Nuestra parte de noche

Nuestra parte de noche Resumen y Análisis Las garras del dios vivo, enero de 1981

Resumen

Un domingo de enero de 1981, Juan y su pequeño hijo Gaspar salen de viaje en auto desde Buenos Aires, Capital, hacia Misiones, provincia del noreste argentino. La primera parada del viaje la hacen para desayunar en un bar. La mujer que los atiende le pregunta amablemente a Gaspar por su madre. Sin embargo, ante la pregunta, Gaspar se angustia y Juan se indigna. Le dice a la mujer que es una entrometida y le cuenta con desprecio que la madre de Gaspar, Rosario, murió atropellada por un colectivo tres meses atrás.

La segunda parada del viaje la realizan en un hotel de la localidad correntina de Esquina. Allí, antes de acostarse a dormir la siesta, Juan le da un número de teléfono a Gaspar. Es el número de Luis Peterson, hermano de Juan. Juan le dice a su hijo que, si no se llega a despertar, debe llamar a ese número. Gaspar se asusta, aunque ya sabe que su padre se encuentra muy enfermo.

Ambos despiertan de la siesta con hambre. Deciden a ir a comer algo. En el pasillo del hotel, Gaspar, de repente, se echa a correr. Juan percibe que su hijo, al igual que él, está viendo un espíritu. Es la primera vez que Gaspar tiene una percepción.

Esa noche, después de que Gaspar se duerme, Juan intenta conectarse espiritualmente con Rosario cortándose con una Gillette y pronunciando ciertas palabras específicas. No lo consigue. Desde que su expareja murió, nunca ha podido conectarse con ella.

Al otro día, Juan y Gaspar van a la casa de Tali en Colonia Camila, un pueblo rural de Corrientes. Tali los recibe con sumo afecto. Después, con cierta preocupación, le dice a Juan que lo deben estar buscando. Juan la tranquiliza, afirmándole que no lo pueden encontrar. Luego, le cuenta que Betty no podrá asistir al Ceremonial hasta que se decida qué van a hacer con su hija.

Cuando Gaspar los deja solos (se va a jugar con una niña que está en la casa de Tali), Tali y Juan tienen un encuentro sexual. Luego, ella le dice que él es su hombre, aunque afirma que ella no tiene el coraje de su hermana, Rosario, para estar con él.

Al día siguiente, Gaspar, Tali y Juan van a nadar. En la orilla del río, Juan dibuja un símbolo con lápiz, le agrega sangre y se lo entrega a Tali. Según él, ese sello la protegerá de cualquier inconveniente. Luego, Tali se encuentra con una mujer que, tiempo atrás, acudió a ella para que le tirara las cartas. Quería averiguar así el paradero de su hija. Tali le informó entonces que su hija fue arrojada al río por los militares.

Mientras Gaspar está nadando, Juan y Tali se comunican por telepatía. Juan le dice que está seguro de que Rosario fue asesinada por Mercedes y Florence. Afirma que la deben haber matado porque les exigió que dejaran de usar a Juan como médium y les dijo que nos les iba a entregar a Gaspar para que usaran su cuerpo. Luego, agrega que en Puerto Reyes van a volver a probar los poderes de Gaspar y, esta vez, se darán cuenta de que su hijo ya es un médium. Afirma que, en caso de que Gaspar no demuestre poderes, cuando cumpla la mayoría de edad van a obligar a Juan a que transmigre en el cuerpo de su hijo. Su objetivo, entonces, es alejar a su hijo de los sectarios. Tali le pregunta a Juan si puede negarse a “convocar” a la Oscuridad. Juan le responde que no, que lo intentó en su momento, cuando se enteró de que Mercedes usaba gente secuestrada para el ritual, y que lo amenazaron con sacarle a Gaspar. Juan afirma entonces que, para él, es imposible escapar de la Oscuridad y de la Orden, y le pide a Tali que, junto a Stephen, trabaje para bloquear a Gaspar.

Al día siguiente, Juan le prepara el desayuno a Gaspar y le avisa que deben irse. Gaspar se niega, Juan le da un cachetazo y lo tira al piso. Gaspar, entonces, obedece. Antes de salir, Juan le corta un mechón de pelo a su hijo para dejárselo a Tali. Con eso, ella podrá protegerlo.

Juan y Gaspar vuelven a salir a la ruta. Gaspar tiene migrañas. Tras un trecho, necesita vomitar. Al bajar del auto, un hombre les indica que doscientos metros hacia adentro del monte hay una proveeduría. El hombre se llama Andrés y es fotógrafo. En la proveeduría, Gaspar es tratado con cariño por la dueña, e incluso lo recuestan en una cama. Juan y Andrés se quedan bebiendo algo. Luego, tienen un encuentro sexual.

Juan y Gaspar retoman viaje. Gaspar ya se siente mejor. No para de hablar. Juan recuerda entonces una tarde de 1978, en la que iba en auto por Buenos Aires con Gaspar y Rosario. Mientras Rosario y Gaspar hablaban sin parar, Juan oía en su interior los gritos de los torturados por la dictadura. Finalmente, Juan tuvo un ataque de ira y amenazó con matar a Gaspar y a Rosario si no hacían silencio.

Por la noche, Juan y Gaspar llegan a la capital de Corrientes. Van al cementerio. Juan le hace perder el conocimiento al guardia. Luego, realiza un ritual para convocar a un demonio llamado el Quinto. Quiere saber si Gaspar también puede verlo. Efectivamente, Gaspar lo ve. Juan advierte entonces que Gaspar va a revelarse como médium en poco tiempo. Antes de que el Quinto desaparezca, Juan le pregunta dónde está Rosario. El Quinto le responde: “Le pertenece a los que te hablan” (p. 77). Juan entiende que Rosario está en la Oscuridad, y que decidió ir allí para estar con él cuando él muera.

Al día siguiente, con gran esfuerzo, Juan convence a Gaspar de que el episodio del demonio fue solamente una pesadilla. Luego, vuelven a emprender viaje hacia Puerto Reyes, localidad misionera en donde se encuentran la mansión y los terrenos de la familia Bradford.

En este punto, el narrador repone parte de la historia de los Bradford en Argentina. La mansión en cuestión es construida en la década de 1920 por Santiago Bradford. Este, además, compra tres mil hectáreas para plantaciones de yerba mate. Por entonces, se hace amigo de otro dueño de yerbatales, José Reyes, un millonario español, viudo y padre de dos hijos. Al tiempo, de casualidad, ambos descubren que son miembros de la Orden. Bradford pertenece a la familia fundadora, mientras que Reyes es un Iniciado. En honor a su amistad, Bradford bautiza a su casa “Puerto Reyes”.

Durante un tiempo, Santiago Bradford vive allí junto a sus hijos, Mercedes y Jorge Bradford. Mercedes es una chica fea a la que nadie respeta. Sin embargo, su padre logra comprometerla con Adolfo Reyes, hijo de José Reyes. Este matrimonio no se sustenta en el amor, sino en los intereses de ambas familias.

Tras la muerte de José Reyes, Adolfo y Mercedes se hacen cargo del yerbatal. En 1949, nace la única hija del matrimonio: Rosario. Al poco tiempo, Adolfo tiene otra hija, Tali, con una amante correntina llamada Leandra.

Por entonces, Mercedes dedica su tiempo a cultivar las artes oscuras de la Orden. Un día, su hermano Jorge, que ha devenido en un cardiólogo brillante, le dice que ha encontrado un médium: un niño de una familia pobre. Ese niño es Juan. Los Bradford deciden comprarlo y, al tiempo, este los conecta con la Oscuridad.

De nuevo en el tiempo de la narración, Juan y Gaspar llegan a Puerto Reyes. Los suegros no le reprochan haberse escapado de los guardaespaldas. Están acostumbrados a la rebeldía de Juan y, además, le tienen cierta reverencia.

Juan va a su cuarto. Allí se encuentra con Stephen, quien le cuenta que el guardia del cementerio de Corrientes (al que Juan, en teoría, solo había desmayado) ha muerto. Le muestra la noticia en el diario. A Juan no le importa. Stephen dice que ya le enviaron dinero a la familia del guardia y a la policía correntina. Todo está arreglado.

Luego, Stephen y Juan se comunican telepáticamente. Juan le pide que, si llegara a morir en el Ceremonial del día siguiente, se lleve a Gaspar a Brasil y lo deje con su hermano Luis. Afirma que todavía no encontró el sello para proteger a su hijo. Stephen le dice que no va a morir. Le recuerda que ya ha convocado a la Oscuridad en peores condiciones. De hecho, en el Ceremonial del año anterior, para sostener a Juan en pie durante el rito, tuvieron que atarlo a una cruz. Luego, tuvieron que internarlo y hacerle una cirugía para colocarle un triple bypass.

Juan llama a Marcelina y le pide que por favor se quede con Gaspar hasta el día siguiente. Sabe que no tiene que estar con su hijo en las horas previas al Ceremonial. Marcelina acepta el pedido. Luego, Stephen intenta convencer a Juan de que transmigre al cuerpo de su hijo. Afirma que, así, el cuerpo de Gaspar seguirá vivo. Juan se niega. Afirma que Gaspar dejaría de existir como Gaspar. Stephen comprende entonces que Juan prefiere que Gaspar se convierta en médium para la Orden antes de transmigrar en su cuerpo, y le dice que es una locura. Los médiums sufren terribles maltratos, y eso Juan lo sabe bien. Lo convence de que deben seguir el plan que ya tenían trazado: bloquearán a Gaspar para que demuestre que no tiene capacidades. Luego, aprovecharán que faltan seis años para que Gaspar cumpla doce años y pueda llevarse a cabo el rito de la transmigración. En ese tiempo, de alguna manera u otra, lo salvarán.

Después de que Stephen sale de la habitación, entra el Dr. Jorge Bradford. Revisa a Juan con la única mano sana que tiene. La otra mano, mutilada, la oculta con un guante negro. Le da medicación e indicaciones para que se prepare de la mejor manera para afrontar el Ceremonial.

Luego de dormir unas horas, Juan sale a recorrer la casa. Pasa cerca del túnel subterráneo en donde Mercedes tiene niños enjaulados. Entonces el narrador afirma que muchos de ellos son niños guaraníes, otros son comprados por Mercedes en la frontera, y otros son hijos de secuestrados de la dictadura argentina que los militares, amigos de Mercedes, le entregan.

Junto a Stephen y Tali, Juan se prepara para el Ceremonial. Se pone su atuendo especial y se mete en la selva. Sus manos, entonces, se transforman en las de un animal. Le crecen uñas como dagas doradas. Lo último que ve antes del comienzo del Ceremonial es a los Iniciados. Después, Juan ya no recuerda nada.

Lo que sucede durante el Ceremonial también es narrado desde la perspectiva de Tali. Antes de que el ritual comience, Tali repasa el momento en que, junto a Stephen, trabajan para bloquear a Gaspar. Es difícil, ya que el niño tiene un gran poder. Luego, ve a Juan, con sus garras doradas, llegando al Lugar de Poder. Entonces aparece la Oscuridad: una especie de vapor negro que rodea a Juan y se va elevando, acompañado por un zumbido y un batir de alas. Los escribas anotan las supuestas palabras que pronuncia la Oscuridad, aunque Tali no escucha nada.

Se genera cierto caos. Algunas personas intentan correr, pero los Iniciados los detienen. Mercedes les ofrenda los cuerpos secuestrados a la Oscuridad, y otras personas se acercan voluntariamente al “dios negro”. La Oscuridad destroza y devora cuerpos. Luego se disuelve. Los heridos se acercan al médium (Tali afirma que esa persona no es “Juan”) para que les cauterice las heridas. La gente llora de dolor y alegría.

Durante un día entero, Juan queda inconsciente. Cuando despierta, Tali le cuenta que Gaspar fue probado como médium y no superó ninguna de las siete pruebas. Juan le pide a Tali que mantenga bloqueado a Gaspar por siempre.

Después del ritual, Juan se siente aliviado. No encontró a Rosario en la Oscuridad. No está en el bosque de manos, ni en los campos de torsos, ni en el bosque de huesos, ni en el valle de los ahorcados.

Tras dos días, Juan se reencuentra con Gaspar. Pasan la tarde junto a Stephen en el jardín de la mansión. Mientras están allí, Stephen se quita la camiseta. En su espalda se descubren dos cicatrices gruesas. Se las hizo Juan en un Ceremonial de hace muchos años, cuando ambos eran preadolescentes. El narrador afirma que aquellos que son marcados en los Ceremoniales tienen la posibilidad de acceder a círculos más altos de la Orden y a mantener una relación íntima con el médium. Desde aquel entonces, Juan y Stephen tienen una relación amorosa.

Luego, Juan se reúne con Mercedes Bradford, Florence Mathers y Anne Clarke. Estas le agradecen por el Ceremonial. Le informan que doce personas fueron tocadas y ocho fueron tragadas por la Oscuridad. Juan les pregunta por Rosario. Las mujeres le dicen que la tienen atrapada, fuera de su alcance, aunque no saben dónde. Él deberá averiguarlo. Juan les pregunta entonces por qué la mataron. Mercedes niega haber matado a su propia hija. Las mujeres instan a Juan a que la siga buscando en los Ceremoniales de los años siguientes. Es la única manera que tienen ellas de asegurarse de que él seguirá asistiendo a Puerto Reyes cada enero y aceptará transmigrar al cuerpo de su hijo cuando llegue el momento. Según las mujeres, a través de cada Ceremonial, Juan les está enseñando a vencer a la muerte.

Juan, lleno de rabia, piensa en matar a las mujeres. Stephen lo calma telepáticamente. Le dice que si las mata nunca podrá encontrar a Rosario. Juan, entonces, les pide a las líderes de la Orden que dejen en paz a Gaspar hasta que este cumpla los doce años. Las mujeres aceptan ese pedido. Afirman que solo buscarán a Gaspar si se revela como médium. Le aseguran que el chico está vigilado y que sabrán si eso sucede. Además, Gaspar estará cerca de “la niña, el milagro negro” (p. 124) en los siguientes años. Ella lo potenciará.

Luego de esta reunión, Juan se retira a descansar. Reflexiona sobre los Iniciados. Se pregunta por qué estos asistirán a los rituales junto a sus hijos. Recuerda un Ceremonial en el que la Oscuridad, convocada por Juan, le arrancó el brazo a un chico de diez años. La madre del chico amenazó con denunciar todo lo que vio. La mataron y la arrojaron al río. El narrador afirma que la dictadura militar argentina es muy útil para la Orden: no solo provee cuerpos, sino que también provee coartadas.

Sobre el final del capítulo, Juan entra en el túnel subterráneo de los niños enjaulados. Allí se encuentra con Mercedes. Discuten. Juan le dice que el encierro de esos chicos no es útil para la Oscuridad. Afirma que Mercedes es simplemente una sádica. Luego, Juan mata a un niño deforme y le arroja la sangre a Mercedes. Finalmente, la obliga a que le confiese qué hizo con Rosario. Mercedes le cuenta, entonces, que descubrió que Rosario tenía un plan para asesinarla, y que ella tuvo que defenderse. Entonces Juan invoca a la Oscuridad y devora sus labios y sus dientes. Luego cauteriza la herida, cierra la puerta y se va.

Juan busca en el cuarto de Marcelina las pertenencias que dejó Rosario para él. Dentro de una bolsa de plástico, encuentra la Mano de Gloria. Antes de irse junto a Gaspar, Juan le entrega esa mano a Tali. Le dice que Rosario quería que fuese suya, y que le va a servir para mantener bloqueado a Gaspar.

Análisis

Antes de entrar en el análisis específico de este primer capítulo, es importante destacar tres puntos que son fundamentales desde el principio hasta el final de la novela.

En primer lugar, su estructura está basada en el enfoque narrativo múltiple. La novela tiene seis capítulos. El cuarto y el quinto están narrados en primera persona, y los otros cuatro, en tercera persona omnisciente. Esta tercera persona omnisciente suele, además, focalizarse en diferentes personajes y relatar los hechos desde sus perspectivas. El enfoque narrativo múltiple permite que la novela se vaya armando como una especie de rompecabezas. A menudo, el lector recibe la misma información sobre determinados hechos pero desde la óptica de diferentes personajes. De esta manera, Enriquez consigue que ni los personajes ni el lector tengan el 100% de la información en sus manos, lo que resulta fundamental para que Nuestra parte de noche nos atrape en el proceso de lectura, manteniéndonos en vilo.

En segundo lugar, es importante destacar el entretejido de la novela con el contexto político argentino. Una parte de la obra transcurre durante la dictadura militar; otra parte, durante el gobierno de Alfonsín, y la última parte, durante el gobierno de Menem. Además, hay referencias a otros gobiernos, como el de Perón, y a otros hechos históricos y políticos que vivió el país. El contexto político argentino no solo es el fondo o el escenario histórico de la novela, sino que la trama principal se entreteje con el contexto político, especialmente con la última dictadura argentina.

En tercer lugar, es fundamental tener en cuenta la adscripción de la novela al terror gótico latinoamericano. Para comprender con profundidad cuáles son las características distintivas de este subgénero literario, debemos repasar la historia del gótico europeo (también llamado "clásico" o "inglés").

Este género nace a finales del siglo XVIII en Inglaterra. Se considera que la primera novela gótica es El castillo de Otranto, de Horace Warpole, que fue publicada en 1764. Sin embargo, el apogeo del género llegará en el siglo XVIII con la aparición de obras como Frankestein, de Mary Shelley; Drácula, de Bram Stoker, y Canción de Navidad, de Charles Dickens. A partir de entonces, el gótico trasciende las fronteras británicas y continentales y llega a Estados Unidos, donde encontrará en Edgar Allan Poe a uno de sus máximos exponentes mundiales.

Entre las características fundamentales del género cabe destacar la preponderancia de la emoción sobre la razón, la fascinación por lo desmedido, la constante aparición de la locura, y la presentación de lo sobrenatural como una fuerza atractiva a la que los personajes no pueden resistirse. Algunos de los motivos típicos del gótico son las mansiones embrujadas, los fantasmas, las muertes truculentas y las familias oscuras que esconden tenebrosos secretos.

Como veremos a lo largo de la guía, cada una de estas características y motivos está presente en Nuestra parte de noche. Pero, ¿cómo llegó el género a Latinoamérica? ¿Cómo se explica que en 2019 aparezca en Argentina una obra con estas características? El gótico llega a este continente entre las décadas de 1920 y 1930. La novela La amortajada (1938), de la chilena María Luisa Bombal; los cuentos de los uruguayos Horacio Quiroga y Armonía Somers, y los relatos de Silvina Ocampo marcan el nacimiento del llamado "terror gótico latinoamericano".

Ya en esas primeras obras aparecen varias diferencias fundamentales entre esta nueva forma del gótico y la versión clásica. La primera radica en la locación. Puede parecer una obviedad o un detalle menor, pero no lo es. En el gótico europeo, las locaciones son fundamentales: no hay terror si no hay castillos, grandes mansiones embrujadas o iglesias medievales. En el gótico de Latinoamérica hay mansiones e iglesias, pero, sobre todo, hay naturaleza: el horror vive en las profundidades de la selva, en los ríos colorados, en los manglares y en los Andes.

En segundo lugar, estos dos géneros se diferencian entre sí por la importancia que cada uno les otorga a las problemáticas sociopolíticas. El gótico clásico se construye al margen de los conflictos sociales. El horror nace en las entrañas de los seres macabros o las familias oscuras. Por el contrario, en el terror gótico latinoamericano, el horror es un producto político y social. Nace en la esfera pública e invade la esfera privada.

El renacimiento y la enorme expansión del gótico latinoamericano en el siglo XXI encuentra su explicación fundamental en este punto. Mariana Enríquez y otras autoras del nuevo continente (cabe destacar a la ecuatoriana María Fernanda Ampuero y la argentina Samantha Schweblin) encontraron en la fusión entre terror y política un modo de abordar la realidad desde la ficción masiva, típicamente de género.

Ahora sí, adentrémonos en este primer capítulo de la novela, y empecemos situándolo dentro del contexto político. “Las garras del dios vivo” transcurre en enero de 1981. Entonces Argentina se encuentra en plena dictadura militar. Esta dictadura comienza el 24 de marzo de 1976, cuando las Fuerzas Armadas, en connivencia con sectores conservadores del empresariado y la Iglesia católica, derrocan a María Estela Martínez, presidenta de Argentina desde la muerte de su marido, Juan Domingo Perón, en 1974. De acuerdo al documento presentado por las Fuerzas Armadas al momento de asumir el poder, el objetivo principal de la dictadura es combatir la subversión y ubicar a la Argentina dentro del mundo occidental y cristiano. Para acabar con la denominada “subversión”, el gobierno militar impone una política de violación sistemática de los derechos humanos. La tortura, los asesinatos, la apropiación de menores, las violaciones y los exilios forzosos son algunas de las atrocidades cometidas por este gobierno de facto entre 1976 y 1983, año en el que retorna la democracia.

Desde el comienzo de la novela, el contexto político y la trama aparecen intrínsecamente unidos. Juan decide ir con Gaspar a Misiones en auto en lugar de ir en avión con los pasajes que les enviaron sus suegros. Para ello deben evitar, en primer lugar, a los guardaespaldas que la Orden le coloca para vigilarlos, y, en segundo lugar, cualquier tipo de encuentro con los militares. Esto se debe a que la Orden y los militares tienen una buena relación. Por ende, si los militares descubren a Juan y a su hijo, es probable que no los dejen continuar libremente su viaje. Recordemos que los líderes de la Orden son dueños de empresas yerbateras y, como acabamos de decir, la dictadura militar tuvo un gran apoyo por parte del empresariado. Aquí se ve claramente que el contexto político argentino no es solamente utilizado como telón de fondo por Enriquez, sino que forma parte de la trama.

Asimismo, el horror de la dictadura militar le permite a la autora integrar en numerosas ocasiones elementos típicos del terror a la trama de la novela. Por ejemplo, la aparición de imágenes de personas ahogadas, tan frecuente en el terror, aparece aquí cuando Tali le tira las cartas a una madre que busca desesperadamente a su hija. Dice entonces el narrador: “Tali la había visto muerta, ahogada, y se lo había dicho. Una de las tantas chicas asesinadas por los militares y arrojadas a los ríos” (p. 39). Algo similar sucede con los niños enjaulados de Mercedes, que le son entregados por los militares. Como hemos dicho previamente, uno de los terribles crímenes de la dictadura militar argentina consistió en la apropiación de menores, hijos de los secuestrados y desaparecidos. Enríquez, a la usanza de las novelas de terror gótico latinoamericano, integra el terror político de la realidad argentina al terror ficticio de su novela.

Aunque es evidente que Enriquez construye una gran afinidad entre la dictadura y la Orden, es importante destacar que el poder y el alcance de la Orden no dependen de este gobierno. De hecho, no todos los niños enjaulados le son proveídos a Mercedes por los militares. El narrador afirma que muchos de ellos son guaraníes y otros tantos son conseguidos por Mercedes en la frontera. Es decir, Mercedes y la Orden se aprovechan de los marginales y los oprimidos de manera sistemática, más allá de quién esté en el gobierno de turno. Cabe aclarar que los guaraníes son un pueblo nativo que habita el noreste argentino, Paraguay y Brasil. Como la mayoría de los pueblos nativos de Latinoamérica, los guaraníes viven, en su mayoría, en condiciones de extrema pobreza. Por otro lado, la triple frontera de Argentina, Brasil y Paraguay era y sigue siendo una de las zonas con mayor trata de personas a nivel mundial.

Enriquez no solo incorpora el contexto político argentino a la trama de la novela en relación al gobierno (en este caso, la dictadura), sino que integra diferentes problemáticas sociopolíticas que van más allá de los gobiernos de turno. De hecho, la novela postula que la clase alta mundial tiene una lógica intrínseca, paralela al sistema político, que funciona de la misma manera bajo cualquier régimen. La Orden, precedida por Mercedes Bradford, no solo es una secta de personas que pretenden ser inmortales: es una secta de personas de clase alta que explota, esclaviza y mata a personas de clase baja en pos de obtener la inmortalidad. En algunos casos tiene el apoyo explícito del gobierno de turno, pero no depende de ningún gobierno. La Orden está conformada por altos empresarios que, desde hace siglos, ejercen una lógica de explotación capitalista en sus empresas y en la secta. De hecho, Mercedes Bradford tiene niños enjaulados que sirven a la Orden, y también tiene jornaleros en condiciones de esclavitud trabajando en su empresa yerbatera.

Ahora bien, más allá del funcionamiento de la Orden como una sociedad representativa de clase alta, la novela expone ciertas cuestiones particulares de los diferentes miembros de la Orden. Es decir, no todos los miembros de la Orden actúan de la misma manera. Rosario, Tali y Stephen, por ejemplo, actúan de una manera muy diferente a Florence y Mercedes. Dentro de las limitaciones que les impone la Orden, hay ciertos personajes que intentan actuar con ética. Por otro lado, hay personajes que se aprovechan de estar en la Orden para actuar de manera absolutamente inmoral. Así, por ejemplo, en la escena en la que se encuentran en el túnel de los enjaulados, Juan le dice a Mercedes: “Aquí no hay búsqueda de un médium, Mercedes. Esto siempre fue solo para tu placer” (p. 128). Desde la perspectiva de Juan, la explotación de los niños enjaulados es, para Mercedes, un fin en sí mismo. No es una exigencia de la Orden ni de la Oscuridad. Mercedes es cruel y sádica.

En Nuestra parte de noche se establece, de hecho, una importante diferencia entre la maldad y la crueldad o el sadismo. La maldad se presenta siempre con un fin. Por ejemplo, esclavizar a los jornaleros o a los médiums está claramente mal, pero se hace con el fin de ganar dinero u obtener la inmortalidad. La crueldad, en cambio, se ejerce por puro placer.

En este punto, es interesante detenerse en Juan y preguntarse cuál es su relación con el mal y con la crueldad. En el primer capítulo, Juan mata al guardia del cementerio (un hombre absolutamente inocente) sin sentir ningún tipo de culpa, asesina a uno de los niños enjaulados, golpea a su hijo, devora los labios de Mercedes y, en un flashback, amenaza con matar a Rosario y Gaspar. Cabe preguntarse entonces: ¿Juan no es cruel? ¿No es sádico?

He aquí la importancia de la diferenciación entre el mal, por un lado, y la crueldad y el sadismo, por el otro. Como vemos en la enumeración del párrafo anterior, Juan hace muchas veces cosas que están mal desde un punto de vista ético y moral, pero en ningún caso esas acciones son llevadas a cabo por placer o goce. Juan es un hombre atormentado, que se encuentra al borde de la muerte y está haciendo lo imposible por salvar a su hijo. Sus ataques de ira nacen del tormento interior que está atravesando. Su violencia con extraños nace de su urgencia por salvar a su hijo. Por supuesto, eso no lo justifica, pero en ningún caso Juan hace el mal por placer. De hecho, a lo largo de la novela, varias veces se cuestiona su modo de actuar y sus métodos para conseguir lo que desea, pero nunca se cuestionan sus fines.

Lo cierto es que en Nuestra parte de noche no existen los personajes puramente bondadosos y que dan todo por el bien de los demás. Todos los personajes están atravesados por sus propios deseos, miedos, egoísmos y miserias. Esto se nota particularmente en las relaciones entre padres e hijos. Tomemos como ejemplo lo que sucede en este capítulo entre Juan y Gaspar. Por un lado, vemos que Juan es capaz de dar su vida por la de su hijo, literalmente hablando, pero, por otro lado, también es capaz de golpearlo solo porque este no quiere irse de la casa de Tali. Como veremos a lo largo de todo el análisis, en Nuestra parte de noche, los padres y las madres no son solamente protectores abnegados de sus hijos. Los quieren y son capaces de dar la vida por ellos, pero también tienen momentos en los que los detestan, los descuidan y son capaces de hacerles mucho daño.

En la novela, ningún amor aparece de forma idealizada: ni el amor parental, ni el fraternal, ni el amor entre pares. Sin embargo, en este primer capítulo, al menos, el amor entre pares (llamarlo "de pareja" aquí es incorrecto) es mucho más simple y relajado que el amor paternal. Juan se encuentra con dos personas a las que ama y con las que tiene intimidad: Tali y Stephen. Ahora bien, ni Tali ni Stephen son pareja de Juan, y eso no es un problema. Del mismo modo, tampoco es un problema que Tali sea la media hermana de Rosario, la difunta pareja de Juan, a quien él sigue amando profundamente. Asi, en este primer capítulo, el amor entre pares se adapta mucho más a las convenciones del llamado "amor libre" que a la monogamia tradicional.

Aquí entra en juego otra cuestión clave: la tajante diferenciación que hace la novela entre amor y sexualidad. Juan ama y tiene intimidad sexual con Tali y Stephen, pero al no existir un contrato monogámico, puede tener experiencias sexuales con otras personas a las que no ama sin que eso implique ningún tipo de conflicto. De hecho, en este primer capítulo, Juan tiene sexo ocasional con Andrés, el fotógrafo que lo ayuda en la ruta. Esta libertad sexual, además, les permite a los personajes tener relaciones con personas de uno u otro género sin que eso tenga importancia o implicancia alguna.