El malestar en la cultura

El malestar en la cultura Resumen y Análisis Capítulo 4

Resumen

Capítulo 4

Freud reconoce dos etapas en la vida comunitaria de los seres humanos. La primera consiste en la conformación de lazos familiares, vinculada a la necesidad de satisfacción sexual. La fase siguiente está constituida por las alianzas fraternas. Así, la vida de las personas adquiere un doble fundamento: la obligación al trabajo (provocada por necesidades exteriores) y el poderío del amor (causado por el deseo de objeto sexual).

Freud conjetura que el "erotismo genital" estimuló la formación de relaciones humanas duraderas al convertir la satisfacción del placer sexual -origen de "las más intensas vivencias placenteras" (100)- en el prototipo de otras formas de felicidad. Dados los riesgos del amor (el sujeto es altamente vulnerable a la sustracción del objeto amado), algunas personas se independizan de los objetos de amor específicos y, en cambio, se orientan a un amor universal por toda la humanidad. Este comportamiento aparece tipificado en los santos cristianos.

Aunque uno de los principales propósitos de la civilización es vincular a las personas "libidinalmente", el amor y la civilización finalmente entran en conflicto entre sí, por presentar intereses opuestos. Freud identifica varias razones diferentes para este antagonismo posterior. Por un lado, cuanto más íntimos sean sus vínculos, más tenderán a aislarse las unidades familiares y más difícil resultará el ingreso de sus miembros a esferas sociales más vastas. Las mujeres en particular, según Freud, adoptan una actitud hostil ante la cultura, al quedar relegadas a un segundo plano frente a las exigencias que la cultura ejerce sobre los hombres.

Freud arguye que la cultura restringe así la vida sexual al mismo tiempo que amplía su margen de acción, ya que las restricciones suponen un desvío de energía sexual en esfuerzos culturales. Además de la prohibición del incesto, la cultura impone restricciones sobre el objeto sexual (se aceptan esencialmente relaciones heterosexuales y monogámicas) y prohíbe la mayoría de las "satisfacciones extragenitales" (104).

Análisis

En este capítulo, Freud se propone indagar en los orígenes de la cultura. Y es en esta búsqueda que reconoce las dos instancias evolutivas que desarrollamos brevemente en el resumen de esta sección: la conformación de lazos familiares primero y la de alianzas estratégicas que exceden el círculo de la familia en segundo término. Tal como sucede en el capítulo anterior, su recorrido por los orígenes civilizatorios tiene poco sustento científico. Consiste, más bien, en una serie de especulaciones fundadas en la supuesta estructura psíquica de las personas y parece, por momentos, un relato mítico de los orígenes de la civilización.

También en este capítulo se evidencian ciertos pensamientos del autor que hoy, a todas luces, calificaríamos de misóginos. En primer lugar, la perspectiva del autor se posa preeminentemente en los varones, mientras que las mujeres aparecen como acompañantes o antagonistas de ese objeto de estudio que es el hombre. Por ejemplo, argumenta Freud: "La vida de los hombres en común adquirió, pues, doble fundamento: por un lado, la obligación del trabajo impuesto por las necesidades exteriores; por el otro, el poderío del amor, que impedía al hombre prescindir de su objeto sexual, la mujer (...)" (99).

Por otra parte, sus observaciones sobre "la familia primitiva", combinadas con la naturalización del lugar de la mujer contemporánea como epicentro de la vida familiar (mientras que los lazos sociales fuera de ese núcleo estarían reservados a los hombres), carecen de perspectiva histórica y suponen falsamente una continuidad en las relaciones de género desde tiempos primitivos hasta su presente. Esto puede observarse con claridad en el siguiente fragmento: "Las mujeres representan los intereses de la familia y de la vida sexual; la obra cultural, en cambio, se convierte cada vez más en tarea masculina, imponiendo a los hombres dificultades crecientes y obligándoles a sublimar sus instintos, sublimación para la que las mujeres están escasamente dotadas" (103).

Finalmente, del Capítulo 4 es interesante destacar que Freud considera que el carácter heterosexual y monógamo de la cultura occidental contemporánea no responde a la naturaleza del hombre, sino que es un fenómeno circunstancial e históricamente reciente, producto de regulaciones represivas sobre la sexualidad. Aún más, el autor arguye que la exclusividad de este tipo de unión sexual -heterosexual, monogámica y concebida como un instrumento de reproducción- es intolerable para la mayoría de los hombres, y solo la toleran las personas más débiles. Así, la cultura "mira para otro lado" ante una gran cantidad de transgresiones relacionadas con este tema.