Las medias rojas

Las medias rojas Resumen y Análisis Las medias rojas

Resumen

Ildara, una joven muchacha, vuelve a su casa después de recoger leña en el monte de su amo. Clodio, su padre, está allí armando un cigarro ajeno a lo que hace la chica. Ella se arregla el cabello y, lentamente, comienza a cocinar sin demasiado esmero.

Como la leña está húmeda por las continuas lluvias, arroja mucho humo y la joven debe soplar para activar la llama. Cuando se agacha para hacerlo, su padre, que fuma distraído, descubre repentinamente que su hija luce unas medias de color rojo bajo las remendadas sayas. El hombre comienza a regañarla por usarlas y por haber gastado dinero en su compra. Ildara le dice que ella no le debe ese gasto a nadie, dado que ha trabajado para conseguir su propio dinero.

Esta respuesta de la muchacha desata la ira del hombre, ya que no le cree. Le grita, la toma por los hombros, la zarandea y la arroja contra la pared. Ante la violencia del padre, ella solamente tiende a taparse el rostro con las manos. Teme que le suceda lo mismo que a su prima, marcada brutalmente por su madre. Su temor se agranda en este momento, dado que Ildara está próxima a cumplir con un proyecto secreto. Ildara espera cumplir la mayoría de edad para abandonar la casa paterna y partir en barco hacia tierras prósperas y lejanas. Ya tiene todo el plan arreglado con un hombre, el mismo que le ha dado un adelanto de dinero con el que se ha comprado las medias.

Clodio no conoce los planes secretos de su hija, pero la existencia de esas medias lo irritan y, al parecer, lo hacen desconfiar. Por ello, con el puño cerrado, golpea salvaje y reiteradamente la cabeza y el rostro de Ildara hasta que ella, sin fuerzas, deja de quejarse.

Inmediatamente después de la golpiza, Ildara sale y se lava la sangre. Un diente le queda en la mano y sufre un desprendimiento de retina en un ojo. No consulta rápidamente con un médico, por lo que queda tuerta. Y, por ende, no puede llevar adelante su plan: solamente viajan mujeres sanas, con los ojos y la dentadura en buen estado.

Análisis

Emilia Pardo Bazán publica "Las medias rojas" en 1914. Este cuento es uno de sus relatos breves más conocidos y se destaca por ser un fiel representante del naturalismo, movimiento al que adscribe la autora española, y por denunciar, mediante la utilización de las características de este movimiento, las condiciones a las que son sometidas las mujeres en la España rural de la época.

El naturalismo, en la literatura, es un movimiento que tiene como finalidad representar historias con protagonistas de las clases más desfavorecidas de las sociedad de forma objetiva. Para hacerlo, se vale de la creencia en el determinismo. Esto postula que todo está determinado por una consecución de causas y consecuencias que hacen que las cosas y los seres sean de una determinada manera, es decir, que habría ciertas leyes naturales y condiciones previas que causan ciertos efectos. Esto quiere decir que la literatura naturalista presenta la existencia de factores biológicos heredados y factores ambientales o del entorno de los personajes como elementos que influyen y moldean la vida de estos.

Por lo general, las obras naturalistas denuncian cuestiones sociales. Esto es lo que sucede en "Las medias rojas". La autora muestra cómo vive Ildara, la joven protagonista del cuento. De esta manera, denuncia cómo es imposible para ella, debido al determinismo social, escapar de la vida desgraciada que lleva. A partir de un narrador omnisciente y objetivo que se encarga de detallar de manera minuciosa las acciones sin realizar juicios de valor, se nos relata una historia brutal de opresión y violencia.

Pardo Bazán es una de las figuras precursoras del feminismo. Desde pequeña, la autora crece en un ambiente en el que se la alienta a estudiar y a formarse culturalmente, a diferencia de lo que sucede con la gran mayoría de las mujeres españolas de la época. Esto promueve que Pardo Bazán se convierta en una portavoz de la denuncia sobre las desigualdad entre los géneros desde una posición privilegiada. La historia de este cuento nos pone frente a las injusticias que atraviesan las mujeres en el mundo rural y cómo les es imposible liberarse de las imposiciones sociales y culturales, así como de la violencia ejercida contra ellas. Hay una idea fatalista en este determinismo: no hay posibilidad de escape, dado que, por sus condiciones biológicas, genéticas o ambientales, los personajes no consiguen salvarse. Ildara, la protagonista, es una muchacha que sufre la violencia patriarcal hasta el punto de quedar desfigurada por los golpes. De esa violencia machista, en esa sociedad opresora y patriarcal, resulta imposible escapar. Esto es así porque, como vemos en el relato, la joven no la experimenta solamente bajo el techo del hogar paterno. Los lectores reconocemos una trampa que ella no alcanza a notar en su intento por escapar de su realidad a través del viaje secreto e intercontinental que planea. Se trata de una trampa porque, finalmente, las escasas oportunidades de salvación para el género femenino no son más que aparentes: la opresión continúa de otra forma. Como veremos más adelante, se puede inferir que Ildara habría sido sometida y prostituida si hubiera conseguido viajar a América.

En relación con el contexto histórico del cuento, si bien no hay datos explícitos que indiquen fechas o lugares precisos, se puede deducir que la acción se ubica en una zona rural de Galicia, España, entre mediados del siglo XIX y principios del siglo XX. Sabemos que es en Galicia por la forma de hablar de los personajes. Una de las características del naturalismo es la imitación de las conductas y formas de hablar características de los personajes. Esto se hace con el objetivo de lograr mayor verosimilitud de lo narrado. En el cuento, se utilizan términos gallegos, tales como el uso de la palabra "tío" antepuesta al nombre para referirse al personaje de Clodio. En general, en España se suele usar esta palabra como vocativo para llamar a una persona o como un sustantivo para referirse a alguien. En Galicia, esta fórmula antepuesta al nombre es un tratamiento de respeto reservado para las personas mayores. Tiene el significado que le damos usualmente al término "don". Hay otros términos gallegos en el cuento, tales como "abade", para referirse al "abad", que es un superior en un convento; "gancho", para referirse a una persona que, generalmente, atrae gente para engañarla o estafarla; "rapaza", para referirse a una muchacha joven. Hay, además, términos en los que el español y el gallego se mezclan y producen palabras nuevas que no corresponden a ninguno de los dos idiomas y que, además, contribuyen al regionalismo, puesto que reproducen la oralidad de los hablantes de la zona. En este caso, encontramos ejemplos tales como "novidá", en lugar de "novedad", o "hirmán", en lugar de "hermana".

Otro elemento que facilita la ubicación geográfica es el que también colabora en fijarle cierto tiempo a los acontecimientos del relato. Se trata del fenómeno migratorio. En el último cuarto del siglo XIX, la emigración de una parte importante de la población de Galicia, comenzada ya en el siglo anterior, se convierte en un fenómeno de masas. Esto continúa en los inicios del siglo XX. Por ejemplo, en los tres años inmediatamente previos a la publicación del cuento, casi el 30% del total de la emigración española hacia América es de gallegos. En el relato, Ildara está decidida a embarcarse y partir en búsqueda de un futuro mejor. Para ella, el barco es un vehículo que la conduce a la libertad, el progreso económico y la felicidad. Sabe que muchos de sus vecinos ya han partido e imagina un escenario en extremo exagerado de derroche y alegría. El narrador se vale de la figura de la hipérbole para dar cuenta de qué es lo que se imagina la chica: "La esperaba el barco, en cuyas entrañas tantos de su parroquia y de las parroquias circunvecinas se habían ido hacia la suerte, hacia lo desconocido de los lejanos países donde el oro rueda por las calles y no hay sino bajarse para cogerlo" (13).

Esta mención al oro rodante se vincula con los períodos conocidos como "fiebre del oro". Se denomina así a un momento en el que en un determinado sitio se produce un movimiento de inmigración masiva debido al descubrimiento o la sospecha de yacimientos de este metal precioso. Durante el siglo XIX, se producen en varias oportunidades y en diferentes sitios de América. Esto hace que muchos trabajadores rurales ilusionados abandonen sus empleos y sus hogares para trasladarse a trabajar a las zonas donde abunda este material. Algunos de los sitios en los que se da este fenómeno y reciben mucha gente deseosa de progresar en el siglo XIX son los siguientes: Estados Unidos, Canadá, Argentina, Chile, Costa Rica, Venezuela, entre otros.

Ese fenómeno emigratorio de la zona de Galicia se vincula con el hecho de que es una zona rural empobrecida y con la búsqueda de ascenso social de sus habitantes. Hay varios elementos en la historia que dan cuenta de la situación económica difícil que atraviesa la pequeña familia conformada por Clodio y su hija. Ellos son labriegos, es decir, su trabajo consiste en cultivar la tierra. Pero, esas tierras no son propias: son las tierras del amo. Clodio las arrienda y ya está muy viejo para trabajarlas solo, por eso lo ayuda su hija. Ildara roba la leña del monte del amo para poder cocinar porque no tienen dinero para comprarla: por eso deben usar leña húmeda, que no enciende correctamente, después de tantos días de lluvia. Las ropas de la muchacha están raídas y sucias. También ganan dinero con la venta de huevos, pero, como postula el hombre para desmentir a su hija cuando esta dice que ha obtenido dinero con eso, ni siquiera cuentan con huevos disponibles en el momento de la acción: "¡Cluecas andan las gallinas que no ponen!" (12).

Como mencionamos, Ildara trabaja en los cultivos del padre, pero, además, cumple con los roles que la sociedad, por su género, le impone. Cuando la narración comienza, Ildara ingresa a la casa cargada con un pesado haz de leña y comienza a cocinar. Su padre, en cambio, está armando un cigarro y ni siquiera levanta la cabeza para verla. El hecho de su indiferencia, signado en que no levanta la vista para verla y no le llama la atención su entrada ni las acciones que realiza, da cuenta de que se trata de algo usual: al parecer, es una acción cotidiana de Ildara. La joven tiene un rol activo en las tareas domésticas; el padre, uno pasivo.

Hay dos acciones que realiza Ildara antes de que se desate la ira paterna que nos muestran sus intereses y, en parte, su personalidad. La joven se ocupa de peinarse el cabello, dado que está despeinado después de haber andado por el monte. Esto da cuenta de cierta coquetería propia de la muchacha y es algo que el padre le va a marcar como un rasgo negativo unos instantes después. Por otro lado, la chica cocina sin ningún tipo de cuidado o pericia: "Desgarró las berzas, las echó en el pote negro, en compañía de unas patatas mal troceadas y de unas judías asaz secas, de la cosecha anterior, sin remojar" (11). En síntesis, Ildara, al cocinar, desgarra, echa, trocea mal y usa judías secas sin haberlas remojado previamente. Estas acciones indican el desinterés de la joven en la cocina, una actividad asignada tradicionalmente y de manera arbitraria al rol femenino y doméstico, que es el que el padre de Ildara quiere que ella cumpla.

El conflicto se desata cuando su padre observa las medias rojas. Este es un objeto casi de lujo para la vida campesina que llevan Ildara y su padre. Esto se constata cuando el padre la compara con su madre, quien siempre ha estado descalza. Es, además, un objeto prohibido por impúdico. Para el padre, las medias son un símbolo de algo sórdido y pecaminoso: "Ya te cansaste de andar descalza de pie y pierna, como las mujeres de bien, ¿eh, condenada? ¿Llevó medias alguna vez tu madre? ¿Peinóse como tú, que siempre estás dale que tienes con el cacho de espejo?" (13). Ahora bien, para la chica, las medias simbolizan otra cosa, algo positivo. Para ella, las medias son sinónimo de liberación de la opresión paterna y una promesa del futuro secreto que ella está aguardando. De hecho, son un primer adelanto de dinero de ese viaje que quiere realizar.

En relación con esto, es aquí donde se ve una de las señales que indicaría que, probablemente, quien le haya prometido viajar a Ildara planea prostituirla. El narrador explicita: "Ella iría sin falta: ya estaba de acuerdo con el gancho, que le adelantaba los pesos para el viaje, y hasta le había dado cinco de señal, de los cuales habían salido las famosas medias..." (13). Esta palabra se utiliza en gallego para referirse a hombres que se dedican a negocios espurios como las estafas. Es llamativo que le haya brindado un adelanto de dinero y que, además, le pague el viaje. Otra de las señales se presenta al final, cuando se menciona que Ildara no puede viajar porque solamente pueden hacerlo las mujeres que están en buenas condiciones físicas.

En una de las cartas que Emilia Pardo Bazán envía a Benito Pérez Galdós, la autora le confiesa: "Me he propuesto vivir exclusivamente del trabajo literario, sin recibir nada de mis padres, puesto que si me emancipo en cierto modo de la tutela paterna, debo justificar mi emancipación no siendo en nada dependiente; y este propósito, del todo varonil, reclama en mí fuerza y tranquilidad" (Pardo Bazán, E.: 2013, 119). Notamos aquí la importancia que tiene para Pardo Bazán, una mujer adulta, el trabajo propio para poder independizarse de su padre. La independencia económica se plantea, en la sociedad de su tiempo, como una posibilidad restringida al género masculino. Sin embargo, ella lucha contra esta inequidad y aquí se parece a su personaje, a Ildara. Cuando el padre de Ildara la acusa de gastar dinero en medias, ella le dice que lo ha obtenido con su propio sacrificio como vendedora de huevos. Si bien esto no es cierto, dado que no puede contarle la verdad al padre, lo que Ildara quiere para sí también es independencia. Su ilusión del viaje en barco se vincula con esta liberación. Para ella, ese viaje es sinónimo de un camino hacia la libertad, la independencia económica y, también, la cultural. Para poder acceder a ello, solo necesita un requisito: debe ser mayor de edad. Para ese entonces, en España, la mayoría de edad está fijada en los 23 años, por lo que podemos inferir que la joven está próxima a cumplirlos, dado que su viaje ya está planeado. Aunque también podría estar próxima a cumplir 25, ya que el artículo 321 del Código Civil español del año 1889, que es, quizás, el vigente en el momento del relato, se establece que las hijas mujeres mayores de edad pero menores de veinticinco años no podrían dejar la casa paterna sin el permiso de los progenitores.

Ildara no consigue cumplir con ese objetivo y con sus sueños de progreso. De hecho, al final del relato, la muchacha se encuentra peor que al comienzo y el cambio de vida se obtura para siempre. Clodio la acusa de gastar dinero y también por resultarle impúdico el uso de esas medias, pero no sabemos si es por ello que la golpea. Lo que es seguro es que el motivo que desata su furia y se relaciona con las sospechas que le despiertan el haber visto esas medias: Clodio cree que su hija se puede llegar a marchar. Golpearla hasta desfigurarla es, entonces, su objetivo: "Fue un instante de furor, en que sin escrúpulo la hubiese matado, antes que verla marchar, dejándole a él solo, viudo, casi imposibilitado de cultivar la tierra que llevaba en arriendo" (14).

La violencia de Clodio hacia su hija es una muestra más del naturalismo del texto. La imprime de modo psicológico, a partir del miedo y de las comparaciones que realiza entre Ildara y su madre. Lo hace de manera física también y de un modo brutal. El narrador no omite detalles de la feroz golpiza y de sus consecuencias. Cuando descubre que Ildara le miente con la venta de huevos, el narrador da cuenta de una concatenación de acciones que comienza a realizar este personaje que, hasta el momento, ha estado pasivo. Todas estas acciones, que realiza mientras mantiene a su hija acorralada, tienden a golpearla en el rostro: "Saltó del banco donde estaba escarrancado, y agarrando a su hija por los hombros, la zarandeó brutalmente, arrojándola contra la pared" (12). Luego, "con el cerrado puño hirió primero la cabeza, luego el rostro, apartando las medrosas manecitas, de forma no alterada aún por el trabajo, con que se escudaba Ildara, trémula. El cachete más violento cayó sobre un ojo" (13). Por último, "el labrador aporreó la nariz, los carrillos" (14).

En el momento en el que la golpiza comienza, Ildara recuerda a su prima Mariola, víctima de una madre golpeadora. Su peor temor es que le pase lo mismo. Esto da cuenta de que es común que los progenitores, quienes deben encargarse del cuidado de sus hijos, los maltraten hasta el punto de marcarlos de por vida. Es como si los padres fueran dueños de la vida de sus hijos. La independencia para las mujeres, en este contexto, resulta imposible. Este recuerdo de Mariola funciona como una anticipación, dado que es, efectivamente, lo que le sucede a Ildara. Su caso es aún peor, dado que pierde la vista y un diente. Ese diente que se cae sobre su mano tras lavarse la sangre funciona como un símbolo de la belleza que ya no tiene.

En síntesis, con esto, Clodio ha conseguido lo que quería: ahora su hija no puede dejarlo porque no la aceptarán en el barco. Esta mención a la belleza necesaria para embarcarse hacia América sugiere, como ya anticipamos, que el destino laboral de Ildara sería la prostitución. Aquí se ve el tono pesimista que la autora impone a su relato. Ildara no consigue huir de la violencia patriarcal: está condenada a seguir viviendo con su padre violento hasta que alguno de los dos muera y jamás podrá salir de Galicia.