Un señor muy viejo con unas alas enormes

Un señor muy viejo con unas alas enormes Resumen y Análisis Parte 2

Resumen

El padre Gonzaga, cura del pueblo, se presenta en el patio de Pelayo y Elisenda para analizar al ser misterioso. Los vecinos vienen haciendo conjeturas sobre la identidad, el origen y el futuro del señor alado. Por ejemplo, sostienen que será “alcalde del mundo”, “general de cinco estrellas” o “semental para implantar en la tierra una estirpe de hombres alados y sabios” (12). Sin embargo, el padre Gonzaga asegura que se trata del diablo disfrazado, ya que no entiende el latín, que es la lengua de Dios, ni respeta la autoridad del sacerdote. El cura también afirma que las alas no son el elemento fundamental a la hora de determinar la identidad de un ángel. Se dispone a escribir cartas a las autoridades eclesiásticas para saber qué hacer con la criatura.

De todas maneras, nadie le presta atención a la advertencia del cura y sigue creciendo el rumor de que allí hay un ángel. Son tantos los visitantes que la casa está permanentemente sucia y Elisenda se la pasa limpiando. Entonces, la mujer decide tapiar el patio y cobrar cinco centavos para ver al ángel. Llegan visitantes desde otros puntos del Caribe; muchos de ellos son enfermos o desdichados que esperan ser salvados por un milagro del ángel. Pelayo y Elisenda están exhaustos, pero felices por todo el dinero que logran recaudar.

El ángel, encerrado en el gallinero, la pasa muy mal. Se siente aturdido por el calor de las lámparas y las velas que la gente deja en el alambrado. Desprecia todas las comidas que le entregan los visitantes y solo come papilla de berenjena. Además, no demuestra ninguna virtud divina o milagrosa, pero tiene mucha paciencia al tolerar los modos en que tanto las gallinas como los humanos que lo rodean tocan su cuerpo y, en especial, sus alas.

Una vez, pasa muchas horas inmóvil y los visitantes creen que ha muerto. Entonces lo tocan con un hierro caliente para marcar novillos. Él se despierta espantado, llora y grita de dolor. Desde ese momento, dejan de molestarlo, porque se dan cuenta de que su ira puede causar una catástrofe.

El padre Gonzaga, mientras tanto, recibe cartas del Vaticano con preguntas sobre las características del extraño ser para poder determinar su naturaleza: preguntan si tiene ombligo, si su idioma está relacionado con el arameo, si es pequeñito y entra dentro de la punta de un alfiler, y ponderan “si no sería simplemente un noruego con alas” (14). El intercambio de cartas lleva mucho tiempo y el cura no logra resolver la situación.

Análisis

En esta parte del cuento se profundiza un tema ya esbozado desde el comienzo: la identidad y la naturaleza del extraño ser alado que ha caído en el patio de Pelayo y Elisenda. Como se ha mencionado, el matrimonio no sabe identificarlo (al igual que el narrador, que lo describe pero no logra catalogarlo), y es la vecina sabia quien determina que se trata de un ángel. Pero es un ángel viejo y arruinado, que ha perdido sus características celestiales y no puede cumplir con sus funciones básicas y, por lo tanto, su identidad siempre es imprecisa y desconcertante.

Ahora, el padre Gonzaga contrapone otra definición de la naturaleza del anciano alado y asegura que se trata del demonio disfrazado con "artificios de carnaval para confundir a los incautos" (12), es decir, camuflado para engañar al pueblo y eventualmente causar alguna desgracia. Curiosamente, pues, la identidad de este ser es definida de maneras diferentes y hasta opuestas: puede ser un ángel o un demonio. Cabe destacar que, a pesar de asegurar que se trata de un ser no mortal, el cura también nota que "visto de cerca resultaba demasiado humano" (12), idea que se refuerza más adelante, cuando lo revisa un médico y percibe que su organismo es completamente humano.

La complejidad de este ser tiene otra dimensión más, ya que no solo mezcla elementos humanos y divinos (o diabólicos), sino que también tiene aspectos animales. En primer lugar, se destacan sus alas, comparadas desde el inicio con las de un gallinazo, es decir, un tipo de buitre americano que tiene el plumaje negro. Estas alas tienen parásitos, como las de los animales, y las propias gallinas las picotean para desparasitarlo. En segundo lugar, es encerrado en el gallinero junto a otras aves de corral, y los visitantes lo tratan como si fuera "un animal de circo" (12), pretendiendo alimentarlo con cáscaras y sobras. En tercer lugar, algunos visitantes lo tratan con la misma crueldad que se le aplica al ganado, y lastiman su cuerpo con un hierro de marcar novillos. De esta manera, se expresa la complejidad identitaria de la figura fantástica. Esto, a su vez, permite reflexionar sobre la dimensión colectiva de la identidad en términos más amplios, tema recurrente en la obra de García Márquez, ya que son los demás quienes van definiendo quién es este ser alado, así como cuáles son sus orígenes, sus funciones y su destino.

De acuerdo con Eduardo Chirinos, los debates en torno a la identidad del ser fantástico construyen una "polifonía discursiva" (1995: 230) en el cuento, porque las voces y los puntos de vista de diversos personajes se entrelazan con los del narrador. Así, Chirinos afirma que "[l]a aparición del ángel es un hecho social que compromete en primer lugar a la familia de Pelayo; en segundo lugar, al pueblo, y en tercer lugar, a las autoridades eclesiásticas, obligadas a emitir un fallo que, por lo demás, nunca llega, debido a su ejemplar burocracia. No se trata de un hecho íntimo, sino de un hecho comunal: todos tienen que ver con el ángel. Y, claro, todos tienen su propia opinión y sus propias expectativas" (Idem).

Como afirma el crítico, el carácter comunitario de esta situación fantástica convoca un cuestionamiento del poder de la iglesia católica y la validez del discurso cristiano para explicar el mundo. El tono burlón, presente desde el comienzo del cuento, se concentra especialmente en la figura del padre Gonzaga en estas escenas. Los métodos de análisis del cura al examinar al anciano alado son ridículos: lo pone a prueba hablando en latín y sostiene que las alas no son suficientes para definirlo como ángel, cuando estas son, precisamente, la característica principal de los ángeles. Además, la conclusión del padre Gonzaga es apresurada y exagerada. Como sus pruebas no le permiten demostrar que se trata de un ángel, inmediatamente asume que es el demonio. A pesar de ser una figura de poder, especialmente en esta área, nadie le presta atención a sus advertencias, subrayando que su autoridad está en crisis. Así, el narrador expone que el diagnóstico del sacerdote es tan absurdo como los de cualquier vecino, subrayando que todas las opiniones y expectativas se basan en creencias mágicas y populares, y que la explicación cristiana de los misterios del mundo ya no tiene un gran sustento.

Esta crítica a la capacidad del discurso cristiano para explicar el mundo se potencia porque ni el padre Gonzaga ni sus superiores logran comprender cuál es la naturaleza del misterioso ser alado ni decidir qué hacer con él. La jerarquía eclesiástica es parodiada y exhibida como impotente. Lo único que hacen desde el Vaticano es enviar una infinidad de cartas con preguntas absurdas, demorando la resolución de manera muy pronunciada: “Pero el correo de Roma había perdido la noción de la urgencia. El tiempo se les iba en averiguar si el convicto tenía ombligo, si su dialecto tenía algo que ver con el arameo, si podía caber muchas veces en la punta de un alfiler, o si no sería simplemente un noruego con alas. Aquellas cartas de parsimonia habrían ido y venido hasta el fin de los siglos…” (14). El narrador enfatiza su tono burlón y cómico al exponer la ridiculez exagerada de estas preguntas. De esa manera, el cuento parece sostener que la Iglesia católica -en particular, en el contexto latinoamericano- es impotente como autoridad, que sus preocupaciones son absurdas e inútiles, y que ha perdido su capacidad de darle sentido a la realidad y de organizar y proteger a las poblaciones.

Por último, cabe destacar la espacialidad caribeña que crea esta parte del relato, elemento fundamental en las narrativas de García Márquez. Desde el inicio sabemos que Pelayo y Elisenda viven en un pueblo portuario, cerca del mar. En este segmento, además, se menciona que llegan “curiosos hasta de la Martinica” y “los enfermos más desdichados del Caribe”, entre los que se encuentra “un jamaicano que no podía dormir porque lo atormentaba el ruido de las estrellas” (13). El dato no es menor, ya que García Márquez ha construido una visión literaria de lo latinoamericano especialmente enraizada en el contexto caribeño: en su narrativa son recurrentes los paisajes tropicales, las costas, el calor, las tempestades, la vegetación abundante, los barcos, los navegantes y los náufragos, entre muchos otros elementos.