La vida de Pi

La vida de Pi Resumen y Análisis Toronto y Pondicherry (capítulos 15-35)

Resumen

El autor describe la casa de Pi, que está repleta de símbolos e ídolos religiosos, todos pertenecientes a credos distintos. Pi describe el momento en el que su tía Rohini lo lleva, de niño, a un templo hindú por primera vez. Ese es el comienzo de su vida religiosa. Tras recordar el recuerdo, explica las razones por las que es hindú, en qué consiste el hinduismo, y afirma que “ha sido hindú toda su vida” (p.78). Sin embargo, eso no implica que esté cerrado a otras ideas. Todas las religiones, según él, están conectadas.

A los 14 años, Pi viaja a Munnar con su familia. Mientras explora la ciudad, divisa que en una de las colinas del interior hay una iglesia cristiana, donde ve al párroco leyendo en la rectoría. Al día siguiente regresa para tomar el té con él. El padre Martin le cuenta la historia de Cristo y su muerte. Como a Pi le irrita mucho enterarse de que Dios tiene que enfrentar la humillación y la muerte, le pide al padre Martin que le cuente “otra historia, una que tuviera más sentido” (p.83). El cura le explica que esa es la única Historia y que Cristo se somete a esas adversidades por amor.

Pi se reúne con el padre Martin para seguir aprendiendo sobre el cristianismo. El último día que pasa en Munnar, le dice al padre que quiere ser cristiano, a lo que el cura le responde que ya lo es, dado que conoció a Cristo con buena fe.

Al año siguiente, Pi recorre su ciudad natal, Pondicherry, y descubre el barrio musulmán. Entra a una panadería y mientras conversa con el panadero suena la llamada al rezo desde la mezquita. Pi ve al panadero rezar, y su acto le parece “rápido, imperativo, físico, murmurado e impactante” (p.91). Más adelante vuelve a visitar al panadero para preguntarle sobre el Islam, que pronto considera una religión maravillosa. Este hombre, que se llama Satish Kumar (exactamente igual que su profesor de biología), le permite a Pi explorar su fe musulmana.

El autor reflexiona, en soledad, sobre las palabras de Pi y su conexión con Dios. En comparación, la vida del autor se caracteriza por una “satisfacción monótona” (p.95). Para Pi, los ateos antes de morir hacen un salto de fe y conceden la existencia de Dios; los agnósticos, consecuentes con su naturaleza dubitativa, sólo piensan que la luz que ven se debe a una falta de oxígeno en el cerebro.

Los padres de Pi se enteran de que está practicando el hinduismo, el cristianismo y el Islam cuando se encuentran con el cura, el imán y el pandit en una playa. Los tres “Reyes Magos” (p.97) discuten acaloradamente al descubrir que cada uno sólo conoce un tercio de Pi. Sus padres se quedan perplejos ante esta situación. El padre de Pi, Santosh, se considera un hombre moderno y laico, mientras que a su madre le aburre la religión y se mantiene neutral. Pi termina afirmando que lo único que quiere “es amar a Dios” (p.102), y logra callar a los Reyes Magos. Más tarde, Ravi se burla de Pi por sostener tres credos. A Pi se le hace difícil practicar sus religiones frente a este tipo de reacciones.

Pi le pide a su padre una alfombra de rezo y ser bautizado. Santosh intenta convencerlo de elegir una religión y le dice que hable con su madre, que le recomienda lo mismo. Ninguno logra persuadir a Pi. Luego, el niño escucha que sus padres discuten sobre su fervor religioso. Finalmente, deciden aceptarlo y esperar a que se le pase, así que finalmente Pi consigue su alfombra y es bautizado.

En febrero de 1976, el gobierno de Tamil Nadu, el estado donde se encuentra Pondicherry, es derrocado por el gobierno de la señora Gandhi. El padre de Pi se preocupa por el futuro de su zoológico y eventualmente decide que toda la familia se mude a Canadá.

En una de sus visitas, el autor descubre que Pi está casado y conoce a su esposa, Meena. Cuando vuelve a sus memorias, Pi le cuenta que, una vez, el panadero Kumar visita el zoológico y da la casualidad de que se topa con el otro señor Kumar, el profesor de biología. Cada uno le da una zanahoria a las cebras. El biólogo pronuncia el nombre de la cebra en latín y el panadero agradece a Dios en árabe. Pi se limita a decir “Es preciosa” (p.120). En el capítulo siguiente, describe las amistades que se pueden establecer entre animales de diferentes especies.

El narrador mira fotos y recuerdos con Pi, que el indio atesora. No tiene muchas fotos de su pasado en la India, y las pocas que tiene se las envió Francis Adirubasamy, ya que él nunca regresó. Pi lamenta haber olvidado por completo el aspecto de su madre.

La familia Patel vende el zoológico en 1977. Les toma un año mudar a los animales, y varios viajan con ellos a América. El 21 de junio de ese año zarpan con destino a Canadá en el Tsimtsum, un carguero japonés.

En el último capítulo de la primera parte, el autor conoce a los hijos de Pi, Nikhil y Usha. Al finalizar, afirma que “esta historia tiene final feliz” (p.132).

Análisis

Ta como podemos comprobar a lo largo de estos capítulos, el amor por Dios es central para Pi desde su juventud. Su devoción se manifiesta en la conversión al cristianismo y al Islam, algo que realiza sin abandonar al hinduismo como primera religión. En suma, sus inclinaciones religiosas ilustran algo que ya señalado en la sección anterior: Pi es un individuo complejo que rechaza las explicaciones únicas.

Sobre este punto es importante tener en cuenta el pedido que Pi le hace al padre Martin tras escuchar la historia de Jesús. Su interés por conocer “otra historia” presagia lo que sucederá en los últimos capítulos de la novela, cuando los funcionarios japoneses le pidan que cuente otra versión de su relato de supervivencia. En el caso de su conversación con el padre, Pi termina por aceptar, igualmente, la historia del martirio de Jesús, porque la justificación que ofrece el hombre tiene mayor peso para él en lo que concierne a Dios: el sacrificio cristiano es una manifestación del amor divino hacia la humanidad.

Con la misma motivación, Pi incorpora la religión musulmana a su vida. En la respuesta que les da a los tres “Reyes Magos” queda claro que él puede ver más allá de lo que cada una de las religiones predica y contemplar el amor a Dios como el núcleo común entre las tres. Ni la incomprensión de los Reyes Magos y sus padres ni las burlas de su hermano podrán detenerlo de amar a Dios desde tres religiones, con tres historias posibles.

En estos capítulos reaparece el tema de la narración con toda su centralidad. En el capítulo 21, el autor ficcional anota las palabras que lo impresionan durante su entrevista con Pi. Muchas de esas palabras aparecen directamente en el relato de Pi. Este personaje del autor ficcional, entonces, se construye como una figura intermediaria entre el relato y el lector. Aunque recuerde la historia y la narre “perfectamente”, igualmente controla nuestra perspectiva sobre ella, y lo que hasta ahora resultaba objetivo se torna subjetivo desde su mirada.

En relación con esto, a lo largo de estos capítulos se vuelve evidente que el autor/narrador está sucumbiendo al relato de Pi, está encontrando la fe en sus palabras. El acto de narrar y la fe en Dios están, de esta forma, íntimamente relacionados: ambos requieren de credibilidad, de confianza. Además, tal como predijo Adirubasamy, uno puede encontrar a Dios en una historia. El salto de fe que exige la religión se asemeja, en este sentido, a la suspensión de la credibilidad que exige una novela para ser disfrutada: es un pacto de lectura.

El placer que siente Pi cuando su padre le concede la adquisición de la alfombra de rezo queda tematizado en la imagen que Pi compone sobre ella: “El estampado, líneas doradas sobre un fondo rojo, era sencillo: a un extremo había un rectángulo delgado acabado en una punta triangular para indicar la quibla, la dirección de oración” (p.111). El recuerdo de los detalles visuales y táctiles de su alfombra lo remonta a ese momento de comunión con Dios. Es, a su vez, un símbolo de su aceptación familiar.

Hacia el final de la primera parte se incluye uno de los momentos decisivos de la novela. El traslado de la familia marca el punto en el que la vida de Pi se convierte en una tragedia. En un principio, antes de conocer el desenlace del viaje, Canadá representa para él un terreno completamente desconocido: “Canadá carecía de todo sentido para nosotros. Era como hablar de la Conchinchina: un lugar permanentemente lejano por definición” (p.115). Por medio de este símil, Pi equipara Canadá con un terreno incomprensible, ya que no puede concebir cómo será ese territorio. Como se sabrá en los próximos capítulos, la familia entera nunca desembarcará en Canadá. Para Pi, además, no sólo Canadá, sino toda tierra firme, serán espacios inaccesibles durante los siete meses posteriores al naufragio.

Por otro lado, el encuentro de los dos señores Kumar en el zoológico pone de relieve uno de los tópicos centrales de La vida de Pi: la oposición entre la ciencia y la religión. En concreto, ese enfrentamiento queda claro en lo que cada hombre dice frente a las cebras: mientras que el panadero agradece a Dios por la existencia de un animal tan fabuloso, el profesor repone su nombre en latín; el primero remarca que su existencia sólo es posible por la creación divina, mientras que el segundo indica su taxonomía científica. Pi, por su parte, sólo afirma que es preciosa. Tras ello, se produce una instancia de contemplación sobre el magnífico animal. En esencia, esta situación nos muestra a Pi como una figura que sintetiza lo que los dos señores Kumar, que representan modelos de creencias antagónicos, pueden tener en común: la apreciación de la belleza del animal.

Por otra parte, esa belleza que Pi y los dos señores Kumar ven en la cebra del zoológico contrastará en la sección siguiente con el sufrimiento cruento de la cebra que sobrevive al naufragio. De esta manera, la escena de la cebra en el zoológico puede interpretarse como el último momento en el que Pi tenga una mirada inocente antes de verse obligado a dimensionar el horror del dolor, la pérdida y el desamparo.

De modo similar, las fotos que el autor y Pi ven en el final de la primera parte también dan cuenta de la pérdida: la poca cantidad de fotos del pasado en la India reflejan una carencia irreparable, ya que no hay siquiera imágenes que le permitan al protagonista conservar un recuerdo intacto de su familia. Sin embargo, la frase final del autor, “esta historia tiene final feliz” (p.132), juega con la temporalidad y la estructura del relato enmarcado. Al conocer que Pi pudo establecerse en Canadá y formar una familia, el lector ya sabe que pudo sobreponerse a la tragedia que contará en la próxima parte.