Chac Mool

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Lo real y lo sobrenatural

La historia de Filiberto y el Chac Mool es introducida por el punto de vista de su amigo, Pepe, que desde el principio nos hace cuestionar la credibilidad del relato de un hombre al que se lo veía perturbado, que había perdido su trabajo y que se ahogó en el mar. Esto produce en la lectura un efecto de oscilación entre lo real y lo sobrenatural, porque nos hace dudar si la estatua de Chac Mool cobra vida realmente o si lo narrado es el producto de una mente que ha perdido la razón.

Esta duda es lo que Tzvetan Todorov identifica como algo propio del género fantástico, que se caracteriza por producir una incertidumbre en el lector, que vacila entre la explicación realista y la explicación maravillosa de los acontecimientos extraños del relato. La incertidumbre se mantiene, por lo menos, hasta el final, cuando Pepe llega a la casa de Filiberto y se encuentra con una persona que parecería ser el Chac Mool convertido en humano, lo que abogaría por una explicación sobrenatural de la historia.

Lo humano y lo divino

El cuento de Fuentes explora diferentes formas de la dualidad: una de ellas es la dualidad entre lo humano y lo divino. El Chac Mool es una figura que ha sido vinculada con los ritos de algunas de las religiones indígenas de la región de México y, en particular, con el dios de la lluvia y del agua. Esto se recupera en el cuento por el carácter divino que posee la estatua que adquiere Filiberto. Él cree que se trata de una reliquia falsa, a imitación del arte precolombino, pero de a poco la figura empieza a convertirse en una presencia divina y poderosa, que exige sacrificios y que somete a su voluntad al protagonista del relato. No obstante, a medida que esta figura va adquiriendo rasgos de una presencia viva y perturbadora, al mismo tiempo se va humanizando y perdiendo su carácter divinal. El imponente Chac Mool pasa de contar historias míticas sobre la naturaleza a querer usar jabón y lociones y a vestirse con la ropa de Filiberto. Cuando Pepe se encuentra con él, en el final del relato, parece un indígena grotesco en su coquetería, que ha adoptado la vida moderna, banal y desconectada de su anterior dueño.

Lo antiguo y lo moderno

“Chac Mool” es un cuento que transmite tensiones entre el mundo antiguo prehispánico y el moderno mexicano del siglo XX, lo que se manifiesta por el contraste entre los elementos arqueológicos del relato y el estilo de vida contemporáneo a los acontecimientos de la historia. Filiberto tiene un interés estético por el pasado indígena que parece estar despojado del carácter espiritual de las estatuillas, ídolos y diferentes cacharros que colecciona. Él se mueve por la Ciudad de México, por Acapulco, por el mercado de la Lagunilla, la Quebrada o la Playa de Hornos, disfrutando las experiencias de consumo que ofrece la modernidad –como la estadía vacacional en la pensión alemana– sin percatarse de la pervivencia de ese pasado que es parte del mexicano moderno y que empieza a imponerse, en el relato, a través de esta figura mítica asociada con el agua, el sacrificio y la muerte.

En un sentido, se podría decir que la estatua de Chac Mool encarna ese pasado antiguo que se venga del olvido en que lo tiene la México contemporánea, al sacrificar a un personaje que representa al mexicano moderno que ha perdido su identidad y su conexión con el pasado.

La religión y el sacrificio

Una forma en la que se expresa esa pervivencia del pasado indígena en la México contemporánea es a través del sincretismo religioso. Aunque las religiones indígenas del mundo prehispánico fueron desplazadas por el catolicismo desde que este se impusiera en una gran parte del “Nuevo Mundo” por la conquista española, algo de la espiritualidad y la cosmovisión de esas religiones fue asimilado y reabsorbido por la religión cristiana.

En el relato de Fuentes, lo que permite esa conciliación entre la espiritualidad indígena y la cristiana es el sacrificio, en tanto ofrenda ritual con la que el indígena estaba familiarizado, y que le permitió comulgar con el cristianismo a través de la imagen de Jesucristo crucificado. En el cuento, el Chac Mool, estatua destinada a la ofrenda sacrificial, cobra vida y se cobra la muerte de su dueño, que muere ahogado en el mar, es decir, a causa del elemento que caracteriza a esta figura divinal: el agua. En este sentido, el Chac Mool representa la puesta en acto del ritual del sacrificio a través de la muerte de Feliberto.

La soledad y la desconexión

Filiberto, el protagonista del relato, experimenta una profunda soledad y aislamiento emocional. En su cartapacio, conserva recuerdos nostálgicos de amistades que se perdieron con el tiempo y describe una rutina laboral insustancial que no parece conformarlo. El Chac Mool se convierte para él en una presencia inquietante pero necesaria, que acompaña a Filiberto mientras este se va desconectando de su entorno al perder su trabajo y aislarse en su casa. Pero la figura se termina transformando en una carga opresiva que lo enajena aún más, si pensamos la locura como una forma de alienación. Desde esta perspectiva, es posible ver, a través del personaje de Filiberto, una crítica a la alienación y la desconexión de la sociedad moderna.

Las relaciones de poder

Filiberto adquiere el Chac Mool como un objeto especial para su colección de arte mexicano indígena, pero pronto pasa de poseedor a convertirse en el poseído. Su objeto de deseo se revela como una entidad amenazante que lo domina por completo. A medida que avanza la historia, Chac Mool empieza a controlar cada vez más a Filiberto y a apropiarse de sus cosas; ocupa su casa, le usa sus ropas y lo somete a sus órdenes. Es así como va creciendo en Filiberto el sentimiento de miedo y opresión que lo conduce hasta la muerte.