Arráncame la vida

Arráncame la vida Metáforas y Símiles

"Andrés se levantaba con la luz, dando órdenes como si fuera yo su regimiento” (p. 28). (Símil)

Catalina se refiere a los inicios de su matrimonio, en los cuales debió acostumbrarse súbitamente a obedecer al hombre con quien acababa de casarse. Andrés Ascencio es entonces un general, y su carácter es autoritario, soberbio, machista. Él actúa frente a su joven esposa como un superior en todo sentido, principalmente en cuanto a la jerarquía que sitúa al hombre por sobre la mujer en una sociedad con desigualdad de género. El símil utilizado por Catalina refleja la dimensión de esa desigualdad, en tanto Andrés se comporta como una autoridad a ser obedecida tanto por su esposa como por sus súbditos, es decir, por su regimiento. La expresión de la narradora evidencia el paralelismo, implícito en la sociedad, entre la desigualdad de género en un matrimonio y la desigualdad de estatuto al interior de una institución jerarquizada como es el ejército.

"... aquellos señores que tomaban a sus mujeres del codo como si sus brazos fueran el asa de una tacita de café" (p. 79). (Símil)

Catalina se refiere a los invitados de las constantes cenas que se brindan en la casa cuando Andrés es gobernador. En esas celebraciones, los hombres son los protagonistas mientras que las mujeres no existen más que como parte del decorado, como cosas: ese es el lugar que les corresponde en la sociedad machista. El símil utilizado por la protagonista refleja esta asociación entre la mujer y la cosa, al menos en el modo en que los hombres se relacionan con ellas. Los maridos presentes en la reunión aferran a sus mujeres no como si estas fueran personas, sino como si fueran tazas de café.

“Establecí un orden enfermo, era como si siempre estuviera a punto de abrirse el telón” (p. 149). (Símil)

Apenas Rodolfo gana la presidencia, Catalina y Andrés se mudan a México. Catalina queda lejos de las amigas con quienes compartía sus tardes en Puebla y pasa los días sintiéndose sola, aburrida, angustiada, extrañando incluso a su marido, quien no aparece por allí todos los días. No tiene ninguna tarea a la que abocarse y se dedica entonces a mantener la casa impecable, a vestirse y maquillarse a la perfección, esperando la visita de Andrés. El símil empleado por la narradora para describir la situación refleja esta dimensión de espera, pero también de suspensión y de sinsentido de los días de una mujer cuya vida entera gira alrededor de su marido. Durante ese período, Catalina emplea todo el tiempo en que está a solas en prepararse para cuando Andrés haga su entrada y así irrumpa su estado de suspensión dando comienzo a la función, a la vida.

"... a Lilia le daba lo mismo, se aferraba como la mejor actriz a los papeles que le iban tocando" (p. 257). (Símil)

El capítulo 20 narra la celebración del casamiento entre Lilia y Emilio Alatriste. La joven se encuentra en esa situación luego de que su padre haya hecho matar al muchacho al que ella realmente quería, Uriarte. Catalina observa cómo Lilia baila con su padre como si lo quisiera y respetara, luego con su nuevo marido, como si sintiera algo por él. El símil expresado por la narradora evidencia la dimensión simulada de toda la situación: el matrimonio entre Lilia y Emilio se da por arreglo, lo que se celebra es una ficción, y la joven parece haberse resignado a esto y actuar con la simulación debida, acorde a cada escena, como una actriz.

"-Sí, voy a ponerles el piyama- dije, como si otra me gobernara, como si me hubieran amordazado" (p. 237). (Símil)

Luego de ver la carta de Carlos anunciando que se encontraría con Medina en la puerta de una iglesia, Catalina corre a buscarlo, presintiendo que algo malo sucederá. En efecto, no encuentra a Carlos en el lugar de la cita, sino en cambio a sus hijos, que cuentan que unos hombres forzaron a Carlos a irse con ellos. Inmediatamente, Catalina vuelve a su casa con los niños, desesperada. La calma de Andrés al recibirla pareciera confirmar sus sospechas: Andrés es quien mandó a secuestrar y matar a Carlos. Sin embargo, Catalina no puede sino obedecer a las órdenes de su marido, que le exige que antes de seguir con la investigación se ocupe de los niños.

El símil empleado por la narradora evidencia la sensación de extrañeza, de dualidad que divide a la protagonista: por un lado, está desesperada por el inminente peligro que sufre el amor de su vida; por el otro, no puede manifestar esa desesperación sin delatarse frente a su marido. De esa manera, debe comportarse como si "otra" -es decir, la versión de Catalina como esposa fiel y sumisa, como amordazada, incapaz de protestar- tomara todas las decisiones.