Lástima que sea una puta

Lástima que sea una puta Resumen y Análisis Acto II

Resumen

Giovanni y Anabella hablan sobre su nueva relación y se recuerdan sus promesas. Giovanni insinúa que Anabella debería casarse con alguien más, puesto que eso es lo que la sociedad espera de ella, pero su hermana se muestra en contra de esta idea.

Cuando Giovanni se va, llega Putana y le demuestra a Anabella que sabe que perdió la virginidad con su hermano, a la vez que le explica que para ella eso no tiene nada de malo. Luego aparece Ricardetto, disfrazado de médico, junto con su sobrina, Filotis, quien comienza a interpretar una canción para entretener a Anabella.

Mientras tanto, una mujer llamada Hipólita visita a Soranzo en su estudio y lo increpa por no cumplir con su promesa de casarse con ella. Hipólita carga con la culpa de haber mandado a su esposo a realizar un viaje que acabó con su vida, con la intención secreta de liberarse de él para poder casarse con Soranzo. Sin embargo, ahora Soranzo se desentiende de aquella promesa y la trata de lasciva y lujuriosa. Enfurecida, Hipólita abandona el estudio y trama una venganza valiéndose de Vasques. Este acepta la propuesta, pero, secretamente, planea ser fiel a su amo Soranzo.

Ricardetto le explica a su sobrina Filotis que su esposa Hipólita cree que él está muerto. Por eso se hace pasar por un doctor recién llegado a la ciudad: todo forma parte de su plan de venganza, ya que descubrió que su esposa le es infiel con Soranzo. Ahora, disfrazado, puede observar cuál es el comportamiento de ella tras su supuesta muerte.

Grimaldi visita a Ricardetto y le pide una poción de amor para seducir a Anabella. El falso doctor decide ayudarlo, pero le explica que no hay pócima útil mientras la joven siga interesada en Soranzo. Grimaldi decide entonces asesinar a Soranzo y Ricardetto le ofrece un veneno para colocar en su arma. De esta forma, Ricardetto, inicia su venganza contra Soranzo.

Giovanni visita al fraile y le cuenta lo que hizo con su hermana. El religioso se horroriza y le advierte nuevamente que está cometiendo un pecado imperdonable. La charla concluye cuando el fraile decide que quiere escuchar una confesión de Anabella, con la intención de que su alma pueda ser salvada.

Mientras tanto, Donado le entrega —en nombre de Bergetto— la carta y el anillo a Anabella. La joven intenta devolver el anillo y expresa claramente que no desea casarse con Bergetto. En el mismo momento, Florio nota que a su hija le falta el anillo heredado de su madre, y la joven explica que Giovanni lo tomó. Al rato, Bergetto aparece y declara que en realidad ama a Filotis.

Al final del segundo acto, Giovanni queda a solas con su hermana y le hace una escena de celos al notar que posee el anillo, que le entregó momentos antes Donado junto a la carta.

Análisis

Al inicio del segundo acto se pone en tela juicio otra convención social, moral y religiosa de la época del autor: la exigencia de virginidad de la mujer hasta consumar el matrimonio. Para su hermano y amante, sin embargo, nada cambia en Anabella luego de mantener relaciones sexuales. El joven protagonista celebra con ardorosos versos la unión con su hermana y desacredita la norma sobre la virginidad.

Mientras tanto, Putana, que no desaprueba la relación ilícita entre ambos jóvenes, los observa desde el balcón. Este recurso técnico, de presentar a un personaje que contempla desde una superficie elevada lo que sucede en escena, es muy utilizado en el teatro renacentista y se lo llama balconada o escenario superior. En verdad, el teatro inglés del Renacimiento cuenta con muy pocos recursos técnicos —como luces o grandes despliegues escenográficos— y la simplicidad del escenario es casi absoluta, por lo que los dos dispositivos que agregan complejidad a la escena son el escenario superior y el sótano. El escenario superior es una suerte de balcón sostenido por columnas en el que muchas veces se ubican personajes que no participan de la escena directamente, pero que la contemplan sin ser vistos. En Lástima que sea una puta, Ford utiliza el balcón con mucho sentido teatral, para presentar a diversos personajes que espían desde arriba a los demás, lo que les permite obtener información valiosa para tramar los complejos juegos de conjuras y venganzas que se desarrollan a lo largo de toda la obra.

Según la opinión de Putana, los jóvenes amantes no deben guardar su relación en secreto debido a su amoralidad, sino por la maledicencia de la gente, puesto que muchos hombres, de saberlo, exigirían su ruina. A diferencia de Giovanni y Anabella, cuyo amor (aunque ilícito) parece ser genuino, Putana representa el carácter licencioso de un personaje que se siente cómodo en un mundo falto de ética y de respeto hacia las convenciones sociales y religiosas: “¿Qué pasa porque sea vuestro hermano? Vuestro hermano es un hombre —espero— y aún he de decir que, si una muchacha joven siente una poderosa pasión, que escoja a cualquiera, sea padre o hermano: es todo lo mismo” (p. 94).

Esta aceptación voluntaria del incesto introduce otro de los temas principales de la obra: la expresión de la sexualidad femenina en una sociedad modesta y puritana. Si bien el respaldo de Putana a la relación incestuosa es cuestionable, su apoyo a Anabella sugiere que ella es alguien que celebra la sexualidad femenina y piensa que las mujeres deberían poder perseguir su deseo de la misma forma que los hombres, es decir, sin consecuencias. Por lo tanto, la obra no solo aborda el conflicto entre el deseo individual y las expectativas sociales, sino que también introduce la asimetría que existe entre mujeres y hombres en una sociedad patriarcal, y muestra cómo se juzga y se controla el deseo de las mujeres, mientras que el de los hombres se tolera e incluso se celebra.

El diálogo entre Anabella y Putana se ve interrumpido por la aparición de Florio, acompañado de dos personajes que entran en escena por primera vez: Filotis y Ricardetto. Este último llega disfrazado de médico con la finalidad de vengarse de su esposa adúltera, Hipólita, quien lo da por muerto. Para recuperar su honor y poner en evidencia a su esposa, Ricardetto decide hacerse pasar por otra persona y presentarse en Parma como un doctor recién llegado. En un entorno hostil para el individuo, donde las infidelidades y las conjuras son moneda corriente, el uso de máscaras y disfraces para ocultar la identidad y así poder obtener información o tramar una venganza son procedimientos típicos del teatro renacentista.

Hipólita, quien hace su aparición en la siguiente escena, es un personaje femenino lo suficientemente asertivo como para pedirle explicaciones de su conducta a Soranzo, quien la ha deshonrado y abandonado. Al igual que su esposo, ella también pretende vengarse cuando descubre que su antiguo amante prefiere cortejar a Anabella. Este conflicto plantea también una problemática de dimensiones sociales: Hipólita pertenece a la nobleza y desprecia a Anabella por su condición de burguesa. Por eso, que Soranzo elija a la muchacha de menor rango la hiere profundamente en su orgullo.

Hipólita, cegada por su deseo de venganza, ofrece su cuerpo y su fortuna a Vasques, el criado de Soranzo, como pago por su ayuda. Este, astuto y despiadado, aprovecha para tender una trampa a la mujer y ayudar a su amo. Así, el engaño con que Hipólita intenta hacer caer a Soranzo le causará su propia muerte, como veremos en el acto IV. Por su parte, la hipocresía y el cinismo de Soranzo —que son rasgos típicamente masculinos, observables también en personajes como Vasques y Giovanni— se pone en evidencia cuando este desprecia a la mujer con la que mantuvo relaciones inmorales (una mujer casada) y la acusa de pecaminosa, lasciva y lujuriosa en exceso.

En suma, estos pasajes son un claro ejemplo de la doble moral del patriarcado: los hombres pueden deshonrar a las mujeres sin quedar ellos deshonrados. Sin embargo, cabe destacar que la justicia dramática del autor no va a dejar a Soranzo sin castigo y, como veremos más adelante, su honor será mancillado al contraer matrimonio con Anabella, quien está embarazada de su hermano.

En la tercera escena, Ricardetto hace partícipe al público, al mismo tiempo que a su sobrina, de sus planes de espionaje y venganza contra su esposa y el hombre que la deshonró. La aparición de Grimaldi sirve perfectamente a su conjura: el médico fomenta los deseos de venganza del caballero romano contra Soranzo al decirle que este se ha adueñado del amor de Anabella. Además, le asegura a Grimaldi que le dará un veneno para que moje en él la punta de su espada y, más adelante, le indica el lugar y la hora en que podrá encontrar a Soranzo desprevenido.

Tanto Hipólita como Ricardetto y Grimaldi desean vengarse, y a ellos se sumará luego Soranzo. Estas sucesivas e implacables declaraciones de venganza son significativas porque sugieren que las autoridades destinadas a impartir justicia son ineficaces, si no es que están totalmente ausentes. Como veremos más adelante, los únicos momentos en los que algún tipo de autoridad interviene —como la autoridad eclesiástica que ejerce el Cardenal— no lo hace para buscar justicia, sino para proteger a la nobleza. Con ello, la dimensión social y las asimetrías entre clases vuelve a ponerse de manifiesto como uno de los conflictos subyacentes de la obra.

Tras la tensión que generan las conjuras, la escena cuatro propone una fuga cómica: Donado y Poggio ayudan a Bergetto a escribir una carta de amor a Anabella. Estos momentos lúdicos sirven para calmar los ánimos del público y, al mismo tiempo, retrasar el terrible desenlace de las conjuras que cada personaje está tramando.

En la escena cinco, el fraile amonesta a Giovanni por el incesto que ha cometido; sus argumentos religiosos se presentan con una enorme potencia lírica, aunque un tanto melodramática:

Me habéis contado un relato del que cada palabra
Es una amenaza de eterno asesinato para el alma.
Lamento haberlo escuchado. Ojalá mis oídos
Se hubieran quedado sordos un minuto antes de la hora
En la que vinisteis a mí. Oh, joven descarriado
(...)
Pero el Cielo está enfurecido, y tened por seguro
Que sois un hombre marcado para probar el desastre.
Tened cuidado. Aunque llegue tarde, es seguro que llegará (pp. 111-112).

Sin embargo, Giovanni no considera que sus actos sean ilícitos ni se preocupa por su futuro, sino que vuelve sobre silogismos de carácter neoplatónicos para justificarse:

Demostraré que lo que he hecho es tan adecuado como bueno.
Es un principio (que me enseñasteis
Cuando era todavía vuestro alumno), que la estructura
Y la composición de la mente siguen
La estructura y la composición del cuerpo.
Por tanto, donde el armazón del cuerpo es la belleza,
El de la mente ha de ser la virtud; una vez admitido esto;
La misma virtud no es sino razón refinada,
Y el amor la quintaesencia de ella. Esto prueba
Que, siendo la belleza de mi hermana extraordinariamente bella,
Es al tiempo extraordinariamente virtuosa; sobre todo en su amor,
Y ante todo en ese amor que a mí me guarda.
Como el suyo es para mí, entonces así es el mío para ella,
Puesto en las mismas causas son los efectos iguales (p. 112).

Las razones de Giovanni se enfocan en la relación entre la virtud y la belleza, que producen el corolario del amor, un sentimiento inmaculado. Al equiparar a la belleza con la virtud, el protagonista está recuperando la tradición platónica que sostiene una correlación entre lo bueno y lo bello. En este sentido, cabe aclarar que el término griego kalos refiere, al mismo tiempo, a la belleza física como a la bondad espiritual, y que el propio Platón ha identificado ambos valores en su obra El banquete, al afirmar que todo lo bello es bueno y visceversa.

Ante ello, sin embargo, el fraile retruca que toda razón debe estar subordinada a la ley de Dios, que prohíbe taxativamente el incesto, e intenta convencer al joven de que persuada a su hermana para que se case con alguien más, y así esconder la terrible falta que han cometido. Esta posibilidad desagrada a Giovanni, quien está además seguro de los sentimientos que Anabella le profesa.

El segundo acto finaliza con un momento lírico, en el que Giovanni saluda a la noche, puesto que esta encubre sus relaciones con Anabella. La noche, en la literatura del periodo —y esto es algo que también podemos encontrar en otras grandes obras de la época, como Romeo y Julieta de Shakespeare—, suele presentarse como una misteriosa aliada de los amantes, ya que en la oscuridad se esconden sus secretos.