La vida de Pi

La vida de Pi Resumen y Análisis El océano Pacífico (capítulos 63-94)

Resumen

Pi abandona el relato cronológico y afirma que logra sobrevivir a la deriva 227 días, “doscientos veintisiete días de sufrimiento, más de siete meses” (p.247). Luego describe su rutina y cómo hace para mantenerse ocupado. También cuenta que el agua salada le produce furúnculos en la piel luego de que se haya desintegrado su ropa. Además, no tiene herramientas para cambiar el rumbo del bote ni conocimientos sobre navegación.

Así y todo, sus habilidades de pesca mejoran con el tiempo. Aprende a usar la red de carga para conseguir peces y gana destreza cazando tortugas marinas y, más tarde, tiburones pequeños. Come todo tipo de vida marina accesible. Después de un tiempo, se acostumbra al oleaje y al viento, pero le cuesta mucho dormir. Cada vez que cree ver una luz a la distancia enciende una bengala, pero eventualmente abandona las esperanzas de rescate.

Pi decide ponerse firme con establecer un territorio propio en el bote, ya que hasta ese momento pasa la mayor parte del tiempo en la balsa: “O lo adiestraba y conseguía hacerlo entender quién era el Número Uno y quién era el Número Dos, o moría el día que subiera a bordo para ampararme de alguna tormenta y él se opusiera” (p.269). Para lograrlo, provoca que Richard Parker se acerque y toca fuerte su silbato mientras mece el bote con ayuda de la balsa. Repite esta secuencia varias veces. De esta manera, el tigre asocia el mareo y la náusea con el sonido del silbato. Además, Pi se protege con la ayuda de un caparazón de tortuga. Así, logra establecer un mini-zoológico en el bote salvavidas, con rutinas y hábitos propios de un guardián.

El deseo más grande de Pi es tener un libro, pero solo puede leer y releer el manual de supervivencia del bote. Para mantener sus costumbres religiosas, adapta los rituales a sus circunstancias: “Misas solitarias sin cura ni consagrada comunión, darshans sin murtis (...), oraciones a Alá sin saber dónde estaba la Meca” (p.271).

Con el tiempo, advierte que Richard Parker intenta esconder sus heces de él, lo que indica cierta deferencia. Por su parte, Pi las recoge para intimidarlo psicológicamente. Sin embargo, las raciones de comida disminuyen y Pi debe comer menos cada vez. Eventualmente, intenta comer el excremento de Richard Parker, pero lo escupe cuando descubre que no tiene nutrientes.

En una ocasión, Pi consigue atrapar a un dorado que persigue a un pez volador. Mira fijamente a los ojos a Richard Parker para evitar que lo ataque y poder engullir el pez tranquilo: “Cualquier guardián de zoológico sabe que un tigre, de hecho, un gato, sea el que sea, no atacará a una presa que lo esté mirando a los ojos” (p.288). Richard Parker se rinde y Pi determina que su dominio sobre el tigre es indudable. Alimentarlo y darle agua también le otorga poder frente al animal.

Un día se desata una gran tormenta que obliga a Pi a refugiarse bajo la lona del bote, en el territorio de Richard Parker. Cuando pasa el mal tiempo, Pi ve que la balsa se desarmó, que el bote se estropeó mucho y que se perdió gran parte de la comida. Lo único que queda entre la “vida y la muerte: [es] el último de los silbatos de color naranja” (p.295).

Pi ve varias ballenas durante los siete meses, pero la primera se aproxima tanto que puede ver su ojo al costado del bote. También divisa algunos delfines y pájaros, de los que consigue matar a uno. Un día un buque petrolero pasa a toda velocidad por donde está el bote. Nadie a bordo ve a Pi.

Para evadirse, Pi acostumbra a cubrirse el rostro con un trapo húmedo y se asfixia suavemente. Lo llama “el trapo de los sueños (p.305) porque entra en una especie de trance. Progresivamente, empeoran sus condiciones de vida. Richard Parker y Pi pierden mucho peso y se deshidratan. Pi escribe “Me muero” (p.309) como última anotación de su diario, porque se queda sin tinta. Eventualmente, Richard Parker se queda ciego y, al poco tiempo, Pi también.

Cuando se prepara para morir, Pi escucha una voz. Cree que se trata de una alucinación, pero entabla una conversación con el desconocido. Discuten sobre comida y, cuando la voz afirma que comería carne, Pi concluye que se trata de Richard Parker. La voz afirma haber matado a un hombre y a una mujer para alimentarse de sus cuerpos. Pi detecta que tiene un acento francés y se da cuenta de que en realidad es un hombre que está en otro bote cercano y que también se quedó ciego. Pi siente una gran felicidad por haber encontrado a otro humano después de tanto tiempo.

Los dos náufragos se acercan y el francés se sube al bote de Pi. Una vez allí, el francés intenta matar a Pi para comérselo, pero Richard Parker lo ataca y lo asesina antes. Este es, para Pi, “el terrible precio de Richard Parker. Me regaló una vida, la mía, a costa de llevarse otra” (p.326). En el bote del francés, Pi encuentra comida y agua. Las lágrimas que llora por su muerte le devuelven la visión. Usa la carne del muerto como cebo y come un poco antes de pescar un pez.

Un día Pi ve árboles y nuevamente piensa que se trata de una ilusión. Sin embargo, pronto descubre que llegó a una isla sin tierra. Se baja del bote y huele la vegetación. Come algunas algas tubulares que le resultan deliciosas. Recorre un poco la isla, pero vuelve al bote a dormir cuando registra que Richard Parker también bajó.

Después de dos días, Pi recobra su fuerza. En el interior de la isla descubre “la que tenía que ser la colonia más grande de suricatas del mundo” (p.339). También hay estanques de agua dulce desde los cuales las suricatas extraen peces muertos. Pi aprovecha los estanques para bañarse y limpiar el bote. Richard Parker también se recompone a fuerza de alimentarse de suricatas.

Una noche Pi decide dormir en la isla, usando la red como hamaca en un árbol. Nota que todas las suricatas suben a los árboles durante la noche. No entiende a qué se debe este comportamiento hasta que encuentra un árbol en el medio del bosque que tiene dientes humanos en el interior de sus frutos. Además, comprueba que cuando cae el sol el suelo de la isla se vuelve ácido, y disuelve lo que toca. Llega a una conclusión: “La isla era carnívora” (p.357). La abandona al día siguiente junto a Richard Parker.

Un tiempo después, llegan a México. Richard Parker da un salto y entra en la jungla sin despedirse de Pi. Pronto llegan unos hombres que lo encuentran llorando. Lo bañan, lo alimentan, y la policía lo lleva a un hospital. Pi afirma: “Allí se acaba mi historia” (p.362).

Análisis

A partir de este punto, se detiene la cronología que Pi sostuvo hasta el capítulo 62. Pi solo sabe que ha sobrevivido 227 días gracias al cálculo entre el día que se hunde el Tsimtsum y el día que llega a México. El único paliativo de su soledad durante el naufragio es Richard Parker, al cual adiestra para no pensar en su tragedia.

Durante su tiempo a la deriva, sus hábitos devienen cada vez más bestiales, lo que sugiere importantes cambios en el carácter de nuestro protagonista:

El día que me di cuenta de forma inequívoca de lo bajo que había caído, de que comía como un animal con ruido, ansia y glotonería, de que ni siquiera me molestaba en masticar, de que comía de la misma forma que Richard Parker, se me encogió el corazón (p.291).

Si en la sección anterior expusimos que las semejanzas entre Pi y Richard Parker se acentuaban por la humanización del tigre, en este punto esas similitudes se ven reforzadas por los hábitos animales de alimentación de Pi. Así, él detecta que la necesidad de sobrevivir se impone ante sus elecciones morales y sus buenas costumbres. En ese sentido, la distancia con Richard Parker se achica: Pi se alimenta de todo lo que puede para no morir de inanición. Todos los animales que ve (con la excepción de Richard Parker), y que en el zoológico de su padre le parecían sagrados, en esta parte se convierten en potenciales alimentos.

En este apartado aparece claramente el motivo del dominio territorial. Los límites que Pi establece gracias a su silbato se refuerzan, pero también recurre a una lógica animal al intimidar al tigre recogiendo sus heces y mirándolo a los ojos para que no lo ataque. Así, aunque la razón sea indispensable para domar a Richard Parker, el instinto de supervivencia primario, más animal, parece todavía más potente y potencialmente útil para Pi.

Como vemos, el recrudecimiento de las condiciones de vida de Pi en este apartado es drástico. El advenimiento de la tormenta marca el fin de las raciones y de la balsa, dos elementos indispensables para la supervivencia de los personajes. En este contexto, el símbolo del silbato se erige, en palabras de Pi, como “lo último que quedaba entre mi vida y la muerte” (p.295); es decir, el último eslabón que lo separa de los colmillos de Richard Parker.

En esta parte, además, Pi describe su situación con una metáfora que alude a su nombre, lo cual refuerza el simbolismo asociado al cálculo matemático:

La condición de náufrago supone estar permanentemente en el centro de un círculo. Por mucho que parezca que cambien las cosas, aunque el mar pase de ser un susurro a aullar de furia, aunque el cielo pase de un color azul refrescante, a un blanco cegador al más oscuro de los negros, la geometría siempre es la misma. La mirada siempre es un radio. La circunferencia siempre es enorme (p.280).

El numero pi, tal como mencionábamos en la primera parte de esta guía, denota la relación entre la longitud de una circunferencia y su diámetro. Todo lo que ve Pi, según este pasaje, son círculos, y él mismo se siente en medio de uno. Este vínculo entre la cualidad de haber sobrevivido a un naufragio y su nombre refuerza su identidad y su voluntad de seguir vivo. Hay que tener en cuenta, además, que “Pi” no es su verdadero nombre, sino el que él mismo elige para sí.

Para mantener algo de cordura, el protagonista recurre a los actos repetitivos que más disfruta: los rituales religiosos. Por más de que reconozca que no puede llevarlos a cabo como quisiera, Pi sostiene esas costumbres como una forma de aferrarse a su humanidad y sus convicciones religiosas. Este es otro aspecto que puede equipararse a lo que en la primera parte decía de los animales: para él, también la repetición es un factor esencial. A estas ceremonias se suma “el trapo de los sueños” como uno de los modos de evasión preferido. Pi encuentra una manera material de autoinducirse el sopor y de lograr que “el tiempo [pase] mucho más deprisa” (p.305). Estos ejercicios son los alicientes para sobrellevar el calvario que le toca vivir. Lo conectan con su vida anterior al naufragio y también develan una capacidad de agencia que se corresponde con la pérdida de la inocencia. Pi, a esta altura, puede gestionar el tiempo, las tareas, el ocio y los ritos de una manera adulta.

Los dos últimos episodios comprendidos en esta parte son, sin duda, aquellos momentos en que La vida de Pi se distancia más del realismo para entrar en el terreno de lo fantástico. En los relatos fantásticos, según la caracterización de Tzvetan Todorov, siempre aparece un momento en el que se pone en duda el carácter real de los acontecimientos. Ese cuestionamiento nace porque ocurre algo que viola las leyes del mundo real, es decir, suceden hechos imposibles según las lógicas que conocemos.

El estado delicado de salud de Pi y su ceguera condicionan directamente la credibilidad de su narración. En este sentido, en estos capítulos podemos argumentar que Pi demuestra características propias de un narrador no confiable. Hablamos de un narrador no confiable cuando en la ficción existen evidencias para afirmar que el juicio de quien narra está afectado y, por ende, su percepción puede ser engañosa. En el apartado siguiente y, puntualmente, en el clímax de la novela, Pi reúne todas las condiciones para pertenecer a esta categoría, ya que relata una versión más realista de todo lo sucedido después del hundimiento, en la que, casualmente, estos dos episodios no están incluidos. A su vez, esta característica obra en favor de la duda o vacilación propia de lo fantástico que mencionamos: dado que no existe un punto de vista por fuera de Pi, que pueda desambiguar si estos episodios son reales o no, como lectores estamos limitados a conocer la historia de acuerdo con su subjetividad.

En primer lugar, está el encuentro con el francés. La primera interacción de Pi con otro humano no le brinda la compañía y la fraternidad que espera encontrar, sino todo lo contrario: significa una nueva amenaza. El débil estado psicológico de los dos sobrevivientes queda demostrado por la conmoción que les produce el cuento de Pi, un brevísimo relato sobre una banana que cae de un árbol y un humano se la come: "Érase una vez un plátano y creció. Creció hasta hacerse grande, firme, amarillo y fragante. Entonces cayó al suelo y alguien lo encontró y se lo comió" (p.317). La conversación entre ambos tiene como tópico central la comida y el hambre de los náufragos. De hecho, en este intercambio Pi admite haber comido cigarrillos y el francés le confiesa haberse comido una bota de cuero.

Al final, Pi se ve forzado a aceptar que la muerte del francés, “el terrible precio de Richard Parker” (p.326), es necesaria para su supervivencia. Así y todo, el sufrimiento, la desesperación y la culpa que le provoca su muerte contrasta directamente con la ilusión que le había generado reunirse con el francés, aun si la situación tenía un carácter surrealista. Tras conversar con él brevemente lo llama "Mi dulce hermano" (p.325), lo que da cuenta de la emoción que le produce su reunión. La ilusión también es un efecto que se genera en los lectores, ya que en estos capítulos vuelve a haber diálogo después de muchos capítulos en los que accedimos al monólogo interior de Pi. Este cambio casi teatral de la narración (en la medida en que lo que prima es el intercambio directo entre los personajes) es inusitado y poco creíble. Sin embargo, este episodio es también uno de los más crudos de la novela. De acuerdo con lo que abordaremos en el apartado siguiente, si Pi narra esta versión de la historia “con animales” para intentar disminuir el trauma que le genera lo que realmente pasó, no tiene mucho sentido que invente este encuentro y esta muerte.

El segundo episodio fantástico que encontramos en esta sección es el de la isla carnívora. Esta isla funciona, al interior de la novela, como motivo y como imagen. Pero además, es posible identificar en la tradición literaria varias islas o espacios paradisíacos que encierran alguna manifestación del mal. Tal como señalamos en el motivo "La isla paradisíaca", la tradición de este tópico es larga y común al género de la novela de aventuras. Estos relatos compilan los episodios que configuran a su protagonista como héroe, y suelen involucrar largos viajes llenos de acción, riesgo y valentía, al final de los cuales el protagonista se ve profundamente transformado. Muchos de estos viajes los llevan a islas remotas, en apariencia paradisíacas, pero que al final se evidencian letales.

Aquí, la isla carnívora remite directamente a la figura del Jardín del Edén, en el Antiguo Testamento. En este jardín, Dios coloca a Adán y a Eva, los primeros humanos que crea. Así como Pi descubre al interior del fruto de un árbol “la semilla de [su] partida” (p.355), Eva muerde la manzana prohibida del Árbol del Conocimiento, lo que provoca la inmediata expulsión de los humanos del Edén. Encontramos otra referencia significativa en la Odisea de Homero, en la que Ulises visita la Isla de los Lotófagos, un pueblo de hombres adictos a la flor del loto. Esta flor es un narcótico, por lo que Ulises obliga a su tripulación a abandonar la isla antes de que olviden de su hogar y sus seres queridos. En suma, la conclusión a la que llega Pi sobre la capacidad de destrucción de la isla replica lo que sucede en estos ejemplos: un espacio que se presenta paradisíaco termina por convertirse en una pesadilla.

En línea con su referencia al Jardín del Edén, la isla carnívora de La vida de Pi se describe como “el cielo de la clorofila” (p.329), una metáfora para dar cuenta de la gran cantidad de vegetación que existe allí. A su vez, Pi descarta la posibilidad de que se trate de una alucinación únicamente después de comprobar el olor de la isla: “El perfume a materia orgánica vegetal me emborrachó” (Ibid.). En este sentido, la isla, que se asemeja más a la imagen que compuso del zoológico de Pondicherry, destaca como una imagen rica en estímulos perceptivos, frente a la monotonía que Pi enfrentó hasta este momento en alta mar.

Por otro lado, resulta llamativo que la conclusión del viaje se narre tan abruptamente. La llegada a México no ocupa más de dos páginas, en las que prepondera el dolor de Pi por la ausencia de despedida de Richard Parker. Este lamento subraya lo que adelantábamos en el apartado anterior: Pi espera de Richard Parker una reacción humana, la confirmación de que el amor que le ha profesado al tigre es recíprocra, un adiós que un animal no puede pronunciar. Esa carencia le pesa mucho más que lo que puede llegar a alegrarle el hecho de haber llegado por fin a tierra firme.

Hacia el final, se narra el desafío que Pi hace al autor/narrador directamente en segunda persona: “Si está a nuestro alcance, debemos dar una forma significativa a las cosas. Por ejemplo, ¿te ves capaz de narrar esta historia tan embrollada en cien capítulos, ni uno más, ni uno menos?” (p.361). Pi necesita volver su historia algo significativo y considera que el número cien puede dotar de valor a la forma misma de su narración. Como lectores, podemos comprobar que el narrador ficcional supera la prueba, ya que La vida de Pi tiene exactamente 100 capítulos. Siguiendo lo que comentábamos en el primer apartado, se trata de otro momento metafictivo, ya que Pi le hace este pedido a un personaje identificado ficcionalmente como autor, pero Yann Martel, el autor real, escribe la novela en esa cantidad de capítulos. Este procedimiento opera como otro factor de credibilidad de la historia de Pi.

Por último, en sintonía con estos aspectos vinculados a la tematización explícita del acto de narrar, el hecho de que Pi determine que “allí se acaba [su] historia” (p.362) resalta también su capacidad de intervención sobre lo que cuenta. Los detalles de la llegada y de todo lo que sucede después de su recuperación no forman parte de esta. Pi elige voluntariamente no narrar estos hechos, por lo que elige contar su propia historia. El autor, por su parte, incluye cinco capítulos más, en los que Pi ya no funciona como narrador, sino que es meramente un personaje que habla.