Chac Mool

Chac Mool Resumen y Análisis Tercera parte

Resumen

Pepe recuerda que a fines de agosto Filiberto fue despedido de la Secretaría con recriminaciones públicas y acusaciones de locura y de robo. Se enteró de que su amigo había preguntado si el agua podía olerse, y había ofrecido sus servicios para hacer llover en el desierto, delirios que Pepe adjudicó a las incesantes lluvias.

Los siguientes apuntes del cartapacio son de finales de septiembre. Filiberto cuenta que el Chac Mool es simpático cuando quiere, y que cuenta historias antiguas y fantásticas sobre monzones, lluvias y plantas. También sabe por él cómo fue descubierto y sacado de su escondite de piedra, lo que nunca perdonará. Filiberto no puede soportar “el olor, extrahumano, que emana de esa carne que no lo es” (p.10). Al Chac Mool le molesta que le pregunten por su parentesco con Tláloc, el dios azteca de la lluvia, y cuando se enoja sus dientes brillan.

Los primeros días, el Chac Mool duerme en el sótano; luego, se instala en la habitación de Filiberto. Empieza la temporada seca y el Chac Mool reanuda sus lamentos roncos y comienza a romper los muebles. Pide constantemente agua y deja abierta la grifería, inundando la casa. Filiberto amenaza con devolverlo a la Lagunilla, pero el Chac Mool le responde con una risa y una bofetada. Empieza a vestirse con la ropa de Filiberto, mientras le brota de nuevo musgo verde en el cuerpo.

Filiberto descubre que el Chac Mool sale por las noches. En una de esas ocasiones, entra en la habitación y la halla en ruinas. También encuentra huesos de perros, gatos y ratones, que explican los alaridos nocturnos. El Chac Mool lo vigila constantemente y le pide todos los días que compre arroz con pollo en una fonda. Lo que Filiberto ha robado de la oficina se empieza a acabar; luego les cortan el agua y la luz por falta de pago. El Chac Mool obliga a Filiberto a buscar agua en una fuente pública, y amenaza con fulminarlo si intenta escapar, porque también es dios del rayo.

Filiberto se percata de que, si no llueve pronto, el Chac Mool se convertirá en piedra otra vez. Pero también nota que el Chac Mool está cayendo en tentaciones humanas: le gusta la seda de las batas, aprende a usar jabón y loción y solicita una criada para la casa. Mientras tanto, sigue sometiendo a Filiberto, buscando nuevas formas de vejarlo. Filiberto cree que si el Chac Mool se humaniza, él podrá salvarse, pero teme que el dios no quiera que él presencie su caída y que buscará matarlo. Por eso decide aprovechar una salida nocturna del Chac Mool para huir. Con el poco dinero que tiene, se va a Acapulco para recuperar fuerzas, dejando que el Chac Mool se adueñe de todo, a ver si puede sobrevivir sin sus baldes de agua.

Pepe señala que en esta anotación termina el relato de Filiberto en el cartapacio. De camino a la Ciudad de México, piensa en alguna explicación psicológica para la locura de su amigo, sin poder hallarla. Lleva el féretro hasta la casa de Filiberto, y cuando está por introducir la llave en la puerta, alguien abre desde dentro. Es un “indio amarillo, en bata de casa, con bufanda” (p.12). Tiene un aspecto repulsivo, olor a loción barata, pelo teñido, cara polveada y mal maquillada. Pepe intenta disculparse, pero el hombre le dice que ya lo sabe todo, y solicita que dejen el cadáver de Filiberto en el sótano.

Análisis

El Chac Mool cobra vida y empieza a someter a Filiberto con mayor intensidad. En un principio, le da a conocer sus poderes en conexión con el pasado prehispánico. Comparte su conocimiento sobre aquel pasado mítico contando relatos vinculados con la cultura indígena y, por lo que dice Filiberto en el trabajo sobre hacer llover en el desierto, podemos inferir un intento de aprovechar esas fuerzas sobrenaturales del dios de la lluvia. Pero el Chac Mool también transmite que la conexión entre lo antiguo y lo moderno está trastocada por la forma en que el pasado es apropiado por el presente. Acusa que, al ser descubierta su estatua y puesta en contacto con hombres de “otros símbolos” (p.10), es decir, con hombres modernos, con sus culturas y religiones, se perturbó el refugio material en el que descansaba su espíritu, que vivía libre “en el cántaro y la tempestad natural” (ibid.). En este sentido, el Chac Mool denuncia un uso indebido, profano, si se quiere, de su estatua como símbolo espiritual, lo que explicaría su enojo y deseo de venganza, que se cobra arruinando la vida de quien lo adquirió como objeto para su colección.

Filiberto se siente completamente dominado por el Chac Mool. Pasa de ser el dueño de la estatua a ser el prisionero de un dios vengativo e insaciable. Su soledad y exclusión se acentúan mediante este sometimiento: Filiberto se hace despedir del trabajo por su comportamiento alterado, roba algo de allí para satisfacer las demandas de su carcelero, y gasta todo lo que tiene mientras su casa se deteriora con el agua, las destrucciones y el corte de suministros. Cuando quiere rebelarse, solo consigue que el Chac Mool sea más cruel con él. La violencia que el dios ejerce sobre Filiberto es mental y física: deteriora su conciencia, pero también lo abofetea y busca arañarlo “como si pudiera arrancar algún líquido de [su] carne” (p.11).

El símbolo del agua persiste como elemento que le da al Chac Mool la vitalidad y energía que requiere para subyugar a Filiberto. Las incesantes lluvias de principios de agosto parecen ser producto de la presencia imponente del Chac Mool, pero después viene un período de sequía que Filiberto identifica con la posibilidad de que su opresor vuelva a convertirse en piedra. En efecto, parece haber una reversión en su metamorfosis: el Chac Mool permanece cada vez más inmóvil, como una estatua, y le vuelve a salir lama en el cuerpo. Pero al mismo tiempo que esto ocurre, mientras el Chac Mool tiraniza a Filiberto para abastecerse de agua, otro tipo de conversión empieza a sucederse: el dios se humaniza cada vez más.

El Chac Mool muestra una inclinación grotesca por elementos modernos y banales, como perfumarse y maquillarse, apreciar la calidad de la seda, teñirse el pelo o querer contratar una criada para el orden del hogar. En un sentido, podríamos decir que hace lo mismo que Filiberto hizo con él: realiza una apropiación insustancial, no del pasado, sino de la México contemporánea, convirtiendo ese uso en un hecho estético carente de significado o de sustancia. De esta manera, podríamos decir que la actitud del Chac Mool realiza una crítica a la superficialidad moderna, que se representa en la humanización de esta figura divinal.

Filiberto cree erróneamente que, al liberarse del Chac Mool y desproveerlo de agua, logrará destruirlo. Pero lo que ocurre, finalmente, es que Filiberto termina siendo el sacrificio final que el Chac Mool necesita para completar su devenir humano. El Chac Mool ocupa su casa, viste sus ropas y, finalmente, se adueña de todas sus posesiones. Para un hombre como Filiberto, que no es mucho más que su trabajo y sus pertenencias, esta apropiación material es también un intercambio de identidad. Por eso, cuando Pepe llega a la casa de su amigo y se encuentra con este hombre indígena y amarillento –color que señalaba su carácter divinal–, aquel le dice que coloquen el cadáver en el sótano, en el mismo lugar donde Filiberto lo dejó cuando adquirió la estatua. De esta forma, el Chac Mool se convierte en Filiberto, y Filiberto, en el objeto de colección del Chac Mool.

El final pone en entredicho la explicación racional que intenta dar Pepe ante el relato y el comportamiento extraño de su amigo. La presencia de aquel hombre grotesco en la casa de Filiberto desbarata la posibilidad de que todo sea producto de la imaginación de una conciencia alterada, porque allí parecería estar, en carne y hueso, la versión humana del Chac Mool. Esto se confirma con las palabras del hombre, que dice “lo sé todo” (p.12), mientras pide que le entreguen el cuerpo de su anterior dueño. Desde este punto de vista, podríamos afirmar que el cuento de Fuentes ofrece, en el final, una explicación más del orden de lo maravilloso que de lo real, y que corta con la incertidumbre fantástica que se sostuvo a lo largo de la narración, tanto en el relato-marco como en el relato enmarcado.