El abanico de Lady Windermere

El abanico de Lady Windermere Temas

La hipocresía de la sociedad

La hipocresía suele aparecer en la obra construida a partir de una profunda ironía, gracias a la cual se evidencia una distancia abismal entre los valores que ciertos personajes dicen profesar y aquello que realmente hacen o piensan.

La principal preocupación de los personajes de la obra es mantener las apariencias y crear la ilusión de que todo está bien. Con este fin, Lord Windermere está dispuesto a mentirle a su esposa, haciéndole creer que está teniendo una aventura, mientras que en realidad está tratando de proteger su reputación y la de ella. Si bien uno puede pensar que Lord Windermere lo hace por amor, en el centro de sus acciones se encuentra el deseo de mantener las apariencias en una sociedad que solo se preocupa por lo superficial. Esta obsesión por las apariencias casi le cuesta a Lord Windermere su familia; así y todo, la mantiene hasta el final, sin revelar nunca la verdad sobre la madre de su esposa.

Está claro que las relaciones sociales eran de suma importancia en la sociedad victoriana, como se evidencia en el Acto Segundo de El abanico de Lady Windermere. Sin embargo, Wilde satiriza, con esta obra, la falta de vínculos verdaderos en esta sociedad. Lady Windermere, la protagonista de la obra, organiza una fiesta de cumpleaños en la que no se muestra lo suficientemente cómoda como para hablar con franqueza con casi nadie; tal vez solo puede hacerlo con la duquesa de Berwick y Lord Darlington. Así y todo, la duquesa parece monomaníaca respecto de casar a su hija, y Lord Darlington cuestiona explícitamente la amistad entre el hombre y la mujer, justo antes de proporcionar evidencia sobre su punto al confesar su amor por Lady Windermere. Estos problemas de amistad son creados o agravados por la importancia de la apariencia en la esfera pública. De esta forma, todas las relaciones son hipócritas, en el sentido de que las personas reprimen sus verdaderos sentimientos para mantener las apariencias que exigen los valores victorianos.

El absolutismo moral

Una de las cuestiones centrales que aparece en El abanico de Lady Windermere es la del absolutismo moral: ¿se puede clasificar a las personas como buenas o malas? Y de ser así, ¿quién es bueno y quién es malo?

Al principio del Acto Primero, Lord Darlington establece una dicotomía, no entre lo bueno y lo malo, sino entre fingir ser bueno y ser malo: "¡Oh! Hoy día hay tanta gente en la sociedad que pretende ser buena, que creo que casi es pecar de modesto el pretender ser malo. Además, hay que decir eso. Si pretendemos ser buenos, el mundo nos toma muy en serio. Si pretendemos ser malos, no. Así es la asombrosa estupidez del optimismo" (132). Sin embargo, más tarde se toma la pregunta más en serio, y se dirige a Lady Windermere con estas palabras: "¿Sabe usted que creo que la gente buena hace mucho mal en este mundo? Lo peor que hacen es considerar muy importante la maldad. Es absurdo dividir a las personas en buenas y malas” (135). A raíz de estas dos citas, podemos inferir que Lord Darlington adopta una postura contra el absolutismo moral. A partir de sus palabras, deducimos que este hombre no está de acuerdo con esa dicotomía que la sociedad le impone, quizás porque es consciente de que el ser humano es demasiado complejo como para circunscribirlo a dos nociones tan reduccionistas.

Lord y Lady Windermere, sin embargo, parecen más cómodos con la idea de que algunas personas son buenas y otras, malas. Sin embargo, donde difieren es en si Mistress Erlynne cae en la primera categoría o en la segunda. En el Acto Primero, Lord Windermere sugiere que Mistress Erlynne es una buena mujer que ha sido tratada injustamente, mientras que Lady Windermere se centra en los malos rumores que la rodean. Así y todo, en el Acto Cuarto, los Windermere cambian completamente de posición: mientras Lord Windermere dice a propósito de Mistress Erlynne: "Es mala..., tan mala como puede serlo una mujer" (205), Lady Windermere le comenta a Lord Augustus, en el último parlamento de la obra: "¡Ah! ¡Se casa usted con una mujer muy buena!" (222).

Ahora bien, está claro que el debate sobre absolutismo moral encuentra en el personaje de Mistress Erlynne el punto de análisis más interesante que propone la obra. Por un lado, ella no solo abandonó a Lady Windermere cuando era niña, sino que además le pide dinero a Lord Windermere para no revelar que es su madre, hecho que arruinaría la imagen de la pareja. Por otro lado, Mistress Erlynne es quien ayuda a Lady Windermere en la casa de Lord Darlington al inculparse por la presencia del abanico de su hija en la casa; también es quien toma la carta en la que Lady Windermere le confesaba a su esposo que huiría con Lord Darlington y la quema. De esta forma, establecer un juicio unívoco respecto de este personaje resulta difícil.

De alguna manera, Wilde pretende criticar el absolutismo moral de la sociedad victoriana presentando personajes moralmente complejos, como el de Mistress Erlynne, es decir, personajes en los que coexisten la bondad y la maldad, y que, en todo caso, tienen la posibilidad de redimirse de sus errores.

La alta sociedad

La gran mayoría de los personajes de El abanico de Lady Windermere pertenece a la alta sociedad londinense. En ese sentido, la obra parece apuntar a reflejar y criticar ciertas costumbres propias de esta clase social en la segunda mitad del siglo XIX.

Desde el inicio, el escenario refleja que los personajes pertenecen a la alta sociedad. Las didascalias sitúan la casa de los Windermere en Carlton House Terrace, una calle muy exclusiva de uno de los barrios más importantes de Londres: St. James. Incluso al comienzo del Acto Segundo, cuando accedemos a una descripción más exhaustiva de la casa en el contexto de la fiesta, nos enteramos de que tiene un salón de baile, donde está tocando una orquesta, y una terraza iluminada donde hay palmeras, flores y luces brillantes. Por otro lado, el hecho de que los Windermere tengan dos sirvientes (Parker y Rosalie) también da cuenta de que pertenecen a una clase social alta.

La alta sociedad aparece tematizada durante toda la obra, aunque quizás en la fiesta de Lady Windermere se ponga más de relieve la perspectiva crítica que posee esta tematización. Oscar Wilde delinea a los personajes típicos de esa clase social y expone sus costumbres e idiosincrasia de un modo satírico, desnudando con humor sus miserias y falsedades. El mayor exponente de este sector social parece ser el personaje de la duquesa de Berwick, claro ejemplo de ese estereotipo de mujer de alta sociedad en la Inglaterra victoriana. Ella privilegia las apariencias, la posición social de las personas, y piensa en el posible matrimonio de su hija con Mr. Hopper como una forma de consolidar su posición social.

Asimismo, Lord Windermere también responde a este estereotipo de hombre de la alta sociedad victoriana al darle dinero a Mistress Erlynne para que no le confiese a Lady Windermere que es su madre, hecho que arruinaría tanto la reputación de su esposa como la de él mismo. En ese sentido, una de las características de esta alta sociedad -desde el punto de vista de Wilde- es la de priorizar las apariencias por encima de todo, aunque esto implique mentir, ocultar información o engañar.

Cabe mencionar que la alta sociedad es un tema que se repite en varias de las obras de Oscar Wilde, y que el autor siempre tematiza de una forma crítica, apelando a la ironía para reflejar la superficialidad y la hipocresía de esta parte de la sociedad.

El valor de las cosas

Muchas de las conversaciones entre los hombres de esa alta sociedad que se describe en esta obra se centran en los negocios. Durante la fiesta de Lady Windermere, estos hombres hacen referencia a los bienes que han comprado o que venderán. En ese sentido, no parecen darle ningún valor a una cosa que no se pueda comprar o vender. Dicho de otra forma: el valor de las cosas es directamente proporcional a su precio, según esta concepción materialista de la vida que poseen estos personajes.

El tema del valor de las cosas se pone de relieve cuando Cecil Graham le pregunta a Lord Darlington qué es un cínico, y este le responde: "Un hombre que sabe el precio de todo y no conoce el valor de nada" (197). Luego de esta respuesta, Cecil contraataca: "Y un sentimental, mi querido Darlington, es un hombre que ve un absurdo valor en todo y no conoce el precio de nada" (197). La posición de Cecil Graham (la de relacionar el valor de las cosas con su precio) es la que predomina en la alta sociedad; en cambio, la perspectiva de Lord Darlington representa un contraste frente al cual Cecil no duda en acusar a su amigo de sentimentalista.

Teniendo en cuenta que Oscar Wilde busca exponer esa superficialidad característica de la alta sociedad, el tema del valor de las cosas más allá de su precio constituye una parte importante de su crítica. En El abanico de Lady Windermere, la mayoría de los personajes, por no decir todos, se guían por el valor monetario de las cosas antes de por lo que esas cosas pueden representar a otros niveles. Otro ejemplo de esto, sin duda, es la concepción del matrimonio como una oportunidad para obtener beneficios económicos antes que como una unión basada en el sentimiento. La duquesa de Berwick, que busca que su hija Agatha se case con Mr. Hopper por la posición económica de este, refleja esta idea.

El matrimonio

En esta obra, que tematiza de un modo crítico la alta sociedad y sus costumbres, el matrimonio se evidencia como una institución completamente desligada de la motivación amorosa entre individuos. El mayor ejemplo de esto surge de la obsesión de la duquesa de Berwick por casar a su hija con Mr. Hopper, un hombre de negocios australiano. La duquesa está obsesionada con lograr que Agatha se case con este hombre, simplemente por la posición social y económica que él tiene. En ningún momento se interesa por los sentimientos de su hija hacia él. En ese sentido, el amor no parece ser un factor relevante para el matrimonio en los términos que el estereotipo de la mujer de clase alta entiende esta institución. En todos los casos, el matrimonio aparece tematizado en la obra como una mera herramienta para sostener -o acceder a- determinado estatus social.

En el Acto Tercero podemos encontrar una cita más que elocuente al respecto: "¡Una mujer casada! Bueno; no hay nada en el mundo como el amor de una mujer casada. Eso el hombre soltero lo sabe muy bien" (195). Esta frase la pronuncia Cecil Graham luego de descubrir que Lord Darlington está enamorado de una mujer casada (aunque, por supuesto, no sabe que esta mujer es Lady Windermere). Lo interesante de esta cita (una de las más famosas de la obra) es que se pone de relieve que los matrimonios de la época victoriana no solían estar basados en el amor, sino que respondían a otro tipo de intereses como, por ejemplo, acceder a cierta posición social.

Por otro lado, el matrimonio de los Windermere tiene la particularidad de sostenerse sobre la base de los secretos que cada uno le oculta al otro. De la misma forma que Lord Windermere no le confiesa a su esposa que Mistress Erlynne es su madre, y hasta prefiere que piense que está teniendo una aventura con esta mujer, Lady Windermere le oculta a su esposo la existencia de la nota que ha dejado antes de ir a la casa de Lord Darlington para escaparse con él. Lejos de plantear el matrimonio como un espacio de confianza y amor, El abanico de Lady Windermere nos propone una perspectiva más utilitaria y superficial de esta institución.

La maternidad

Hay tres madres centrales en la obra El abanico de Lady Windermere: Lady Windermere, la duquesa de Berwick y Mistress Erlynne. Estas tres mujeres sirven para establecer paralelismos y contrastes y así crear una imagen matizada de la maternidad en la Inglaterra victoriana.

Lady Windermere es una madre joven y nunca la vemos interactuar con su hijo. De hecho, está dispuesta a abandonarlo para escaparse con Lord Darlington, hasta que Mistress Erlynne la descubre y la detiene. Mistress Erlynne, por su parte, no parece ser una gran madre tampoco, ya que abandonó a Lady Windermere cuando era niña y ni siquiera le revela su identidad durante el transcurso de la obra. Sin embargo, parece redimirse evitando que Lady Windermere cometa el mismo error que ella cometió, es decir, abandonar a su hijo.

Si bien al principio Mistress Erlynne puede ser vista como una persona sin corazón, que chantajea al esposo de su hija y amenaza con destruir la reputación de Lady Windermere, esta perspectiva cambia drásticamente una vez que ella encuentra la carta en la que su hija revela sus planes de abandonar a su esposo por otro hombre. Entonces, Mistress Erlynne se convierte en una verdadera madre; una persona dispuesta a hacer cualquier cosa por su hija. Mistress Erlynne se juega su propia reputación al exponerse en la casa de Lord Darlington como la responsable de que el abanico de Lady Windermere esté allí solo para salvar la reputación de su hija. Ella es consciente de que el hombre con el que quiere casarse, Lord Augustus, puede que no quiera seguir adelante con el compromiso después de enterarse de la situación comprometedora en la que la encontraron. Al mismo tiempo, Mistress Erlynne se niega a revelar la verdad a su hija y decirle que ella es su madre, sabiendo lo que eso podría afectar a la reputación de Lady Windermere. A través de todas estas acciones, Mistress Erlynne exhibe una actitud desinteresada y un amor verdadero por su hija, protegiendo a Lady Windermere y evitando que cometa un error que arruinaría su vida. En ese sentido, muestra un espíritu de sacrificio absoluto, basado en el amor por su hija y en el particular interés que tiene de que Lady Windermere no abandone a su hijo, como lo hizo ella misma mucho tiempo atrás.

Por otro lado, la duquesa de Berwick, madre de Agatha, parece desempeñar otra función completamente distinta en la obra con respecto a la maternidad. A través de la relación entre esta pareja de madre e hija, Wilde satiriza la participación excesiva de los padres, especialmente las madres, en la vida de sus hijos, poniendo un énfasis particular en el matrimonio. De esta forma, Wilde yuxtapone a Agatha y Lady Windermere para contrastar el resultado de una maternidad como la que ofrece la duquesa de Berwick y otra cifrada por la ausencia total de una madre. En ese sentido, Agatha ha resultado casi completamente incapaz de hablar por sí misma y de tomar sus propias decisiones, mientras que Lady Windermere es un personaje inteligente, independiente y complejo.

La edad

El tema de la edad en El abanico de Lady Windermere surge desde el comienzo del Acto Primero, cuando Lady Windermere revela que la fiesta que tendrá lugar es por su cumpleaños. De hecho, es un cumpleaños especialmente importante: "(...) hoy es mi mayoría de edad. Un día muy importante en mi vida (...)" (130). Lady Windermere, aunque es bastante joven, ya se ha casado y ha tenido un hijo, lo que demuestra la rapidez con la que los niños se convierten en adultos en la sociedad victoriana.

Por otro lado, el tema de la edad también regresa más tarde cuando Mistress Erlynne habla de la suya, diciendo que la gente no creería que ella es la madre de Lady Windermere, ya que probablemente piensa que tienen edades similares:

(...) ¿cómo podría yo tener una hija tan mayor? Margaret tiene veintiún años, y yo nunca he admitido más de veintinueve o treinta como mucho (...). No, en lo que a mí concierne, su esposa seguirá teniendo ese recuerdo de su madre muerta inmaculada. ¿Por qué voy a romper sus ilusiones? Apenas puedo ya conservar las mías. Perdí una ilusión anoche. Creí que no tenía corazón. Noté que sí, y el corazón no me sienta, Windermere. Es algo que no va con los vestidos modernos. Le hace a una parecer vieja (...). Y estropea nuestra carrera en los momentos críticos. (213)

Aunque Mistress Erlynne habla un poco a la ligera del tema, está claro que la edad es muy importante para las mujeres, ya que está muy ligada a la apariencia, lo que lleva al matrimonio y la aceptación. La madre de Lady Windermere ya es una mujer de cierta edad y, como ella misma lo expresa, parecer vieja podría estropear su carrera hacia ese lugar en la sociedad que le proporcionaría el matrimonio con Lord Augustus.

Ahora bien, el tema de la edad se aborda de una forma muy distinta cuando los hombres hablan al respecto en la obra. Principalmente se dedican a bromear entre ellos sobre su edad, sus cambios de apariencia y el número de divorcios que llevan. Dado que la apariencia y la edad no juegan un papel tan importante en la capacidad de un hombre para triunfar, ya sea económicamente o en relación con su vida amorosa, este tema pone de relieve la desigualdad de género que existía en la sociedad victoriana.