Casa de muñecas

Casa de muñecas Símbolos, Alegoría y Motivos

La niña (Símbolo)

El autor instala una red simbólica diseminada por todo el texto (el título, las acciones, los objetos, las palabras) que identifica a Nora con una niña. Helmer se refiere a ella con nombres de “animalitos”, la trata como a una nena, muchas veces la llama “Norita”. El vínculo inicial de Helmer-Nora remite al de padre-hija, adulto-niña. Incluso, esto se hace explícito en el tercer acto, cuando Torvaldo “perdona” a Nora. Él dice que a un hombre le da placer perdonar a la mujer porque entonces es “dos veces suya”, como esposa y “como hija”. También sugiere encargarse de la educación de Nora, como si esta fuera una niña.

La “casa de muñecas” es como la casa a escala de Nora, es decir, más pequeña. Incluso cuando Nora le cuenta a Cristina que tuvo que trabajar, le miente asegurándole que ha hecho “pequeñas cosas”. Ella misma se autoidentifica con el campo temático de lo pequeño. La red simbólica se multiplica en la idea de Nora “muñeca”: ni siquiera niña, sino más chiquita aún: juguete.

La simbología de la niña cobra relevancia en relación a la tesis que sugiere la obra. Es esta una a favor del individuo y su autorrealización frente a la imposiciones de la sociedad, y se refuerza con la idea de que toda persona debe realizar un proceso de crecimiento, hacer un pasaje de la infancia a la madurez. Transformarse en un adulto, dejar de ser un niño, exige construir una propia visión de mundo, poseer parámetros, construir una posición frente a la realidad.

A lo largo de la obra, Nora acepta la mirada de los otros, que la ven como niña, y esa interiorización es fundamental para el efecto que produce su transformación final. El personaje de Nora terminar por evolucionar, pasando de la “niñez” al mundo adulto.

La transformación de Nora (Alegoría)

En esta obra, la transformación del personaje de Nora puede estar funcionando como alegoría del rol de la mujer en la sociedad patriarcal, y el camino hacia su liberación.

Nora encarna, en principio, la obediencia a los mandatos impuestos a la mujer: ser alegre, sumisa, amable y entregada a la voluntad de un hombre. Es decir, cumple las funciones que cumpliría una niña. Hacia el final, se quita el “disfraz”, abandona sus ataduras y el rol que le es impuesto. Rechaza los deberes que le son impuestos por la sociedad respecto de ser madre y esposa. Dice ser, primero, “ser humano”, y que su principal deber es consigo misma. Su propuesta es de igualdad: habrá paz solo cuando la sociedad se transforme.

La mascota (Símbolo)

Se trata de un símbolo de mansedumbre. En el tercer acto, al hablar de los disfraces que usarán en la próxima fiesta de máscaras, Rank sugiere que Nora vaya “de mascota”, que es “como va todos los días”. Rank recurre a un elemento concreto, la mascota, para simbolizar la mansedumbre cotidiana de Nora y su subordinación a la voluntad del marido. La relación entre Nora y su marido no es una entre iguales, sino que justamente ella debe rendirle a él fidelidad y obediencia, como si fuera una mascota, y Torvaldo su amo. Además, Torvaldo se refiere a su mujer, reiteradamente, con apodos del campo semántico de los animales, en general pequeños, como suelen ser las mascotas.

El sombrero negro (Símbolo)

Es símbolo de la muerte. En el diálogo en el que Nora y Rank debaten sobre qué vestirán en el próximo baile de máscaras, el médico recurre a un elemento concreto para responder simbólicamente a la pregunta de Nora. Lo que busca significar con ese sombrero que “cuando uno se lo pone ya nadie lo ve”, es que en ese baile estará ausente, porque ya habrá muerto para entonces.

El disfraz (símbolo)

El disfraz aparece en boca de los personajes y también en las didascalias (acotaciones del autor). Simboliza las apariencias, es decir, aquello que los personajes “representan” pero que luego demuestran no ser. Nora se quita el disfraz para tener su conversación final con Torvaldo, en la que, por primera vez, dice la verdad. Es decir, Nora abandona el papel de mujer aniñada e ingenua para quedar al desnudo.

Hay otras expresiones que refieren también a la idea de disfraz y el cese de la representación. Torvaldo, cuando empieza a gritar a su mujer al leer la carta de Krogstad, le ordena: “¡Basta de comedias!”. Así, Torvaldo da inicio a su cadena de reproches, en la que él también desnuda su verdadero ser, mostrándose egoísta, cobarde y poco amable. Además, se refiere a Nora como "impostora". El disfraz simboliza entonces también la impostura, la hipocresía.

La muñeca (Símbolo)

La “muñeca” funciona como símbolo de modo similar al de la “niña”, pero su significado es más extremo, ya que la muñeca es más pequeña aún que una niña, y, además, se trata de un ente inanimado.

En su última escena, Nora dice haber sido la muñeca de su padre para luego pasar a ser la de su marido. Con eso quiere referirse a que el sentimiento que ellos han tenido para con ella nunca fue de amor y respeto, sino que sentían por ella un capricho, algo a lo que les divertía manejar a su disposición, algo que conservaban para que los entretuviera.

Las limitaciones por las que Nora ve reprimida su acción son las mismas que limitan a una muñeca: no puede conducirse por propia voluntad, no puede tener ideas propias, su campo permitido de actividad se reduce a lo doméstico.

Nótese que, cuando Nora muestra los regalos comprados para sus hijos, la escena es de por sí simbólica: uno de los regalos es una muñeca. Cuando Nora la sostiene en sus manos, la imagen se vuelve representativa: Nora es una niña que juega a ser madre y sus hijos son como muñecos para ella. Justamente, en la escena final de la obra, ella dice que en la "casa de muñecas" que han vivido, los niños han sido sus muñecos, de la misma manera que ella lo fue para su marido y su padre.

El dinero (Motivo)

En esta obra, el dinero se repite como elemento y como idea. Es el ente concreto que organiza la trama, motivando a los personajes a actuar. El conflicto de Casa de muñecas se desata porque Nora tomó un préstamo para pagar el tratamiento que curó a su marido. Eso desencadena la extorsión de Krogstad. El problema, que estaba oculto, termina desnudando problemas más profundos que existían en el matrimonio Helmer, como la relación de desigualdad entre él y Nora.

El dinero también rige la acción de otros personajes. En el pasado, la relación entre Cristina y Krogstad se frustró porque ella necesitaba dinero y, por lo tanto, se casó con un adinerado. Tanto en el caso de Cristina como el de Nora, el dinero está estrechamente ligado al tema de la salud y la enfermedad. Nora precisa el dinero para curar a Torvaldo, y Cristina lo precisa porque su madre está enferma.

Por otra parte, términos económicos se filtran constantemente en el discurso de los personajes. Rank, para hablar de su pésimo estado de salud, se refiere a este como una "efectiva bancarrota". Más tarde, sabiendo próxima su muerte, dirá que "Todo se paga en esta vida". A su vez, Nora, en su conversación final con Torvaldo, le dice a este que deben "ajustar sus cuentas".

El milagro (Símbolo)

Nora menciona varias veces la palabra "milagro". En la trama de la obra, se refiere a cierta esperanza que ella conserva de que su marido reaccione milagrosamente bien cuando se entere de lo que ella hizo. Sin embargo, esto no resulta así. Y es entonces cuando Nora "comprende" que si ella se queda en esa casa, nada cambiará y, por lo tanto, debe irse. Luego, en el diálogo final del matrimonio, Nora dice que debería suceder el "mayor de los milagros" para que ella pueda reunirse con él. Ese milagro "mayor" es ya una transformación social que implique la libertad y la igualdad.

El milagro, sin embargo, adquiere significación simbólica si se lo piensa en el contexto temporal en que sucede la trama, que se inicia en Navidad. En este sentido, puede pensarse el final de Nora como un "renacer", es decir, como el milagro de la Navidad.