Medea

Medea Ironía

Medea mata a sus hijos para protegerlos

Medea mata a sus hijos para completar una venganza perfecta contra Jasón. Aniquilando a los niños, destruye por completo su linaje, lo cual es una gran ofensa en la cultura griega. Sin embargo, ella también afirma que los mata para protegerlos de crueldades peores que pueden sufrir en manos de los aliados de Creonte, a quien también planea matar. De hecho, los especialistas señalan que el filicidio es un aporte original de Eurípides: en otras versiones mitológicas, los niños en efecto mueren en manos de amigos de Creonte. En ese sentido, la crueldad de Medea es, al mismo tiempo, un acto de amor y una defensa de su propio orgullo. Según sus propias palabras, no está dispuesta a permitir que sus hijos sean víctimas de burlas y torturas de sus enemigos: “Nunca ocurrirá que yo entregue a mis hijos a mis enemigos para que los injurien [Es enteramente una necesidad que mueran; y como es necesario, nosotras, que les dimos el ser, los mataremos]” (1059-1062, p.81). Y más adelante refuerza la idea: “no entregaré a mis pequeños a otras manos más enemigas para que los maten” (1238-1239, p.86). Medea no puede soportar la idea de que sus enemigos destruyan a sus hijos; cree que la suerte de los niños puede ser peor en manos de estos. Así, paradójicamente, los mata para evitar que sufran peores castigos, lo que puede leerse como una gran ironía.

Jasón habla de sí mismo como un hombre noble que protege a su familia, pero es esencialmente un traidor

Jasón ha traicionado a su esposa y le ha faltado el respeto a todos los sacrificios que ella ha hecho para defenderlo. Incluso le ha salvado la vida y lo ha convertido en héroe. Sin embargo, él toma a otra esposa de manera clandestina, sin siquiera avisarle, y la humilla desplazándola del hogar. Le quita el poco honor que le quedaba. Irónicamente, él se autoengaña y se percibe como un hombre noble, que toma las decisiones correctas y necesarias para proteger a su familia. Cuando discuten por primera vez, le dice a Medea que se ha casado con Glauce para asegurar la posición social de los niños en Corinto. Sin embargo, Medea le responde que él nunca se ha preocupado realmente por los hijos, y que él en realidad solo quiere proteger su propia posición. Jasón es un personaje arrogante, cobarde, poco astuto y vanidoso, pero se convence a sí mismo de que sus ideas y acciones son correctas, éticas, bondadosas y justas, lo que resulta irónica para los espectadores y lectores de la obra.

Creonte desconfía de Medea, pero la subestima y le otorga un día para preparar su exilio

Al comienzo de la tragedia, Creonte aparece en escena para comunicarle a Medea que debe irse al exilio: ya no es bienvenida en el reino de Corinto. Esta expulsión se debe a que el rey no confía en ella, sobre todo porque sabe que es inteligente, astuta y una poderosa hechicera. Sin embargo, la subestima, cae en la trampa de su engaño y le otorga un día porque cree que en ese lapso temporal no podrá hacerle ningún daño a su familia. Paradójicamente, aunque desconfía de su poder y su talento para la destrucción, cae en su trampa. A pesar de su desconfianza, guarda cierta subestimación por Medea, que se muestra como una mujer vulnerable y como una madre preocupada por la seguridad de sus hijos. Creonte cree que en un día no podrá causar ningún mal, y Medea demuestra lo contrario: 24 horas son suficientes para ejecutar la venganza total, perfecta.

El coro se espanta porque Medea planea matar a sus hijos, pero no hace nada para impedir la muerte de los niños

La relación entre el Coro de mujeres corintias y Medea es una de las más singulares, originales y potentes de la literatura griega clásica. Por estar compuesto exclusivamente de mujeres, el Coro se identifica, comprende y acompaña a Medea. Es una relación compleja y contradictoria, ya que esa identificación no se traduce en un apoyo incondicional. El Coro se horroriza cuando Medea le confiesa que planea matar a sus hijos, e incluso intenta convencerla de que cambie de opinión. Repudia el plan, así como el acto una vez que la protagonista ya lo ha cometido. Sin embargo, paradójicamente, no interviene, sino que se mantiene como testigo, como observador.