El Diario de Ana Frank

El Diario de Ana Frank Resumen y Análisis del 1ro de octubre al 28 de noviembre de 1942

Resumen:

Ana comienza su registro del día 1ro de octubre diciendo que se sintió aterrada cuando sonó el timbre sonó: creyó que era la Gestapo. Pero no, aun así existen otras amenazas. Uno de los empleados, un viejo químico judío, conoce el edificio demasiado bien, y los residentes tienen miedo de que un día decida visitar el anexo. Ana también tiene mucho miedo de lo que, según ha escuchado, está sucediendo afuera: los amigos judíos de los Frank están siendo llevados por docenas. Las noticias acerca de los campos de concentración les llegan junto con información acerca de otras atrocidades perpetradas por los alemanes. “¡Bonito pueblo el alemán, y pensar que en realidad yo también pertenezco a él!”, se queja Ana. Para distraerse de dichas aflicciones, Ana se mantiene ocupada con sus estudios de francés y matemáticas, y mantiene un registro de todas las peleas entre las dos familias. Está enfadada con la señora Van Daan por coquetear con el señor Frank, y también está decepcionada por la relación que ella tiene con su madre. Ana y su hermana se están llevando bien por ahora, y han decidido intercambiar sus diarios para leerlos.

La noche del 20 de octubre, todos los residentes se llevan un susto. Un carpintero viene a rellenar los extinguidores de fuego y comienza a martillar al otro lado de la pared, donde del lado del escondite hay una alacena. Se quedan callados en cuanto lo escuchan, pero es entonces que comienza a tocar la puerta. Todos se ponen pálidos cuando comienza a empujar la puerta del anexo secreto. Es entonces que escuchan la voz del señor Kleiman, uno de sus protectores. Él les pide que lo dejen entrar, y estos obedecen inmediatamente. El lunes, Miep y su esposo Henk pasan la noche en el anexo, lo que entretiene a los residentes.

A fines de octubre, Ana está preocupada por su padre. Este cae enfermo y nadie puede llamar a un doctor, y si tose podrían ser descubiertos. Ella también nota que se está volviendo más madura: su madre le permite leer un libro que menciona la prostitución, y ella aprende acerca del período menstrual. Ana anhela tener su período, ya que cree que eso la hará adulta.

El 7 de noviembre, Ana reporta detalladamente una discusión que tuvo con su familia. Sus padres tomaron el lado de Margot cuando ella y Ana pelearon por un libro, y Ana describe entre lágrimas el dolor que siente al recibir la desaprobación de su padre, especialmente porque el amor de su madre no es como a ella le gustaría que fuera. Afortunadamente, su padre se siente mejor y llega también un poco de alegría de la mano del cumpleaños número dieciséis de Peter. Aún más, Ana está emocionada porque las dos familias han decidido alojar a una octava persona en el anexo. Se sientan a decidir quién sería la mejor adición a su familia. Finalmente se deciden por Alfred Dussel, un anciano dentista. Él está emocionado por tener un escondite, pero insiste en esperar unos días para poder resolver sus asuntos y tratar a algunos pacientes. Ana se impacienta y lo percibe como alguien malagradecido.

Eventualmente, Dussel llega al escondite. Se sorprende al ver a los Frank, ya que había oído que estaban en Bélgica. Estos se ríen y le cuentan cómo llegaron al anexo secreto, y después le dan un buen tour por el lugar. Los Van Daan han escrito una divertida lista de “reglas” para el anexo secreto, lo que entretiene a todos. Dussel compartirá una habitación con Ana, y Margot se mudara a otra cama. El señor Dussel es un buen hombre, según Ana. Comparte trágicas noticias del exterior: muchos de sus amigos han sido llevados por los alemanes, y cada noche, como en una caza de brujas, los alemanes salen a buscar judíos. Ana reflexiona: “Me siento mal, porque mientras yo duermo en una cama bien abrigada, mis amigas más queridas quién sabe dónde estarán tiradas (...). Y todo por ser judíos”. Las noticias del señor Dussel inundan la casa con un sentimiento de tristeza. Ana está enfadada pero decide que no puede pasar todo el tiempo así.

Mientras tanto, los residentes sufren de escasez de electricidad (no les es permitido usar la electricidad por una semana) y también de papel. Ana descubre que el señor Dussel también tiene sus defectos: ella lo llama “un educador de lo más chapado a la antigua”.

Análisis:

Las declaraciones de Ana sobre los alemanes y sobre el químico judío al comienzo de esta sección muestran cómo la guerra puede crear conflictos internos en la identidad de las personas. Ana odia a los alemanes, con razón, pero técnicamente ella también es alemana. Su propia madre no habla holandés muy bien debido a que ha pasado la mayor parte de su vida en Alemania. Aunque Ana ha vivido en Holanda desde que tenía cuatro años, y siente una fuerte conexión hacia los holandeses, tiene una lucha interna debido a su origen alemán. Trata de reconciliar esta lucha removiendo parte de su identidad: al decir que Hitler le ha quitado su nacionalidad alemana puede distanciarse de las acciones que los alemanes están llevando a cabo.

El hecho de que todos los residentes del anexo le tengan miedo a un químico judío en el edificio saca a relucir el tema de complicidad entre la población. En años recientes, ha habido mucha atención de los medios internacionales en cómo naciones como Polonia y Suiza fueron cómplices de alguna manera con el régimen nazi. La verdad es que los nazis tuvieron cómplices en cada nación, y algunos de ellos era judíos. En ese momento, y las noticias del señor Dussel lo confirman, los alemanes estaban persiguiendo a todos los judíos de Holanda. Sí el químico judío hubiese descubierto el anexo, él bien podría haberlos entregado a los nazis a cambio de su propia seguridad. La combinación de no poder confiar ni en su propio país ni en un hombre de su propia religión debió haber sido muy confuso y amargo para Ana. Realmente, ella no pertenecía a ninguna sociedad que pudiera nombrar. Y no estaba sola: para un adulto con más entendimiento sobre cómo funciona el mundo, la opresión y la tortura psicológica de la guerra debió haber sido aún mucho peor.

La mayoría de los registros del diario de Ana son reportes de las pequeñas crueldades que acompañaban el diario vivir en un pequeño espacio: las peleas inútiles, el aburrimiento y las pequeñas formas en las que los residentes buscaban molestarse unos a otros. Estos registros son vitales para poder crear una imagen de cómo Ana sufrió durante esta dolorosa experiencia, aunque puedan parecer muy repetitivos. Existen otros temas que se encuentran en todos los registros y que comienzan a ganar más importancia durante este periodo: el miedo de Ana de ser descubiertos, su gran sentimiento de soledad, su preocupación por no ser comprendida y su lucha por sobrellevar positivamente las noticias de lo que estaba sucediendo afuera. Encerrada dentro del anexo, incapaz de salir, su inocencia infantil todavía se manifiesta de algunas maneras. Aunque está aprendiendo un poco acerca del lado duro de la vida, Ana no tiene que ver el terror que está sucediendo allá afuera. Por lo tanto, está resuelta a vivir su vida lo más alegremente posible, sin enfocarse en la miseria que no puede cambiar. A medida que el diario avanza, Ana ganará una comprensión más cabal sobre el genocidio y luchará, heróicamente, por aceptarlo.