Un señor muy viejo con unas alas enormes

Un señor muy viejo con unas alas enormes Temas

La identidad

La identidad es un tema central en este cuento y se elabora a través de la figura del extraño anciano alado que cae en el patio de Pelayo y Elisenda. Ni los personajes, ni el narrador ni los lectores logran determinar con certeza cuál es la naturaleza de este ser: puede ser una criatura fantástica, una mezcla de hombre y ave, un ángel, un demonio, un extranjero, un humano muy particular. A lo largo del cuento, sus descripciones indican que combina una dimensión humana con una sagrada (angelical o diabólica) y con una tercera, de carácter animal. Además, si bien los vecinos del pueblo están convencidos de que es un ángel, se trata de uno viejo y arruinado, que ha perdido sus características celestiales y no cumple milagros.

De esa manera, el cuento pone de manifiesto dos nociones: por un lado, que la identidad es siempre imprecisa, compleja, ambivalente y, por otro lado, que la misma tiene una dimensión colectiva fundamental: son los demás personajes (así como el narrador, e incluso los lectores) quienes van definiendo quién es este ser alado, así como cuáles son sus orígenes, funciones y su destino.

La espectacularización del otro

Otro asunto central de esta narración es la espectacularización del otro. En el cuento encontramos dos figuras extrañas, vistas como fenómenos o freaks por los otros personajes. Ambas figuras son capturadas y exhibidas como si su mera existencia fuera un espectáculo. Tal es el caso del misterioso anciano con alas, que de inmediato es encerrado en el gallinero y expuesto ante los ojos de los curiosos como si fuera un animal en el circo o en el zoológico. Lo mismo ocurre con la mujer araña que llega al pueblo como parte de una feria errante, es decir, una especie de circo. Significativamente, en ambos casos, alguien gana dinero por exhibir al anciano alado y a la mujer araña, y se crean espectáculos a partir del sufrimiento de estas figuras consideradas fenómenos.

Las creencias populares

Las creencias populares son fundamentales en este cuento, puesto que aparecen para tratar de darle sentido al acontecimiento sobrenatural que está en el núcleo narrativo.

Así, la vecina sabia determina que el extraño ser alado que cae en el patio de Elisenda y Pelayo es un ángel. Esta mujer sabe "todas las cosas de la vida y la muerte" (11), es decir que es una especie de hechicera o sabia mística, y tiene una concepción popular y desacralizada del mundo y del más allá, puesto que sostiene que los ángeles son "sobrevivientes fugitivos de una conspiración celestial", y que lo indicado es "matarlo a palos" (11).

Por su parte, la popularidad que gana el espectáculo del supuesto ángel se basa, también, en las creencias populares, ya que enfermos y desdichados de todo el Caribe se acercan creyendo que el extraño ser puede hacer milagros y salvarlos. De modo semejante, cuando el anciano alado se enoja mucho tras ser quemado con un hierro para marcar novillos, los vecinos sienten que su ira provoca "un ventarrón de pánico que no parecía de este mundo" (13), y que eventualmente podría desatar una catástrofe, asignándole poderes sobrenaturales dentro del marco del pensamiento mágico popular.

El cristianismo en América Latina

"Un señor muy viejo con unas alas enormes" tiene un sustrato cristiano, y las referencias a la mitología cristiana son múltiples, destacándose con nitidez la figura del anciano alado que, para la mayoría de los personajes, es un ángel. De todas maneras, el cuento construye una constante parodia de ese pensamiento religioso, presentando los elementos propios del cristianismo de manera desacralizada, ridiculizada y burlona. Así, este ángel es viejo y decrépito, está embarrado, tiene las alas sucias y llenas de parásitos, no puede volar ni hacer milagros como corresponde, habla una lengua incomprensible, no se comunica con los mortales ni es amable con ellos.

La presencia del cristianismo en América Latina también se plasma en el personaje del padre Gonzaga. A través de su figura y sus acciones, el cuento cuestiona el poder de la iglesia católica y la validez del discurso cristiano para explicar la realidad, y en particular la realidad latinoamericana, que, de acuerdo con García Márquez, es una realidad mágica, donde lo cotidiano está repleto de elementos mágicos. El cura es presentado como un sujeto ridículo e impotente que usa métodos absurdos para analizar al misterioso ser que cae en el patio de Pelayo y Elisenda. A su vez, como no logra dictaminar que se trata de un ángel, inmediatamente asume que es el demonio disfrazado, lo cual resulta exagerado y apresurado. El hecho de que su autoridad está en crisis queda claro cuando notamos que los vecinos del pueblo no le prestan atención a sus advertencias y siguen creyendo que se trata de un ángel. En la misma línea, las autoridades eclesiásticas son presentadas como agentes de una burocracia infinita: el cura protagoniza un intercambio eterno de cartas con representantes del Vaticano. Esas cartas hacen preguntas ridículas sobre el misterioso ser alado, nunca llegan a identificarlo y no saben qué hacer con él.

La obediencia

Considerando el breve relato enmarcado sobre la mujer araña, es posible afirmar que la obediencia es un tema destacado de este cuento. Esto es especialmente importante teniendo en cuenta que, al escribir el texto, García Márquez lo piensa como un cuento infantil. En ese sentido, se destaca su moraleja. Una jovencita desobedece a sus padres, se escapa de la casa y pasa la noche entera en un baile. Al regresar, en medio de un bosque, la parte un rayo que la transforma en un ser fantástico con cuerpo de tarántula y cabeza de doncella triste. Esta transformación es permanente, con lo cual ella vive para siempre castigada y angustiada. Además, por su extrañeza, se convierte en atracción de una feria errante: pasa a ser exhibida como espectáculo para el divertimento de otros. De esa manera, el relato nos dice a los lectores que desobedecer a los padres y hacer cosas sin su permiso es muy peligroso y tiene graves consecuencias. Resulta evidente, pues, que este breve relato remite de manera directa a un clásico de la literatura infantil, también ambientado en un bosque: la historia de Caperucita Roja, otra niña que, por desobedecer a su madre, se enfrenta a serios peligros y angustias.