Lástima que sea una puta

Lástima que sea una puta Citas y Análisis

¿Será un sonido intrascendente,
Una convención formal, transmitida de hombre a hombre,
Barrera entre un hermano y una hermana,
Entre mi felicidad perpetua y yo?
Decid que tuvimos un mismo padre, decid que una misma matriz
(Maldición de mis goces) nos dio a ambos vida y nacimiento;
¿No estaríamos por tanto el uno al otro vinculados
Todavía más por la naturaleza, por los lazos
De sangre, de razón; aún más, si así queréis,
Por la religión incluso, para ser por siempre uno:
Un alma, un cuerpo, un amor, un corazón, un todo?

Giovanni, Acto I, Escena I, p. 68

Esta cita corresponde al comienzo de la obra, cuando Giovanni le confiesa al fraile el amor que siente por su hermana. En el diálogo entre los dos personajes se presenta el tema principal de la obra, el incesto, por medio de las argumentaciones lógicas de las que se vale Giovanni para defender su atracción hacia Anabella. Además, otro de los temas que se puede percibir en las ideas que esboza el joven es la tensión entre el deseo individual y las expectativas sociales.

Putana:
¿Qué os parece esto, niña? He aquí amenazas, desafíos, riñas y peleas por todas partes, y todo por vos; debéis cuidaros, o un día de esto seréis secuestrada mientras dormís.

Anabella:
Pero, querida nodriza, una vida tal no me produce contento,
Mis pensamientos están fijos en otras metas;
Me complacería que me dejaras en paz.

Putana y Anabella, Acto I, Escena II, p. 74

En este apartado, Putana y Anabella observan desde el balcón cómo se pelean los pretendientes de esta última. Putana, que experimenta la sexualidad sin represiones, ve con buenos ojos la situación y habla expresamente sobre ello, mientras que la joven, enamorada de su hermano, no demuestra ningún interés por sus pretendientes. Este pasaje sirve también para ejemplificar dos recursos del teatro renacentista. El primero, la balconada, en el que uno o varios personajes observan desde la distancia y sin ser notados una situación que se da en el escenario. Esto permite que los personajes obtengan información y se generen diferentes conjuras y nudos argumentales. Otro recurso propio de los dramaturgos de la época tiene que ver con el modo en que se expresan los personajes: los de alto rango, como Anabella, se expresan en verso, mientras que los de clase baja, como Putana, se expresan en prosa.

Escuchad, tío: mi barbero acaba de contarme hace un instante que hay un tipo recién llegado a la ciudad que promete hacer que gire un molino sin la ayuda del agua o viento de ninguna clase, sólo mediante bolsas de arena: y este tipo monta un extraño corcel, una bestia excelente, os lo aseguro, tío, y, según mi barbero, la cabeza del caballo, para maravilla de todas las gentes cristianas, está justo detrás de su cola. ¿No es verdad, Poggio?

Bergetto, Acto I, Escena III, p. 87

En este pasaje, el autor presenta una situación humorística, protagonizada por Bergetto, quien funcionará a lo largo de la obra como una especie de bufón. Las apariciones de este personaje sirven a modo de interludio cómico, para descomprimir la tensión generada por la trágica trama que se desarrolla entre el resto de los personajes.

Ricardetto:
Os lo diré, gentil sobrina:
Vuestra libertina tía vive ahora despreocupada
En su lascivo desenfreno, y piensa que fallecí
En mi último viaje a Livorno, cuando fui en vuestra busca
(Según me he ocupado de difundir).
Ahora veré con qué impudicia
Da rienda suelta a su licencioso adulterio,
Y lo que el vulgo dice acerca de ello:
Hasta ahora, he vencido.

Filotis:
Ay, me temo
Que buscáis extraña venganza.

Ricardetto y Filotis, Acto II, Escena III, p. 105

Ricardetto le explica a su sobrina la infidelidad de Hipólita y sus planes de venganza. Esta situación funciona como ejemplo de todas las tramas y conjuras que se desarrollan a lo largo de la obra. En Lástima que sea una puta, la mayoría de los personajes traman venganzas contra aquellos que manchan su honor. Es así el caso de Ricardetto, que espía a Hipólita bajo un disfraz mientras obtiene información y esboza su plan.

Allí se alzan esas cosas malvadas
Que han soñado durante años en ilícitas sábanas
Y secretos incestos, maldiciéndose el uno al otro.
Entonces desearéis que cada beso que vuestro hermano os dio
Hubiera sido la punta de una daga; entonces escucharéis
Cómo grita él: "¡Oh, ojalá que mi maligna hermana
Se hubiera condenado primero, cuando se entregó a la lujuria!"
Pero calamos; creo percibir que el arrepentimiento obra
Nuevos sentimientos en vuestro corazón. Decid: ¿qué pensáis?

Fraile, Acto III, Escena VI, p. 141

En esta cita, el fraile atemoriza a Anabella para que desista de vincularse incestuosamente con su hermano. La influencia del fraile sobre la joven es efectiva y decisiva para los acontecimientos posteriores. Gracias a los consejos del sacerdote, Anabella acepta casarse con Soranzo y abandonar el romance secreto con Giovanni.

Ciudadanos de Parma: si buscáis
Justicia, sabed que, en calidad de nuncio del Papa,
Por esta ofensa yo aquí recibo a Grimaldi
Bajo la protección de Su Santidad.
No es un hombre corriente, sino nacido de noble cuna,
De sangre de príncipes, aunque vos, Señor Florio,
Lo considerasteis un esposo demasiado mezquino para vuestra hija.
Si queréis más, a Roma habéis de ir,
Pues él se dirigirá allí. Aprended a comportaos, por vuestro honor.
Enterrad a vuestro muerto... Vamos, Grimaldi; dejémosles.

Cardenal, Acto III, Escena IX, p. 150

Luego del asesinato de Bergetto, el Cardenal aparece por primera vez para impartir justicia. Sin embargo, como se aprecia en la cita, el Cardenal demuestra gran simpatía por el asesino, Grimaldi, y poco interés en impartir justicia realmente. Esta actitud pone en evidencia uno de los motivos por el cual los personajes no pueden confiar en la ley para dirimir sus conflictos, hecho que los empuja a buscar justicia por mano propia y tramar las venganzas que se desarrollan a lo largo de la obra.

Oh, verdad es.
Siento que se acerca el final. Si ese esclavo
Hubiera guardado su promesa (oh, qué tormento), Soranzo,
Habríais muerto en este mismo instante (calor que sobrepasa el fuego infernal).
Sin embargo, antes de que fallezca (crueles, crueles llamas),
Aquí queda mi maldición para vos; que vuestro lecho
Nupcial sea un potro de tormento para vuestro corazón,
Que la sangre arda y hierva para mi venganza... Oh, corazón mío,
El fuego que me consume es intolerable... Que viváis
Para engendrar bastardos, y que su matriz produzca
Monstruos, y que mueran juntos por vuestros pecados,
Odiados, vilipendidados y sin misericordia... ¡Oh! ¡Oh!

Hipólita, Acto IV, Escena I, p. 157

En este pasaje, Hipólita intenta envenenar a Soranzo durante su fiesta de casamiento, pero víctima de una traición, termina envenenándose ella misma. Mientras siente la proximidad de la muerte, profiere dramáticamente sus últimas palabras y perturba con ellas a todos los invitados: Maldice el lecho nupcial de Soranzo y a sus futuros hijos, y desea la muerte al flamante matrimonio. Estas maldiciones resultan interesantes, puesto que todas se cumplen en el siguiente acto. Anabella resulta estar embarazada, el hijo no es de Soranzo y al final los dos mueren.

Oh Vasques, Vasques: en este trozo de carne,
Este infiel semblante de ella, yo había guardado
El tesoro de mi corazón... Si hubieras sido virtuosa,
Mujer maligna y bella, ni los incomparables goces
De la propia vida me habrían hecho desear vivir
Con otra santa sino vos. Criatura engañosa,
¡Cómo os habéis burlado de mis esperanzas, y en la vergüenza
De vuestra indecente matriz me habéis enterrado vivo!
Os amé con locura.

Soranzo, Acto IV, Escena III, p. 166

Soranzo descubre el embarazo de Anabella y descarga toda su furia y su dolor sobre ella. En este fragmento, él le asegura que la ama con locura, a la vez que la trata con desprecio por la traición cometida. Fuera de contexto, Soranzo parece un pobre hombre traicionado; sin embargo, a la luz de su historia con Hipólita, resulta evidente que es un hombre hipócrita, puesto que él mismo ha cometido con Hipólita la falta que castiga en su esposa. Esta asimetría entre el hombre y la mujer en la sociedad patriarcal de la época es retratada por John Ford en varias oportunidades a lo largo de la obra.

Ahora empezáis a volveros un italiano de pro. Además de esto: cuando mi joven traficante de incestos llegue, estará hambriento. Dadle tiempo suficiente, dejadle que se adueñe de vuestra estancia y vuestro lecho a su antojo. Dejad que mi ardiente liebre se acoja a la ley antes de que sea cazada hasta la muerte, para que, si fuera posible, pueda ser enviado al infierno en el mismísimo acto de su condenación.

Vasques, Acto V, Escena IV, p. 185

En esta cita, Vasques le aconseja a su amo, Soranzo, sobre la forma en que debe vengarse del joven Giovanni. Vasques demuestra una gran sagacidad, solo equiparada por su propia perversidad, para tramar conjuras. En este caso, le sugiere a su propio amo que permita a los hermanos verse una vez más antes de asesinarlos, para que vuelvan a cometer el pecado del incesto y, así, una vez muertos, su destino sea el infierno.

¡Aquí, aquí, Soranzo: acicalado con rezumante sangre,
Que triunfa sobre la muerte; orgulloso del botín
De amor y venganza! Ni el destino ni todos los poderes
Que guían el movimiento de las almas inmortales
Pudieron impedirlo.

Giovanni, Acto V, Escena VI, p. 193

Este fragmento pertenece a la última escena de la obra, en la que Giovanni se presenta en la fiesta de cumpleaños de Soranzo, con el corazón de su hermana clavado en una daga. Dicha aparición constituye el clímax de la historia y resulta de un gran impacto visual para los espectadores. Los presentes en la fiesta quedan estupefactos con la aparición del joven y su confesión, al punto de que descreen de sus palabras. Las revelaciones de Giovanni derivan luego en la muerte de su propio padre, que sufre un ataque al enterarse del vínculo incestuoso entre sus hijos y la muerte de Anabella.