El abanico de Lady Windermere

El abanico de Lady Windermere Resumen y Análisis Acto Segundo

Resumen

El Acto Segundo se inicia en el salón de los Windermere durante el baile. Los invitados comienzan a llegar, y Lady Windermere intenta evitar a su marido. La duquesa de Berwick ha ido con su hija Agatha y toma el control de su "carnet" (154) de baile, decidiendo con quién es apropiado para ella bailar. La duquesa está particularmente interesada en que Agatha pase tiempo con Mr. Hopper, un hombre de negocios australiano. La duquesa de Berwick le dice a Mr. Hopper que tanto ella como su hija están muy interesadas en Australia, aunque luego se evidencia que no saben casi nada del país. Cada vez que su madre le pregunta algo, Agatha responde con un desapasionado: "Sí, mamá".

Lord Augustus Lorton, uno de los amigos de Lord Windermere al que también se lo conoce con el apodo de "Tuppy", entra a la fiesta y le pregunta a Lord Windermere a propósito de los rumores sobre él y Mistress Erlynne. Lord Windermere le dice que son mentiras. A raíz de esta respuesta, Lord Augustus le confiesa a su amigo que le gusta Mistress Erlynne e, incluso, que tiene intenciones de casarse con ella. Lord Windermere le asegura a Lord Augustus que Mistress Erlynne también asistirá al baile y allí tendrá la oportunidad de hablar con ella.

Lord Windermere intenta hablar con su esposa sobre Mistress Erlynne, pero ella se niega a escucharlo. Nuevamente amenaza con insultar a Mistress Erlynne si aparece, manteniendo firme su promesa de golpear a la mujer con su abanico.

Lord Windermere está a punto de confesarle a Lady Windermere la verdad acerca de Mistress Erlynne, cuando esta llega al baile. Lady Windermere deja caer su abanico. Mistress Erlynne intenta hablar de manera amistosa tanto con Lord Windermere, que le dice que no debería haber ido, como con Lady Windermere, que se comporta con mucha frialdad con ella. A Mistress Erlynne le gustaría abrazar a Lady Windermere, pero se contiene.

Luego, Mistress Erlynne comienza a hablar y entablar amistad con muchos invitados de la fiesta. Lord Augustus, Lord Windermere y Mistress Erlynne se van juntos a otra habitación, mientras Dumby y Lady Plymdale hablan de la reputación de Mistress Erlynne; él compara a la recién llegada con una mujer que podría aparecer en la portada de una novela francesa. Lady Plymdale sentencia que Mr. Dumby debe ir a comer a la casa de Mistress Erlynne el viernes, y cuando Mr. Dumby le pregunta por qué, ella le responde: “Porque quiero que mi marido vaya con usted. Ha estado tan atento últimamente que se ha convertido en un perfecto engorro. Le vendrá bien esa mujer. Le aseguro que las mujeres de esa clase son muy útiles. Forman la base de los matrimonios” (166).

Lady Windermere y Lord Darlington entran desde la terraza donde han estado hablando. Él le dice que no existe la amistad entre el hombre y la mujer; luego le confiesa su amor y le propone que se escape con él. Lady Windermere se niega a creerlo, por lo que Lord Darlington le dice que le rompió el corazón y le da un ultimátum, afirmando que se irá al día siguiente y que nunca se volverán a ver. Él se va, y Lady Windermere se une nuevamente a los invitados de su fiesta.

Varias de las personas que están allí parecen haber cambiado de opinión sobre Mistress Erlynne. Después de todo, ¿cómo no le van a dar otra oportunidad a esta mujer si hasta la principal damnificada de su supuesto engaño, es decir, Lady Windermere, la ha invitado a su fiesta? Por otro lado, la duquesa de Berwick vuelve a entrometerse en la relación de su hija con míster Hopper, invitándolo a almorzar para hablar con su marido luego de que Hopper haya manifestado que quiere llevarse a Agatha a Australia.

Mistress Erlynne, por su parte, le exige más dinero a Lord Windermere para poder casarse con Lord Augustus. Lord Windermere no desea discutir el asunto con ella, pero está claro que la mujer tiene cierto control sobre él, y se trasladan a la terraza para ponerse de acuerdo respecto de la suma.

Más tarde esa noche, cuando los invitados han comenzado a irse, Lady Windermere toma la decisión de huir con Lord Darlington. Ella deja una nota para Lord Windermere explicando lo que va a hacer. La nota es encontrada sobre la mesa del escritorio de Lord Windermere por Mistress Erlynne, quien inmediatamente persigue a la joven para tratar de evitar que se escape con Lord Darlington. En este punto, se revela que Mistress Erlynne es, en realidad, la madre de Lady Windermere. Mistress Erlynne se guarda la nota y le miente a Lord Windermere, diciéndole que Lady Windermere se ha ido a acostar. También le pide a Lord Augustus que distraiga a Lord Windermere llevándolo al club.

Análisis

El Acto Segundo muestra cuán rápido pueden cambiar las relaciones sociales en una sociedad que basa sus juicios morales en las apariencias. Debido a que los invitados a la fiesta de Lady Windermere creen que ella invitó a Mistress Erlynne, comienzan a darle una oportunidad a esta mujer. Mistress Erlynne también usa sus propios dispositivos para abrirse camino rápidamente en la fiesta, encantando a hombres y mujeres por igual, aunque algunos invitados todavía están confundidos y no terminan de entender cómo deben sentirse a propósito de las relaciones que va estableciendo Mistress Arlynne con sus seres queridos.

También podemos observar un cambio radical en la relación entre Lady Windermere y Lord Darlington: luego de que, en el Acto Primero, ella lo tratara con cierta distancia, echándole en cara un exceso de halagos, aquí, en el Acto Segundo, nos encontramos con que esa tibia amistad ha mutado a una relación de potenciales amantes. De alguna manera, estos cambios tan abruptos reflejan la fragilidad de las relaciones sociales en la época victoriana, que se basaban en las apariencias y que muchas veces se sostenían a base de secretos y mentiras como, por ejemplo, la relación entre Lady y Lord Windermere, e, incluso, entre la propia Lady Windermere y Mistress Erlynne.

En este acto, Wilde realmente comienza su sátira respecto de las relaciones entre madres e hijas en la Inglaterra victoriana. Lord Windermere ya ha presagiado la relación entre Mistress Erlynne y Lady Windermere. Debido a la ausencia de Mistress Erlynne en la vida de Lady Windermere, esta ha sido educada para ser inteligente e independiente. Por el contrario, Agatha, la hija de la duquesa de Berwick, casi no tiene independencia y actúa simplemente como un objeto bajo el control de su madre. Veamos un ejemplo de esto apenas madre e hija llegan a la fiesta de Lady Windermere y se encuentran a la anfitriona conversando con Lord Darlington:

Duquesa de Berwick: (...) ¿Cómo está usted, lord Darlinton? No quiero que conozca a mi hija; usted es demasiado malo.

Lord Darlington: No diga eso, duquesa. Como hombre malo soy un completo fracaso. Hay gente que dice que nunca he hecho nada realmente malo en mi vida. Naturalmente sólo lo dicen a mis espaldas.

Duquesa de Berwick: ¿No es terrible? Agatha, éste es lord Darlington. No creas una sola palabra de lo que dice (137).

En esta cita, se condensan varios de los temas que aborda El abanico de Lady Windermere. Por un lado, como mencionábamos antes, aparece la cuestión de la maternidad, es decir, del rol que ocupa una madre en la vida de su hija en la sociedad victoriana. En este ejemplo, la duquesa de Berwick le advierte a Agatha que no confíe en Lord Darlington porque es un hombre "malo". En principio, el hecho de que la duquesa le haga una advertencia tan infantil a una mujer que ya está en edad de casarse resulta, por lo menos, ridículo. Pero, al mismo tiempo, este hecho está reflejando ese exceso de control que las madres ejercían sobre sus hijas en esta época; exceso de control que no estaba tan ligado a la intención de protegerlas, sino de casarlas con el pretendiente que le asegurara a la familia una mejor posición social.

Por otro lado, en la cita aparece nuevamente la cuestión del absolutismo moral: la duquesa acusa a Lord Darlington de ser "malo" y él se defiende diciendo que, como hombre malo, es "un completo fracaso". Está claro que en la época victoriana o se era "bueno" o se era "malo"; no había término medio. Y estas categorías, por supuesto, se basaban en cuánto las personas respetaban los rígidos valores victorianos que imperaban durante el reinado de Victoria. Al mismo tiempo, lo más frecuente era que las personas fingieran ser buenas, es decir, que aparentaran respetar a rajatabla esos valores victorianos, pero que luego, lejos de la mirada crítica de la sociedad, llevaran una vida secreta más licenciosa y trasgresora de la moral victoriana.

En este mismo Acto Segundo asistiremos a la declaración de amor de Lord Darlington hacia Lady Windermere, una mujer casada, hecho que constituye una clara trasgresión a uno de los valores más importantes de ese absolutismo moral que impera en la época victoriana. De todas formas, si nos basamos en el sistema personal de valores de Lord Darlington, pedirle a Lady Windermere que huya con él es consecuente con esa relatividad moral que predica. A pesar de esto, él siempre ha conservado las apariencias dentro de su esfera social, y nadie se esperaría algo así de él. En ese sentido, está claro Wilde busca poner de relieve la hipocresía de la alta sociedad, que en las apariencias se muestra encolumnada detrás de esa moral victoriana, pero luego actúa de una forma muy diferente.

Por otro lado, vale la pena destacar que Lord Darlington es consciente de esta hipocresía, y lo refleja cuando dice que la gente habla de él a sus espaldas. Los chismes eran casi una dinámica habitual en esta época en la que decir las cosas directamente podía dañar las apariencias.

Asimismo, está claro que Lord Darlington es el personaje que más explicita los problemas del absolutismo moral, fundamentalmente frente a Lady Windermere, y eso lo convierte, en buena medida, en portavoz del propio Wilde, que siempre ha sido muy crítico con este aspecto de la sociedad victoriana. En ese sentido, tanto por la posición de Lord Dalrington respecto del absolutismo moral como por el ingenio discursivo con el que se expresa -y que es un rasgo característico de las obras de Wilde-, podemos decir que este personaje es con el que el autor más se identifica.

Cabe señalar también que Lady Windermere no lleva a cabo su amenaza de insultar o golpear a Mistress Erlynne en caso de que asista a la fiesta. Mistress Erlynne obviamente va a la fiesta, pero Lady Windermere simplemente deja caer su abanico cuando ella llega. Este momento podría ser interpretado de diferentes formas. Por un lado, Lady Windermere podría dejar caer su abanico por la conmoción que le produce ver en su fiesta de cumpleaños a la mujer con la que supuestamente su esposo la está engañando. Por otro lado, el hecho de que deje caer su abanico puede interpretarse como un intento de llamar la atención de la mujer. Ahora bien, independientemente de la mayor o menor relevancia que tenga este hecho para la trama, está claro que Wilde busca llamar la atención del espectador proponiendo la caída del abanico como un momento de quiebre en la obra; quiebre que luego se pondrá definitivamente de relieve cuando nos enteraremos de que Mistress Erlynne es, en realidad, la madre de Lady Windermere.

Este acto también cuestiona aún más la naturaleza de la relación, tanto en privado como en público, entre marido y mujer. Si bien ya hemos experimentado la reacción de una esposa al supuesto adulterio, y la de un esposo a las preocupaciones de la esposa, muchos personajes tocan el tema de una manera más lúdica en el Acto Segundo. Por ejemplo, Lady Plymdale, uno de los personajes secundarios de la fiesta, le dice a Lord Windermere que no debería pasar tanto tiempo con su esposa en público: “Hoy día es peligroso poner atención en público en la esposa de uno. Eso siempre hace que la gente crea que el marido le pega cuando están solos” (160). En esta cita, Lady Plymdale hace referencia a los rumores que circulan dentro de la esfera de la alta sociedad. De alguna manera, sus palabras dan cuenta de lo que sucedía en la sociedad victoriana: las personas no solo eran víctimas de la rigidez de los valores morales victorianos, sino que también hacían las veces de jueces, y desperdigaban sus sentencias en forma de rumores por toda la sociedad. Esto, desde ya, representaba una muy fuerte presión social y daba lugar a que las personas estuviesen tan pendientes de las apariencias.

Luego, también Plymdale quiere que su esposo pase tiempo con Mistress Erlynne porque "Ha estado tan atento últimamente que se ha convertido en un perfecto engorro” (166). Aquí podemos observar cierta frivolidad por parte de Lady Plymdale a la hora de hablar de su propio matrimonio. Su esposo se ha convertido en un engorro simplemente porque "ha estado muy atento" con ella. En ese sentido, Plymdale preferiría que él pase tiempo con una mujer de dudosa reputación, como Mistress Erlynne, con tal de sacárselo de encima por un rato. Esto claramente refleja que su matrimonio (como la mayoría de los matrimonios durante la época victoriana), lejos de basarse en el amor, se trata simplemente de una unión estratégica.

El miedo y el coraje emergen como temas de la conversación en la que Lord Darlington revela sus sentimientos a Lady Windermere. Ella le dice que no tiene el coraje de huir con él, y él le responde: "¡Sea valiente! ¡Sea usted misma!" (169). Aquí se produce una relación interesante entre el concepto de "valentía" y la capacidad que una persona tiene de ser ella misma. De alguna manera, Lord Darlington plantea que, para ser uno mismo en la época victoriana, es necesario ser valiente y desentenderse de los rígidos valores morales que la sociedad impone. Dicho de otra forma, la sociedad victoriana ejerce una presión aplastante sobre las personas y reprime sus verdaderos deseos.

Ahora bien, Lady Windermere ha aceptado casi pasivamente las explicaciones de su esposo frente a los rumores de infidelidad; además, no ha llevado a cabo su amenaza de insultar y golpear a Mistress Erlynne cuando esta se presentó en la fiesta. Daría toda la impresión de que la valentía no es una rasgo que caracteriza a Lady Windermere. Por esa razón, cuando ella finalmente decide abandonar a Lord Windermere y escaparse con Lord Darlington, vuelve a romper con las expectativas que el público de la época podía tener respecto de una mujer estereotípica de la alta sociedad. En ese sentido, el personaje de Lady Windermere se complejiza, se enriquece, y también motiva una reflexión no solo respecto de ese lugar de relegación que ocupaban las mujeres en la sociedad victoriana, sino también de qué podía ocurrir si una de ellas decidía romper las reglas.