Boquitas pintadas

Boquitas pintadas Símbolos, Alegoría y Motivos

Juan Carlos como un animal cazador (alegoría)

En la cuarta entrega, las acciones de Juan Carlos son descritas como las de una fiera cazadora: "Decidió seguirla algún día, la niña vivía en una chacra de las afueras. Juan Carlos se refregó las manos sucias de polvo contra la campera de estanciero y se preparó para dar el salto" (p. 60). Por un lado, agazapado, Juan Carlos identifica su próxima presa/víctima; la niña a la que más tarde violará. Por otro lado, sobre la medianera de la casa de Mabel, se dispone a bajar a su encuentro. El relato dice que se "prepara para dar el salto", lo cual nos hace pensar en un felino cazando desde las alturas. Esta descripción sirve para relacionar el comportamiento de Juan Carlos con el de este tipo de animales y mostrar así la ferocidad que sus actos implican.

Interpretación del tarot (alegoría)

En la sexta entrega, la gitana interpreta las cartas que ha elegido Juan Carlos. El relato que hilvana es fácilmente asociable al derrotero de la enfermedad que asedia al personaje. Las barajas que van saliendo representan la muerte que lo acecha y la larga batalla que la enfermedad le da. También aparece un viaje en tierra, asociado al traslado a las sierras para su curación. Aparecen además la desgracia y el enamoramiento. Al final de la lectura vuelve la figura de la sota de espadas, interpretada como la muerte. Por otro lado, aparece una baraja que lo ayuda, descrita como "una rubia que trae suerte", cuyo corazón él no debe soltar: "(...) y te salió una rubia que te quiere (...) te pone el corazón de ella en la mano, vos lo vas a mirar, espera, lo que veo es que ella se lo arranca y te lo da, ¡no soltés nunca el corazón podrido de la rubia, tenélo agarrado bien fuerte!" (p. 79). Esta rubia es fácilmente identificada por el lector con Nené, si bien en el texto nunca se confirma esta hipótesis. Esta lectura que habilita el tarot revela al lector que de todas las mujeres que frecuenta Juan Carlos, la que más lo quiere es Nené.

Pancho como un gorila (alegoría)

La Raba se representa a Pancho como "un gorila temible, con las cejas tupidas pero bien delineadas, las pestañas arqueadas y el bigote cubriendo en parte la boca grande" (p.76). El gorila, recordemos, es un animal que guarda cierto parecido con la figura humana, pero es más fuerte y feroz, y con la piel completamente cubierta por un pelaje oscuro. Todos estos rasgos podemos asociarlos al carácter y la fisionomía de Pancho, agregando que, en comparación con el hombre, el gorila es una bestia no racional. Podemos interpretar esta alegoría como una forma de anticipar la brutalidad de Pancho en el acto de violación contra La Raba, que tendrá lugar en la siguiente entrega, la sexta. Allí leemos lo que piensa Pancho cuando está con La Raba en el pastizal: "(...) pero si te retobás estás perdida lo mismo, mirá la fuerza que tengo..." (p. 88). Como se vio más arriba en la alegoría de Juan Carlos como animal cazador, en este caso, la fuerza y la brutalidad de los hombres contra las mujeres aparece representada mediante la imagen del gorila.

Celina como una gata sarnosa (alegoría)

Nené asocia a Celina con una gata sarnosa:

pensó en Celina, en sus ojos verdes. Pensó en la posibilidad de hacerse amiga de un gato, amiga de una gata, sobarle el lomo, pensó en una gata vieja con sarna, cómo curarle la sarna, llevarle de comer, elegir el plato más bonito de la alacena y llenarlo de leche fresca para una gata vieja sarnosa. (p. 51).

El gato es tenido en el imaginario popular como un animal mezquino, esquivo, indiferente al humano y traicionero. Al representársela como una gata, Nené proyecta los desaires de la amiga en el comportamiento del animal. Pero también proyecta sus deseos de dominio de la situación.

Higo (símbolo)

El higo es una fruta con connotaciones sexuales. En muchas culturas antiguas se lo asoció al sexo. Por su forma, evoca al órgano sexual femenino. En esta novela se hace referencia a la fruta en el momento en que Pancho y Mabel tienen relaciones sexuales. El símbolo se presenta en el fluir de la conciencia de Pancho: “...el higo maduro, la pielcita verde no tiene gusto, debajo la pulpa roja con las gotas de almíbar, comí todo lo que quise, al buche” (pp. 151 - 152). Pero además, la mención de esta fruta se relaciona con el momento en que Mabel y Pancho hablan literalmente de los higos en la entrega anterior, la décima. Ella le pide que le de unos higos maduros de la higuera que está en su patio, cuando él está subido al tapial lindante con la comisaría. La conversación que mantienen en esa oportunidad da lugar al próximo encuentro sexual entre ellos dos.