El malestar en la cultura

El malestar en la cultura 'El malestar en la cultura': antecedentes y contexto

La relación entre individuo y sociedad, y más precisamente las tensiones entre las pulsiones del sujeto y las exigencias culturales, preocupaban a Freud desde mucho antes de la escritura de este ensayo. Y aunque puedan encontrarse reflexiones del autor al respecto en su correspondencia incluso antes de iniciado el siglo XX, el primer texto que publica en el que analiza explícitamente el tema es Los actos obsesivos y las prácticas religiosas, de 1907. Luego de este artículo, el Freud continuará indagando en el tema religioso en otros importantes textos a lo largo de su carrera, tales como Tótem y tabú, de 1913, o El porvenir de una ilusión, de 1927.

Sin embargo, los temas específicamente desarrollados en El malestar en la cultura aparecen por primera vez en 1908, con la publicación de La moral social "cultural" y la nerviosidad moderna, y luego se desarrollan en Sobre una degradación general de la vida erótica (1912), Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte (1915) y Psicología de las masas y análisis del yo (1921).

La redacción de El malestar en la cultura tuvo lugar en el verano de 1929. Sigmund Freud tenía 73 años y había sido operado varias veces de un cáncer de paladar que le provocaba terribles dolores. En un nivel más amplio, se vivían en Europa tiempos difíciles y convulsos. Por un lado, la sociedad había sido testigo, pocos años antes, de la Primera Guerra Mundial, de una magnitud y un nivel de violencia inusitados. La que fue hasta entonces la guerra más grande de la historia movilizó a unos 70 millones de militares y dejó decenas de millones de muertos, entre militares y civiles. Además, este conflicto bélico presentó una innovación en materia armamentística: las armas químicas. Por otra parte, en plena crisis económica y sociopolítica, faltaban solo algunos años para el fin de la República de Weimar y la llegada de Adolf Hitler al poder. El antisemitismo en auge también afectaba de forma personal a Freud, quien, más allá de su férreo ateísmo, era judío.

En definitiva, el contexto de escritura de El malestar en la cultura era realmente tormentoso para Freud, tanto a nivel personal como social, y numerosos críticos han especulado a lo largo de los años sobre cuánto pudieron haber incidido tales circunstancias. En todo caso, las reflexiones del autor sobre la psicología social, que venían desarrollándose desde hacía décadas, toman en este ensayo un giro en particular oscuro y pesimista. El inmediato -e inesperado- éxito que tuvo entre sus contemporáneos parece una buena señal de que el neurólogo acompañaba con su pesimismo un ánimo social que lo excedía.