ella le reclama que no haya actuado para defenderla. Habla a los hombres sobre los delitos cometidos por el Comendador y los acusa a todos de impasibles y cobardes. Pide que le den las armas y dice que las mujeres van a vengar su propio honor. Además, agrega que el Comendador quiere matar a Frondoso sin juicio previo. Esteban se dispone a actuar y todos los hombres deciden matar a los tiranos. Luego, las mujeres del pueblo también se disponen a ir a matar al Comendador.

El Comendador quiere colgar a Frondoso cuando el pueblo llega y rompe las puertas del lugar. El pueblo grita vivas a los reyes Fernando e Isabel y proclaman la muerte de los traidores. El Comendador pregunta cuáles son los agravios que cometió y dice que pagará por ellos, pero el pueblo no lo escucha. Él les dice que es su señor, a lo que los aldeanos responden que sus señores son los Reyes Católicos. Vuelven a proclamar su muerte.

Salen de escena los hombres y se presentan las mujeres armadas. Las mujeres se preparan para recibir con sus lanzas el cuerpo del Comendador cuando sea arrojado por la ventana. Adentro, el Comendador pide piedad. Mengo persigue a Flores por ser él quien lo ha azotado. Laurencia alienta a las mujeres a matar a los traidores.

Análisis

El tercer y último acto se abre en la sala del consejo de Fuenteovejuna. Como se ve, es un pueblo que no toma decisiones impulsivas, sino que somete sus decisiones al debate conjunto. En este consejo, sin embargo, sólo participan los hombres; las mujeres estaban excluidas de los asuntos del gobierno, como era propio de la época.

Esteban es un alcalde moderado que somete sus juicios a la opinión de los demás ciudadanos. En esta ocasión, se dirige a ellos para debatir sobre los abusos de la autoridad del Comendador, diciendo:

labradores honrados, os pregunta

qué obsequias debe hacer toda esta gente

a su patria sin honra, ya perdida.

Y si se llaman honras justamente,

¿cómo se harán, si no hay entre nosotros

hombre a quien este bárbaro no afrente?

Respondedme: ¿hay alguno de vosotros

que no esté lastimado en honra y vida?

(vv 1665-1672).

Las “obsequias" son honras fúnebres. A ellas se refiere, pues la honra del pueblo está “muerta” a causa de los agravios del Comendador. Los labradores se sentían esencialmente ‘honrados’, pero los excesos del Comendador han ido atentando contra ese atributo, cuya pérdida equivale a la muerte.

Por otro lado, Esteban vuelve a referirse al Comendador como “bárbaro”. Este ya no tiene la dignidad de un noble y por eso no le deben respeto. Su bajeza hace que incluso se lo llame “inhumano”, es decir, su condición está por debajo de lo humano en la escala de la valoración social. También Laurencia se ha referido a él de este modo en el Acto II (v 1178). En cambio, Esteban reserva el lugar de autoridad al rey, cuyo poder está solo por debajo de Dios: “El Rey solo es señor después del cielo / y no bárbaros hombres inhumanos." (vv 1702-1703).

Frente a los acontecimientos que socavan la honra del pueblo, Juan Rojo propone apelar a la justicia a los Reyes Católicos: "vayan dos regidores a la villa / y, echándose a sus pies, pidan remedio" (vv 1680-1681). Luego, Esteban apela a la justicia divina: "Si Dios ayuda nuestro justo celo, / ¿qué nos ha de costar?” (vv 1704-1705). De manera que, si Dios aprueba su acto, nadie será condenado, como efectivamente sucede.

La rebeldía del pueblo se presenta como un acto que busca restablecer el orden señorial, el orden normal que el Comendador ha infringido por ser un tirano frente a sus súbditos. En este sentido, Barrildo dice “y mueran estos inormes” (v 1805). La palabra “inorme” significa “vil”, pero etimológicamente también es “sin norma”. De manera que, al matar al Comendador, se restituye el orden normal que él corrompió.

Al Comendador también se lo condena por traidor. Esto es, por revelarse a la autoridad de los reyes, en el intento de tomar Ciudad Real. Por eso en el texto se insiste en calificarlo de “traidor” y de “tirano”. Estos adjetivos aparecen de forma obsesiva en el Acto III, como se ve en los siguientes versos: “morir o dar muerte a los tiranos” (v 1699); “dejas que me roben / tiranos sin que me vengues / traidores sin que me cobres” (vv 1727-1729); “solas mujeres cobren / honra de estos tiranos, / la sangre de estos traidores” (vv 1777-1779); “Mengo: ¡Mueran tiranos traidores! / Todos: ¡Tiranos traidores, mueran!” (vv 1815-1816); “mueran/los traidores” (vv 1867-1868); “¡Los tiranos mueran!” (v 1880); “¡Mueran malos cristianos y traidores!” (v 1885); ¡Muere, traidor Comendador! (v 1896). Esta insistencia hará que su posterior muerte quede claramente justificada a los ojos del público de la época.

Por otra parte, la entrada de Laurencia “desmelenda”, según la acotación, es para el público de la época señal de que intentaron violarla o que, de hecho, lo hicieron. La participación de Laurencia en la asamblea resulta llamativa para el público de la época, puesto que por su condición de mujer estaba excluida de esta. Es sorprendente la valentía, la fuerza y la elocuencia de este personaje femenino que incita a los hombres a participar, junto a las mujeres y en defensa de la honra del pueblo, del asesinato del Comendador.

Laurencia reclama justicia y acusa a los hombres reunidos en el consejo de haberse comportado como cobardes: “la oveja al lobo dejáis / como cobardes pastores.” (vv 1744-1745). La imagen de la oveja perseguida por el lobo tiene una larga tradición, desde el Antiguo Testamento y las fábulas de Esopo, hasta el Siglo de Oro. En este caso parecen remitir más precisamente a palabras de Jesucristo, extraídas del Evangelio de Juan (Ver “Ovejas” en la sección “Imágenes” de esta guía). Luego, se refiere nuevamente a las ovejas para hacer un juego de palabras con “Fuenteovejuna”: “ovejas sois: bien lo dice / de Fuenteovejuna el nombre! (vv 1760- 1761). En esta ocasión, la alusión metafórica a las ovejas sirve para comparar a los hombres de la aldea con este animal cobarde que se deja dominar fácilmente. Fuenteovejuna es la “fuente”, el lugar de donde estas “ovejas” provienen.

En este elocuente parlamento, Laurencia también compara a los hombres con piedras por su incapacidad de actuar: “pues sois piedras, pues sois bronces, / pues sois jaspes” (…) (vv 1763-1764). Por otro lado, también los compara con mujeres y con hombres afeminados, por no haber actuado en su defensa: “hilanderas, maricones, / amujerados, cobardes” (vv 1782-1783). Este discurso, que resulta machista y homofóbico leído en la actualidad, era un lugar común en la época. La pérdida de virilidad de los hombres, y la inversión de esta cualidad, puesta ahora en las mujeres, también era un señal de que el orden normal estaba roto para los lectores de su tiempo.

Laurencia alude finalmente a las Amazonas, un pueblo mitológico formado solo por mujeres guerreras: “y yo me huelgo, medio hombres, / porque quede sin mujeres / esta villa honrada y torne / aquel siglo de amazonas” (vv 1791-1794). En este contexto puede entenderse que las mujeres del pueblo se convertirán metafóricamente en amazonas porque son ellas, según Laurencia, quienes van a levantar las armas contra el poder del tirano. Además, insiste en poner en entredicho la masculinidad de los varones, dado que esta estaba asociada a la valentía. En el imaginario de la época, esta cualidad correspondía a los hombres, como puede verse en su parlamento.

Algunos críticos han señalado el paralelismo que introduce Lope de Vega entre el discurso de Fernán Gómez incitando a su Maestre Rodrigo Téllez al ataque de Ciudad Real y el discurso en el que Laurencia incita al pueblo de Fuenteovejuna. Se trata en ambos casos de romances con el mismo número de versos y con igual fuerza persuasiva. Además, el Comendador pide una guerra sangrienta, de la misma manera que Laurencia anima al pueblo a sacar “la sangre destos traidores” (v 1779).

El pasaje del desorden al orden en esta obra tiene lugar a continuación del parlamento de Laurencia. Lo señalan las palabras de Juan Rojo y Mengo:

Juan Rojo:

¿Qué orden pensáis tener?

Mengo:

Ir a matarle sin orden.

Juntad el pueblo a una voz,

que todos están conformes

en que los tiranos mueran.”

(vv 1806-1810)

La escena del levantamiento armado del pueblo se describe con gran violencia. Sin embargo, como señala Frondoso, es amor el sentimiento que mueve a los villanos a enfrentarse al Comendador: “amor les ha movido” (v 1866). Es un amor que puede entenderse como lazo social que une a los habitantes de la aldea y les permite vivir en armonía.

Finalmente, cuando Flores llama “señoras” (v 1917) a las aldeanas, les está restituyendo su dignidad y subrayando la nobleza de sus actos. Así, el honor del pueblo queda restituido.

Sobre la versificación

En esta parte encontramos el siguiente sistema métrico:

1654-1713: tercetos;

1714-1849: romance ó-e;

1850-1921: octavas reales.