Medea

Medea El uso del deus ex machina en 'Medea'

Eurípides es un autor del siglo V a.C. que aporta grandes innovaciones al género tragedia. Una de ellas es su desvío hacia los temas humanos y la psicología de los personajes, en lugar de colocar en el centro a los dioses. Sin embargo, como se ha mencionado, no deja de pertenecer a la tradición griega y cierra la obra con una apelación del Coro al poder de Zeus y los dioses del Olimpo. Son ellos quienes determinan el destino, más allá de la voluntad humana, y el futuro siempre resulta inesperado para los mortales.

Al igual que en otras obras de Eurípides, el final de Medea presenta el uso de un procedimiento literario que nace en las representaciones teatrales griegas: deus ex machina. El concepto tiene un nombre en latín que es la traducción de la frase en griego "lúsis apò mechanés", y que significa "el dios que baja mediante una máquina" o "el desenlace desde el mecanismo". La expresión se usa para designar la irrupción inesperada de un personaje que aparece en escena para solucionar problemas. Ese personaje suele ser quien trama toda la secuencia narrativa, aunque no lo sepamos desde el comienzo. En sus orígenes tiene que ver con el uso de una grúa, una polea (machina) o cualquier dispositivo creado para exhibir a un actor suspendido en el aire o para hacerlo entrar en escena desde arriba hasta el suelo. Esa elevación es una convención en el teatro griego que indica que el personaje es un dios que llega para resolver algún conflicto. Paulatinamente, el concepto se ha flexibilizado y sirve para referirse, de manera general, a cualquier procedimiento literario que introduce un elemento (puede ser un personaje, un objeto, una situación mágica) que resuelve la narración de un modo disruptivo, sin responder a la lógica de la trama previa.

​En Medea, como en el teatro griego en general, la utilización de este procedimiento hace visible la intervención divina de manera excluyente: por convención indica la presencia de un dios. Aristóteles critica estos dispositivos, pues cree que demuestran la incapacidad del autor para crear un texto en el que los medios humanos resuelvan las problemáticas humanas. Sin embargo, esta crítica es un tanto inconsistente, ya que en las tragedias griegas nunca se puede pensar en acciones exclusivamente humanas, en tanto los dioses siempre intervienen y determinan el destino de las figuras mortales, ya sea a través de un oráculo, una orden o, como en este caso, un regalo.

El escape de Medea hacia Atenas después de haber matado a los niños se hace posible gracias a un carro tirado por dragones alados que la levanta en el aire por encima del palacio. Este carro es un regalo divino, enviado por Helios, dios del Sol y abuelo de la protagonista. El autor ha sido criticado por el uso de este dispositivo, que resulta bastante disruptivo con respecto al resto de la estética de la obra, pero es muy adecuado a las propuestas de la narración. Es preciso recordar que, en la mitología, la huida de Medea ya aparece presentada de manera sobrenatural. Medea, después de todo, es una mujer sin poder pero con acceso a recursos sorprendentes, inesperados, poderosos. A su vez, aunque ha sido despojada de todo como consecuencia de los actos terribles que ella misma ha cometido, es en sus orígenes hija de un rey y nieta de un dios. Su carácter y su linaje son de grandeza, orgullo, excepcionalidad. Además, en el universo de Eurípides, las intenciones de los dioses (y las de los mortales) no necesariamente tienen un sentido coherente: pueden ser contradictorios, caprichosos, exagerados, egoístas. De alguna manera, el autor nos comunica con sus obras que la vida no tiene un sentido nítido y coherente. Como afirma el Coro al final, el destino es tramado por los dioses y resulta inesperado para los mortales.