El nadador

El nadador Resumen y Análisis Parte 2

Resumen

La primera piscina por la que pasa el protagonista es la de los Graham. La señora Graham se pone contenta de verlo —estuvo tratando de ponerse en contacto con él toda la mañana— y le ofrece una bebida. Neddy desea continuar su viaje, pero no quiere parecer grosero. Así, en cuanto llegan otros amigos, él aprovecha la distracción y se aleja discretamente para dirigirse a la propiedad de los Hammer primero, los Lear, los Howland y los Crosscup después. Luego, a medida que se acerca a la casa de los Bunker, escucha el bullicio de una fiesta.

Al llegar, se encuentra con unas veinticinco o treinta personas bebiendo ginebra fría. "¡Oh, qué bonitas y lujuriosas eran las orillas del río Lucinda!", exclama Neddy para sus adentros. Enid Bunker se alegra de verlo y lo guía hacia el bar mientras saluda a la multitud. El barman le ofrece ginebra con agua tónica, pero en cuanto se queda solo Neddy aprovecha y se zambulle en la piscina para seguir viaje. Sale a la calle para adentrarse en la propiedad de los Levy. Las puertas y ventanas de la casa están abiertas, pero no hay nadie; evidentemente, acaban de salir. Después atravesar la piscina, Ned se sirve un trago. Es su cuarta o quinta copa. Ya ha recorrido casi la mitad del río Lucinda.

El cúmulo de nubes que al principio del cuento se vislumbraba a lo lejos se ha oscurecido. Habrá tormenta. Ned se da cuenta de que no sabe qué tan tarde es. ¿Las cuatro? ¿Las cinco? Comienza a llover. La lluvia "flageló los farolitos japoneses que la señora Levy había comprado en Kioto el año anterior, ¿o quizá era incluso un año antes?". El protagonista se refugia en el jardín de los Levy y reflexiona sobre cuánto le agradan las tormentas.

Cuando deja de llover, ha refrescado. El viento ha esparcido las hojas rojas y amarillas de un arce en el agua, lo que resulta extraño para la época estival. Ned termina su bebida y atraviesa la propiedad de los Lindley. Su pista de equitación, una vez llena de caballos, está vacía y cubierta de maleza. Esto sorprende nuevamente a Neddy, y su sorpresa crece aún más cuando se da cuenta de que la piscina de los Welcher está vacía. El protagonista se siente "como un explorador que busca una fuente torrencial y encuentra un arroyo seco". No es común que una familia vacíe su piscina, ni siquiera cuando salen de vacaciones. Los Welcher, concluye Ned, deben haberse ido. De hecho, los muebles de la piscina están plegados y cubiertos con fundas, las ventanas están cerradas y, al dar la vuelta hacia el frente de la casa, el hombre encuentra un letrero que indica "EN VENTA" clavado en un árbol. Neddy se pregunta cuándo recibió la última invitación a cenar de los Welcher, que él y Lucinda siempre rechazan. Le parece que fue solo hace una semana. "¿La memoria le estaba fallando, o la había disciplinado tanto en la representación de los hechos ingratos que había deteriorado su propio sentido de la verdad?", se pregunta. Pero el sonido de un partido de tenis en la distancia lo reanima y se pone en marcha de nuevo.

Análisis

A pesar de la excitación y el optimismo de Neddy, elementos significativos de presagio insinúan el amargo giro que toma su viaje más adelante. Ya en la sección anterior, el narrador aclaraba que, a pesar de su aspecto fuerte y viril, Neddy "no era joven ni mucho menos". Ahora, el cúmulo de nubes que el protagonista vislumbró a lo lejos al comienzo de la historia se oscurece y desata una tormenta.

La lluvia, que flagela los farolitos japoneses de los Levy, viene acompañada en el relato por otros dos elementos que ensombrecen el clima festivo con que se inicia el cuento y el optimismo inicial del protagonista. Por un lado, con ella llega el primer indicio de la pérdida de memoria de Neddy, un problema que se desarrolla más allá del simple olvido de alguien que bebe demasiado y se convierte en un rasgo más siniestro. Mientras observa los farolitos que la lluvia arruina, el hombre recuerda que la señora Levy los compró el año anterior, pero enseguida duda: "¿o quizá era incluso un año antes?".

Por otro lado, después de la breve tormenta todo parece haber mutado: empieza a hacer frío y se ven hojas rojas y amarillas, típicamente otoñales, dispersas sobre el agua de la piscina. Y apenas puede retomar su recorrido, Neddy reconoce los primeros signos del paso del tiempo y la decadencia en las casas de sus vecinos; la de los Lindley primero —con su pista de equitación vacía y llena de maleza— y luego la de los Welcher —cuya piscina está seca y su casa, en venta—.

La ausencia de los Welcher vuelve a poner de relieve el tema de la memoria: Neddy recuerda haber rechazado su última invitación a cenar apenas una semana atrás, pero dada la situación de la casa, eso es imposible. Entonces el protagonista se pregunta: "¿La memoria le estaba fallando, o la había disciplinado tanto en la representación de los hechos ingratos que había deteriorado su propio sentido de la verdad?". En esta reflexión se sugiere no solo el proceso de negación del protagonista sino también su propia conciencia de que tal negación está operando en sí mismo.

Finalmente, en esta sección del cuento continúa en primer plano el motivo del alcohol: en casa de los Levy, Neddy se sirve una copa, que es la cuarta o quinta del día, y recién ha hecho la mitad del recorrido. De este modo, el deterioro que se manifiesta cada vez más en el viaje del protagonista va de la mano con su consumo sostenido de alcohol.