El cuerpo y el espíritu
La separación y relativa independencia entre el espíritu y el cuerpo es uno de los temas centrales de la novela. Las personas pueden ausentarse de sus cuerpos para ir a completar algún tipo de misión o propósito en otros planos de la existencia. Asimismo, las personas pueden vivir solo parcialmente en sus cuerpos, dejando parte de su existencia de lado. Este es el caso de la señora Saeki y de Nakata, cuyas sombras son más leves que las de los demás, y quienes dejaron una parte de su espíritu en algún otro plano. Nakata perdió su memoria y sus capacidades luego del incidente en la montaña. En el caso de Saeki, ella elige detener el tiempo a sus quince años y vaciar casi por entero su cuerpo de cincuenta y pico.
La separación del espíritu y el cuerpo es algo que Murakami toma del folclore japonés. Oshima le cuenta a Kafka sobre antiguos relatos japoneses que hablan sobre espíritus que dejan su cuerpo para completar acciones pendientes. En este sentido, el cuerpo es considerado un mero contenedor.
La libertad y la soledad
El balance entre la libertad y la dependencia en otros es algo con lo que varios personajes de la novela deben lidiar. Por un parte, Nakata ha sido dependiente toda su vida porque, a partir del incidente en la montaña, necesitó del Estado y de la caridad de sus hermanos para vivir. Kafka, en cambio, con solo quince años, decide independizarse del todo y valerse por sí mismo. Cuando finalmente siente que se ha escapado de su casa y de la pesada presencia de su padre, se siente a gusto con la libertad, pero también experimenta una soledad que lo descoloca. Nakata depende de otros para cuestiones tan simples como pedir un plato de comida en un restaurante, pero ahí termina toda relación con el otro. De hecho, las únicas relaciones que puede establecer antes de conocer a Hoshino son con los gatos del barrio. Kafka, en cambio, establece fuertes vínculos con las personas que encuentra en su camino, pero, aun así, el último tramo de su autodescubrimiento tendrá que hacerlo solo, internado en el bosque.
Si bien hay una parte de la intimidad de las personas que únicamente puede sobrellevarse en soledad, las personas están en constante búsqueda de conexiones significativas. Kafka busca activamente el vínculo con Saeki o con Sakura para llenar un vacío que se produjo en su niñez, tras el abandono de su madre. Nakata añora tener memoria, porque la falta de recuerdos no le permite establecer auténticas relaciones con otros. Oshima incluso menciona a Platón para intentar dar una explicación de por qué las personas se sienten incompletas hasta no encontrar a alguien que llene ese vacío. Habla sobre cómo los seres humanos eran una unidad, pero los dioses los castigaron dividiéndolos en dos; desde ese momento, las personas se dedican a buscar aquella parte de sí mismos que perdieron.
El destino
Los dos personajes principales de la novela muchas veces se encuentran actuando sin saber qué es lo que los mueve. Al principio de la novela, no hay duda de que lo que mueve a Kafka es escapar del destino que le espera según la profecía de su padre. No obstante, a medida que la trama avanza, Kafka actúa muchas veces sin sentirse en control de su propia vida y, frecuentemente, esas acciones dictadas por algo ajeno a él lo precipitan a cumplir con lo que predijo su padre.
Nakata también cumple con un destino que parece dictaminado desde otro plano de la existencia. Al tratarse de un personaje desprovisto de deseos, temores u objetivos, lo que lleva a Nakata a tomar tal o cual decisión es la mera intuición que parece estar conectada con un plano espiritual. Nakata, mucho más que Kafka, es un mero vehículo para completar una misión que pertenece a un plano paralelo de la existencia: debe cerrar el portal que causa distorsiones en la realidad. En la vida de Hoshino va a pasar algo similar a partir de su relación de amistad con Nakata. Desde que empieza a ayudar a Nakata, Hoshino siente que sus acciones están dictaminadas por un destino que él no comprende.
Por otro lado, la novela trata el destino al modo griego, es decir, como un camino que le está dado al héroe por los dioses, pero que el mismo héroe precipita. Además de esta paradoja, el destino es irónico, tal y como lo plantea Oshima, porque conduce al héroe a la tragedia como consecuencia de sus virtudes y no de sus defectos. Kafka se precipita a su destino porque intenta ser valiente y alejarse de la terrible herencia de su padre. Asimismo, Nakata se precipita en su propia trama peligrosa y violenta porque busca hacer el bien. Incluso algunos personajes secundarios, como Hoshino, el camionero, están destinados a participar de un destino trágico por sus virtudes.
El autoconocimiento y la sanación
El conflicto principal que debe atravesar el protagonista tiene que ver con la pesada herencia que trae consigo por su historia familiar. En sus intentos por escapar de su destino, Kafka solo consigue precipitar su consumación. Cuando ya no queda nada más de la profecía que cumplir, Kafka se encuentra con un vacío en su interior y siente que algo adentro de él empieza a romperse. Es en ese momento en que Kafka finalmente es capaz de enfrentar las partes más oscuras de su propia psiquis. Para poder salir transformado de la "tormenta" que supone la crisis por la que atraviesa, Kafka debe internarse en el laberinto de su propia mente para enfrentar sus traumas de la niñez.
Murakami explora el modo en que lidiar con nuestro inconsciente y con las heridas que permanecen en nuestro interior como consecuencia de las experiencias dolorosas en nuestra historia nos pueden ayudar a sanar y a tomar las riendas del propio destino.
Para sanar su interior, Kafka tiene que poder articular lo que le sucede. Esto lo consigue el momento en que reconoce que el abandono de su madre le ha hecho sentirse poco digno de amor y afecto. Una vez que reconoce que ahí está su herida, Kafka puede mirar su propia historia desde una nueva perspectiva, como sobrevolando su propia experiencia. Luego de apreciar su situación con nuevos ojos, perdona a su madre y elige salir del limbo para vivir su vida en el mundo real.
Hoshino es otro personaje que consigue conocerse mejor a través del contacto con Nakata y, como resultado, reconoce el egoísmo y la inutilidad de su vida anterior y elige otro camino.
La sexualidad tabú
Al igual que otras obras de Murakami, el sexo toma un papel central en las historias de sus personajes. Dado que la novela recrea el mito de Edipo, el despertar sexual de Kafka se ubica en un lugar problemático y tabú. Así como los personajes de la novela son liminales, en el sentido de que habitan fronteras entre la realidad y lo onírico, la vida y la muerte, la sexualidad representada es también marginal, es decir, escapa lo convencional. Kafka se encuentra constantemente divido entre el deseo sexual que siente por Sakura o por Saeki y el miedo de que ese deseo sea parte de la profecía edípica. La sexualidad de Kafka no puede ubicarse dentro de las convenciones sociales porque está atravesada por sus miedos. La primera vez que conoce a Sakura, Kafka tiene una erección, pero inmediatamente piensa en que Sakura puede ser su hermana. La necesidad constante de llenar los vacíos que dejó su niñez hacen que vea a su hermana y a su madre en las mujeres que conoce y, por eso, su sexualidad no puede desarrollarse normalmente. De hecho, estos son los pensamientos de Kafka una de las veces que tiene sexo con Saeki:"Tú escuchas cómo se va llenando el vacío que hay dentro de ti... Estás dentro de una hipótesis. Estás fuera" (p.485). Ese vacío es la ausencia que dejó el abandono, y la hipótesis es que Saeki es su madre. Al tener sexo con ella, está intentando sanar su trauma.
La violación de su hermana es otro ejemplo de una sexualidad tabú, ya que, al no poder desear sin sentir miedo de que sea su hermana, el impulso sexual se vuelve violento y desordenado: "Ya estás harto de que las cosas te manejen a su antojo. No quieres que te vuelvan a sumir en la confusión jamás" (p.564). En esta cita menciona la confusión en la que vive gracias a la profecía, lo que lo lleva a descartar los pedidos de Sakura y cometer una violación. En definitiva, Kafka no puede tener el desarrollo sexual de un joven cualquiera de quince años porque su deseo está atravesado por la culpa y el miedo, producto de los traumas de la niñez.
El poder de los sueños
La representación de la realidad en la novela puede compararse con una superficie porosa que permite constantes infiltraciones de lo sobrenatural y lo onírico. Los sueños, al igual que algunos otros elementos, son intersticios que permiten la comunicación entre realidades paralelas.
Kafka teme que las palabras de Yeats, poeta inglés, sean ciertas: "La responsabilidad empieza en los sueños" (p.206). Tanto Kafka como Nakata experimentan estados que se asemejan a los sueños en los que ellos no tienen control sobre sus acciones y cuyas consecuencias no se limitan al mundo de los sueños, sino que se hacen patentes en la realidad. Las horas de inconsciencia de Kafka coinciden con la muerte de Koichi Tamura. En el mundo que crea Murakami, los sueños son portales entre distintas dimensiones y tiempos.
De todas maneras, al cerrar el portal que abrió la señora Saeki, los sueños también parecen perder su capacidad de actuar como puente porque, al final de la novela, Kafka deja de temerles. Cuando Sakura le expresa su preocupación a partir de un sueño que tuvo sobre él, Kafka desestima sus miedos y le dice: "Pero solo era un sueño" (p. 712). Al ser los sueños una manifestación del inconsciente, no es en ellos donde empieza la responsabilidad, sino en las heridas y en los traumas no resueltos en el interior de cada uno. El momento en que Kafka resuelve el trauma de su madre, ya no hay motivo para considerar a los sueños algo peligroso.
El poder sanador del arte
En Kafka en la orilla, todos los personajes están atravesando un momento de sufrimiento o crisis vital. Asimismo, casi todos encuentran consuelo en el arte. Por ejemplo, Oshima parece dar sentido a todas las angustias existenciales con algún libro o una pieza musical. Constantemente piensa en ejemplos de libros y música para comprender por lo que atraviesan Kafka, él mismo o la señora Saeki. Kafka, por su parte, se refugia en los libros y en la música e incluso hace de la biblioteca su casa. La señora Saeki, como espíritu vivo, contempla el cuadro de Kafka para recordar a su novio. La canción que compone Saeki es otra muestra de cómo el arte puede ayudar a procesar sentimientos tan poderosos como el amor que ella siente por Kafka. Incluso el arte tiene el poder de transformar la vida de las personas, como es el caso de Hoshino, que se entrega a la misión de Nakata luego de escuchar música clásica en un bar en Takamatsu.