Coplas por la muerte de su padre

Coplas por la muerte de su padre Citas y Análisis

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando (...)

Yo lírico, Copla I, vv.1-6.

Esta es la primera sextilla que abre la Copla I. Vemos desde un inicio el tono exhortativo del poeta que recomienda al alma prestar atención a dos aspectos decisivos en la vida de las personas: la muerte y la fugacidad de la vida. Los tres verbos: recuerde, avive y despierte que se refieren al "alma dormida" apuntan al tono moralizante de esta primera parte de las Coplas a la muerte de su padre. El gerundio "contemplando" que modifica al verbo despierte es una invitación a reflexionar largamente sobre estos aspectos vitales. Los dos adverbios exclamativos "cómo" enfatizan la rapidez e inevitabilidad del paso del tiempo y la muerte.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
qu'es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos;
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.

Yo lírico, Copla III, vv.25-36.

Esta copla es quizá una de las más famosas de toda la composición. Al poeta la imagen de los ríos que conducen al mar como representación de la vida que se encamina a la muerte le sirve para ampliar los dos temas que introdujo en la primera copla. Por un lado, con esta metáfora en la que compara los ríos con la vida y el mar con la muerte desarrolla un aspecto de esta última: su función igualadora. Primero extiende la metáfora al mencionar ríos caudales, medianos y chicos, pero luego explica la imagen al retomar el referente en lugar de quedarse en la metáfora cuando dice: "los que viven por sus manos / y los ricos". La muerte igualadora era un tema recurrente en la literatura medieval. En el género artístico tardo-medieval "Danza de la muerte" del que hemos hablado antes, la muerte bailaba con personas que representaban los diferentes estratos sociales indistintamente.

Por otra parte, la metáfora también ofrece una imagen del paso del tiempo. En el constante fluir del río podemos ver reflejado eso que el poeta mencionó en la Copla II respecto de que el futuro y el presente, en un punto, se convierten en pasado porque el tiempo sigue su curso cada instante. A lo largo de las Coplas a la muerte de su padre, veremos como el poeta contrasta lo temporal con lo eterno, y quedará expuesto que el concepto de eternidad supera nuestra comprensión. Esta imagen de los ríos y el mar permite contrastar el concepto del fluir del tiempo en los ríos con la permanencia de la eternidad en el mar. Asimismo, ilustra algo que en el poema va a ser importante: el mundo perecedero y la eternidad son, en cierta medida, una continuación, en el sentido de que lo que sucede en lo terrenal desemboca en lo que será la eternidad. En otras partes de la obra, por ejemplo, el poeta advierte sobre los riesgos de usar el mundo de tal modo que nos provoque tormentos en la vida eterna.

Dexo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
non curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores;
Aquél sólo m'encomiendo,
Aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo,
el mundo non conoció
su deidad.

Yo lírico, Copla IV, vv.37-45.

Estos son los versos de la tercera copla que cumple con una de las convenciones de la literatura de la época: la invocación. Nuevamente se trata de una convención de la literatura medieval, pero que tiene su origen en la literatura clásica antigua. Muchas veces las invocaciones eran a las musas o a otros dioses o escritores paganos. En más de una ocasión, a lo largo del texto, Manrique muestra que conoce la tradición, pero la descarta. El poeta elige no invocar a famosos poetas y oradores porque considera que no vale la pena prestar atención a sus ficciones. Acá la palabra ficción tiene el matiz que tenía en la Edad Media en que las ficciones eran literatura fantasiosa e imaginativa, y su uso es peyorativo. Luego, utiliza la metáfora de yerbas secretas, que quiere decir venenos, para referirse al poco provecho e, incluso, al daño que pueden traer sus obras. Manrique se ubica como un escritor cristiano que elige encomendarse a Cristo.

Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos.

Yo lírico, Copla XIII, vv.145-149.

Más de una vez Manrique va a utilizar vocabulario relacionado con la batalla para referirse a distintos aspectos de la vida y la muerte. En este caso la metáfora establece una comparación entre la muerte y una celada, es decir, una emboscada. La estrecha relación entre la muerte y la vida eterna y lo mundano aparece en esta sextilla también porque los placeres de la vida son los que conducen a la muerte si las personas no están atentas al daño que pueden causar. Si las personas se entregan a los placeres en esta vida están dejándose engañar por los corredores, es decir, los soldados que preparan el camino para la emboscada.

La muerte hasta ahora tuvo una representación sumamente abstracta como, por ejemplo, cuando Manrique la compara con el mar. A partir de esta copla la muerte se torna progresivamente más concreta porque va a aparecer en este caso como una emboscada, luego, más adelante, lo hará como un soldado cruel que franquea todas las protecciones hasta que, hacia el final, pasará a ser directamente un personaje que conversa con don Rodrigo.

¡qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora,
e tan presta,
en componer la cautiva,
dejándonos la señora
descompuesta!

Yo lírico, Copla VII, vv.79-84.

En la Copla VII, el poeta compara al cuerpo con una esclava, y al alma con una señora. El tono de la sextilla es moralizante porque el poeta reprocha el dedicarse con afán a lo que tiene menos valor, la cautiva, es decir, el cuerpo, mientras ignoramos el trabajo sobre la señora, es decir, sobre el alma. Con la oposición señora/esclava que apuntan a mayor y menor valor en la escala social, Manrique sintetiza la idea de que las personas tienden a poner sus esfuerzos en el lugar equivocado. La metáfora que plantea al cuerpo como esa "cautiva" y al alma como esa "señora" también viene de la tradición medieval y no es una comparación original del poeta.

Dexemos a los troyanos,
que sus males non los vimos,
ni sus glorias,
dexemos a los romanos,
aunque oímos e leímos
sus hestorias;
non curemos de saber
lo d'aquel siglo passado
qué fue d'ello ;
vengamos a lo d'ayer,
que tan bien es olvidado
como aquello.

Yo lírico, Copla XV, vv.169-174.

En la primera sextilla de esta copla observamos el mismo procedimiento que en la Copla IV: el poeta muestra que conoce las convenciones y elige descartarlas y seguir otro camino. El tópico literario del ubi sunt, en el que los poetas se preguntan qué ha sido de los hombre ilustres que ya han muerto, solía muchas veces incluir un desfile de personajes de la Antigüedad. El tópico era muy popular en la Edad Media, pero su origen es anterior. Acá Manrique elige descartar la tradición y en su lugar va a hacer referencia a personajes de la historia más inmediata: "vengamos a lo d'ayer".

Al final de la copla, Manrique nuevamente insiste en un tono moralizante y reprocha el olvido aun de lo que más reciente. Recurrir a la historia de ayer le sirve a Manrique en su propósito de criticar la corte de su tiempo y ensalzar la imagen de su padre en relación con sus contemporáneos. Todo ello contribuye a defender el patrimonio de su padre y su linaje ante la crisis que viven la familia Manrique luego de la muerte del más ilustre de ellos: don Rodrigo.

Las dádivas desmedidas,
los edificios reales
llenos de oro,
las vajillas tan fabridas,
los enriques y reales
del tesoro (...)

Yo lírico, Copla XIX, vv.217-222.

En esta enumeración de riquezas terrenales, Manrique muestra la pompa de las cortes. En las coplas dedicadas al ubi sunt, el poeta consigue hacer un retrato de la vida cortesana. No solo se pregunta qué ha sido de los hombres ilustres que menciona, sino que se pregunta qué ha sido de todo el lujo que los rodeaba. Acá es necesario hacer mención al contexto en el que vive Jorge Manrique. A medida que la burguesía crece debido a las nuevas rutas de comercio, al crecimiento de las urbes y al desarrollo de los oficios, las fiestas, las decoraciones, los tocados, la poesía, la música, la danza, las vajillas cobran importancia como marcas de distinción, elegancia y superioridad social. Las cortes se vuelven cada vez más fastuosas en busca de esa distinción. Manrique denuncia esa frivolidad.

Non dexó grandes tesoros,
ni alcançó muchas riquezas
ni vaxillas;
mas fizo guerra a los moros,
ganando sus fortalezas
e sus villas (...)

Yo lírico, Copla XXIX, vv.337-342.

Frente a la pompa cortesana que describe Manrique mientras trata el tópico del ubi sunt, cuando destaca las características y los logros de su padre, el poeta menciona que don Rodrigo nunca buscó riquezas: "Non dejó grandes tesoros, / ni alcançó muchas riquezas /ni vajillas / mas fizo la guerra a los moros". Como modelo de caballero, su padre no se dedica a vanidades durante su vida, sino que cumple con su misión como noble cristiano al hacer la guerra a los moros. El patrimonio que don Rodrigo deja a su familia no está compuesta de riquezas que no pueda llevarse a la tumba ninguno de ellos, sino la vida de honor que se ganó como parte de la Orden de Santiago y en su participación en la reconquista.

Buen caballero
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famoso
en este trago (...)

La Muerte, Copla XXXIV, vv.397-402.

El yo lírico cede su voz a la Muerte, que aparece como personaje e interpela a don Rodrigo. Estas son las primeras palabras que pronuncia cuando llama a la puerta del padre del poeta, que yace moribundo en su villa en Ocaña. En coplas anteriores, Manrique menciona a la muerte y la personifica, pero en esas ocasiones aparece como despiadada e iracunda. Acá, en cambio, se muestra cortés. En primer lugar usa "buen caballero", forma de cortesía que denota respeto. Luego, invita a don Rodrigo a dejar este mundo que caracteriza como "engañoso". De todas maneras, la Muerte reconoce que la invitación implica "un trago" y más adelante va a referirse a este final como una batalla. Es decir que la Muerte reconoce que el fin de la vida implica algo doloroso y difícil. El poeta engrandece la figura de su padre al exagerar su fama de tal manera que la misma Muerte ha escuchado sobre su "corazón de acero" y su "esfuerzo famoso".

La Muerte cortés que se presenta ante don Rodrigo es el tipo de muerte que el caballero se ha ganado en vida. Corresponde que a un noble como él se le presente una Muerte gentil. Esto refuerza la idea de que ambas vidas: la terrenal y la eterna no son independientes. Lo que se hace en la vida impacta en la muerte y en lo que viene después.

Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio

Yo lírico, Copla XL, vv.469-475.

Esta es la primera sextilla de la copla final de toda la obra. Luego de la conversación entre la Muerte y don Rodrigo y la oración que el maestre eleva a Cristo, el poeta retoma la voz lírica. Primero, muestra a su padre a punto de morir, pero lúcido todavía: "todos los sentidos humanos / conservados", rodeado de sus seres queridos. Es llamativo que el poeta vuelva a utilizar vocabulario referido a la batalla porque dice que se encuentra "cercado" por su familia. Utilizar una palabra de guerra tal vez tiene como intención no desvincular a don Rodrigo en su lecho de muerte de aquello que le trajo toda su gloria. Finalmente, el poeta dice que su padre dio el alma a Dios. Es importante reparar en el verbo "dar" porque insiste en la piedad de don Rodrigo que se entrega a la voluntad de Dios. Esta imagen familiar y cercana humaniza a don Rodrigo y lo acerca a los lectores después de que su figura ha sido exaltada durante la obra.