Estrella distante

Estrella distante Resumen y Análisis Capítulos 5-6

Resumen

Capítulo 5

Así como el Capítulo 4 se centra en la figura de Juan Stein, el Capítulo 5 lo hace en torno a la de Diego Soto, su gran amigo y director del taller literario de la Facultad de Medicina.

Soto también desaparece en los últimos días de 1973. Al igual que Stein, aparece exiliado años después, pero en Europa. Subsiste un tiempo dando clases de inglés y español, y haciendo traducciones. Traduce a algunos escritores particulares de Latinoamérica, como Pedro Pereda, un escritor a la vez fantástico y pornógrafo. Se aleja de toda actividad política. Según Bibiano, “no es que Soto se hubiera aburguesado, sino que siempre había sido así” (p.77).

Soto muere luego de un coloquio sobre Literatura y Crítica Hispanoamericana en Alicante al que había sido invitado: al día siguiente del coloquio, después de tomar un café en la estación de tren que lo llevaría nuevamente a su casa, camina por la estación de Perpignan haciendo tiempo. En eso está cuando escucha algo que llama su atención y encuentra a tres neonazis dándole una golpiza a una vagabunda. Insulta a los jóvenes agresores en español, “el español adverso del sur de Chile” (p.80), y los neonazis lo acuchillan y huyen.

Arturo recuerda la historia de Petra, que, según dice, “de alguna manera es a Soto lo que la historia del doble de Juan Stein es a nuestro Juan Stein” (p.81). Dice que una vez, un niño llamado Lorenzo se sube a un poste de alta tensión y pierde los brazos. Crece en Chile en tiempos de Pinochet, se hace artista, es homosexual. Un buen día pretende suicidarse, se tira al mar desde una piedra, pero se arrepiente en el camino. Esa tarde aprende a nadar sin brazos. A partir de entonces comienza a pintar, bailar, escribir poemas. Decide irse de Chile. Se gana la vida en Holanda como músico y bailarín callejero; compra unas prótesis, pero se las quita siempre para sus bailes en la vía pública. Allí en la calle lo encuentra un grupo de actores catalanes, que sugiere a los organizadores de las competencias paraolímpicas de Barcelona que encarnaría bien a "Petra", el personaje de Mariscal. Mariscal le ofrece a Lorenzo este papel y también un estudio en Barcelona para hacer su arte. Lorenzo-Petra finalmente brilla en teatro y televisión. Al tiempo, muere de sida.

Arturo dice: “A veces, cuando pienso en Stein y en Soto no puedo evitar pensar también en Lorenzo (...). Aunque lo único que los une fue la circunstancia de nacer en Chile. Y un libro que tal vez leyó Stein, que seguro leyó Soto y que también leyó (...) Lorenzo. El libro se titula Ma gestalt-thérapie y su autor es Frederik Perls” (p.85).

Capítulo 6

El narrador vuelve en este capítulo a la figura de Carlos Wieder y al año 1974. Por entonces, Wieder estaba “en la cresta de la ola” (p.86) de su fama. Lo llaman de Santiago para que haga algo que demuestre al mundo que el arte de vanguardia y el nuevo régimen no están reñidos. Wieder acepta esta propuesta que de alguna manera lo llevaría a institucionalizar su arte, y se aloja en casa de un compañero de promoción en la capital de Chile. De esta forma, Wieder organiza una exhibición aérea que luego tendrá un segundo acto que consiste en una visita a la casa que habita, en la que utiliza la habitación que ocupa para exponer sus fotografías.

El día de la exhibición amanece nublado. Una tormenta se gesta y, sin embargo, Wieder decide realizar igualmente su performance. En el cielo de Santiago escribe los siguientes versos: “La muerte es amistad. (...) La muerte es Chile. (...) La muerte es responsabilidad. (...) La muerte es amor. (...) La muerte es crecimiento. (...) La muerte es comunión. (...) La muerte es limpieza. (...) La muerte es mi corazón. (...) Toma mi corazón. Carlos Wieder” (p.91). Finalmente, con el poco humo que le quedaba y en la tormenta ya casi a punto de estallar, escribe “La muerte es resurrección” (p.91). Luego, aterriza, ante las recriminaciones de los operarios de las torres de control de la ciudad.

El relato que tenemos de la exhibición de Wieder en la casa de su compañero de promoción es referido por el teniente Julio César Muñoz Cano. Muñoz Cano escribe su libro Con la soga al cuello años después de esta exhibición. Allí, narra estos hechos entre otros en un racconto de los primeros años de gobierno golpista.

Dice Muñoz Cano que esa noche, ya en el departamento y con todos los invitados esperando, Wieder está muy tranquilo. Cada tanto se encierra en la habitación con llave y vuelve a salir. Finalmente, invita a todos a pasar a la habitación, pero de a uno a la vez.

La primera en entrar es la única mujer que asiste al evento: Tatiana von Beck Iraola. Según Muñoz Cano, se trata de una muchacha hermosa y confiada que entra “en el cuarto con la esperanza de encontrar retratos heroicos o aburridas fotografías de los cielos de Chile” (p.94). No pasa un minuto que Tatiana sale del cuarto, pálida y desencajada, y vomita en el pasillo. Luego, se va del departamento.

El segundo en entrar es un capitán que fue profesor de Wieder en la Academia. Luego, el padre de Wieder se saltea la fila y entra también, seguido por el dueño de casa. Este último dura apenas unos segundos en la habitación, sale y toma de las solapas a Wieder. Sin golpearlo, le da la espalda y se aleja. Un cadete llora y maldice, los reporteros muestran desagrado, pero no se van. “Según Muñoz Cano, en algunas de las fotos reconoció a las hermanas Garmendia y a otros desaparecidos” (p.97). En la habitación se exhiben fotos de mala calidad pero igualmente perturbadoras de cuerpos, sobre todo mujeres, que parecen maniquíes desmembrados, destrozados.

Más tarde, en el cuarto de las fotos ya no queda nadie. Se hacen presentes en la casa oficiales de Inteligencia que vienen a hablar con Wieder y los presentes. “Lo mejor es que duerman un poco y olviden todo lo de esta noche” (p.101) dicen a los invitados luego de una acalorada charla con Wieder y antes de partir. Wieder cree que será detenido pronto. Esta es la última vez que Muñoz Cano dice haber visto al joven piloto.


Análisis

En el Capítulo 5, la biografía de Diego Soto parece dialogar con la primera biografía de Juan Stein, narrada en el Capítulo 4. Diremos “la primera biografía” ya que hay posibilidades de que ese Juan Stein heroico de izquierda que se plegaba a cualquier lucha por la justicia social fuera solo un mito, y que el verdadero Juan Stein haya muerto sin haber salido jamás de Chile. Como vimos, estas dos biografías posibles representan uno de los tantos juegos de dobles de la novela.

Ante la violencia creciente en Chile, Diego Soto también opta por el exilio. Pero su exilio no es como aquella primera biografía de Stein, sino que es una fuga que busca alejarse de la violencia general de los años 70 y encontrar en Europa la mera supervivencia a través de la escritura de notas y las traducciones, y quizá tal vez, con suerte, la publicación de sus poemas. La biografía de Soto es tan incierta como la de Stein. El narrador aclara, por las dudas, que “en el triste folklore del exilio (...) más de la mitad de las historias están falseadas o son sólo la sombra de la historia real” (p.75). Nunca está de más insistir sobre esta idea en toda la literatura de Bolaño: todo lo que se cuenta puede ser contado de otro modo, y todo lo que se cuenta puede ser contado otra vez.

Dicho esto, Arturo cuenta que la situación económica de Soto mejoró con el tiempo. Bibiano y él conversan sobre este hecho: para Bibiano, Soto siempre fue un poco burgués. Es importante este punto, ya que ambos amigos dejan en claro que los libros exigen cierto grado de aburguesamiento y cierto sedentarismo. En este sentido es que decimos que la biografía de Soto dialoga con la de Stein: Soto logra ser “feliz” (p.78) según Arturo, a diferencia de Stein que no pudo “escapar de la maldición” (p.78). En principio, parece que hay una mirada crítica sobre esta felicidad alcanzada a través de darle la espalda a Chile (se dice que Soto no anhelaba volver); sin embargo, hay un sentido de la justicia irreductible en Soto, que es lo que lo lleva a la muerte cuando defiende a la vagabunda indefensa y que lo diferencia de, por ejemplo, los surrealistas cómplices de la violencia dictatorial, a quienes abordaremos más adelante.

Tanto Juan Stein como Diego Soto se alejan de la poesía: Stein renuncia a ella definitivamente, Soto renuncia a representar la violencia y toma una actitud evasiva. Son dos personajes que renuncian a la literatura, o la poesía para ser precisos, por parecerles inviable, para dedicarse a la vida práctica, revolucionaria uno –por lo menos según la versión más divulgada de su biografía– y común y corriente el otro, pero también sin perder el coraje de intervenir contra la violencia en un momento crítico. La representación de la violencia en el arte queda de este modo supeditada a personajes como Carlos Wieder. Volveremos sobre esto más adelante.

Como mencionamos, hay otra actitud frente a la representación del horror y es la de los reporteros surrealistas en la exhibición de Wieder. Además de ser criminal, la obra de Wieder se caracteriza por su relación con las corrientes de vanguardia que se desarrollaron en Latinoamérica a partir de 1916. Ellas tenían como una de sus intenciones primordiales desafiar y reformular la naturaleza y los objetivos del arte. En la novela esta intención de renovación es anunciada por Marta Posadas que afirma que Wieder iba a hacer –es importante el verbo– una poesía que revolucionaría por completo la escena literaria chilena. Pero los surrealistas le temen, a pesar de que en parte adscriben al ímpetu revolucionario de la obra de Wieder. Este temor es clave: los reporteros surrealistas son cómplices más por miedo (inclusive son amenazados por los agentes que irrumpen en el departamento) que por convicción.

Al verse borrada en las vanguardias muchas veces la distinción entre obra y vida (este hacer poesía remite a esto mismo), a la vez que se borran también los acuerdos sociales, la violencia se materializa de forma tal que paraliza a los asistentes. Esta parálisis se funda en el hecho de que la transgresión es la obra en sí misma. La obra es la transgresión y, en este caso, transgresión implica horror. Para Georges Bataille, antropólogo y pensador francés, el sadismo es verdaderamente el Mal. En otras palabras, Bataille dice que si se mata por obtener una ventaja material, no estamos ante el verdadero mal; solo nos hallaremos ante el verdadero Mal, el Mal puro, si el asesino, dejando a un lado la ventaja material, goza con haber matado. Y este goce tiene que ver sencillamente con la transgresión de la prohibición de matar. Esta idea parece flotar detrás de la exhibición de Wieder y el efecto paralizador sobre la audiencia.

Bolaño, quien se veía a sí mismo primero como poeta y luego como resignado prosista, se identifica en un primer momento con el poeta Arthur Rimbaud, o, mejor dicho, con la figura del poeta rimbaudiano. En Bolaño por sí mismo, el autor dice: “Revolucionar el arte y cambiar la vida eran los objetivos del proyecto de Rimbaud. […] En el fondo, hacer de la vida una obra de arte” (pp.49-63). Para Bolaño, el proyecto revolucionario siempre fue inseparable del proyecto artístico; el fracaso de uno conllevaba el fracaso del otro, por lo que, hablar de literatura siempre era hablar de mucho más que sólo literatura. Su concepción del mundo se configura en y en torno a la literatura. El problema se da cuando los Soto y los Stein se evaden de la arena en la que hay que desafiar al fascismo, o cuando las Marta Posadas del mundo literario se pliegan a los privilegios de la derecha; es allí cuando un Carlos Wieder, el mal, se hace lugar.

Bolaño se pregunta cómo representar esta violencia: tomar la decisión de reproducir la violencia en sus aspectos más terroríficos implica el riesgo de satisfacer el goce del espectador y convertirse en objeto del mercado, lo que significa, en última instancia, una celebración de la violencia. Narrar y escribir sobre otros asuntos que permiten el placer de los lectores, fingiendo que esta violencia no existe, creando así un mundo paralelo donde el narrador y el lector se salvan, no es una opción tampoco para un poeta atravesado por su época. Bolaño opta entonces por crear estrategias de representación de la violencia que, por distintas tácticas literarias, buscan hacer imposible la estimulación del goce del lector. Esta es probablemente la opción con el compromiso moral más evidente. Una de estas tácticas es, por supuesto, el hecho de volver a contar lo mismo pero de otro modo, es decir, la repetición con variaciones. Otra táctica tiene que ver con la incertidumbre o inexactitud con respecto a lo que se narra. Más allá de que estas estrategias funcionen o no, lo importante es, en última instancia, no evadirse. Evadirse nunca será una opción para Bolaño.

En el Capítulo 6 se narra la doble exhibición de Wieder. Por un lado, la escritura en el cielo de sus versos resultan al final casi imperceptibles debido a una tormenta. Sin embargo, allí están. Como le sucederá a él más adelante, se van desvaneciendo a medida que avanza y los versos terminan resultando ilegibles. Es inevitable en este punto trazar un paralelismo con otros casos de unión entre el arte de vanguardia y la inauguración de gobiernos fascistas. Sin ir más lejos, podemos mencionar al futurismo italiano bajo el liderazgo de Filippo Tommaso Marinetti durante el fascismo en Italia. Uno de los artistas futuristas adscriptos al fascismo inclusive realizó una demostración aérea que podemos vincular a la figura de Carlos Wieder. Se llamaba Gabriele D'Annunzio y organizó el vuelo de nueve aviones que tiraron panfletos sobre la ciudad de Viena en 1918.

La segunda parte de la exhibición de Wieder es la que implica un punto de quiebre para algunos de sus seguidores. La exposición de fotos de mujeres y algunos hombres secuestrados, torturados y muertos, es demasiado. La única mujer en la sala, Tatiana, huye luego de vomitar y no vuelve a ver a Wieder jamás en su vida. Otros presentes lo admiran, algunos le temen, muy pocos se enfadan.

Antes de adentrarnos en esto cabe recordar el pensamiento de Bolaño con respecto a la Segunda Guerra Mundial. Para él, esta representaba el máximo horror. Es por esto que resulta interesante la asimilación de la Segunda Guerra, el uso de este relato como telón de fondo, para abordar los años 70 en Chile. Ante ese horror, el padre de Wieder se muestra impasible, los surrealistas temen y callan, el dueño de casa se ofende pero no desmantela la exhibición, el capitán se muestra interesado. Los agentes que irrumpen se llevan las fotos en cajas de zapatos y amenazan a los presentes, pero en ningún momento se llevan a Wieder. Sabremos luego que tampoco lo detienen, sino que, según conjeturas, lo apartan de las fuerzas. Esta situación deja en claro que, a pesar de que la obra de Wieder y sus crímenes son un acto perverso “privado”, se ejecutan en el marco de una violencia institucional perpetrada por el Estado. Carlos Wieder, en todo caso, aprovecha ese marco de violencia para cometer sus crímenes y garantizar su impunidad. El aviador perverso no es sólo un agente que comete excesos, sino que es la representación del mal absoluto al que se entrega la derecha en Chile luego del golpe del 73. Dice Bolaño en A la intemperie:

... me pregunto si siempre fuimos así. No lo sé. La izquierda cometió crímenes verbales en Chile (una especialidad de la izquierda latinoamericana), crímenes morales, y probablemente mató a personas. Pero no le metió ratas vivas por la vagina a ninguna muchacha. No tuvo tiempo para crear su mal, no tuvo tiempo para crear sus campos de trabajos forzados. ¿Es posible que si hubiera tenido tiempo lo hubiera hecho? Claro que es posible. Nada en la historia de nuestro siglo nos permite suponer una historia paralela más optimista. Pero lo cierto es que los campos de concentración en Chile no son obra de la izquierda, ni los fusilamientos, ni las torturas, ni los desaparecidos, ni la represión. Todo eso lo hizo la derecha. Todo eso es obra del gobierno golpista.

(Bolaño, 2021, pp.83-5).

Es importante, en este sentido, volver a resaltar la pasividad de los espectadores civiles. No es menor el hecho de que, de la macabra exhibición de Wieder, solamente tenemos noticias concretas a través de Muñoz Cano, un ex militar arrepentido que escribe sus memorias muchos años después y que estuvo presente ese día. El resto se limita a hacer silencio.