El Diario de Ana Frank

El Diario de Ana Frank Guía de Estudio

El diario de Ana fue escrito entre 1942 y 1944. Estos fueron los años más difíciles de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Para poder comprender los sucesos de la Segunda Guerra Mundial, uno debe primero comprender los resultados de la Primera Guerra Mundial y del Tratado de Versalles de 1919.

Al comienzo del siglo XX, el Imperio alemán era uno de los más poderosos de Europa. Después de su colapso, y de la renuncia de su emperador a raíz de su derrota durante la Primera Guerra Mundial, un grupo de políticos en Berlín declaró el comienzo de la República alemana. Este grupo representó la nueva nación durante las negociaciones de paz en Versalles, y se sorprendió al darse cuenta de que no se les permitiría establecer sus propias condiciones. En su lugar, las fuerzas aliadas, que incluían a Inglaterra, Francia, Italia y los Estados Unidos, le presentaron su propio tratado y le informaron que, de no firmar el acuerdo, Alemania sería invadida. El tratado hacía totalmente responsable a Alemania de la guerra, le quitaba al país buena parte de su territorio y le exigía pagar altos impuestos como reparaciones. Este acuerdo provocó la humillación y la ira del país hacia los políticos que lo firmaron, además de una alta tasa de inflación durante los años '20 debido a los esfuerzos por reunir el dinero necesario para cubrir las reparaciones.

Durante la década del 20, se crearon varios partidos políticos alemanes con la esperanza de destruir la república y el Tratado de Versalles. Uno de esos partidos políticos fue el Nacionalsocialista Obrero Alemán, también conocido como el partido nazi. Al comienzo, este partido se enfocó en conseguir el apoyo de trabajadores desempleados y de jóvenes rebeldes con la promesa de una redistribución de la riqueza y pleno empleo a manos de un estado totalitario. El hombre que asumió el liderazgo del partido en 1921 fue un austríaco llamado Adolf Hitler.

Bajo la influencia de Hitler, el partido nazi cambió su enfoque del socialismo a la promulgación del odio racial. Hitler se convirtió en un experto en el arte de alborotar muchedumbres al culpar a terceros por sus numerosos problemas, incluyendo radicales, eslavos (a quienes consideraba una raza adecuada únicamente para ser esclavos de la “raza superior”), extranjeros y judíos. Hitler desarrolló un odio especial hacia los judíos, a quienes consideraba una raza extranjera responsable de todos los males que “infectaban” la sociedad alemana: el comunismo, la inflación, la cristiandad. En contraste, Hitler se obsesionó con la idea de una raza aria “superior”. Los alemanes, declaraba Hitler, eran la raza más fuerte y más genéticamente pura del mundo. Todas las demás existían simplemente para servirles. Hitler también creía que estas otras personas tenían que ceder su territorio a esta raza superior.

Al principio, los nazis eran un grupo pequeño y relativamente inefectivo. Sin embargo, después de que la depresión mundial de 1929 comenzara a debilitar a Alemania, la gente comenzó a escucharlo. Eventualmente, Hitler logró reunir un apoyo tan grande que el presidente de la república, Paul von Hindenburg, lo nombró canciller de Alemania. Gracias a su nueva posición, Hitler fue capaz de presionar a los otros débiles miembros del gobierno hasta que estos le otorgaron poder total. Hitler estableció un estado totalitario. La propaganda inundó el país. Todos los otros partidos políticos no nazis fueron prohibidos, y todas las instituciones civiles (iglesias, ligas juveniles, y medios de comunicación) fueron usadas como herramientas políticas. Para reforzar su poder, Hitler usó grupos de policías secretos, a quienes después se los llegó a conocer como la Gestapo. Los miembros de la Gestapo estaban entrenados para torturar física, emocional y psicológicamente y no dudaban en utilizar ningún método.

En Septiembre de 1939, Hitler comenzó la guerra que había estado planeando por mucho tiempo. Las tropas alemanas acabaron primero con Polonia, y después continuaron con Dinamarca y Noruega. Inglaterra y Francia, al darse cuenta de que Hitler no se detendría, le declararon la guerra a Alemania. No obstante, por un tiempo la guerra solo le dio victorias a Alemania. El 10 de Mayo de 1940, Hitler mudó su atención al oeste de Europa, y rápidamente conquistó Holanda, Bélgica y Francia. Los británicos, por su parte, cometieron un error durante su ataque en Dunkirk y se vieron obligados a volver a su tierra para resistir el ataque alemán. En junio de 1941, Hitler ya había conquistado la mayor parte de Europa, y ahora giraba su atención hacia la Unión Soviética. De esta manera, rompiendo el pacto de no agresión firmado con Stalin en 1939, Hitler atacó a los soviéticos sin compasión.

Dondequiera que fueran, las tropas de Hitler difundían el veneno del antisemitismo y el odio racial. Hitler implementó programas anti-judíos en todos los países ocupados. Entre las leyes más notorias estaba el hecho de prohibir a los judías casarse o trabajar con personas no judías. Los judíos eran obligados a portar una estrella amarilla en público, para de esta forma poder ser reconocidos por la policía alemana y por los no judíos. Además, eran segregados en sus propias escuelas y lugares públicos. Además de judíos, la Alemania de Hitler persiguió ciudadanos no judíos de todos los países. Los campos de trabajo forzado convirtieron a muchas personas en esclavos. La policía alemana tenía el derecho de decidir quién vivía y quién moría en los lugares que estaban bajo su jurisdicción. El encarcelamiento y la tortura eran prácticas comunes que se ejercían sobre quienes no estuvieran de acuerdo con la agenda alemana.

Para los judíos, Hitler implementó su “solución final” exterminándolos como si fueran insectos. Además de ser asesinados por la policía alemana en territorios ocupados, los judíos fueron reunidos por millones y enviados a campos de concentración en Polonia y Alemania. Los prisioneros eran forzados a trabajar hasta el agotamiento para ser después asesinados con gas o balas, si es que no morían de hambre o por alguna de las enfermedades que abundaban en los campos. Más de seis millones de judíos fueron asesinados por el régimen nazi hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. También se estima que otros seis millones de civiles, especialmente eslavos­, fueron asesinados bajo este régimen.