Arráncame la vida

Arráncame la vida Símbolos, Alegoría y Motivos

La presencia de Rodolfo Campos tanto en el casamiento de Andrés y Catalina como en el entierro de Andrés. (Símbolo)

Rodolfo Campos (primero gobernador, después presidente de la nación) está presente como testigo en el casamiento de Andrés y Catalina, y también es quien acompaña a la protagonista en el funeral y entierro de su esposo. Esto establece cierta simetría entre el inicio y el final del matrimonio cuya historia se relata en la novela, además de que funciona simbólicamente: Rodolfo es una figura importante de la política, su presencia signa la invasión del ámbito político en el ámbito privado, la omnipresencia del poder que condiciona la vida de los protagonistas.

Los nombres de los caballos de Catalina y Andrés. (Símbolo)

Llamados "Pesadilla" y "Al Capone", los nombres de los caballos en que se mueven desde el comienzo de su matrimonio Catalina y Andrés simbolizan de algún modo la vida que llevan quienes los montan. Para Catalina, por muchos momentos su vida es como una pesadilla, en tanto padece su falta de libertad y está rodeada de crímenes y corrupción cuyo responsable es el hombre con quien duerme cada noche y del cual no puede separarse. Por su parte, Andrés parece identificarse con el personaje de Al Capone: ambos representan figuras de corrupción y poder en las primeras décadas del siglo XX, y tanto uno como el otro ostentan cargos "limpios" públicamente aunque sea vox populi el sistema de crimen institucionalizado con que mantienen sus respectivos imperios. Andrés parece nombrar a su caballo en honor a un hombre que, sin ningún respeto por las instituciones y la ley, puso todo su ingenio a la construcción de su propio poder.

El sueño de Catalina en el que no puede limpiar la sangre en la cara de sus hijos. (Símbolo)

En el capítulo 7, Catalina presencia el asesinato de dos campesinos y se entera de que fue el mismo Andrés quien ordenó matarlos para que no testificaran en su contra. Entonces ella enfrenta a su marido, pero este la calla.

Esa noche, cuando logra dormirse, Catalina tiene un sueño: "Soñé a mis hijos con sangre en la cara, yo quería limpiárselas pero sólo tenía pañuelos que echaban más sangre" (p. 97). El contenido del sueño es simbólico, en tanto evoca la particular preocupación que perturba a la protagonista: ella sabe de los crímenes de los cuales es responsable su marido, pero aparentemente no puede hacer nada para detenerlos. El consecuente sentimiento de culpa, de involuntaria complicidad con su marido, se deja traslucir en su pesadilla: ella quisiera frenar los derrames de sangre, pero por más que lo intente no posee las herramientas para lograrlo. Es más: cuanto más abra la boca, a más gente pondrá en peligro, en tanto su marido no parece dejar con vida a ningún posible enemigo.

El encuentro amoroso de Catalina y Carlos sobre las flores del cementerio. (Símbolo)

En el capítulo 18 se da el momento más álgido de la historia de amor entre Catalina y Carlos. En lo que será su última mañana juntos (aunque ellos aún no lo sepan), la pareja visita el panteón de Tonantzintla, donde todo está sembrado de flores naranjas. El escenario elegido para ese momento de intimidad tiene un fuerte contenido simbólico: Catalina y Carlos se entrelazan amorosamente sobre las flores de un cementerio. En ese sentido, este encuentro simboliza el estrecho vínculo que existe entre su amor y la muerte, puesto que su relación los acerca cada vez más a ese riesgo. “Estás toda pintada de flor de muerto” dice Carlos, y sigue: ”Debe ser bonito que así huela la tumba de uno y que la pongan toda de anaranjado en Todos Santos. Cuando muera te encargas de que me entierren aquí” (p. 223). Y, efectivamente, la próxima vez que la pareja vuelva a ese escenario será con Carlos muerto, en su entierro. La frase de este, acerca de que le gustaría ser enterrado bajo esas flores cuando muera, funciona como un indicio de una situación que se presenta más rápido de lo que el hombre, quizás, imaginaba. La suerte trágica que padece la pareja poco después del encuentro en Tonantzintla fortalece la dimensión simbólica de ese encuentro en el panteón, símbolo de la cercanía de la pareja con la muerte.

Las flores del panteón de Tonantzintla. (Símbolo)

Luego del fervoroso encuentro de Carlos y Catalina en Tonantzintla, la pareja debe almorzar junto a Andrés y otras personas de la casa. Antes de sentarse a comer, Catalina adorna la mesa con las flores naranjas que recogió en el panteón esa mañana. Su voluntad es sin embargo cancelada pronto por Andrés, quien ordena quitar esas flores.

De algún modo, estas flores parecen estar funcionando como un símbolo del amor entre Carlos y Catalina, en tanto el elemento refleja la naturalidad, belleza y fragilidad propias del romance. A su vez, la orden de Andrés de quitar las flores evoca también su desprecio por ese amor, al tiempo que su decisión de acabar con él.