Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)

Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874) Martín Fierro: una figura en disputa

Para comprender cabalmente el significado de “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)”, debemos remontarnos a los debates generados en torno al Martín Fierro, de José Hernández, a comienzos del siglo XX. Durante la década de 1910, cuando Argentina atraviesa las celebraciones por el centenario de la Revolución de Mayo de 1810 y la Independencia de 1816, distintas personalidades destacadas de la cultura y la política argentinas, como Leopoldo Lugones y Ricardo Rojas, toman al Martín Fierro como un emblema de los valores nacionales y un poema patrio de connotaciones épicas comparable a las epopeyas homéricas, como la Ilíada y la Odisea.

Para entonces, Argentina se encuentra recibiendo una masa migratoria de grandes dimensiones, mayoritariamente de origen europeo, que transforma por completo el paisaje urbano y la política nacional. Debido a ello, se vuelve necesaria la creación de símbolos que permitan su integración en medio de un clima de gran fervor patriótico. Como respuesta a esta necesidad de construir una identidad argentina, el Martín Fierro se vuelve canon, transformándose en el gran poema nacional, al tiempo que la figura del gaucho deviene en emblema de los valores patrios en un intento de educar a esta nueva ciudadanía en formación.

Cabe mencionar que el gaucho ya era un actor social inexistente para cuando se produce la canonización del Martín Fierro. De origen criollo o mestizo, el gaucho era el habitante nativo de las llanuras pampeanas argentinas, que llevaba una existencia nómade y marginal respecto al modo de vida de la ciudad. En parte, este tipo social se vio diezmado hasta su desaparición debido a su uso, por parte de los distintos actores del gobierno, en las guerras producidas en el territorio entre los siglos XVII y XIX. Estos conflictos fueron tanto de carácter externo, en las guerras independentistas contra los españoles, como interno, en los avances que se realizaron sobre el territorio de los pueblos originarios, y en los distintos enfrentamientos civiles entre unitarios y federales durante la primera mitad del siglo XIX.

Por supuesto, el poema de Hernández no inaugura la gauchesca en la literatura, sino que este era un género literario de larga data en el territorio, que se caracterizaba por recrear el habla del gaucho, así como retratar sus costumbres, dificultades y modos de vida. Las obras pertenecientes a la gauchesca no solían estar escritas por gauchos, población mayoritariamente analfabeta, sino por autores letrados provenientes de la ciudad que estaban familiarizados con la vida rural del gaucho. Así y todo, aunque El gaucho Martín Fierro -la primera parte del poema- aparece cuando la gauchesca ya se encuentra consolidada como género, pronto se populariza en forma inaudita y comienza a ser representada oralmente entre los propios gauchos, quienes ven reflejados sus padecimientos y dificultades en la vida del protagonista del poema, Martín Fierro.

En resumidas cuentas, Fierro es un gaucho a quien las autoridades del gobierno obligan injustamente a abandonar a su familia y sus tierras para defender la frontera del avance de los ‘indios’. Una vez en la frontera, el propio ejército lo maltrata y esclaviza hasta que, cansado, Fierro deserta para volver a su hogar. Sin embargo, al volver se encuentra con que su familia ya no está, y su rancho ha quedado en ruinas. En ese momento, Fierro decide vivir fuera de la ley, se transforma en un gaucho ‘matrero’ y comienza a delinquir hasta que, tras asesinar a dos hombres y perseguido por la justicia, cruza la frontera para irse a vivir con los ‘indios’.

Este tono de denuncia social que adopta el poema, así como la conciencia que genera sobre el modo de vida y las injusticias sufridas por los gauchos, será posteriormente matizado por Hernández en la continuación de la obra: La vuelta del Martín Fierro. Del mismo modo, tanto las lecturas de Lugones como la de Rojas olvidan deliberadamente el elemento de conflictividad del poema a principios del siglo XX. Sin embargo, resulta evidente que la importancia del Martín Fierro -como se tiende a llamar en conjunto a las dos partes del poema- excede por mucho lo estrictamente literario, y las apropiaciones políticas y simbólicas que tienen al poema como objeto durante el centenario de la Revolución de Mayo y de la Independencia son la prueba más contundente de ello. En este contexto, como bien menciona la crítica Beatriz Sarlo:

Martín Fierro se transmuta en texto canónico y su personaje en un paradigma de virtudes nacionales, gracias a una lectura que pasaba por alto lo que Borges señaló muchas veces: que Martín Fierro no era precisamente un hombre lleno de virtudes, sino un desertor, acompañado por la mala suerte, provocador de duelos sin motivo y habitante de las tolderías indias cuando debió huir de la justicia. Aunque Fierro había matado sin razón suficiente y ofendido por bravata o por ebriedad, sin embargo, de un modo bastante curioso, la elite criolla se las arregló para hacer de él una figura nacional (pasando por alto su rebeldía y también la rueda de injusticias que lo había atrapado), mientras que los inmigrantes anarquistas lo consideraron un modelo de insurgencia social. Así, quien escribiera en la Argentina del primer tercio de este siglo tenía que examinar el mito gaucho y medirse con él, ya fuera para rechazarlo, para desviarlo o para adoptarlo. Borges no fue una excepción” (31).

Frente a la lectura de Rojas y Lugones, quienes hicieron del poema una épica nacional y de Fierro un héroe gaucho, Borges opta por destacar del poema sus elementos novelísticos, y se interesa por las contradicciones y la humanidad que hacen de su protagonista un personaje moderno, distinto de la simpleza que presentan los grandes héroes de la mitología clásica. En “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)”, Borges ni siquiera tiene a Fierro como protagonista sino que elige, en cambio, poner el foco de su escritura en el personaje secundario más importante del poema: el sargento Cruz. Sin embargo, todo lo que dice de él aplica indistintamente a Fierro, ya que “el otro era él” (67). Al igual que sucede con Cruz, entonces, el Fierro que le interesa a Borges no es símbolo de la virtud nacional, sino un personaje signado por la desgracia, a medio camino entre el coraje y la criminalidad, y que solo se encuentra sometido, como bien dice Alarzaky, “a la ley de la lanza o del cuchillo” (1974: 130).